Ciudadanías alternativas
eBook - ePub

Ciudadanías alternativas

Hacia otro rol ciudadano

  1. 316 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Ciudadanías alternativas

Hacia otro rol ciudadano

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El objetivo del libro es interrogarnos y problematizar los lugares, las estrategias y las resistencias que van configurando otras subjetividades políticas, entendiendo que la "institución" de la ciudadanía queda estrecha y anacrónica para encarar estas tareas. Entre otras cosas, esto nos lleva a preguntarnos, por un lado, cómo puede reclamarse un derecho por fuera del derecho, sin derecho a reclamar por un derecho, o cómo sin una "ciudadanía", exigir por los derechos como ciudadano. Por otro lado, nos desafía a buscar nuevas coordenadas de análisis políticos que den cuenta de los procesos en los que aquellos que no son reconocidos o contados, al decir de Rancière: los "sin parte", se convierten en actores centrales de transformaciones contingentes y disruptivas que evidencian la necesidad de un nuevo comienzo, un nuevo orden en el reparto de nuevas agencias de politicidad.En este sentido, nos interesa pensar en los márgenes de las nuevas configuraciones de la ciudadanía, a partir de los procesos conflictivos que se producen en todo el mundo (Hong Kong, París, Bolivia, Haití, Chile, Venezuela, Barcelona, Colombia, Ecuador, etc.) para buscar comprender desde las particularidades de cada lugar el rol (-otro) que juega la ciudadanía manifestándose.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Ciudadanías alternativas de Ariel Lugo, Mercedes Oraisón en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Política y relaciones internacionales y Civismo y ciudadanía. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2021
ISBN
9789878472102

Primera parte:
Participación y ciudadanía

Rasgos de una ciudadanía experiencial.
El poder ejercido desde la participaci
ón y la auto-organización comunitaria

Cristhian Almonacid Díaz (Universidad Católica del Maule, Chile)
Existe un tópico muy extendido respecto a la actividad política en general. Se dice, casi sin pensar y al mismo tiempo con certeza y seguridad: “la política es cosa de los políticos”. Dicha expresión recurrente, a nuestro modo de ver, expresa dos cosas que están unidas. Primero, dicho tópico contiene la idea que la actividad política no es tema que pertenezca a cualquiera pues se necesita ser parte de un grupo especializado dedicado al asunto. Y segundo, esta expresión entiende que la política dentro de cualquier forma de democracia representativa, es algo que se delega en otros, es decir, expresa un “no tengo que entrometerme ni está a mi alcance tomar parte de la política”.
¿Conviene a la democracia este tipo de expresiones que se dicen casi sin pensar? ¿efectivamente es así?, es decir, el asunto público ¿pertenece a los políticos elegidos vía sufragio? ¿ese es el modo con el que debemos conformarnos para entender nuestra democracia? ¿vamos a dejar la actividad política en manos de aquellos que son escogidos para la política institucional, de manera que el resto de los ciudadanos nos dediquemos a nuestras actividades laborales y de subsistencia individual?
Henry Thoreau respecto a estas cuestiones expresa: “Quizá otorgue mi voto en función de lo que considere justo, pero [por ese medio] no estoy implicado vitalmente en que lo justo deba prevalecer” (Thoreau, 2012: 26). Con esta expresión Thoreau nos invita a pensar que nuestros deberes ciudadanos no solamente incluyen los procesos formales de actividad política que se reducen al ejercicio eleccionario mediante la expresión de un voto. Un ciudadano es más ciudadano cuando se implica en los procesos que le son propios a su ser y a su quehacer. Esto quiere decir que un ciudadano se reconoce y se reafirma como tal, respetando las instituciones formales y democráticas del Estado, pero, también, cumpliendo su función ciudadana cuando se implica vitalmente para mejorar dichas estructuras, mediante una actividad democrática efectiva. Muchas veces la participación democrática reducida al cumplimiento del sufragio es la coartada perfecta para decir que apoyamos la democracia sin participar realmente en los procesos democráticos. El voto se ha convertido en un verdadero placebo, una sustancia inerte que nos hace creer que participamos del destino común de nuestra sociedad. Una acción democrática auténtica es, en principio, aquella que emerge cuando se trabaja activamente en pos de mejorar los procesos institucionales a través de una participación efectiva para el beneficio de la sociedad en su conjunto.
La participación efectiva es una tarea imprescindible, una necesidad imperiosa para la robustez de la democracia. Sin participación corremos el riesgo de una “democracia sin ciudadanos” (Camps, 2010), es decir, podríamos convertirnos en democracias de papel, sin civismo, sin deberes, con una fuerte desafección política y escasísima involucración en los asuntos que se supone interesa a todos. El diagnóstico inicial es que nuestras democracias son una declaración vacía, que expresa una organización política llena de individuos atomizados, sin sentido ciudadano.
La democracia no es un elemento accesorio ni un logro definitivo de las sociedades actuales (2). La democracia es un aspecto esencial para la convivencia social y política que requiere ser permanentemente justificada, fortalecida, reflexionada y estudiada desde la óptica de una filosofía política y una reflexión ética que tenga en cuenta el quehacer democrático de los ciudadanos.
A la objetividad y la formalidad institucional de los procesos democráticos, conviene adherir la subjetiva responsabilidad del ciudadano democrático que se desenvuelve en una multiplicidad de áreas. En esas especificas áreas nacen lo que se denomina virtudes cívicas que se constituyen en el verdadero motor de la sociedad civil y de la democracia vivida. En este sentido, los ciudadanos requieren dejar de ser espectadores en la construcción de la sociedad, para transformarse en protagonistas directos y activos en la conformación de la comunidad, en la toma de decisiones y en la implicación empoderada dentro de su contexto social más directo e inmediato. Este medio de participación, en la medida que se fortalece, puede perfectamente influir en los procesos democráticos institucionalizados. Como se ve, se trata de una comprensión de la democracia mucho más flexible y dinámica, porque las instituciones políticas bajo este prisma requieren ceder espacios de poder a los ciudadanos que participan activamente. Bajo el prisma de la participación efectiva, las instituciones democráticas formales necesitarían compartir un lugar dentro de la esfera política y que los partidos políticos suelen pensar es de su entera exclusividad.
¿Qué tipo de racionalidad democrática se requiere para incorporar a los procesos formales institucionales y objetivos la presencia activa y el quehacer subjetivo, histórico y vivido del ciudadano concreto y real? Para nosotros se necesita una racionalidad que sea experiencial. Es decir, un tipo de racionalidad que permita conectar las estructuras políticas y democráticas pensadas y formales, a la espesura y complejidad de la realidad ciudadana. Porque antes que una democracia sea pensada y estructurada, tenemos una democracia que posee un carácter experiencial originario. El acontecer democrático es previo en términos de fuerza de realidad a la comprensión formal de la democracia como ideal normativo. De manera que una razón experiencial, nos permite compaginar la idea democrática y armonizarla con la experiencia democrática. No se trata de un reemplazo de ideas por experiencias, como si fuera suficiente un pragmatismo democrático para la constitución de la democracia. Las ideas normativas y el espíritu crítico son irremplazables para la formalización de los procesos democráticos, pero al mismo tiempo, las experiencias democráticas son irremplazables para salir del vacío al que puede conducirnos una lógica meramente formal, instrumental y burocrática de los procesos democráticos. Antes de poder desarrollar la idea de una ciudadanía experiencial necesitamos explicar filosóficamente a qué nos referimos con la idea de una racionalidad experiencial.

