Al Ándalus, la historia que no nos contaron
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Al Ándalus, la historia que no nos contaron

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A principios del siglo IX unos jóvenes andalusíes emprendieron viaje al Cairo para tomar lecciones de renombrados maestros; uno de estos jóvenes era Ibn Habib. A su vuelta escribió su obra Tarikh en la que, además de exponer los conocimientos adquiridos, explica cómo fue la conquista de la península Ibérica por los árabes; parece que en Alándalus no se sabía y tuvo que preguntarlo en un lugar tan lejano. Es de suponer que estos maestros egipcios sabían poco de la conquista de Hispania pero tuvieron a bien conformar a sus discípulos con leyendas egipcias que más tenían que ver con los relatos de Las mil y una noches, que con la verdad histórica. Así aparecieron en la Historia Muza y Taric, de los que parece que se habían olvidado en la península en tampoco espacio de tiempo. Sobre Musa no aclara quien lo informó, pero del desembarco de Taric dice que lo supo por el doctor egipcio Abd Allah ibn Wahb. ¿Cómo podían ignorar estos jóvenes unos hechos tan importantes que habían vivido sus abuelos?

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Información

Año
2018
ISBN
9788417418755
Categoría
Historia
1. EL NACIMIENTO DE LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA
Para que se produzca una invasión a gran escala, como la árabe por el norte de África y la península Ibérica, tiene que existir detrás un gobierno fuerte que organice, financie y coordine dicha expedición.
El historiador Reinhart Dozy (1820-1883), en el primer tomo de su Historia de los musulmanes de España hasta la conquista de los Almorávides (aunque el libro es del siglo XIX sus teorías siguen en vigor en la actualidad) nos cuenta los primeros tiempos del islam. Dozy nos da sobradas muestras de que es una autoridad en cultura árabe, que conoce muy bien las leyendas y fábulas sobre la creación del imperio musulmán, las cuales se cree como ciertas, pero adolece de un mínimo rigor histórico y de lógica. Como buena leyenda, solo se preocupa de lo relatado sin dedicarle ningún espacio a lo que se sale de la historia principal, como la reacción de otros imperios, la oposición de los pueblos autóctonos, el avituallamiento, los pertrechos, la geografía, los tiempos; solo atiende, ya decimos que como buena fábula a lo que sucede entre tribus árabes, sin que existan más enemigos que ellos mismos y la conclusión de grandes conquistas; cualquier dificultad se obvia. De esta forma nos relata cruentas guerras entre tribus árabes, en las que mueren miles y miles de guerreros, mientras van conquistando las diferentes regiones de su entorno sin que se plantee de donde aparecen nuevos contendientes, ya que la Arabia de esa época estaba poco poblada y no podían esperar a un aporte generacional. La fabricación de buenas armas, no decimos unos cuchillos y alguna lanza, era costosa y requería una técnica especializada, ¿dónde la adquirieron y en tal cantidad los árabes? ¿Las fabricaron ellos? ¿Cómo y dónde aprendieron? Nada nos dice ni de los imperios bizantinos y persa, es como si se hubieran mantenido al margen y se conformasen con que les quitaran parte de su territorio, como si los gobernadores de Siria se hubieran vuelto a casa para no inmiscuirse en asuntos ajenos. Tampoco informa de la oposición de los habitantes de esas regiones, parece que condescendieron con los nuevos invasores de una manera indolente. Volvemos a repetir que esa forma de relatar pertenece al mundo de las leyendas y las fábulas, que no tienen ningún rigor histórico.
El nacimiento del islam, como el de todas las religiones, es oscuro. Dios siempre se presenta a un elegido, o el optado es su hijo, en un contexto histórico del que nada se puede demostrar, ni como verdadero ni falso, todo queda para la fe del creyente. Si Dios se presentase abiertamente, cosa que nunca ha hecho, no existirían los ateos.
