La leyenda negra: Historia del odio a España
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La leyenda negra: Historia del odio a España

El relato hispanófobo externo e interno

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La leyenda negra: Historia del odio a España

El relato hispanófobo externo e interno

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¿Por qué en el país que protagonizó las mayores hazañas de la Historia y sin cuyo liderazgo ni el cristianismo ni Occidente habrían logrado sobrevivir, sus ciudadanos tienen tan mal concepto de su pasado y su presente? ¿Cómo es posible que esté dispuesta a autodestruirse una nación que conectó los dos mundos con «el descubrimiento de América», que impulsó la primera vuelta al mundo de Elcano, realizó colosales aportaciones como la Escuela de de Traductores de Toledo y vio nacer a personajes como Isidoro de Sevilla, Isabel la Católica, Fernando de Aragón, Carlos I, Felipe II, Cervantes, Santa Teresa, Goya, Jovellanos, Ramón y Cajal u Ortega?Era necesario analizar las razones y los métodos empleados (entre otros, la doble vara de medir) para construir la leyenda negra más agresiva y duradera de la historia. Hacía falta estudiar cómo y por qué la propaganda antiespañola «externa» se instaló en el imaginario colectivo patrio, e influyó en nuestra decadencia a partir del siglo xvi, hasta llegar a asumir que éramos inquisitoriales, grotescos, ignorantes y fanáticos. Era necesario examinar cómo este mito «intramuros» derivó en un «harakiri histórico-cultural», único en el mundo, gracias a una ingenuidad contumaz. Se precisaba actualizar los argumentos de Julián Juderías y P.W. Powell con nuevos datos y un análisis que, partiendo de las fuentes historiográficas, aplicara una metodología interdisciplinar. Por último, hacía falta observar cómo subsiste esa leyenda negra en la actualidad, al tiempo que plantear vías para superarla a través de un nuevo proyecto de éxito colectivo. La leyenda negra: historia del odio a España arroja una nueva luz sobre este período. Tras el éxito de La conjura silenciada contra España, Alberto G. Ibáñez nos sorprende con un nuevo ensayo, todavía más incisivo y penetrante.

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Información

Año
2018
ISBN
9788417558291
Categoría
History
Categoría
World History
III.

