De Auschwitz a Argentina
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De Auschwitz a Argentina

Representaciones del nazismo en literatura y cine 2000-2020

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De Auschwitz a Argentina

Representaciones del nazismo en literatura y cine 2000-2020

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Auschwitz es una metáfora y una metonimia de los campos de exterminio y un símbolo y sinónimo de los crímenes nazis. Se refiere tanto a las víctimas del nazismo como a los perpetradores que huyeron después de la Segunda Guerra Mundial a Sudamérica, a veces en el mismo barco que los refugiados judíos. Desde el nuevo milenio puede constatarse un verdadero boom de textos literarios y fílmicos provenientes del Cono Sur que se apropian de esta temática y forman un nuevo subgénero de manifestaciones artísticas ficcionales y factuales que se analizan en este estudio. Mientras que los documentales, las novelas testimoniales, los testimonios de sobrevivientes judíos y las novelas autobiográficas recurren a una representación seria y realista, existe también una vertiente opuesta, provocadora e irreverente que se manifiesta en historias contrafácticas, sátiras malvadas, parodias espeluznantes o en caricaturas e historietas. Todas estas figuraciones revelan menos sobre el nazismo histórico que sobre los imaginarios que se vinculan a él, entre los que se destacan mitos y teorías de conspiración (Hitler en Argentina, el IV Reich, el oro nazi) y temas (des)tabuizados de colaboración, oportunismo y relaciones prohibidas.

