La batalla del móvil
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La batalla del móvil

¿Cómo ganarla en el hogar?

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La batalla del móvil

¿Cómo ganarla en el hogar?

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Información del libro

He escuchado a muchos progenitores contando orgullosos cómo su bebé manejaba con maestría la tablet y, a los pocos años, lamentando la cantidad de horas que el adolescente perdía frente a la pantalla de su móvil. Tiempo de juego, de estudio, de deporte, de lectura, de sueño, de vida familiar, de relaciones sanas y adecuadas, de temas de conversación interesantes, de aire libre, de paseos, de besos…

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Información

Año
2018
ISBN
9788494877728

1. ¿Por qué este libro?

Esto que tiene entre sus manos es un desahogo. Necesito escribir todo lo que he vivido, sentido y sufrido por culpa del móvil durante estos últimos años en mi doble faceta educadora: como profesor y como padre. He escuchado a muchos progenitores contando orgullosos cómo su bebé manejaba con maestría la tablet y, a los pocos años, lamentando la cantidad de horas que perdía frente a la pantalla de su smartphone al llegar la adolescencia. Tiempo de juego, de estudio, de deporte, de lectura, de sueño, de vida familiar, de relaciones sanas y adecuadas, de temas de conversación interesantes, de aire libre, de paseos, de besos…
Resulta paradójico que los mismos padres que no están dispuestos a que sus hijos sufran lo más mínimo, que los sobreprotegen obsesivamente, de manera no solo innecesaria sino contraproducente, sean los mismos que les faciliten un instrumento que les puede acarrear, como veremos, mucho sufrimiento.
Voy a ser claro desde el principio: me cuesta encontrar razones suficientes para justificar que los niños y niñas dispongan de un móvil antes de terminar sus estudios primarios. Y los datos del Instituto Nacional de Estadística nos informan de que en el año 2017 en España uno de cada cuatro lo tenían a los diez años (4º de Primaria), tres de cada cuatro a los doce (6º de Primaria) y prácticamente todos a los quince (3º de ESO) http://www.ine.es/prensa/tich_2017.pdf. Además, ese teléfono no lo emplean para llamar o recibir llamadas sino para relacionarse con conocidos y desconocidos, compartiendo y comentando mensajes u otros contenidos multimedia (audios, fotos, vídeos, enlaces…) en Instagram, WhatsApp, Snapchat, Twitter o Youtube. Y estas aplicaciones, tan masivamente utilizadas por niños y adolescentes, fijan una edad mínima para poder usarlas, casi siempre los 13 años. Cruzando la información, podemos concluir que en España tres de cada cuatro niños de sexto de primaria han llegado antes de tiempo a esos «lugares virtuales», lo que puede tener consecuencias no deseadas en sus «vidas reales».
Aunque, como he dicho un poco antes, no encuentro razones para que tengan el teléfono tan pronto, sí puedo citar muchas que justificarían retrasar lo máximo posible la entrada de esta pantalla en sus vidas. De hecho, este libro va de esto: de exponer las razones que aconsejan esperar todo lo razonable antes de proporcionar un móvil a los hijos.
Son muchos los padres y madres que me han preguntado y me siguen preguntando algo parecido a esto: «¿A qué edad podemos dárselo a nuestro hijo?».
La verdad es que no sé qué responderles porque antes debería conocer algunas de sus respuestas a cuestiones como:
  • ¿Tenéis trazado algún plan para educarlo?
  • ¿Cómo es ahora vuestro hijo?
  • ¿Cómo os gustaría que fuera dentro de unos años?
  • ¿Qué otras batallas educativas se os van a presentar a corto plazo?
  • ¿Qué importancia le vais a dar a cada una de ellas?
  • ¿Qué razones justificarían la posesión de ese dispositivo?
  • ¿Qué ventajas tiene y qué riesgos se asumen?
Demasiadas incógnitas como para poder resolverlas con una solución única, absoluta o definitiva. Así que les digo: «No sé, depende. Tengo pensado escribir un libro sobre este tema que tanto os preocupa y con él espero poder responder a todos los que me habéis hecho esta pregunta alguna vez».
Por tanto, con este libro también cumplo muchas promesas.
En cualquier caso, no es de extrañar que los padres y madres de estos menores vacilen a la hora de mediar educativamente entre la pantalla del smartphone y sus hijos si pensamos en que nadie les ha educado a ellos. Si el siglo XV fue testigo de la revolucionaria aparición de la imprenta, el XXI lo es de la espectacular proliferación de «pantallas». Ahora bien, si la letra impresa tardó varios siglos en popularizarse, los bits lo han inundado todo sin apenas darnos tiempo para pensar en lo que está pasando: la tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad para asimilarla. Si se analiza el tiempo que algunas otras «tecnologías» han tardado en popularizarse en los hogares encontraremos que siempre han pasado dos o tres generaciones hasta que alcanzaron una penetración total. Así ha ocurrido, por ejemplo, con los automóviles, la