Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial
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Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial

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Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial

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¿Sabía que hubo una batalla en Europa recién acabada la guerra, que Churchill permitió una terrible hambruna en la India o que hubo judíos en la Gestapo? ¿O que muchas de las cosas que tiene en su cocina se originaron en aquella contienda? Conozca éstas y otras sorprendentes historias, en una visión amena y rigurosa del conflicto de 1939-1945.Cuando parece que ya está todo escrito sobre el conflicto de 1939-1945, el historiador y periodista Jesús Hernández nos demuestra que no es así con Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial. En esta amena obra, el autor acepta el reto de sorprender al lector con episodios que, a buen seguro, no encontrará en sus libros de Historia.Quien se acerque a estas páginas podrá descubrir los sofisticados trucos que pergeñaron los soviéticos para engañar a los alemanes o los épicos esfuerzos norteamericanos para conseguir algo tan prosaico como suministrar libros a sus soldados. También conocerá al verdugo más prolífico de la Historia, y a algunos españoles que tuvieron su inesperado protagonismo, como el ingeniero que pudo haber salvado miles de vidas en Londres, o los republicanos a los que Stalin les encargaría una importante misión secreta. Aquí leerá, por primera vez, que la India tuvo también su propio juicio de Núremberg, o que los japoneses recurrieron a las mafias locales para apoderarse de la colonia británica de Hong Kong.En esta obra figuran temas que, por la incomodidad que provocan, son eludidos en los libros sobre la contienda, como el de los miles de soldados aliados que murieron víctimas del fuego amigo, la discriminación de los soldados negros en el ejército norteamericano o los judíos que colaboraron activamente con los nazis en el exterminio de su propio pueblo.El lector se sorprenderá, igualmente, al saber que en su vida cotidiana puede encontrar no pocos artículos y alimentos que nacieron gracias a la Segunda Guerra Mundial: desde el papel de aluminio y el papel film al zumo de naranja concentrado, pasando por las barritas energéticas o los aperitivos de maíz frito.Además, el autor incluye un capítulo con 111 datos curiosos de la guerra, así como 10 cuestionarios que pondrán a prueba los conocimientos del lector más entendido. Todo ello hace de la lectura de esta obra divulgativa una experiencia tan sorprendente como enriquecedora.

