PARTE 1. TU VOZ PUEDE TRANSFORMAR TU VIDA
¿Por qué tu voz puede transformar tu vida?
La conexión con la esencia de la vida
En el momento en el que escribo este texto se han cumplido más de treinta años de entrega y dedicación al estudio de la voz. Fruto de este proceso surge un trabajo concreto y preciso que he denominado InnerVoicing, una palabra cuyo significado vendría a ser «la expresión de tu interior» o «tu interior expresándose».
El citado trabajo deberá realizarse a través de una serie de ejercicios y técnicas que constituyen una práctica natural creada para realizar una función concreta y precisa: conectar al ser humano con la esencia de su vida y la esencia de la vida no es otra que la energía, su propia energía y la de toda la naturaleza que lo rodea.
Gran parte de los ejercicios y técnicas mencionados están contenidos a lo largo de este libro, fundamentalmente los relacionados con la utilización de la vibración de la voz y la «Meditación natural InnerVoicing».
Podríamos decir que InnerVoicing nos ayuda a situarnos en la línea de salida de la carrera de nuestra vida y a recorrer la primera etapa al facilitarnos la conexión de forma natural con esa energía, la misma que sostiene todo el universo. A partir de ahí estaremos en disposición de elegir y acceder a otras esencias más sutiles, más profundas, como el alma y la conciencia individual, hasta llegar a la conciencia del Todo, con el que se cierra el círculo de nuestra existencia y se abren las puertas al conocimiento, a nuestro conocimiento.
Entonces y solo entonces podremos saber y recordar quiénes somos y qué hacemos aquí. Entonces y solo entonces habremos iniciado un auténtico proceso de transformación de nuestra vida.
Capítulo 1. Todo empezó en un pajar
Antes de entrar de lleno en el contenido de este libro, quisiera compartir con mis lectores una historia que tiene todo que ver con los que desarrollaré a lo largo del resto de capítulos.
Lo primero que quiero señalar es que jamás hubiera podido imaginar que algo que empezó de forma accidental, por una lesión de mis cuerdas vocales podría dar para tanto a lo largo de mi vida. Es curioso comprobar cómo la vida te sorprende llevándote por caminos insospechados.
Con veintitrés años de edad, comencé a padecer problemas de pérdida de voz durante prolongados periodos de tiempo. En la aparición de estos problemas, tuvo mucho que ver en ese momento mi afición a la música y al canto, y los esfuerzos a los que sometía la voz en los locales de música en vivo a los que asistía para ver conciertos.
Todos sabemos que los bares, discotecas, y demás lugares públicos en los que la música se escucha demasiado fuerte obligan a elevar la voz, y acaban convirtiéndose en grandes enemigos de la misma. Pero también es cierto que el resto de las personas que solían acompañarme no padecían esos problemas, lo cual me hizo pensar que lo que me ocurría no era muy normal; a partir de ahí comencé a tomarme el asunto en serio, de tal forma que empecé a visitar las consultas de algunos médicos especializados en foniatría. Enseguida dieron con el origen del problema, cuyos antecedentes se remontaban a un periodo de mi infancia y adolescencia.
Cuando era niño, en un pueblo tan pequeño como el mío, en el que la mayoría de las familias vivían de cultivar el campo y criar ganado, era muy normal que los niños trabajáramos desde muy pequeños. Que quede claro que aquello no tenía nada que ver con la explotación infantil ni nada parecido, simplemente vivíamos de y con la naturaleza.
Era muy habitual que a partir de los nueve o diez años un niño se ocupara de cuidar las vacas en el prado o de realizar ciertas tareas en el campo. En mi caso, uno de los muchos trabajos que realizaba consistía en colocar dentro del pajar las balas de paja que mis hermanos introducían por el único orificio que había entre las paredes de aquel viejo edificio. Se trataba de un pequeño ventanuco de apenas un metro de ancho por unos cuarenta centímetros de alto, situado justo debajo del tejado. Realmente el esfuerzo físico para mí no era demasiado grande, comparado con el que tenían que realizar mis hermanos mayores. Ellos situados en la calle, encima del remolque en el que transportábamos la paja desde la finca, tenían que elevar las balas para introducirlas por el pequeño orificio en el interior del pajar. El mayor problema para mí era que cuando las balas de paja caían dentro, lo hacían con tanta fuerza que la sacudida formaba una nube de polvo de tierra y partículas de paja, cuyos efectos iban a suponer un grave problema para mi salud.
Recuerdo que cada cierto tiempo tenía que salir a respirar y a escupir algo que más que saliva parecía «esencia de barro». Parece ser que esta acción la realicé durante el tiempo suficiente como para originar un problema sin solución. Según las explicaciones de los médicos, la paja al ser triturada y empaquetada produce un polvo mezclado con partículas de cristal procedentes de la tierra de la que se recoge, casualmente rica en piedras de cuarzo. Este polvo resulta muy agresivo para las vías respiratorias y el aparato fonador. Esto explica porqué es tan habitual que la gente que trabaja en el campo tenga una voz más ruda de lo normal. Pero, en mi caso, tuvo unas consecuencias más graves, teniendo en cuenta que estaba en edad de crecimiento. Al parecer, la duración del trabajo era lo suficientemente prolongada como para que la mucosa que reviste normalmente las cuerdas vocales se viera seriamente afectada, y las partículas de polvo se clavaran directamente en las paredes de la faringe y la laringe, incluyendo las cuerdas vocales. La generación posterior de mucosa, servía para fijarlas de forma permanente, y cada año, por el mismo proceso, una nueva capa se superponía a la anterior.
Los problemas graves aparecieron una vez comencé a realizar ciertos esfuerzos con la voz, no mayores desde luego que los que realizaban otras personas que se desenvolvían en el mismo ámbito que yo, pero en mi caso, las consecuencias eran terribles. Había ocasiones en las que llegaba a permanecer hasta una semana prácticamente sin voz, y tenía que esperar a que transcurrieran periodos de entre quince y veinte días hasta recuperar lo que podíamos llamar «la normalidad».
Enseguida comencé lo que se convirtió en un peregrinaje interminable por diferentes especialistas y técnicas de rehabilitación, sin conseguir nunca la mejora mínima necesaria. He de reconocer que mi caso no era fácil y la recuperación resultaba complicada, hasta tal punto que actualmente sigo manteniendo algunas secuelas, si bien ya hace muchos años que no he vuelto a perder la voz, y os puedo asegurar que entre clases, cursos, y conferencias, la mayor parte de mi tiempo está dedicada a hablar en público, lo cual me obliga a una utilización de la voz de una forma ciertamente crítica.
Por un lado, la necesidad imperiosa de salvar mi voz y, por otro, mi espíritu inquieto me llevaron a tomar cartas en el asunto y a comenzar una labor de investigación centrada en el aparato fonador y la mecánica de la fonación. Puedo as...