ANÁLISIS DISCURSIVOS
Introducción
“Oh, gloriosa divinidad, conduce mis palabras”
Las creencias y prácticas religiosas tradicionales, construcciones naturalizadas por la Iglesia que tienden a racionalizar e institucionalizar el acceso a la experiencia trascendental, constituyen elementos constantes en la historia de las religiones. No obstante, en las últimas décadas han entrado en tensión por el desarrollo de creencias y prácticas esotéricas, en razón de que suscitan la comprensión de la existencia humana y de los objetos del mundo desde otras perspectivas. Es por ello que las iglesias “ven amenazada su tradicional hegemonía sobre el campo de las creencias y rituales, precisamente por discursos y prácticas que ellas califican de neopaganismos” (Parker, 2009: 338). Por lo cual, ante la crisis de los relatos religiosos dominantes, que tuvieron capital vigencia durante el siglo XX, el panorama actual de la religión se ha transformado.
De acuerdo con Hervieu-Léger (1996, 2004), las nuevas formas de creer se caracterizan por la privatización de lo sagrado en vista de que las personas elaboran su propio marco de sentido a partir de variadas opciones de creencia, que se van configurando por la diversificación del mercado religioso, la fluidez de pertenencias y la movilidad de redes. De modo tal que la religiosidad contemporánea se desinstitucionaliza, esto es, se autonomiza de las creencias y prácticas dominantes y de sus formas de control sobre el acceso a las experiencias sagradas. Desde la posición de la autora, la religión ha cruzado los límites de las instituciones debido a que sufre un estallido mediante el cual las doctrinas tradicionales se desmoronan. Las migajas de creencias, en consecuencia, son recolectadas por los sujetos en menús individuales con los cuales configuran una religiosidad al estilo “hágalo usted mismo”.
Estos cambios hacen que los individuos se acerquen a doctrinas con prédicas diversas, es decir, les permiten conocer otras prácticas sociales –como el esoterismo– que los conducen a pensarse y a pensar el mundo desde otras posiciones. Parker (2009) plantea que los seres humanos no solo usan la religión para expresar alegría o tristeza, también la emplean para otorgarles sentido a los vacíos producidos por un estilo de vida consumista; asimismo, usan simbolismos religiosos como terapia para subsanar la sofocante vida urbana y sus contradicciones socioculturales causadas por el capitalismo. “En todo caso, los fieles no están simplemente escogiendo y mezclando religiones. Lo que de veras están haciendo es reinventando sus propias formas de religión” (Parker, 2009: 351).
Siguiendo a Bubello (Revista Luthor, 2019), el esoterismo conforma un conjunto heterogéneo de corrientes culturales, como la alquimia, la antroposofía, la astrología, la cábala cristiana, el espiritismo, el gnosticismo, el hermetismo, la magia, el ocultismo, la teosofía, entre otras, que se diferencian de la religión tradicional y de la ciencia porque comparten una visión del ser humano, del mundo y del cosmos anclada en creencias y prácticas específicas. Desde la posición de Reneé de la Torre (2006: 31), “los nuevos sincretismos mágico-religiosos se interconectan con las culturas populares tradicionales y con novedosas tecnologías de la comunicación, posibilitando hibridismos donde se funden saberes de Oriente con los de Occidente; tendencias modernas fundamentadas en la ciencia, la tecnología y la cultura de masas con conocimientos ancestrales basados en los conocimientos mágicos; antiguos conocimientos en medicina herbolaria con nuevas técnicas terapéuticas; los rituales de revitalización de las antiguas deidades «paganas» con los mitos contemporáneos sobre la presencia de fuerzas sobrenaturales y extraterrestres”.
El sincretismo entre creencias religiosas católicas, indígenas, africanas, hindúes, orientales, entre otras, reapropiadas y resignificadas a partir de sus contextos de producción, circulación y consumo, ha permitido la configuración del esoterismo como una práctica social donde las personas construyen saberes eclécticos procedentes de tradiciones heterogéneas para explicar fenómenos a través de rituales (López, 2012; De la Torre, 2013). De tal forma que “los nuevos eclecticismos religiosos […] se manifiestan como síntesis de una memoria mitológica acumulada que se nutre de conocimientos y rituales prehispánicos, de símbolos católicos y de una cultura mass-media que pone a disposición del consumo cultural una gama de conocimientos de tipo mágico-esotérico” (De la Torre y Mora, 2001: 114).
El esoterismo, como práctica social de notable arraigo en la vida cotidiana, no solo es transmitido de generación en generación –en el ámbito del espacio privado–, sino que es ampliamente difundido –en el dominio del espacio público– desde su mercantilización. El fenómeno globalizado de la industria del esoterismo, entonces, influye en las prácticas religiosas ligadas a creencias populares y provee bienes que han contribuido a configurarlo como una actividad comercial de alta demanda y rentabilidad. Por consiguiente, el progresivo desarrollo de la “industria de la suerte” les permite a adivinos, astrólogos, augures, brujos, chamanes, clarividentes, curanderos, hermanos, indios, maestros, médiums, mentalistas, nigromantes, numerólogos, pitonisas, profetistas, psíquicos, rezanderos, sanadores, santeros, tabaqueros, tarotólogos, videntes, entre otros, ofrecer variados servicios y productos.
