Filosofía y pensamiento espiritual en Al Ándalus
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La filosofía y el pensamiento espiritual andalusí florecieron en nuestra tierra durante más de siete siglos. Un periodo en el que en Al Ándalus convivieron tres culturas diferentes (musulmana, cristiana y judía), cada una de ellas con su propia visión del mundo y del espíritu. Filosofía y pensamiento espiritual musulmán, cuya presencia en Al Ándalus nos permite acceder a un panorama completo de reflexiones de índole racional y de contenido espiritual que nace en el siglo IX y se prolonga hasta el siglo XIII y que, además, se inscribe en el contexto general del pensamiento islámico que, en su mayor parte, recupera los postulados del pensamiento griego clásico y los integra en el orbe intelectual musulmán desde el que se transmiten a Occidente. Con esta obra conocerá, con aportaciones inéditas, cómo el saber andalusí influenció en el mundo occidental gracias a lo que se conoce como el «milagro andalusí», las traducciones al latín de autores como Averroes o Avempace, y cómo su sabiduría se integró en el ámbito cristiano, con un caudal de pensamiento que primero fue griego, luego árabe y musulmán y, al cabo, parte constitutiva de los argumentos filosóficos del Occidente cristiano.Un recorrido por la sociedad andalusí desde su inicio, el pensamiento y la filosofía en el islam, los comienzos del pensamiento musulmán de Al Ándalus y sus aportaciones a la cultura occidental, hasta la secuencia histórica de las biografías de sus grandes intelectuales desde Ibn Masarra e Ibn Hazm hasta Averroes e Ibn Arabi.

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Información

Año
2017
ISBN
9788417229092
AVERROES Y LA RAZÓN ARISTOTÉLICA
Como hemos venido observando a lo largo de la lectura de las páginas precedentes, casi todos los falásifa andalusíes, y también los orientales, han forjado sus sistemas y sus opiniones sobre la realidad sobre un fondo proporcionado por el pensamiento aristotélico fuertemente teñido de neoplatonismo. Entre la fascinación conceptual y lógica de Aristóteles, el Primer Maestro para el pensamiento musulmán, y la seducción expositiva de Plotino, los falásifa han intentado integrar la amalgama de ambas fuentes en el marco formado por las exigencias de un pensamiento y de una forma de ver el mundo cuya fuerza originaria reside en un impulso de saber que nace con la Revelación y el Libro.
Entre la fascinación por Aristóteles y el atractivo de Plotino
El Estagirita quiso mostrar la gran armonía que define el edificio del Universo por medio de dualidades conceptuales (forma/materia, acto/potencia, sustancia/accidentes) que instauraba un procedimiento cognoscitivo que venía a corregir las dualidades expuestas por Platón considerando a la Forma como el Fin en un esquema argumentativo sólidamente trabado y en el que lo inferior no es solamente un escalón en la escala de los seres, sino que tiende a la culminación de la misma: el Acto puro, la pura Forma. Así, todo el curso del Universo, animado por un movimiento continuo, cualitativo y cuantitativo, es el resultado de esa aspiración a lo más perfecto que, como impulso natural, consigue la armonía y la coherencia, tanto del propio Universo, como, y sobre todo, del entendimiento y comprensión humana del mismo. Como dice Aristóteles al comienzo de su Metafísica, todo ser humano desea, por naturaleza, saber y esa motivación se muestra en su obra como un gran esfuerzo para dar solución al problema del ser y de la ciencia tal como venía planteado desde Heráclito y Parménides y recogiendo el resultado en el mismo punto en que lo había dejado su maestro Platón.
La dimensión cognoscitiva de Plotino es otra porque su tiempo es otro. En su momento, el siglo III de la era cristiana, hay constantes morales que obligan al pensamiento a enfrentarse a las tinieblas, al miedo y a la salvación y la ruta diáfana trazada por Aristóteles queda ahora invertida. Del coherente proceso que va desde la Forma y Acto puro hasta el ser humano, compuesto de forma y materia y de acto y potencia, tal como lo expuso Aristóteles, pasamos a un denodado esfuerzo para el ser humano con vistas a reintegrarse en el origen primordial de todo lo existentes, el Uno, tal como propone Plotino. Ese es el punto de llegada que parte de lo más bajo para ascender, mediante un proceso de purificación, a la Unidad indivisa que es la suprema perfección. El desbordamiento causado por la superabundancia perfectiva del Uno, conlleva un proceso emanativo que se despliega desde lo alto y más trascendente, generando la pluralidad de los seres a los que resulta irresistible permanecer en su estado si no pueden alcanzar la Unión con el Uno.
Es comprensible el entusiasmo que debió suscitar entre los pensadores musulmanes la propuesta de Plotino que hablaba del Uno como origen, siendo así que el Uno era precisamente lo que en el Islam es Al-lah cuya Revelación es un Texto que alienta al creyente a que se esfuerce por aferrarse a El. El pensador musulmán que dispuso de las traducciones al árabe de Aristóteles quedó fascinado también por el artificio lógico que éste ponía a disposición de los que el Corán denomina «dotados de entendimiento» y, sobre todo, teniendo en cuenta que una de las obras que leyeron con más atención era un texto de Plotino al que se daba como autoría la de Aristóteles mismo, la ya mencionada Teología de Aristóteles.