televisión o el teléfono fijo; con estas tecnologías los padres ya sabían a qué se enfrentaban, sus riesgos y oportunidades, y eran capaces de imaginar y ofrecer patrones de uso razonables, saludables, educativos, muchos de ellos instalados en la sociedad mediante un conjunto de normas aceptadas por la mayoría (como el código de circulación). Sin embargo, en el caso de Internet y los teléfonos móviles, este tiempo se ha reducido hasta poco más de una década, por lo que se entiende que, con tan pocas referencias, haya tanta incertidumbre, tanto miedo o tanta insensatez. Es comprensible que sea más difícil acertar y que se tengan tantas dudas https://www.theatlantic.com/technology/archive/2012/04/the-100-year-march-of-technology-in-1-graph/255573.
Se dice, con bastante acierto, que el sentido más importante en la educación no es el oído sino la vista. Es decir, que los niños aprenden más de lo que ven hacer a sus padres o educadores que de lo que les escuchan cuando les sermonean. O, lo que es lo mismo, lo más importante es el ejemplo. Y, la verdad, viendo cómo se comportan algunos adultos, no es fácil que los menores tengan buenos referentes: móviles que suenan y se usan en los lugares y momentos más inoportunos o inadecuados, cuestiones privadas que se hacen públicas en cualquier red social o los grupos de WhatsApp de padres, en los que, por ejemplo, se despelleja sin pudor a profesores, otros padres o, incluso, a algún compañero de la clase de sus hijos (hay quien dice que estos grupos es lo peor que le ha pasado nunca a la educación). Por lo que la primera exigencia es para vosotros, padres y madres de familia o educadores diversos (profesores, monitores de tiempo libre, entrenadores deportivos…), porque el uso que hagáis de vuestro dispositivo está siendo observado cuidadosamente por los menores que os rodean y vuestra actitud y comportamiento es el espejo en el que ellos se miran.
Este libro ha tenido varios títulos desde que lo concebí hasta que fue editado. El primero de ellos fue: «¡Mamá, quiero móvil, papá me deja (o al revés)!». Esta frase me sirve de introducción en las charlas que me suelen encargar de vez en cuando y quiere reflejar que los hijos suelen buscar la división de criterios entre los progenitores para obtener lo que desean; da igual que sea el móvil, la autorización para una salida nocturna, para quedarse a dormir en casa de un amigo, ponerse un piercing, grabarse un tatuaje o cualquier otra petición sobre la que sospechan que pueden obtener una negativa como respuesta. Para evitar que «saquen ventaja» con estos «desacuerdos», voy a aportar dos ideas. La primera es que es crucial que los padres concentren todas las fuerzas en los pocos vitales (asuntos que pueden condicionar fuertemente el futuro de los hijos) y no se planteen grandes batallas con los muchos triviales (aquello que puede no gustarnos, pero es difícil que determine su futuro). Si se hace así, es más difícil que lleguen el agotamiento y la desesperación. Esos pocos vitales son los que hay que consensuar a priori con la pareja, sobre ellos hay que concentrar toda la energía, y ahora mismo entre ellos debe estar sin duda el móvil. La segunda es que es muy importante adelantarse a las «crisis» y hablar antes de estos asuntos con la pareja, para fijar unas normas consensuadas que permitan un discurso común. Y cuando nos asalte la duda sobre la respuesta que debemos dar ante alguna petición insistente que no recordemos haber consensuado con el cónyuge, recurrir a la coletilla: «¿Mamá/papá qué opina de este tema?», poniendo así la pelota en su tejado; o solicitar una prórroga: «Déjame que lo hable antes con papá/mamá».
He dividido el libro en diez capítulos independientes, más esta introducción. Algunos de ellos, comienzan con unos datos, unas cifras, con las que no pretendo abrumar sino cuantificar de alguna forma la magnitud del tema que se tratará. Además, es casi seguro que desde que las escribo hasta que se lean, habrán cambiado. Todos finalizan con una idea clave para abordar desde el punto de vista educativo la problemática que se trata. Puede hacerse una lectura lineal, un capítulo detrás de otro, de principio a fin, o acudir de manera desordenada a aquel que más interese. He intentado plantear en ellos las cuestiones que considero más importantes en la relación de los menores con su teléfono móvil. La experiencia me dice que mientras no disponen de él, muchas ventanas permanecen cerradas y los padres pueden sentirse tranquilos, pero una vez que permiten que este dispositivo entre en su bolsillo, los ventanales se abren de par en par y a través de ellos se cuelan factores que dificultan el control sobre innumerables aspectos de sus vidas: cuánto duermen, cómo y con quién se relacionan, qué hacen y qué consecuencias tiene lo que hacen, qué leen, ven o escuchan y cómo les afecta… El objetivo final es mostrar lo que los progenitores deberían saber antes de poner un smartphone en la vida de sus hijos. Precisamente esta frase era el segundo título que contemplé para este libro: «Lo que deberías saber antes de poner un smartphone en la vida de tus hijos»