En nuestro anterior ensayo Eso no estaba en mi libro de Historia de las religiones, expusimos nuestra hipótesis sobre la institución del islam. Tras el concilio de Calcedonia (451), la Iglesia oficial consiguió dispersar, por la periferia del Imperio, a todos los herejes que no acataban el dogma de la Santísima Trinidad u otras particularidades de la fe católica. Entre estos herejes se pueden destacar: los nestorianos y monofisistas en Siria, los monofisistas y arrianos en Armenia, Abisinia y Egipto, los donatistas en el norte de África, los priscilianos en Hispania y los godos arrianos que se irían aposentando en diferentes territorios alejados del poder imperial, como los vándalos en África, los suevos en Galicia, o los visigodos en el resto de Hispania y sur de las Galias. Así mismo, como resultado del concilio, el obispado de Alejandría, uno de los más poderosos de la cristiandad y que estaba en manos de los monofisistas, se descolgó de la oficialidad y continuó en solitario con su concepción del cristianismo. Lo mismo hizo el de Antioquia, solio también de gran importancia. Por otro lado, la economía del Imperio iba cada vez peor, con una administración muy burocratizada pero ineficaz y corrupta, con unos obispados que acaparaban grandes extensiones de tierra y con unas cargas impositivas que hacían casi imposible vivir a la mayoría del pueblo, de hecho, muchos agricultores con pequeñas fincas se las daban a un hacendado y se iban con él como esclavos. Todas las propiedades se concentraban en pocas manos y la gran masa del pueblo apenas si lograba sobrevivir.
Justiniano (483-565) deseoso de regresar al antiguo esplendor romano, tuvo un reinado de guerras y revueltas hasta el punto de dejar extensas regiones del norte de África e Italia casi desoladas. La unión entre la Iglesia oficial y el emperador hacía de Bizancio la primera teocracia cristiana. En esta situación, luchar por un mínimo de justicia social era oponerse al Imperio y esto conllevaba ir en contra de la Iglesia católica.
A la muerte de Justiniano, el pueblo no era libre y el Imperio estaba al borde de la bancarrota. La gran beneficiaria de la debacle, que supuso el siglo VI, fue la Iglesia católica. Las bipolaridades se hicieron más patentes: Bizancio y Roma contra la periferia, ortodoxia contra heterodoxia, concilios frente a la plebe, potentados frente a menesterosos, norma contra revolución, centralismo frente a secesión. Un cambio se hacía necesario.
De esta forma, ante un Imperio que oprimía a la mayor parte de la población, que no entendía más que de represión y guerra; ante una Iglesia oficial, cómplice del Estado e impulsora de las persecuciones y guerras por la verdadera fe; ante unos mandatarios corruptos, tanto civiles como eclesiásticos, que se enriquecían cada vez más mientras la población se hundía en la miseria; ante la falta de libertad, la impotencia de que el futuro pudiera ofrecer algo mejor, tenía que surgir una esperanza, una nueva concepción de la sociedad, una idea a la que aferrarse. Eso fue lo que transmitió el primitivo islam y, su éxito, amalgamar a todos los descontentos hacia el Imperio, todas las herejías contra la Iglesia católica, y brindar una salida a una situación física y espiritual creada por aquellos que no estaban dispuestos a mermar en sus privilegios.
Por todo esto, el islam, más que una religión al uso, se presentó en un principio como una auténtica revolución social. Lo que vino después nada tenía que ver con las ideas iniciales, pero ya lo trataremos más adelante. El gran milagro del islam primitivo no fue su tan proclamada caballería; su gran milagro fue enseñar que no era lícito poseer más tierras que las que personalmente se pueden trabajar, regular el cobro de impuestos por el Estado, acabar con la esclavitud y el servilismo, prohibir la usura y los juegos de azar, no perseguir a nadie por motivos de sus creencias, ofrecer un paraíso para la comunidad en su conjunto y, todo esto, aunado en un solo y simple concepto: La unicidad de Dios, que ni engendró ni fue engendrado, principio que no va contra el politeísmo de Arabia sino contra el dogmatismo de la Trinidad bizantina. Al referirnos al islam primitivo, otorgamos una denominación sobre algo que no sabemos cómo se llamaba, pues en los relatos de los primeros pueblos conquistados para llamar a la causa árabe no mencionan jamás la palabra islam, no se refieren nunca ni a Mahoma, ni al Corán.
