Amor en la noche
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Amor en la noche

  1. 30 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Amor en la noche

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Información del libro

Dick Diver es un brillante psiquiatra casado con su paciente, Nicole, una rica y atractiva joven, y son una de las parejas más emblemáticas de la Riviera francesa, epicentro del glamour en los años veinte. Allí es que Dick, atrapado en una complicada relación con su mujer, comienza un amorío con Rosemary, una joven actriz. A partir de entonces, la vida de Dick se precipitará y cambiará tanto sus relaciones personales como el amor.-

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726521085
Categoría
Literature
Categoría
Classics

II.

Había oscurecido en el puerto de Cannes, o parecía a oscuras tras el esplendor del paseo que Val acababa de dejar atrás. Tres faros mortecinos y débiles rutilaban en la dársena sobre los innumerables barcos de pesca que se amontonaban como conchas en la playa. En el agua, más lejos, había más luces, allí donde una flota de yates esbeltos surcaba la corriente con lenta dignidad, y, más lejos aún, una luna llena y en su punto convertía la superficie del agua en una brillante pista de baile. De vez en cuando se oía un crujido, un chirrido, un gotear, cuando un bote de remos avanzaba por las aguas poco profundas y su silueta borrosa atravesaba el laberinto oscilante de lanchas y barcas de pesca. Val, que descendía por la aterciopelada pendiente de arena, tropezó con un marinero dormido y percibió un olor rancio a ajo y vino barato. Cogió al hombre por los hombros y el hombre abrió los ojos, asustado.
—¿Sabe dónde están fondeados el Minnehaha y el Privateer?
Mientras se deslizaban por la bahía se tumbó en la popa: miraba con algo parecido a la insatisfacción la luna de la Riviera. No había duda: era la luna ideal, perfecta. Frecuentemente, cinco de cada siete noches, la luna era la ideal. Y la brisa era suave, tan encantadora que hacía daño, y sonaba la música, acordes mezclados de muchas orquestas, la música que venía de la playa. Hacia el este se extendía el oscuro cabo de Antibes, y Niza, y más allá Montecarlo, donde la noche tintineaba rebosante de oro. Algún día disfrutaría de todo aquello, conocería sus placeres y triunfos: cuando fuera demasiado viejo y juicioso para que le importara.
Pero aquella noche… aquella noche, la corriente de plata que se rizaba como un gran tirabuzón hacia la luna, las luces tenues y románticas de Cannes a su espalda, el amor en el aire, irresistible e inefable…, aquella noche, todo aquello, iba a desperdiciarse para siempre.
—¿Cuál es? —preguntó de pronto el barquero.
—¿Qué? —preguntó Val, levantándose.
—¿Cuál es el barco?
Señaló con el dedo. Val se volvió. Por encima de él se levantaba la proa gris de un yate, como una espada. En el espacio de tiempo que había durado el ansia insistente de su deseo habían recorrido casi un kilómetro.
Leyó las letras de bronce, sobre su cabeza. Era el Privateer, pero sólo había a bordo luces débiles, ni música ni voces, sólo el murmullo, el chapoteo intermitente de las olas mansas que lamían los costados del yate.
—El otro —dijo Val—, el Minnehaha.
—No os vayáis todavía.
Val se asustó. La voz, baja y suave, descendía desde las tinieblas de cubierta.
—¿Es que tenéis prisa? —dijo la voz suave—. Había creído que alguien venía a verme y he sufrido una desilusión terrible.
El barquero levantó los remos y miró, indeciso, a Val. Pero Val callaba, así que el hombre hundió los remos en el agua y dirigió majestuosamente la barca hacia la luz de la luna.
—¡Espere un momento! —gritó Val entonces.
—Adiós —dijo la voz—. Volved cuando os podáis quedar más tiempo.
—Me quedo ahora —contestó Val, jadeante.
Dio las órdenes precisas y la barca viró y volvió al pie de la escala de cuerda. Alguien joven, alguien con un vestido blanco y vaporoso, alguien que hablaba en voz baja, con una voz preciosa, lo llamaba desde la oscuridad de terciopelo. «¡Si le viera los ojos!», se dijo. Le gustaba el sonido romántico de aquellas palabras y las repitió con un suspiro: «¡Si le viera los ojos!».
—¿Quién eres? —ahora estaba cerca, sobre él. Lo miraba desde cubierta y Val la miraba desde la escala, mientras subía, y, cuando sus ojos se encontraron, los dos se echaron a reír.
Era muy joven, delgada, casi frágil, y el vestido, sencillo y blanco, acentuaba su juventud. Dos manchas oscuras y tenues en las mejillas señalaban dónde brillaba el color a la luz del día.
—¿Quién eres? —repitió, retrocediendo y riendo de nuevo cuando la cabeza de Val apareció en cubierta—. Tengo miedo y quiero saber quién eres.
—Soy un caballero —dijo Val, e hizo una reverencia. —¿Qué clase de caballero? Hay muchas clases de caballeros. Había un… un caballero negro en la mesa de ...

Índice

  1. Amor en la noche
  2. Copyright
  3. Amor en la noche
  4. I.
  5. II.
  6. III.
  7. IV.
  8. V.
  9. Sobre Amor en la noche