La presencia de Averroes en la filosofía musulmana
de al-Andalus
En un al-Andalus plenamente integrado en el imperio almohade, un pensador perteneciente a una sólida dinastía de juristas y expertos en Derecho islámico, irrumpe en el pensamiento musulmán occidental con el firme propósito de depurar al pensamiento aristotélico de todas las adherencias, en especial las neoplatónicas, que a su parecer lo habían deformado. Ese pensador es Abu al-Ualid Muhammad ibn Ruxd, Averroes, llamado el «nieto» para distinguirlo de su abuelo que fue jurista importante en tiempos de los almorávides, nacido en Córdoba en 1126. Su carrera intelectual parecía estar predeterminada para ser un experto en leyes al haber nacido en una saga de tanta eminencia jurídica.
Además de leyes, estudió las ciencias islámicas correspondientes a su linaje a lo que se añadió el estudio de la Medicina con un galeno de renombre: Abu Iafar de Trujillo. Hay que tener en cuenta que el médico, en esos momentos, era tanto un filósofo como un técnico en las disciplinas sanitarias y que el aprendizaje de las mismas se reservaba a los más cualificados en el mayor número posible de disciplinas humanísticas.
Recordemos también que, unos años antes del nacimiento de Averroes, se había proclamado mahdi el fundador del imperio almohade. Un año antes del citado, Alfonso I de Aragón, el Batallador, llegó con su ejército hasta Granada y, a su vuelta, se llevó con él a un importante contingente de mozárabes con los que repobló tierras recientemente conquistadas por él. Ya hemos hablado de la presencia mozárabe en al-Andalus a la que no fue ajena la presencia del abuelo de Averroes que, en su calidad de Juez de jueces, emitió una fetua recomendando la deportación de los mozárabes a tierras del Magreb. En esta decisión fue patente la presión de los alfaquíes almorávides, como también lo fue en la quema pública de los libros de Algacel en Córdoba.
Asentados ya los almohades en al-Andalus, Sevilla se convirtió en la segunda capital del imperio aunque, en 1162, el sultán almohade dispuso que Córdoba debía volver a ser la sede y capital de todo el territorio andalusí, decisión ésta que posiblemente estaba basada en razones de prestigio habida cuenta del protagonismo de la ciudad andaluza en tiempos anteriores. Así, el 26 de septiembre de ese año, quedó instalada en Córdoba la administración almohade y, prácticamente despoblada a causa de la prolongada presión militar de Ibn Hamuxk y de la consiguiente hambruna, la Córdoba «lejana y sola» recuperaba de nuevo la vida aunque por poco tiempo. Cuando subió al trono Abu Iaqub Iusuf, en 1163, recordando tal vez los encantos de la ciudad que gobernó en su juventud, ordenó trasladar todo el aparato administrativo a la ciudad de Sevilla si bien no entró en ella hasta después de unos años y sería el 18 de junio de 1171 cuando entró en la urbe con toda solemnidad. Antes de este hecho tuvo lugar en Marrakex el encuentro, decisivo desde el punto de vista de la historia del pensamiento islámico, entre Ibn Tufayl, Averroes y el califa almohade.
Marrakex, punto de encuentro entre dos pensadores andaluces
La presentación de Averroes al Emir de los creyentes, Abu Iaqub Iusuf, debió tener lugar a finales de 1168 o comienzos del año siguiente. Como quedó dicho, Ibn Tufayl ocupaba en ese momento el cargo de visir y sabía de los progresos científicos, jurídicos y filosóficos de Averroes en al-Andalus quien, en 1153, ya estuvo en Marrakex ocupado en observaciones astronómicas y aconsejando al entonces califa en la creación de instituciones educativos.
El relato de la presentación de la presentación de Averroes al califa almohade, que acudió a Marrakex invitado por éste y por mediación de los buenos oficios del filósofo de Guadix, ha sido citado en numerosas ocasiones y nos ha llegado por medio de lo escrito al respecto por al-Marrakuxí y plasmado muy posteriormente por Renan. En ese relato, quien habla en primera persona es el propio Averroes que nos dice:
«Cuando me presenté ante el Emir de los creyentes, a su lado estaba Ibn Tufayl. Éste empezó elogiando mi nobleza y la antigüedad de mi familia añadiendo, por su bondad, alabanzas que yo estaba muy lejos de merecer. Tras haberme preguntado mi nombre, el de mi padre y el de mi abuelo, el Emir me preguntó por mi parecer sobre la opinión que tenían los filósofos sobre la naturaleza del Cielo y sus esferas y si yo pensaba que dicho Cielo y sus esferas eran una sustancia eterna o tuvo un comienzo en el tiempo. Temeroso, intenté buscar un pretexto para no responder y negué haberme ocupado alguna vez de cuestiones filosóficas. Yo no sabía que el Emir se había puesto previamente de acuerdo con Ibn Tufayl para ponerme a prueba. El califa, dándose cuenta de mi apuro, se volvió hacia su visir y dio en discurrir sobre las preguntas que me había hecho. Citó todo lo que Aristóteles, Platón y otros filósofos dijeron sobre el tema y, además, mencionó las opiniones de los teólogos que eran contrarias a lo dicho por los pensadores. Observé en él una memoria que ni siquiera poseían los sabios que se ocupan de tales disciplinas y a las que dedican todo su tiempo. El Emir, sin embargo, supo hacerse cargo de la situación y me animó a seguir hablando para conocer mis ideas. Cuando me retiré, hizo que se me remunerase con monedas de plata, un lujoso vestido de gala y una silla de montar»61.