Como ya apuntamos, a principio del siglo VII, Arabia estaba escasamente poblada, sus habitantes se aglomeraban en los oasis del norte y en las áreas más fértiles del sur, los actuales Yemen y Omán. La mayoría de sus moradores eran politeístas con focos de judaísmo y cristianismo. Un pueblo de pastores y camelleros, con propensión al nomadismo, con poca formación cultural y que apenas habían tenido presencia en la Historia Antigua.
Es materialmente imposible que, de una tierra poco fértil, con escasa e inculta población, pueda salir un ejército que avasallase medio mundo conocido. Sabido es que para hacer una guerra se necesita mucho dinero, mucha gente, buenos generales y armas, muchas armas.
Posiblemente, primero fue una idea incipiente que buscaba una sociedad mejor estructurada; un credo que, a través de proselitistas, se irá expandiendo entre la población descontenta y oprimida. Según la tradición, quienes extendieron y predicaron la nueva doctrina fueron los comerciantes, eran los que más viajaban y su mentalidad solía ser más abierta que los que tenían oficios sedentarios. Posteriormente, cuando la comunidad de nuevos adeptos era ya importante, se necesitó un origen, un fundador, unas normas que regulasen este pensamiento y su práctica y así nació la religión. Una religión sincrética y poco dogmática. Para exponerlo de una manera resumida: primero habría que hablar de unitarios, después de islam, luego de mahometanos y, finalmente, de arabización.
El profeta murió, según la tradición, en el año 632 de nuestro calendario. El primer relato de su vida lo realizó Ibn Isaac hacia 752, texto que se perdió por lo que hay que recurrir a una nueva redacción de Ibn Hisham, que murió en 834, para conocer su vida. Sobre el primer relato, recordemos que a mediados del siglo VIII la dinastía abasí derrocó a la omeya al frente del califato y es en ese período abasí cuando el material biográfico de Mahoma comienza a proliferar, posiblemente para entroncar a los nuevos dirigentes con Alí y, en consecuencia, legitimar el poder. De todas maneras, los primeros datos que se tienen sobre Mahoma son a partir del año 690 y, del Corán, desde 650. Demasiado tiempo el transcurrido desde que supuestamente ocurrieron los hechos para otorgarle a estos textos una absoluta, ni siquiera relativa, veracidad.
En cuanto al Corán, el califa Uthman, que gobernó desde 644 hasta 656, observó que existían diversas versiones que, aun siendo discrepantes entre ellas, se consideraban válidas. Por ello encomendó a Zaid Ibn Thabit que reuniera los diversos textos, los unificara y transcribiera para componer uno solo. Algo similar a lo que hizo san Jerónimo con la Biblia. Dios se debió revelar a Zaid Ibn Thabit, pues a su ingenio debemos el Corán que nos ha llegado. Éste también será uno de los motivos, según el debate de Luxenberg, por el que el Corán haya que leerlo en siríaco, lengua culta en esta época que utiliza la misma grafía que el árabe. De todas maneras, no existe recensión canónica del Corán antes de 691.