DESMONTANDO LA LEYENDA NEGRA EN EUROPA
Iberian pioneers made unparalleled services for the civilization
Arnold J. Toynbee
Hay un momento superior en la especie humana:
la España desde 1500 a 1700
Hippolyte Taine, filósofo e historiador francés
1. Occidente no existiría sin España
1.1. El (desconocido) constructor de Europa
Los golpes de pecho no nos han permitido ver el bosque de la realidad de nuestras aportaciones. Y eso que poco a poco se alzan voces que se atreven a clamar en el desierto intelectual contra el clima antiespañol reinante, que incluso ha llegado a sostener que España no sería parte de Europa35. Vayamos por partes:
Aparte de que Tartessos fuera probablemente la primera civilización occidental, es en España donde se encuentran los primeros restos de pobladores europeos, mostrando así que su situación fue considerada privilegiada desde antes de que la historia comenzara a escribirse: Altamira, Atapuerca, Cueva del Sidrón… Esta última la que más ha aportado a la reconstrucción del código genético del hombre de Neardental en Europa… Y ¿cuándo surge Europa como concepto o unidad política y no como mero continente? Una de las tesis dominantes (que no favorece a España, ¿se extrañan?) defiende que la idea de una cultura europea «occidental» surgió cuando Carlomagno logró que la Iglesia unitaria se impusiera sobre las territoriales, consiguiendo así que aquella se fuera distinguiendo poco a poco de la Europa bizantina, greco-ortodoxa, orientalizada, distinción que se fortalecería con las cruzadas (A. von Martín, pp. 46 y 17). Pero esta tesis franco-germana olvida (¿aposta?) que fueron los países del sur de Europa —Grecia, Italia, España y Portugal— los que crearon el entramado político, moral y filosófico sobre el que luego se construiría Europa y los que permitieron que fuera ésta, y no otras regiones competidoras, la que dominara a otros continentes. Eso pasó, por ejemplo, a través de la Escuela de Traductores de Toledo cuando Europa estaba huérfana de ideas y de cultura.
Se olvida asimismo (¿por qué será?) que «España fue la primera potencia global» y que «su aparición» como tal cambió el mundo que se conocía hasta entonces, para siempre. Supuso un formidable cambio de paradigma, el nacimiento de la Edad Moderna y del Derecho de Gentes como una deriva de las aportaciones de la escuela española de derecho natural que se desarrolló en torno a la Universidad de Salamanca. Cabe considerar al Tratado de Tordesillas como la cuna del derecho internacional, con unas negociaciones modélicas, a través de representantes y embajadores de los reyes de Portugal y España, y con un acuerdo que supuso cesión por ambas partes, con la garantía de un árbitro internacional, en este caso el papado. Y ello aunque los Reyes Católicos se equivocaran al ceder una zona más amplia en la que ellos pensaban que sólo había mar. Otra cosa distinta es si luego Portugal cumplió estrictamente la línea asignada o no.
¿Qué habría ocurrido si España no hubiera descubierto el continente americano? Que Europa hubiera quedado en la insignificancia política y económica frente a otras zonas más activas y potentes en su expansión como era China. ¿Y qué habría ocurrido con el cristianismo? Que hubiera pasado a ser una religión regional intrascendente frente al islam o a las religiones orientales. Con el descubrimiento de América España salvó a Europa de una decadencia segura. En 1492 el continente asiático tenía todas las de ganar para alcanzar la hegemonía mundial. Europa era un lugar despreciado, atrasado e ignorado. La India, el islam, China y el resto de Asia oriental la superaban en riquezas, arte e inventiva. Sólo la apertura hacia el Atlántico y la incorporación del continente americano a Occidente pudo parar ese proceso (cfr. F. Fernández-Armesto, 2010, pp. 12, 36). Tampoco se entiende Europa sin el camino de Santiago y lo que esta meta ha significado siempre. En España finalizaba la tierra conocida, y en Finisterre (y luego en Santiago) acababa un camino que sirvió para fundir culturas, creencias, frustraciones y aventuras, así como para favorecer la apertura de mercados y el surgimiento de una burguesía muy pronto enfrentada a nobles y eclesiásticos (F.G. de Cortázar, 2008, p. 38). Al menos desde Alfonso II (760-842).
Pero no sólo esto. No existe casi ninguna ciudad española (y pueblos) que no represente o haya aportado algo importante a Europa o al mundo, aunque sólo fuera por dar a luz a algunos de sus más fervientes héroes o creadores: Salamanca, Córdoba (que entre otras cosas albergó la biblioteca de Al-Hakam II, la más importante de todo Occidente), Granada, Sevilla, León, Santiago, La Coruña, Mallorca, Toledo, Tarragona, Barcelona, Ávila, Madrid, Pamplona, Mérida, Cáceres, Las Palmas, San Sebastián, Zaragoza, Trujillo… (ver F. García de Cortázar, 2008). ¿Cuántos países pueden presumir de tamaño patrimonio histórico y cultural? Y de tenerlo, ¿cuántos se lanzarían a ignorarlo o menospreciarlo? Sólo los ingenuos españoles. ¿Puede entenderse la arquitectura europea sin España? ¿No se encuentran sus catedrales, palacios y edificios entre los mejores ejemplos del románico, del gótico, del barroco, del neoclásico o del modernismo? ¿O no están las universidades, iglesias y demás edificios públicos que dejaron los arquitectos españoles, todavía, entre los mejores de Latinoamérica? Comparen con las que dejaron otras metrópolis en sus colonias. ¿Qué decir de un Juan de Villanueva, autor del primer edificio ignífugo de España (la Academia de la Historia para albergar a su colección de 600.000 volúmenes), o de un Gaudí?