Tras este primer encuentro, Averroes empezó a gozar de la amistad del sultán quien, más adelante, le encomendará la realización de un comentario de la Metafísica de Aristóteles. De esta circunstancia también nos habla el filósofo cordobés:
«Un día, Ibn Tufayl me mandó llamar para decirme que había oído al Emir de los creyentes lamentarse de la oscuridad de las obras de Aristóteles y de la de sus versiones al árabe. Ojalá el Poderoso, dijo el Emir, me facilitara el encuentro con alguien que quisiera comentar estos libros y explicarme con claridad su sentido, para que todos podamos entenderlos. Ibn Tufayl me dijo que yo era el más capacitado para abordar esa tarea y me animó a realizarla ya que él lo habría hecho por si mismo si la edad se lo hubiera permitido»62.
Así dio comienzo la obra filosófica del pensador cordobés que sería conocido con el epíteto de «el Comentador». Tras haber ejercido las funciones de juez en Sevilla, se entregó a la elaboración de los comentarios a la obra del Estagirita y son frecuentes sus viajes a Marrakex. En la corte califal, será médico particular del sultán almohade y, posteriormente, será nombrado Juez supremo de Córdoba, el mismo cargo que habían ejercido su padre y su abuelo.
El hijo y sucesor de Iaqub, Abu Iusuf Iaqub al Manssur, que sube al trono en 1184, conserva la amistad que su padre había tenido con Averroes con una mayor grado de familiaridad con él, hasta el punto de que el filósofo tuteaba al Emir de los creyentes. Sin embargo, por razones poco claras, Averroes perdió un día los favores del sultán. Los cronistas apuntan variadas hipótesis explicativas del hecho: la amistad del filósofo con el hermano de al-Mansúr, gobernador de Córdoba; el escepticismo de Averroes respecto a una profecía sobre la desaparición del Islam en al-Andalus; el hallazgo de una supuesta nota manuscrita del filósofo donde se leía que el planeta Venus era un ser divino e incluso alguna hipótesis tan peregrina como la que decía que Averroes había calificado al Emir de rey de los beréberes sin emplear las fórmulas de cortesía exigidas por el protocolo tradicional. La más verosímil, entre todas las formuladas, es la más sencilla y apunta a la envidia de los cortesanos hacia quien gozaba de tan altos favores del Poder.
El encarnizamiento de los adversarios del filósofo en la corte de Marrakex llegó a tal extremo de dureza que el sultán hubo de claudicar y, en consecuencia, convocó una asamblea de alfaquíes para examinar el pensamiento de Averroes desde el punto de vista de la ortodoxia dogmática. Los guardianes de la ideología del imperio condenaron al pensador por haberse desviado del recto sendero de la religión. La misma condena se hizo extensiva al jurista el-Usuli y ello demuestra que el auto de fe trataba de condenar y postergar no a la filosofía en sentido estricto, sino más bien a todos aquellos que pudieran hacer sombra al estamento jurídico almohade que pretendía salvaguardar sus privilegios.
De acuerdo con la condena, Iaqub al-Mansúr ordenó el destierro de Averroes a Lucena, localidad cordobesa que ya era famosa por el gran número de judíos que en ella residían y por la cultura que éstos generaban. Al-Idrisi, geógrafo árabe que dicen recorrió al-Andalus en el siglo XII, dice a propósito de Lucen...

Índice

  1. Introducción
  2. AL-ANDALUS
  3. EL PENSAMIENTO Y LA FILOSOFÍA EN EL ISLAM
  4. SOBRE LOS COMIENZOS DEL PENSAMIENTO MUSULMÁN DE AL-ANDALUS
  5. LOS CIMIENTOS DEL EDIFICIO COGNOSCITIVO ISLÁMICO ANDALUSÍ: IBN MASARRA (883-931)
  6. IBN HAZM DE CÓRDOBA: UN PENSADOR PARA UN TIEMPO DE CRISIS
  7. IBN AL ARÍF DE ALMERÍA, UN SUFÍ PARA LA ÉLITE
  8. IBN AL SID DE BADAJOZ, UN NEOPLATÓNICO ERRANTE
  9. AVEMPACE: EL SOLITARIO Y EL ÉXTASIS
  10. IBN TUFAYL, EL RESPLANDOR DEL SECRETO
  11. AVERROES Y LA RAZÓN ARISTOTÉLICA
  12. IBN ARABI: LA RAZÓN EN EL ESPÍRITU
  13. Conclusiones