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Información

Año
2021
ISBN
9789878140018

1. Introducción

Rutger, el supervisor, un alemán que había pasado varios años en la Argentina y de quien todos sospechaban que había sido nazi, la adoraba.
Carlos Eire, Nieve en La Habana (2007)
La cita de este epígrafe tomado de una novela cubana de este siglo revela un estereotipo muy difundido: todo alemán que haya estado después de la Segunda Guerra Mundial en la Argentina es sospechoso de ser o de haber sido un nazi.1 La cita se sitúa dentro del mundo narrado a mediados de la década de 1960. Hoy en día, el estereotipo de que los alemanes que viven en colonias alemanas en Argentina, Chile, Brasil y Uruguay sean o hayan sido nazis se satiriza en la novela Eva Braun de Arroyito (2019) de Alejandro Agresti (ver cap. 3, 5.6), y en la película Señor Kaplan (2014) de Álvaro Brechner (ver cap. 3, 2.4.1). No obstante, todos los estereotipos tienen una base real: hubo efectivamente una fuga masiva de criminales nazis para evitar ser juzgados por los tribunales internacionales a través de las llamadas “líneas de ratas” a América del Sur (ver cap. 1, 1). Hubo organizaciones exteriores del NSDAP, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Hubo escritores nacionalsocialistas en América, como el chileno Miguel Serrano. A la vez, hubo una emigración masiva de refugiados judíos a Sudamérica,2 y es una ironía de la historia que los sobrevivientes pararan a veces en el mismo lugar que sus perpetradores. Algunos llegaron incluso en el mismo barco.3
En vista de este panorama, es muy sorprendente que el nazismo no fuera un topos en la literatura latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX.4 Desde el cambio de milenio, sin embargo, se ha creado una extensa producción literaria y artística sobre este tema no solo en los países del Cono Sur afectados por la inmigración (Argentina, Uruguay, Chile), sino también en Colombia,5 Francia6 y España.7 Marco Bosshard (2016a: 185) supone que este boom se debe en general a un impresionante crecimiento de temas, personajes y settings alemanes en las novelas latinoamericanas en los últimos años y en particular al éxito de la novela La literatura nazi en América (1996), de Roberto Bolaño, una curiosa recopilación de la vida y la obra de escritores latinoamericanos filonazis ficticios. Repite esta hipótesis en otro estudio (Bosshard, 2020: 184), pero no suena demasiado plausible; debería ser examinada y probada intertextualmente. Más acertado parece relacionar el recién despertado interés por el nazismo en las literaturas y películas iberorromanas con la apertura de los archivos de la CIA:
Con el fin de la Guerra Fría en 1989, cayó el manto protector de los criminales de guerra todavía vivos […] desde 2001 […] los archivos de personal de la CIA, los llamados name files, sobre los jerarcas del régimen nazi y cientos de criminales de guerra fueron entregados […] Con ello se esclareció por primera vez el papel de los servicios de inteligencia estadounidenses en el reclutamiento y la ayuda para escapar de los criminales nazis al principio de la Guerra Fría.8
El segundo motivo para explicar el interés de los medios y de los autores por el nazismo se sitúa, según mi hipótesis, en el contexto del “debate Goldhagen”, que surgió sobre todo en Alemania, pero que fue traducido y editado ya en 1999 por Federico Finchelstein en la Argentina. Goldhagen se aparta de las dos grandes líneas historiográficas para explicar la Shoá:
[La tendencia “tradicional”] hace hincapié en la importancia del antisemitismo en la determinación de las políticas nazis de exterminio y en las dimensiones irracionales del sistema nazi, en su antimodernismo y en el rol especial de la figura carismática de Hitler como fuente principal de la rápida radicalización que llevó a alemanes y judíos a Auschwitz. Entre los referentes de esta posición se encuentran, entre otros, Lucy Davidowitz, Saul Friedländer, Steven Kath, Yehuda Bauer e Israel Gutman.
La otra tendencia prefiere, con Adorno y Horkheimer, poner el énfasis en la racionalidad instrumental y burocrática del exterminio, en los tecnócratas nazis, en el surgimiento de la ciencia racial y en la profunda crisis de la modernidad […] Entre [sus] referentes se encuentran, entre otros, Raul Hilberg, Hannah Arendt, Zygmunt Bauman,9 Tzvetan Todorov […] y Hans Mommsen. (Finchelstein, 1999b: 33)
Ambas tendencias son complejas y pluralistas, a diferencia de la tesis de Daniel Goldhagen, quien sostiene en Hitler’s Willing Executioners (1996) que la razón para el genocidio era el antisemitismo eliminacionista de los alemanes corrientes que los convirtió a todos en verdugos voluntarios de Hitler.10 Este libro tuvo un “fantástico éxito popular”, pero “los historiadores profesionales que estudian el genocidio nazi han sido ubicados en una disyuntiva problemática por el fenómeno Goldhagen. Ellos piensan que, al menos en su mayor parte, el libro de Goldhagen no merece seria atención académica” (LaCapra, 1999: 10).11 Así, Ruth Bettina Birn critica que “este libro solo sirve a aquellos que quieren respuestas simplistas para preguntas difíciles, para aquellos que buscan la seguridad de los prejuicios” (citada en LaCapra, 1999: 13). Dominique LaCapra señala la inhabilidad de Goldhagen para elucidar los distintos niveles de análisis, puesto que el estudio se relaciona con la memoria personal de su padre, un sobreviviente del Holocausto (Finchelstein, 1999b: 55). Goldhagen “hace poco por comparar el tratamiento dado a los judíos con el tratamiento dado a otras víctimas, como aquellos que fueron asesinados en el proyecto de eutanasia, «los gitanos», los eslavos, los homosexuales, los prisioneros políticos y los testigos de Jehová”12 y “muestra poco interés por actores «voluntarios» o cómplices en otros países” (LaCapra, 1999: 14, 16). Además, Goldhagen omite considerar que “no todos los perpetradores eran alemanes”, sino que “entre los «verdugos» hubo también un número significativo de rumanos, croatas, ucranianos, estonios, latvios y lituanos” (Hilberg, 1992: 221 s.). Omer Bartov señala las “fantasías voyeurísticas del autor con respecto al sufrimiento de las víctimas y el placer de los perpetradores al causar esos sufrimientos y observarlos” (citado en Finchelstein, 1999b: 56), que se traducen en focalizaciones internas imposibles, que son puras especulaciones influidas por representaciones literarias y fílmicas –con lo que el círculo se cierra: un libro de historia muy debatido estimuló la producción literaria y fílmica en Sudamérica y fue nutrido a su vez por la literatura y el cine–. El Holocausto fue una ruptura singular de la civilización de la que el pueblo alemán debe responsabilizarse colectivamente.13 Pero tal vez sería más acertado hablar de culpabilidad individual y responsabilidad civil14 y distinguir, con Hilberg (1992), entre víctimas, perpetradores (culpables) y espectadores (responsables).
Pocos años después del debate Goldhagen surgió el “debate Finkelstein” (Finkelstein, 2000; Steinberger, 2001), que renovó asimismo el interés por el Holocausto. Norman Finkelstein se basa en The Holocaust in American Life (1999), de Peter Novick, que introdujo la cursi sacralización del Holocausto como un evento único en el debate americano sobre las víctimas.
Según la hipótesis de Finkelstein, el tratamiento del Holocausto cambió después de la Guerra de los Seis Días: si bien las elites judías de Estados Unidos se habían “olvidado” antes de 1967 del exterminio porque Alemania del Oeste había sido uno de los aliados importantes de los norteamericanos en la Guerra Fría, después de la guerra de 1967 explotaron la memoria del Holocausto para obtener beneficios políticos y financieros y para protegerse de críticas contra Israel y contra su propia política que defiende la israelí: “Organized American Jewry has exploited the Nazi Holocaust to deflect criticism of Israel’s and its own morally indefensible policies” (Finkelstein, 2000: 149).
Otra razón para explicar el renovado interés en el nazismo a partir del milenio tiene que ver con la muerte de los últimos testigos y su presencia en los medios, aunque estos textos surgen en la Argentina sobre todo en la segunda década del siglo (ver anexo). Los testigos son sobrevivientes de los campos de concentración, lo que hace imprescindible explicar los términos clave del título de este libro, De Auschwitz a Argentina: representaciones del nazismo… Auschwitz es una metáfora y una metonimia de los campos de exterminio y un símbolo y sinónimo para los crímenes de los nazis. Es decir, Auschwitz se refiere tanto a las víctimas del nazismo como a los perpetradores, de los que varios escaparon a la Argentina, como se verá en adelante con más detalle. Pero las representaciones ficcionales del nazismo no se limitan a los crímenes de los nazis, sino que incluyen asimismo sus trayectorias posteriores. El nacionalsocialismo es un término elegido por los propios nazis, y abarca los crímenes cometidos en su nombre. De ahí que sea peligroso adoptarlo –pero no hay alternativas: “Shoá” es un sinónimo para el asesinato de los judíos por parte de los nazis, y “Holocausto” tiene etimológicamente la “connotación problemática de un Holocausto religioso” (Munier, 2017: 17, n. 17)–.15 Ambos términos son deficientes para referirse al asesinato industrial de dos tercios de los judíos europeos, organizado burocráticamente y llevado a cabo en la esfera de poder nacionalsocialista entre 1941 y 1945. Además, salvo las novelas testimoniales, muy pocos textos del corpus de este estudio representan la vida y la muerte dentro de los campos de concentración. En lo que sigue, por lo tanto, utilizaré un concepto más extenso al que me refiero como “nazismo”: el nazismo no se limita a la pertenencia al NSDAP y al régimen nacionalsocialista de 1933 a 1945 (Buchrucker, 2002: 51), sino que se refiere además a las ideas, formas de comportamiento y actitudes nazis.16 En este sentido, “Nazism is a synecdoche for the broader phenomenon of fascism” (Hoyos, 2015: 37).

