La sociedad del riesgo: retos del siglo XXI
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La sociedad del riesgo: retos del siglo XXI

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La sociedad del riesgo: retos del siglo XXI

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Cuando planeábamos el Coloquio anual de la Academia de Ciencias Sociales y Humanidades del Estado de Morelos nos pareció pertinente explorar la situación de riesgo de las sociedades menos favorecidas económicamente; dirimir qué peligros enfrentamos en la segunda década del siglo XXI y alertar sobre la importancia de no abandonar este mirador, de cara a los relevantes desarrollos científicos y tecnológicos que están modificando nuestras formas de vida. Motivadas y motivados por esta orientación, durante la reunión hablamos sobre el impacto del imparable desarrollo de la tecnología de las comunicaciones, de las implicaciones de este en la conformación de las subjetividades; hablamos sobre los riesgos de las Redes sociales, de las fake news y del Internet de las cosas. También abordamos asuntos como los riesgos actuales en la educación superior, en los procesos productivos y en el ámbito del trabajo, y dialogamos sobre la oportunidad que tenemos, a la luz de las discusiones sobre el fin o no de la modernidad, de pensar las modernidades desde otro locus, el latinoamericano. En este libro ofrecemos a los lectores reflexiones, resultado de aquellos trabajos, que pretenden contribuir a la búsqueda de soluciones a la situación de riesgo contante por la que atravesamos -no se diga ahora con la aparición del SARS-Cov-, debida a los excesos de un modelo de desarrollo que promueve un modo de vida con costos muy altos.