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Información

Año
2018
ISBN
9788417418175
CAPÍTULO 1. EUROPA EN GUERRA
La Primera Guerra Mundial había terminado en 1918 dejando un continente devastado, unos diez millones de muertos y veinte millones de soldados heridos. A lo largo de cuatro años, la guerra de trincheras había revelado todo su horror; las ametralladoras segaban cientos de vidas humanas en apenas unos minutos, los hombres quedaban atrapados en los alambres de espino como muñecos desmadejados, la artillería se convertía en una eficaz picadora de carne a escala industrial y los cadáveres de los soldados abandonados en la tierra de nadie acababan devorados por las ratas.
Parecía que Europa había aprendido la lección. La Gran Guerra, pese a las enormes expectativas que habían puesto en ella todos los contendientes, en realidad no había solucionado nada. Lo mejor de la juventud de cada país había caído en el campo de batalla, mientras que la población civil había padecido todo tipo de privaciones. Las naciones, escarmentadas por la matanza, se decidieron a crear los organismos en los que esperaban, a partir de entonces, resolver los conflictos, velando así por el mantenimiento de la paz.
Sin embargo, en apenas una generación, vientos de guerra volverían a soplar en el Viejo Continente. Alemania, sintiéndose humillada por los términos de la derrota, quiso tomarse la revancha, mientras que las potencias occidentales no supieron hacerle frente, hasta que fue ya demasiado tarde. Comenzaría así una nueva guerra que dejaría un rastro de muerte y destrucción, si cabe, aún mayor que el conflicto anterior.
El mito de la carga de la caballería polaca
Como el lector bien sabrá, la Segunda Guerra Mundial comenzó la madrugada del viernes 1 de septiembre de 1939, cuando las tropas alemanas se lanzaron a la invasión de Polonia. El plan alemán consistió en atacar al país vecino desde tres flancos: por el norte, desde Prusia Oriental; desde el oeste, a través de Prusia Occidental; y, desde el sur, tomando como punto de partida Silesia y Eslovaquia. En esa campaña, los alemanes sorprenderían al mundo lanzando la famosa «guerra relámpago», basada en rápidos avances motorizados con el apoyo de la aviación.
La estrategia defensiva seguida por el ejército polaco resultaría catastrófica, al intentar detener a los alemanes en las indefendibles zonas fronterizas, en lugar de esperarles en el interior aprovechando la protección que les podían proporcionar los accidentes geográficos. La lentitud de la movilización, el armamento obsoleto y las tácticas anticuadas contribuirían al desastre.
Desde el primer momento se advirtió claramente que la diferencia entre ambos ejércitos era enorme. Los polacos disponían de treinta divisiones en activo, que quizás podían plantar cara a las cuarenta con las que contaban los alemanes, pero la Wehrmacht era muy superior, al disponer de varias divisiones acorazadas y motorizadas. Por el contrario, los polacos tenían una docena de brigadas de caballería, de las que sólo una era motorizada. En total, los alemanes avanzaron sobre territorio polaco con 3 200 carros blindados, mientras que los polacos tan sólo poseían 600 para hacerles frente.
En las llanuras polacas se dio ese choque entre la moderna guerra mecanizada, que marcaría las grandes operaciones de la Segunda Guerra Mundial, representada por el ejército germano, y un concepto anticuado de la guerra, anclado en el pasado, que sería el que pondría en práctica el ejército polaco. El ejemplo más emblemático de esa colisión sería la supuesta carga de los jinetes polacos, lanza en ristre, contra los tanques alemanes.
Es probable que el lector sepa ya que esa imagen, la anacrónica caballería enfrentándose a los ingenios bélicos más avanzados, no es más que un mito creado por la propaganda germana, que haría fortuna hasta tal punto que ha sido dada por cierta en muchas ocasiones. Pero lo que quizás no sepa es que los jinetes polacos tuvieron una actuación destacada durante la campaña, anotándose acciones de gran valor y despertando el temor y la admiración de sus enemigos, unos episodios que seguramente no encontrará en su libro de la Segunda Guerra Mundial.
La Brigada Pomorska
Antes de que estallase la guerra, los polacos confiaban en la gran movilidad y capacidad de maniobra de su caballería. Con 70 000 jinetes, Polonia contaba en 1939 con la caballería más numerosa de Europa.
La tarde del mismo 1 de septiembre de 1939, la caballería tuvo ocasión de demostrar ya su utilidad en el campo de batalla, cuando la brigada Pomorska (Pomerania) se encargó de proteger la retirada de una división de infantería que había tratado infructuosamente de defender la ciudad de Chojnica, en Pomerania. El coronel Kazimierz Mastalerz, al mando del 18º Regimiento de Ulanos de la Pomorska, ordenó a sus 250 jinetes cargar contra un batallón de infantería cerca de Krojanty. Los soldados alemanes vieron de pronto cómo, saliendo del lindero del bosque, se abalanzaban sobre ellos los jinetes polacos al galope, sable en mano, por lo que emprendieron una precipitada fuga. Por suerte para los soldados atacados, aparecieron unos vehículos blindados alemanes disparando sus ametralladoras, causando una veintena de muertos, incluyendo al coronel Mastalerz. Los jinetes tuvieron que retirarse rápidamente detrás de una loma para protegerse del fuego de los blindados.
El propio coronel Mastalerz resultó muerto en la refriega, así como un tercio de las fuerzas polacas. Aun así, la carga de la caballería sirvió para detener el avance de las tropas germanas, permitiendo la retirada de la infantería polaca. A partir de entonces, el temor a los jinetes polacos se extendería entre los alemanes, que en más de una ocasión fueron presa del pánico.
El valor desplegado por el 18º Regimiento de Ulanos en Krojanty sería reconocido tan sólo un día más tarde con la imposición a la unidad de la Virtuti Militari, la máxima condecoración militar polaca para recompensar el heroísmo ante el enemigo.
Sin embargo, lo que había sido una acción digna de quedar inmortalizada en las páginas más gloriosas escritas por la caballería a lo largo de su historia, acabaría convirtiéndose en un episodio ridículo, gracias a una hábil maniobra de la propaganda nazi, que posteriormente los soviéticos se encargarían de certificar.