Recapitulemos, Arabia estaba muy poco poblada, en su mayoría eran gentes del desierto, pastores nómadas y escasos agricultores. De esta península nos dicen que, después de guerras fratricidas para imponer el islam, surge un poderoso ejército. ¿De dónde si casi no tenían habitantes? ¿Dejaron Arabia sin guerreros para defenderla? ¿Viajarían con mujeres e hijos o los dejaron abandonados a su suerte, en su tierra, hasta que los guerreros, si no morían en las batallas, pudiesen regresar no se sabe cuántos años después? ¿Qué tipo de armamento y estrategia usaban en sus luchas, siendo casi todos nómadas sin desarrollo técnico o táctico equiparable al de sus opositores? En aquella época, las batallas las ganaban los ejércitos más numerosos y con buenas armas, ya que eran dos grupos de hombres que se enfrentaban, cuerpo a cuerpo, hasta que uno de ellos moría o huía. Eso de un reducido número de guerreros que vencen a un enemigo numeroso hay que pasarlo siempre por los fielatos de la duda, ya que lo más seguro es que pertenezcan a lo legendario. Existe un estudio sobre los vikingos que concluye que el precio de una espada en esa época era igual al de una vivienda. ¿Con qué dinero se pertrechó el ejército árabe? ¿De dónde obtuvieron tanta materia prima los herreros?
Tampoco se nos informa por qué ni los bizantinos ni los persas intentaron frenar militarmente a los árabes. Por qué los obispos de las zonas conquistadas no requirieron ayuda y se opusieron a los invasores. Nadie sabe cómo conseguían avituallarse en distancias tan largas, por zonas áridas, sin el apoyo de una marina.
Otro de los problemas que nos encontramos para aceptar la Historia oficial es la caballería. Un caballo es un animal de pradera, que necesita comer y beber a diario, unos cuarenta litros de agua por día. Hasta que el hombre no domesticó al camello no pudo adentrarse en las zonas áridas del desierto. En Arabia no había apenas caballos por lo que el originario ejército musulmán debería estar compuesto por camellos; el famoso caballo de raza árabe es de un desarrollo posterior, cuando las condiciones de crianza lo han permitido. Además, el camello y el caballo son animales que no pueden estar juntos, se aborrecen; no puede existir en ejército mixto de caballos y camellos. Esto nos lleva a negar la existencia, en los primeros momentos al menos, de una caballería árabe, sino de camelleros, y su inferioridad con respecto a un ejército que usara caballo sería significativa.
Con respecto al caballo podemos agregar que la herradura apareció en las Galias en época merovingia, anteriormente, cuando se necesitaba atravesar un terreno pedregoso, se protegían sus cascos con cuero. El general Brémond, que marchaba al frente de las tropas aliadas contra Rommel en el Sahara, durante la Segunda Guerra Mundial, en su libro Bebères et Arabes, escribe: «He aquí otra condición desfavorable que se opone al mito de la invasión de África del norte por una caballería árabe, salida de los desiertos de Arabia. Habría recorrido tres mil kilómetros con caballos sin herrar. Estos caballos se hubieran gastado las pezuñas hasta el empeine». Además, los estribos fueron traídos de China en el siglo IX, imposible es que los jinetes se hubieran mantenido a horcajadas durante tan largas y numerosas jornadas. Con respecto al agua, el general Brémond, que también había sido jefe militar de la misión aliada, que durante la Primera Guerra Mundial independizó Arabia de la dominación turca, nos dice que diez mil caballos necesitan cuatrocientos mil litros de agua por día, ¿dónde encontrar tal cantidad de agua en zonas áridas?, y añade: «Hubiera sido imposible, sobre todo en esa época mantener treinta mil hombre y veinte mil bestias. En 1916-1917, no hemos podido conseguir para los 14.000 hombres reunidos ante Medina víveres para más de ocho días, a pesar de los recursos considerables que nos llegaban de la India y de Egipto por buques de vapor».
Otra de las dudas, o de los escollos para aceptar la leyenda de la conquista árabe, es como caían una tras otra ciudades bien amuralladas y defendidas por un ejército experimentado. Bastaba con refugiarse tras unos gruesos muros para aguantar una invasión. Para asaltarla el ejército enemigo debía estar pertrechado con catapultas, torres de asalto y otras maquinarias de guerra, algo con lo que no nos dicen que contasen los árabes. Para sitiar una ciudad se debía contar con un numeroso ejército que la pudiese circunvalar a una distancia prudencial y esperar a que los sitiados se rindiesen por falta de alimentos, una situación que podía prolongarse durante mucho tiempo, a veces años. Eso sin contar que algún pueblo aliado viniese en auxilio de los asediados, entonces, los asaltantes, se verían cogidos entre dos frentes, lo que resultaría fatal. Además, tras conquistar cada ciudad, deberían dejar una importante guarnición para que sus habitantes no se sublevaran. No se tienen noticias que en alguna ciudad existiesen revueltas tras la conquista, ¿tan indolentes o cobardes eran sus moradores?