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Información

Año
2021
ISBN
9786078781393
Categoría
Sociología
Sociedad del riesgo,
trabajo y actividades productivas
Escenarios de riesgo del maíz nativo en México
Elsa Guzmán Gómez
Introducción
Este trabajo plantea y analiza las tensiones existentes entre la importancia que el maíz nativo tiene en México, en su búsqueda de la soberanía alimentaria, y algunos de los escenarios que dificultan la persistencia de dicho cultivo. Estas tensiones muestran situaciones de vulnerabilidad de los actores (Busso, 2001) en estas arenas movedizas, las cuales significan riesgos en distintas facetas de la producción de maíz, es decir, en su biodiversidad, su productividad, además de la población campesina y la cultura que lo sustenta.
La vulnerabilidad social, construida a partir de una historia de desigualdad, característica de las sociedades modernas (Galindo, 2015), donde los intereses y formas de vida campesinos no han sido prioritarios para las visiones y planes de desarrollo implementados en el país a lo largo de muchas décadas –o siglos–, genera constantemente situaciones de riesgo para las poblaciones rurales y los procesos de reproducción social.
El conjunto de riesgos, concebidos como estados de inseguridad y vulnerabilidad en los que la población y la vida campesina subsisten, está dado desde la construcción socio histórica, marcada por las situaciones de explotación, pobreza y exclusión social en un marco de desigualdad dentro de la estructura económica, social y política de la sociedad mexicana. Hoy en día dichos riesgos se posicionan a escala mundial y los actores principales son globales y trasnacionales, lo que adelanta hacia la idea de la modernización reflexiva, en donde se ubica el concepto de Ulrich Beck (1997) sobre la sociedad del riesgo.
Resulta especialmente pertinente para el mundo rural la asociación que Beck (1997) hace entre riesgo y seguridad, ya que dicho equilibrio representa las maneras en que se vive la amenaza latente de destrucción, que está dada por vulnerabilidades conocidas ante las cuales la población rural debe lidiar. Esta idea puede complementarse con lo que Luhmann plantea desde las dualidades riesgo/seguridad y riesgo/peligro, dejando ver que el riesgo no se da de manera independiente, sino que existe en relación con una perspectiva como esquema de observación de la actualidad (Galindo, 2015). En este sentido, se proyecta una permanente tensión, como referencia a un posible desenlace, de lo que en el futuro puede salir mal o no. De tal manera, el análisis lleva a entender las condiciones de la perspectiva y del desenlace mismo.
Así se aspiraría a que, a partir de visualizar el riesgo, se ponga el foco en los elementos de seguridad. Un daño visto desde la contingencia es uno evitable, es decir, el riesgo depende de la manera como se le perciba; es un observable, dice Galindo (2015), siguiendo los planteamientos de Beck. Esto nos acerca a la idea de riesgo socialmente construido. Solo a través de la escenificación del riesgo se toma conciencia y se le atribuye sentido.
Beck menciona que las transformaciones de la sociedad tienen que ver con la distribución de los riesgos. En este sentido, el posicionamiento teórico del capítulo presente refiere que la sociedad basada en el desarrollo trasnacional y agroindustrial de insumos agrícolas de empresas procesadoras y alimentarias está poniendo en riesgo la persistencia del maíz nativo. Esto luego de inducir las tendencias del mercado que dificultan la participación de los pequeños productores, transforman las formas productivas e implican la devastación ambiental generando incertidumbres, las cuales son parte de la modernidad reflexiva al modificar comportamientos y expectativas.
Así, en términos de la dificultad para enfrentar los riesgos, hablamos de una situación de vulnerabilidad social dada por el lugar y las relaciones concretas de desventaja que los grupos tienen frente al conjunto de la sociedad. Esto, de acuerdo con Busso (2001), se expresa en diferentes formas, sea como fragilidad o indefensión ante determinados cambios del entorno, desamparo institucional desde el Estado, debilidad interna ante los cambios propios o inseguridad permanente para arribar a cambios o mejorías. Hablamos de riesgos socialmente construidos.
Estos pueden ser de distinta naturaleza. Si bien generalmente se consideran desastres como inundaciones, terremotos y sequías, situaciones imposibles de prever e impedir, la relación concreta de los grupos sociales frente a estas calamidades podría ser modificable, ya que se trata de riesgos sociales (García, 2005). Debido a que, de acuerdo con Mary Douglas (García, 2005), son producto de la construcción colectiva y cultural, su percepción depende del tipo de sociedad y de una relatividad cultural.
Una situación de vulnerabilidad tiene gradientes que dependerán de las múltiples relaciones que una sociedad compleja presenta, además del lugar en que cada grupo social marginado se inserte en el mercado, y cómo se relacione con los distintos actores. Al hablar de grado, se considera desde la vulnerabilidad total hasta los límites de la no vulnerabilidad; mientras que los niveles refieren a la afección de individuos, grupos, comunidades o incluso regiones. De manera concreta, dicha vulnerabilidad se refleja en la capacidad o incapacidad que los grupos tienen para enfrentar las múltiples situaciones de riesgo que, si bien este plantea una situación inexistente –ya que se considera una posibilidad a futuro y no una realidad presente–, marca un estado intermedio entre seguridad y destrucción, apunta Beck (1989), pero como amenaza latente.
Debido a que la vulnerabilidad está vinculada con la configuración de la sociedad y, hablando de América Latina, significa más bien un riesgo de exclusión –como Tornero lo refiere en el primer capítulo de este libro, “Sociedad del riesgo: racionalidad científica y construcciones sociales”–, se puede decir, siguiendo a Mancini (2015), que existen maneras particulares en el terreno de las búsquedas internas, en las cuales los grupos hacen uso de sus propios recursos para mejorar la situación. Esto significaría contar con condiciones de mayor seguridad para su propia reproducción.
De igual modo se reconoce que el mercado representa un espacio de riesgo para los productores poco capitalizados –que poco pueden incidir en este. Sin embargo, consideramos que tanto la relación con la naturaleza como las posiciones frente al mercado son construcciones sociales que definen la capacidad de enfrentar los riesgos de diferentes maneras, estableciendo los grados y niveles de vulnerabilidad.
Se considera que el riesgo, a pesar de su aparente origen natural o económico, tiene, más que todo, una connotación social. Esto es en tanto que los distintos grupos sociales cuentan con diferentes recursos y capacidades para evitar los daños de los riesgos y que, además, la amenaza se materialice en desastres o destrucción. De igual manera, se consideran diferencialmente las dificultades o imposibilidades para solventar dichos daños.
En este sentido, el peso social del riesgo no se encuentra en el control de la amenaza, sino en los recursos disponibles para enfrentarla. Así, nos referimos específicamente a que las diferencias en las condiciones sociales, desde el punto de vista de la estructura de la sociedad y las interacciones en el mercado, configuran posibilidades estructurales particulares para evitar, asumir o resolver las consecuencias de los riesgos, es decir, los desastres. La condición de vulnerabilidad redunda en desventajas sociales para enfrentar los riesgos, lo cual incluiría las tensiones que los procesos de producción y persistencia del maíz nativo tienen frente a las acciones y su preponderancia en el mercado de las empresas trasnacionales. Todo esto en el marco de una sociedad moderna neoliberal, sometida a los procesos que, en el contexto de la globalización, superan la mera industrialización a través de las acciones de las empresas trasnacionales, conformando un nuevo paradigma del despojo (Guzmán, 2018).
Actualidad sobre el maíz nativo
El maíz, seguramente con centro de origen y de diversificación en México desde hace ocho mil o nueve mil años (González Jácome, 2016),1 se ha reproducido gracias al proceso de domesticación realizado por las manos de mujeres y hombres, el cual dio lugar a las diversidades y características de los maíces criollos o nativos actuales. A cambio de su cuidado, provee alimento y sobrevivencia.
Actualmente se reconocen en el país entre 59 y 64 razas de maíz (Kato et al., 2009), número que varía de acuerdo con las interpretaciones, las colectas y estudios de reconocimiento de los especialistas, así como con los permanentes procesos de adaptación de las plantas. Estas razas se distribuyen por todos los estados del país, bajo diversas condiciones agroclimatológicas de humedad, tecnológicas y culturales. La adopción del cultivo y el consumo del maíz han ido de la mano de la construcción de una cultura multicolor vinculada al conocimiento de condiciones ambientales, de trabajo agrícola, de alimentación humana, de organización familiar y comunitaria, y, especialmente, de experiencias que permiten la resistencia, adaptación e incluso renovación de prácticas ante los cambios climatológicos, sociales y políticos constantes.
El maíz constituye una historia común de una gran parte de la población mexicana a lo largo de los siglos. Se ha desarrollado una serie de atributos con los que se le puede analizar desde el campo de los bienes comunes, de acuerdo con el concepto de Ostrom (2009). Estos refieren a su condición de ser considerados como recursos naturales o productos hec...

Índice

  1. 1ª de forros
  2. Sociedad del riesgo, racionalidad científica y perspectivas histórico-sociales
  3. Sociedad del riesgo y tecnología
  4. Sociedad del riesgo y educación
  5. Sociedad del riesgo, trabajo y actividades productivas