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LA CONSPIRACIÓN EN SU
PAROXISMO. ESTADOS UNIDOS,
¿UNA POTENCIA MASÓNICA?
Cuando supimos que Dan Brown preparaba una novela en la que los masones tendrían un papel central, no nos sorprendimos en absoluto. De alguna manera, la trama de sus dos anteriores novelas —con un esquema literario y un ritmo similar— preanunciaban que la masonería sería una estación obligatoria en el derrotero conspiracionista del autor de El símbolo perdido. En definitiva, Brown no podía desconocer que los masones habían heredado las tradiciones de la Orden del Temple —que él describe como una suerte de círculo externo del Priorato de Sión que tanto menciona en El código Da Vinci— y mucho menos podía desconocer que los Illuminati de Ángeles y demonios nacieron como una organización que infiltró a la masonería del siglo XVIII, causando estragos que aún hoy lamentamos.
Tampoco podía desconocer Brown la influencia de los rosacruces en la francmasonería, ni que esta era un reservorio —por momentos una verdadera mezcolanza— de cábala, alquimia, astrología, corpus hermeticum, y cuanto esoterismo ha dado a luz la cultura occidental. Si finalmente, iba a reincidir en las grandes conspiraciones de la historia, no tenía otra alternativa que acudir al mito más contundente en la materia: los masones.
La única duda era el modo y la visión desde la que iba a enfocar a la francmasonería, la sociedad secreta más poderosa y difundida del planeta. ¿Pero por qué la francmasonería norteamericana? Tanto la acción en Ángeles y demonios como en El código Da Vinci se desarrolla en Europa, el continente en el que nace y se expande la francmasonería. ¿Por qué Dan Brown traslada las aventuras de Langdon a Estados Unidos? Creemos que la respuesta es simple: porque ese país tiene la masonería políticamente más poderosa, la más generosa en su obra filantrópica y la más numerosa en membresía.
Si bien la masonería ha sido concebida desde una posición eurocéntrica, hay que reconocer que su rito más popular —el denominado Rito Escocés Antiguo y Aceptado con su famoso grado 33 en el vértice de la pirámide— fue gestado en tierras americanas y luego difundido por el mundo. Salvo quien ha estudiado algo de masonería, pocos saben que existen otros poderosos ritos, como el Francés, el Escocés Rectificado, el de York (también llamado de Emulación), el de Menphis y Mizraim, etc. Tampoco es común que el lector medio sepa que existen diversas órdenes masónicas, como la Orden del Santo Real Arco del Templo de Jerusalén, o la Orden de Maestros Masones de la Marca, o la de los Marineros del Arca Real, o la Orden Masónica Religiosa y Militar de Palestina, Rodas y Malta (más conocida como la Orden Masónica Templaria) o la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, asociada al Régimen Escocés Rectificado.
Todos estos ritos han nacido y evolucionado en Europa; pero el Rito Escocés Antiguo y Aceptado —con sus 33 grados— tomó su forma final en Estados Unidos. Conviene introducir al lector con un breve relato de su historia.
Los masones norteamericanos unieron varias tradiciones y ritos europeos, amalgamando tradiciones provenientes del judaísmo con su cábala, del cristianismo con sus rosacruces protestantes, del deísmo introducido por los pastores ingleses, de toda la parafernalia heredada de los antiguos misterios del mundo clásico (el tan mentado «Conócete a ti mismo») y del exquisito pensamiento renacentista en el que el pensamiento mágico y el incipiente conocimiento empírico de los procesos científicos conformaron el marco para una pléyade de sabios casi equivalente a la del Siglo de Pericles.
Pero de tal amalgama de tradiciones no podía salir otra cosa que una enorme diversidad de interpretaciones. Pues abarcar todo el conocimiento que propone el recorrido de los treinta y tres grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado impone una vida dedicada al estudio de tantos textos y tradiciones tan imposible como inútil desde el punto de vista iniciático. Veamos cómo nació este rito.
Sucedió que, después de que los masones dejaran de construir en piedra y se volviesen especulativos, se constituyó en Inglaterra —más precisamente en Londres— una gran logia a la que se unieron cuatro logias de dicha ciudad. La organización quedó en manos de pastores presbiterianos (James Anderson y Teophile Desaguliers, este último connotado miembro de la Royal Society, al igual que muchos rosacruces, como Elías Ashmole e Isaac Newton, reiteradamente citados por Brown) que dictaron a la logia una primera regla que ha pasado a la historia como Las Constituciones de Anderson.
Este grupo respondía políticamente a la Casa de Hannover, reinante en Inglaterra hacia 1717. Pero mu chos masones católicos, fieles a la derrocada dinastía de los Estuardo, se exiliaron junto con Carlos Estuardo el Pretendiente en Francia, nación históricamente aliada de Escocia. La mayoría de estos masones eran escoceses y católicos, al igual que la depuesta Casa de Estuardo. Fue así que, mientras en Inglaterra se desarrollaba una masonería deísta, que solo reconocería tres grados (aprendiz, compañero y maestro), en Francia evolucionó una masonería teísta y trinitaria en la que los masones escoceses pronto inventaron una suerte de cuarto grado.1¿Por qué un cuarto grado? Porque los maestros escoceses asumieron unilateralmente la misión de vigilar y mantener la pureza de su tradición en las logias simbólicas, en las que, generalmente, trabajaban ocultando su verdadera filiación escocesa y el conocimiento propio de sus capítulos. Nacen así los denominados altos grados.