Desde la experiencia individual de insatisfacción, producida a causa de la pobreza, el desempleo, las bajas ventas, el hostigamiento laboral, la mala suerte, la envidia, la infidelidad, las rupturas amorosas, la inseguridad, las enfermedades desconocidas, entre otras problemáticas, se construyen creencias y prácticas que sustentan la demanda y la oferta de servicios y productos esotéricos. Así, consultorios, centros, tiendas, programas esotéricos, entre otros, configuran espacios de enunciación donde los esoteristas ofrecen soluciones “efectivas” y “confiables” a los avatares de la salud, el dinero y el amor. En consecuencia, la idea según la cual la felicidad se obtiene con “salud, dinero y amor” es cristalizada en aquello que ofrece lo esotérico porque es presentado como una alternativa “legítima” para solucionar los problemas de ciertos públicos.
A pesar de los intensos debates acerca del esoterismo y las críticas de aquellos que lo consideran, por un lado, una actividad fraudulenta anclada en supersticiones que privilegia intereses económicos particulares y, por otro, una salida facilista y precaria a las angustias de lo cotidiano, se ha configurado como una práctica social soportada en una industria que crece de manera exponencial. Si hace algunas décadas el esoterismo era menospreciado o ridiculizado por un amplio sector de la sociedad, en la actualidad muchos de sus ritos se han naturalizado hasta transformarse en elementos característicos de la vida cotidiana y la cultura de masas. ¿Por qué el esoterismo se ha constituido como una respuesta “efectiva” y “confiable” a los avatares de la cotidianidad?, ¿qué estrategias despliega para que sea una actividad altamente consumida?, ¿de qué manera podría ser investigado el esoterismo y sus discursos?
Los discursos del esoterismo
A partir del último decenio del siglo XX, los estudios de “lo esotérico” empezaron a afianzarse en la sociología, la antropología, la historia, la psicología (Hanegraaff, 2013), aunque en otros campos todavía son considerados como “indigno[s] de la atención universitaria, por distintas razones y sinrazones” (Chaves, 2015: 120). En el caso de las ciencias del lenguaje, los problemas relacionados con esta práctica social han sido escasamente indagados. Las investigaciones de Abarca (2018), Von Stecher (2012), Cornejo (2006), Kaul de Marlangeon (2006), Villalobos y Díaz (2000), Díaz y Villalobos (2003, 2006), Montero (1993), Martinell (1990), entre otros, orientadas a analizar problemas lingüísticos o semióticos propios de géneros discursivos como el tarot o el horóscopo, constituyen algunos de los aportes de este campo a la investigación de lo esotérico.
El libro que tiene entre las manos el lector presenta cinco análisis discursivos mediante los cuales se investigan problemas sociales relacionados con el esoterismo: el sometimiento amoroso, la calidad del servicio, el posicionamiento de marca, la legalización de la devoción popular y la credibilidad de la predicción, gestionados en géneros discursivos como empaques de jabones, volantes publicitarios, anuncios clasificados, novenas y horóscopos. Los capítulos presentan el abordaje independiente de cada uno de los problemas y conducen a los lectores por recorridos analíticos realizados desde la perspectiva interpretativa del análisis del discurso (Arnoux, 2006, 2019; Arnoux y Londoño, 2012; Londoño, 2019).
El análisis del discurso –dominio en el cual se instala esta investigación– es un campo académico que empezó a tomar cuerpo bajo esta etiqueta en los últimos años de la década de 1960, aunque su origen no puede ser supeditado a un acto fundador; en efecto, para Maingueneau (2005) esta “disciplina” se originó por la convergencia de corrientes recientes, como la etnografía de la comunicación, el análisis de la conversación, la lingüística del texto, la pragmática, la teoría de la enunciación, las perspectivas de la escuela francesa, entre otras; por reflexiones sobre el lenguaje producidas en otros dominios de las ciencias sociales y humanas (filosofía, historia, sociología, antropología, psicoanálisis) y, además, por la renovación de prácticas retóricas, filológicas, estilísticas y hermenéuticas muy antiguas del estudio de los textos. Lo anterior permite plantear que, si bien el análisis del discurso se instaló como campo académico a mediados del siglo XX, el estudio sistemático de los textos ha gozado de una profusa tradición que le antecede.
El análisis del discurso, por consiguiente, es un campo académico que integra todas las disciplinas interesadas por la discursividad; es una actividad profesional que asesora diferentes dominios laborales y es una práctica interpretativa interdisciplinar y crítica que se propone comprender las prácticas discursivas asociadas con ámbitos diversos de la vida social (Arnoux, 2006, 2019). La dimensión interdisciplinaria del análisis del discurso, constitutiva del campo, es desarrollada en estos estudios desde la articulación entre lo discursivo y lo social, y a partir de los vínculos cooperativos entre disciplinas lingüísticas (o semióticas en un sentido amplio) útiles para el trabajo interpretativo del analista. La relación dialéctica entre lo discursivo y lo social permite considerar que lo social moldea el discurso a la vez que es constituido por él (Fairclough y Wodak, 2005). De modo tal que analizar un discurso implica articularlo con lo social, entendido como situación de comunicación, situación de enunciación, condiciones de producción, contexto, estructura social o institución, según la perspec...