No debemos olvidar que en las guerras religiosas siempre existen motivos más importantes que los proclamados y lo que menos se defiende es la religión. Como hay que saber que en la historia de las ideas religiosas suele estar ausente la religión.
Para solucionar, o enredar más, tantas dudas que tenemos planteadas, surge Abd al-Malik (685-705), que gobernó en Damasco desde 685 a 705 y es considerado el V califa. En árabe califa significa «representante», usado como denominación para el que manda, ya se le dará otra más acorde en futuros tiempos.
Damasco tiene una situación geográfica muy particular, es la entrada al desierto sureño en el corredor que separaba a bizantinos y persas, por lo cual tenía que soportar permanentemente el acoso de unos y otros cada vez que realizaban campañas militares. Las primeras tropas árabes habían llegado en la primera mitad del siglo VII a Damasco como mercenarios para asegurar una cierta autogestión de la ciudad. Estos mercenarios no debían ser los que trajeron el islam, pues instalaron su cuartel en una antigua basílica cristiana a la que no le quitaron ni los mosaicos bizantinos, alegóricos al árbol de la vida, ni el frontispicio con letras griegas. Hoy se puede aún contemplar, pues en la actualidad es la mezquita de Damasco, modelo de futuras mezquitas y que tanto se asemeja a algunos templos de Rávena.
También podemos asegurar que esos mercenarios no eran aún musulmanes porque Juan Damasceno (675-749), que era nieto del que según la tradición fue el negociador de la rendición de Damasco ante los árabes, dice en sus escritos que luchó con fuerza para combatir una secta monoteísta e iconoclasta cuyos componentes irrumpían en los templos despojándolos de los símbolos, figuras y policromías. Observamos que este teólogo habla de secta cristiana monoteísta e iconoclasta, en ningún momento menciona a islamistas o musulmanes, en cambio, la Historia dice que era el nieto del que capituló la ciudad a los árabes. Algo no cuadra, al menos que estos árabes fueran simplemente naturales de Arabia sin ninguna otra connotación ideológica o religiosa.
Juan Damasceno se retiró al monasterio de San Sebas, cerca de Jerusalén. Escribió diferentes obras entre las que destacan Fuente del conocimiento, el diálogo Contra los maniqueos, De haeresibus líber y los tratados Contra los monotelistas y Sobre los ...

Índice

  1. INTRODUCCIÓN
  2. 1. EL NACIMIENTO DE LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA
  3. 2. LA EXPANSIÓN DEL ISLAM HACIA OCCIDENTE
  4. 3. LA CONQUISTA OFICIAL DE HISPANIA
  5. 4. FUENTES QUE CREAN LA HISTORIA OFICIAL
  6. 5. LA POCA CREDIBILIDAD DE LA CONQUISTA
  7. 6. HACIA EL EMIRATO, SEGÚN LA HISTORIA OFICIAL
  8. 7. LAS DIFICULTADES PARA CREER EN EL GOBIERNO DE LOS VALÍES
  9. 8. EL EMIRATO INDEPENDIENTE, SEGÚN SE CONOCE
  10. 9. SITUACIÓN DEL ISLAM EN EL SIGLO IX EN ALÁNDALUS
  11. 10. LA ABJURACIÓN DE RECAREDO
  12. 11. LOS REYES VISIGODOS HASTA 711
  13. 12. LA GUERRA CIVIL DE 711
  14. 13. CAMINO DEL EMIRATO
  15. 14. EL EMIRATO
  16. 15. EL PRIMER RENACIMIENTO EUROPEO
  17. CONCLUSIÓN