Su objeto era el de preservar las antiguas tradiciones escocesas y velar porque los masones de los tres grados mencionados no cayeran en el relajamiento propio de los andersonianos, famosos por sus logias de tabernas y su vocación etílica que les valió una fama que ha quedado inmortalizada en poemas, canciones y comentarios picarescos de aquella época. No pasó mucho tiempo para que este cuarto grado se subdividiera dando nacimiento, hacia arriba, a los famosos círculos concéntricos que caracterizan a la masonería.
Jean Théophile Désaguliers (1683-1744), miembro de la Real Sociedad, y James Anderson (1678-1739), pastor presbiteriano y masón. Juntos redactaron la primera Carta Constitucional Masónica, justamente denominada como Las Constituciones de Anderson.
Es así que, mientras algunos masones estaban seguros de poseer la clave de los antiguos misterios, otros encontraban en las logias una suerte de sociabilidad, en la que burgueses y aristócratas confraternizaban tal como era la moda en aquel siglo que iba a terminar con la tragedia de la Revolución francesa.
Hemos escrito ampliamente sobre este período de la historia de la masonería en dos libros anteriores, que el lector interesado puede consultar. Se cree que el primer rito denominado escocés fue el Rito Escocés Filosófico de la logia Madre de Marsella, creado hacia 1750 y que ya estaba compuesto de 18 grados. Después de este apareció el Rito de Heredom (sí, la famosa palabra a la que tanto recurre Brown) o también llamado de Perfección, compuesto por el Consejo de Emperadores de Oriente y Occidente (estamos hablando de París, hacia 1758).
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ORIGEN DE LA PALABRA
HEREDOM Y EL RITO ESCOCÉS
ANTIGUO Y ACEPTADO
Según la opinión de varios autores,2 Heredom es el nom bre de una legendaria montaña situada en el nor oeste de Escocia, donde habrían buscado refugio algunos caballeros templarios, luego de la destrucción de su Orden. Sugiere el especialista Jorge Ferro que se trata de una simple leyenda, ya que tal montaña no está registrada en la geografía escocesa. Pero no sería la primera vez que una organización iniciática atribuye una nomenclatura propia a cosas y seres que, públicamente, son conocidos con otro nombre. También señala, entre otras posibilidades, que puede tratarse de la contracción de dos palabras griegas hieros y domos, «casa santa, templo».
Este Rito de Heredom o Rito de Perfección, de 25 grados, fue llevado a América por Étienne Morín tras recibir una carta patente en Francia. El número de grados se amplió, surgiendo el Rito Escocés Antiguo y Aceptado de 33 grados, con algunos como el de Ca ballero Kadosh, que tiene reminiscencias templarias y en el que se jura la venganza de Jacques de Molay, último gran maestre del Temple.
El 4 de diciembre de 1802, fue dada a conocer al mundo masónico la creación, en Charleston, de un Supremo Consejo de los Soberanos Grandes Inspectores Generales, grado 33 y último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. En dicha circular se indicaba que el 31 de mayo de 1801 (año anterior), había sido constituido el Supremo Consejo de los Estados Unidos de América, con gran solemnidad, por los hermanos John Mitchel (irlandés, coronel del ejército) y Frederick Delcho (nacido en Londres, de origen prusiano, médico y pastor de la Iglesia episcopal americana), siendo completado hasta once el número de grandes inspectores generales cofundadores en el curso del año 1802.
Los dos grandes inspectores siguientes, por orden de fechas, fueron el conde de Grasse-Tilly y su suegro, Delahogue (ambos franceses y católicos), a los que se unieron luego otros seis. Alejandro Augusto de Rouville, marqués conde de Grasse-Tilly, era ya entonces gran comendador del Supremo Consejo de las Indias Occidentales, con sede en Haití. Ese primer Supremo Consejo (el precedente del de Charleston) se fusionó en 1821 con el Supremo Consejo de Francia, creado también por Grasse-Tilly en 1804.
El Rito Escocés Antiguo y Aceptado arribó a Europa, y más en concreto a Francia, de la mano del conde de Grasse-Tilly, tras obtener una nueva Carta Patente de Charleston. Grasse-Tilly retocó algunos rituales y enseñanzas y su obra constituye hoy más o menos el Rito Escocés Antiguo y Aceptado que se conoce en Europa.
Podríamos completar esta breve síntesis diciendo que el Congreso Mundial de Lausana, de 1875, fijó de forma definitiva el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, impidiendo la creación de nuevos grados o la modificación de los existentes sin consenso universal de los supremos consejos.
Con el tiempo, muchos de los grados dejaron de practicarse, pues en un principio cada uno tenía su propio ritual y existía una ceremonia de acceso a cada grado. Hoy existen notorias diferencias en cuanto al número de grados que se practican en las jurisdicciones y en la forma de administrar los grados. Estas variantes son posibles porque en cada país hay un ...