Crónica italiana
Al día siguiente de la carga de Mastalerz y sus jinetes, un grupo de reporteros alemanes e italianos fue llevado al lugar en el que había tenido lugar el choque. Uno de ellos era el célebre periodista Indro Montanelli, por entonces corresponsal del Corriere della Sera en el Báltico. Al encontrarse con los cuerpos sin vida de los polacos, e interpretando libremente el testimonio de los soldados alemanes, Montanelli relató en su crónica que los valerosos jinetes habían muerto cargando contra los tanques germanos blandiendo sables y lanzas.
El eco que tuvo dicha crónica inspiraría a la propaganda alemana, que se encargaría de extender el mito. Así, el 13 de septiembre de 1939, en la revista Die Wehrmacht se publicó un artículo que transcribía el fantástico relato de Montanelli. Además, en la publicación se afirmaba que los jinetes habían cargado contra los tanques porque sus mandos les habían asegurado que eran falsos, es decir, que se trataba de simples vehículos a los que se les habían añadido planchas metálicas para parecer tanques. Así pues, según la propaganda germana, los mandos polacos habían demostrado su incompetencia, lanzando a sus hombres a ataques tan estériles como el que había tenido lugar en Krojanty. La rápida conclusión de la campaña polaca, en apenas un mes, serviría para otorgar veracidad al relato de la propaganda nazi.
Sin embargo, la patética imagen de la caballería polaca que los alemanes se habían encargado de extender no se correspondía en absoluto con la realidad. Durante toda la campaña se produjeron dieciséis cargas de caballería, siendo la gran mayoría de ellas exitosas, en contra de lo que pudiera parecer. Es significativo el hecho de que buena parte de las intervenciones de la caballería provocasen la retirada de las tropas alemanas, que preferían evitar el enfrentamiento con los jinetes polacos. Incluso en una fecha tan tardía como el 26 de septiembre de 1939, cuando el ejército polaco estaba ya cerca de la derrota total, se lanzaron dos cargas sucesivas en Morance que forzaron a un batallón alemán a enviar a un emisario con bandera blanca para negociar los términos de la retirada, componiendo una escena que no se correspondía con la imagen de invencibilidad de la máquina de guerra alemana.
El mito, en el cine
Tras la Segunda Guerra Mundial, no se hizo nada desde Polonia para desmentir el mito. Las nuevas autoridades polacas, controladas por la Unión Soviética, se limitaron a seguir las consignas dictadas por Moscú, que en este caso eran, paradójicamente, coincidentes con lo expuesto anteriormente por la propaganda nazi. Así, los soviéticos presentarían la carga de la caballería en Krojanty como un ejemplo de la estupidez de los anteriores gobernantes polacos, que no habían sabido preparar al país para la guerra y que, una vez iniciada ésta, no habían dudado en derramar la sangre de sus propios soldados en ataques tan grotescos como ése. De este modo se buscaba culpabilizar y desprestigiar a las fuerzas de oposición que trataban de reinstaurar un gobierno polaco independiente.
Un ejemplo de esa campaña, que ayudaría a cimentar aún más el mito, sería la película polaca en color Lotna, dirigida por el prestigioso cineasta Andzrej Wajda en 1959, para la que se reconstruyó la supuesta carga de caballería contra los tanques germanos, en una espectacular escena. Otra paradoja más es que Wajda era hijo precisamente de un oficial polaco de caballería, que había sido asesinado por los soviéticos en la masacre de Katyn, por lo que no parecía la persona más adecuada para perpetuar el mito inventado por los nazis y consolidado por los soviéticos, pero así sería.
El mito de los jinetes polacos atacando a los panzer con sus sables y lanzas ha perdurado en el tiempo hasta llegar a la actualidad, siendo frecuente encontrar referencias a la historicidad de este episodio.
Los héroes de Westerplatte
Un caso similar al de la caballería polaca ocurriría con la conocida como batalla de Westerplatte. Ese es el nombre de una estrecha península boscosa situada a la entrada del puerto de Danzig y, por tanto, de gran importancia estratégica.
Esta ciudad de la costa báltica, la actual Gdansk, había sido disputada a lo largo de los siglos por polacos y germanos, pasando por dominios alternos, pero desde 1820 formaba parte de Prusia. Pero el final de la Primera Guerra Mundial le supondría un cambio tan brusco como inesperado. A partir del 15 de noviembre de 1920, aplicando el Tratado de Versalles firmado el año anterior, se estableció la denominada Ciudad Libre de Danzig. Su estatus no estaba exento de complejidad; constituida como ciudad internacional libre bajo la protección de la Sociedad de Naciones, contaba con un parlamento elegido por sus habitantes pero su representación diplomática quedaba en manos de Polonia, con quien mantenía una unión aduanera. Además, los polacos detentaban una serie de derechos en la ciudad, como un servicio propio de correos o un puesto militar en la referida península de Westerplatte. De este modo, tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, Alemania veía su territorio partido en dos, quedando separada de Prusia Oriental por un pasillo que le daba Polonia salida al mar, un corredor del que Danzig formaba parte.
Aunque Danzig había sido desgajada de Alemania, el 95 por ciento de su población era germana. En mayo de 1933 los nazis obtuvieron la mayoría absoluta en el parlamento de Danzig y, a partir de ahí, las tensiones con los polacos no harían más que aumentar. La ciudad se convertiría en la diana de las reclamaciones territoriales de Hitler, que lanzaría furibundas amenazas al gobierno de Varsovia para que le entregase el corredor d...

Índice

  1. INTRODUCCIÓN
  2. CAPÍTULO 1. EUROPA EN GUERRA
  3. CAPÍTULO 2. INGENIO, ASTUCIA Y MALDAD
  4. CAPÍTULO 3. LA TRASTIENDA DE LA GUERRA
  5. CAPÍTULO 4. LA GUERRA EN ASIA, ESA GRAN DESCONOCIDA
  6. CAPÍTULO 5. EPISODIOS INCÓMODOS
  7. CAPÍTULO 6. EL FINAL DE LA GUERRA
  8. 111 DATOS SORPRENDENTES
  9. 100 PREGUNTAS Y RESPUESTAS
  10. BIBLIOGRAFÍA