En el primer capítulo, que he titulado Noches en azul, escribo sobre las consecuencias de irse a la cama con el teléfono móvil. No en vano, la salud física, la psíquica, la emocional y la intelectual pueden verse afectadas si el uso de las pantallas interfiere de forma habitual en el sueño de los niños y adolescentes.
En el segundo, Juntos pero solos, reflexiono sobre cómo estos dispositivos están redefiniendo la comunicación y las relaciones humanas de tal manera que nunca hemos estado tan conectados con los lejanos y tan desconectados de los próximos. Esto tiene evidentes consecuencias en las relaciones familiares y sociales que han venido configurando a las personas hasta hace muy poco tiempo. Así mismo, condiciona el aprendizaje de las habilidades sociales, pudiendo darse el caso de que un menor sea muy competente interaccionando en el ciberespacio, pero sea incapaz de relacionarse con normalidad en el mundo físico, en el cara a cara.
En el tercero, Delincuentes inconscientes, describo las nuevas maneras de infringir la ley que han llegado de la mano de estas pantallas. Hay dos razones que explican por qué es extremadamente sencillo que un menor infrinja la ley sin ser consciente de ello. Por un lado, la sensación de impunidad que otorga la ilusión de anonimato del menor que se esconde tras su nick name e interacciona a través de una pantalla. Por otro, la facilidad con que se pueden violar los derechos de autor, calumniar, suplantar personalidades o atentar contra el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Por los mismos motivos, es relativamente simple que acaben siendo víctimas de embaucadores y estafadores que intentan aprovecharse de su inocencia y de lo expuestos que están, si no son prudentes, al utilizar estos medios.
El cuarto lo he titulado Mayores de 18 y en él me ocupo de la pornografía en Internet. Aunque el asunto me repugna, me siento obligado a escribir sobre ello porque está demostrado que estos contenidos llegan a los menores aunque no vayan a buscarlos, y les pueden marcar de por vida con una huella indeleble, perturbando seriamente su afectividad, sus futuras relaciones de pareja y la manera de vivir su sexualidad. Les aseguro que en estos últimos años han sido varios los adolescentes que han venido a pedirme ayuda al finalizar alguna de las sesiones de formación en la que hemos abordado esta problemática. Se sentían incapaces de salir solo con sus fuerzas de la espiral de vicio en la que estaban atrapados.
El quinto lo dedico a la importancia que los adolescentes dan a su imagen digital, tan importante o más que su imagen real. Seguro que muchos podrían decir aquello de «yo soy yo y mi red social», tomando prestada y adaptando a su realidad la famosa máxima «yo soy yo y mi circunstancia…», atribuida a Ortega y Gasset, el afamado pensador español. Este hecho, aparentemente inocuo, tiene una gran importancia en la vida de los menores. Estar tan expuestos a lo que los demás piensen u opinen puede llevarles a fingir ser lo que no son para ganar en aceptación y popularidad, o a verse profundamente afectados por los comentarios de sus iguales. Howard Gardner en su libro La generación App describe cómo el uso de estos medios puede influir en la configuración de la identidad personal, porque:
…es posible que esta personalidad pública (la que muestran a través de la pantalla) tenga poco que ver con la identidad interna del adolescente, con sus valores, creencias, emociones y aspiraciones asociadas. Sin embargo, y de forma paradójica, este compromiso electrónico puede influir en el desarrollo de la identidad emergente (Gardner, 2014; 18).
El sexto que he titulado ¡Mi tesoro! lo empleo para desarrollar algunas ideas sobre la adicción al teléfono móvil, que existe, aunque haya quienes todavía manifiestan reticencias a la hora de aceptar esta realidad. Desde muchas instancias se está alertando sobre este grave problema de salud pública infanto-juvenil, que nos acecha desde hace años y que ya es real en muchos países desarrollados. Tanto que entidades públicas y privadas dedicadas a tratar problemas relacionados con las adicciones con o sin sustancia (las drogas, el juego, el sexo…), ya han abierto líneas de trabajo en este ámbito.
En el séptimo advierto de que el teléfono móvil puede convertirse en una ventana al infierno, porque en ese sórdido lugar se sienten los menores que sufren ciberbullying. Qué es y en qué se diferencia del bullying, qué consecuencias tiene ta...

Índice

  1. Advertencia
  2. Breve cv del autor
  3. Dos aclaraciones antes de empezar
  4. 1. ¿Por qué este libro?
  5. 2. Noches en azul
  6. 3. Juntos pero solos
  7. 4. Delincuentes (o víctimas) inconscientes
  8. 5. Mayores de 18
  9. 6. Todo el día frente al espejo
  10. 7. ¡Mi tesoro!
  11. 8. Una ventana al infierno
  12. 9. Infancia a la fuga
  13. 10. Niños inatentos
  14. 11. ¿Cuándo ceder a la presión?
  15. 12. Para saber más…
  16. NOTAS