1. Las “líneas de ratas”, Odessa y datos historiográficos contradictorios

Según Gaby Weber (2004: 13), hubo a principios de la década de 1950 una pequeña migración a la Argentina de unos 50.000 nazis y varios miles de fascistas de Croacia, Francia, Bélgica, etc., así como de un número menor de criminales de guerra, a través de las poco investigadas “líneas de ratas”. Uki Goñi (2002: 22) –cuyo estudio La auténtica Odessa. La fuga nazi a la Argentina de Perón está incluido en el libro de Gaby Weber– afirma que la apertura de los “archivos nazis” argentinos bajo Carlos Menem en 1992 no reveló ningún hallazgo nuevo al respecto, ya que los documentos decisivos habían sido previamente destruidos. Pero a través de los archivos de la CIA y de una intensa investigación en Bruselas, Berna, Londres, Maryland y Buenos Aires, así como de innumerables entrevistas, Goñi reconstruyó las rutas de escape desde Italia a ultramar e identificó a los ayudantes principales: en primera línea, la Iglesia Católica, la Cruz Roja Internacional, un agente secreto de las SS en Argentina (Carlos Fuldner) y la (presunta) organización Odessa de Perón (ver infra). Tanto Weber como Goñi incluyen la tesis de doctorado de Holger Meding Flucht vor Nürnberg? Deutsche und österreichische Einwanderung in Argentinien (1992),17 libro pionero que en 1999 fue traducido al castellano, en el que el historiador de Colonia examina muy concienzudamente la emigración de científicos, técnicos y nazis alemanes a la Argentina en la época de Juan Domingo Perón, por lo que la presunta laguna en la investigación sobre las “líneas de rata” que Weber ha identificado es incomprensible –y los descubrimientos de Goñi se relativizan–18 porque Meding (1992, 1999: 116) había explicado ya el funcionamiento de este sistema: “La Iglesia Católica proporcionaba alojamiento y coordinación, la Cruz Roja emitía la documentación y el Consulado General Argentino, en coordinación con las autoridades migratorias en Buenos Aires, otorgaba la visa y en muchos casos […] el pasaje marítimo”. Goñi concluye que la Cruz Roja simpatizaba con el nazismo. Gerald Steinacher (2008: 239) explica, en cambio, que las personas sin pasaporte y de ciudadanía desconocida tenían derecho a un pasaporte de refugiado y que la Cruz Roja Internacional expidió hasta 1948 unos 70.000, es decir, 500 pasaportes por día. En estas circunstancias nadie podía controlar la autenticidad de los datos (ver asimimo Schneppen, 2008: 319 s.).
El 90% de los criminales nazis escaparon a través de los Alpes a Italia. En Tirol del Sur hubo varios monasterios para hacer escala y recoger dinero par...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca de este libro
  3. Portada
  4. Índice
  5. Agradecimientos
  6. 1. Introducción
  7. 2. La representación de nazis reales
  8. 3. La representación de nazis ficticios en textos literarios ficcionales y en largometrajes
  9. 4. Representaciones convencionales de los sobrevivientes y testigos
  10. 5. Conclusiones
  11. Bibliografía
  12. Créditos