1. Caminos de la razón experiencial

Hablar de razón experiencial viene, a nuestro juicio, a contribuir a la caracterización de una ciudadanía comprometida desde el quehacer propio de su identidad en tanto está constituida por ciudadanos que manifiestan un modo de ser concreto y no solo un modo de ser formal normativo, en tanto sujetos de derecho (3). Desde nuestra perspectiva un ciudadano es experiencialmente un ciudadano, allí en medio de los vericuetos que la realidad social exige y problematiza.
¿A qué nos queremos referir cuando decimos experiencia? Cuando calificamos a un pedagogo o a un político de “experimentado”, les aplicamos dicha calificación para hacer referencia al alcanzable dominio que una persona posee en todos los aspectos de las esferas vitales y polifacéticas que su específica actividad le exige desarrollar. Dicho dominio, no incluye solamente los aspectos adquiridos por vía sentidos, sino que también incluye aspectos reflexivos subyacentes a la resolución de determinados problemas para la mejora de la propia práctica (y por qué no, de la teoría también). En este sentido, el concepto al que queremos hacer referencia cuando decimos experiencia, dista del empirismo como tradición filosófica que sostiene que el conocimiento proviene exclusivamente de los sentidos. Decimos experiencial para referirnos a aquella experiencia que se da en medio de la vivencia de la actividad, donde se configura un desenvolvimiento suficiente, tanto a nivel reflexivo como empírico, para la consecución de una acción que se requiere ajustar a las exigencias y las necesidades de la realidad a las que el sujeto se enfrenta. Es otras palabras, la ciudadanía experiencial emergerá como un saber actuar en un terreno específico como lo es la convivencia social y política dentro de la ciudad. Gracias al buen uso de todas sus capacidades (tanto las intelectuales, corporales, emotivas, sentimentales), el ciudadano dispone de su experiencia para la configuración de su ciudadanía. Desde la experiencia, el ciudadano puede enriquecer su actividad, ejercitarse, seleccionar lo adecuado y rechazar lo perjudicial, para construir creativamente la sociedad de la que es parte. Todo porque, como veremos, el ser humano se encuentra siempre en primera y originaria manera instalado en la experiencia.
Para hablar de razón experiencial es fundamental tener en cuenta ciertos recursos filosóficos a los que recurrir que nos permita bosquejar esto que llamamos ciudadanía experiencial.
En nuestro caso hemos escogidos dos referentes filosóficos para comprender la idea de razón experiencial. Uno es de estos referentes es el profesor Jesús Conill, quien ha desarrollado todo un estudio y un proceso de reflexión filosófica tributando a la tematización de la razón experiencial, mediante obras como El enigma del animal fantástico (Conill, 1991) y Ética hermenéutica. Crítica desde la facticidad...

Índice

  1. Portada
  2. Introducción
  3. Primera parte: Participación y ciudadanía
  4. Segunda Parte: Ciudadanías en relación con el poder, el desastre y la catástrofe
  5. Tercera parte: Más allá de las ciudadanías
  6. Los autores