Hasta la Segunda Guerra Mundial habría tenido probablemente un final diferente sin las aportaciones ignoradas de España o los españoles. No nos referimos ahora a la División Azul. Primero, pasó con la batalla de Alhucemas (1925), la primera operación aeronaval de la historia de cierta envergadura en que la armada española aprendió del fracaso franco-británico en Gallipoli (1915). Este éxito español sería estudiado y aprovechado por Eisenhower para diseñar el desembarco de Normandía. Si a este hecho unimos que España dejó de vender wolframio a los alemanes y el papel esencial que tuvo el doble agente español «Garbo» (Juan Pujol) en confundir a los alemanes sobre el lugar de desembarco, no es exagerado decir que mucho debe el triunfo aliado a España. Eso sin hablar del a menudo ignorado protagonismo de los españoles en la liberación de París. Y eso que no participábamos en la guerra.
Por último, la historia de España, de su pensamiento y de sus escritores no puede separarse de su fuerte implicación europea (Díez del Corral, 1974, pp. 123-146). Podríamos haber mirado fácilmente hacia África, con quien tenemos casi frontera, pero no lo hicimos. Otros que no tenían ocasión de elegir por encontrarse geográficamente en el medio del continente, sí lo hicieron mucho y más que nosotros: Alemania podría afrancesarse o italianizarse pero no europeizarse; Francia será capaz de britanización, pero no de europeización (Ibíd, p. 123). El europeísmo de otros es de necesidad o de cálculo interesado, especialmente, en el caso británico. El nuestro lo ha sido siempre por elección, por vocación, y por eso vale más. Lo que hicimos, lo hicimos no sólo en nombre e interés de España, sino del cristianismo y de Europa toda. España, aunque les pese a algunos ha sido siempre Europa y no África36.
Sin embargo, nuestros hermanos europeos nunca han querido que España progrese y se modernice (¿cuántos hispanófilos han existido en esas tierras?). Hay que esperar a finales del siglo xx para que, tras un proceso negociador enormemente duro —sobre todo tratándose de un país que acababa de salir de cuarenta años de dictadura, con una democracia frágil y una economía aún en bancarrota— se nos permitiera formar parte del club de las Comunidades Europeas. Pero eso sí, con los periodos transitorios para nuestros productos y trabajadores más largos que se habían previsto hasta entonces. Y ello gracias a Alemania, no a una Francia que siguió siendo a esas alturas la más dura con nosotros. Cierto que desde entonces hemos venido recibiendo importantes fondos europeos (¿el pago atrasado del Plan Marshall?), hasta que Alemania decidió mirar hacia el este...
1.2. El defensor (ocultado) de la civilización occidental
La prevalencia europea en el contexto mundial no siempre estuvo tan clara como puede parecernos ahora. Pues bien, cuando peligró fue España la que la tuvo que rescatarla en más de una ocasión y lo hizo siempre sin pensar sólo en sí misma o en su imperio, sino en Europa entera, su cultura y su religión. pero también posteriormente en su lucha contra los intentos de invasión de los imperios árabe y turco. España hizo de parapeto primero y encabezó la batalla de Lepanto después. Antes que los Estados Unidos, fue España el primer país en poner sus hombres y sus recursos a la defensa de Europa y de Occidente. No hace falta ser islamófobo para reconocer un hecho histórico: que mientras nadie de Europa nos ayudó cuando los árabes/moros nos conquistaron, nosotros nos jugamos la vida por defender al resto de los europeos cuando el Imperio turco trataba de invadirles. Ésa es la mirada cruel e injusta de nuestra historia. Hubo un tiempo en que cada imperio utilizaba la religión propia para expandirse, o ése era al menos el pretexto. Europa pudo muy bien acabar siendo una colonia turca o árabe, lo que hubiera cambiado radicalmente el contexto de libertades del que hoy disfrutamos, aunque algunos ingenuos e ingenuas no lo vean, no lo quieran ver o les paguen para no verlo… que de todo hay.
Lo que España hacía no era tratar de acabar con el islam, ni conquistar sus países, sino meramente defenderse, tratando de evitar que ellos acabaran con nuestra cultura, conquistaran nuestras ciudades y mandaran sobre nuestras gentes. Contra lo que a veces en ocasiones (ingenuamente) se sostiene, la presencia de la religión musulmana no fue nada pacífica. Hasta tres veces intentaron los moros/árabes la conquista de España, siendo en las dos primeras ocasiones rechazados. Si a la tercera triunfaron fue gracias a la traición interna y abandono de Europa. ¿Por qué se consideró que era más importante lanzar las tropas cristianas a defender enclaves menores en Oriente Medio que en propio suelo europeo? Jerusalén y «los santos lugares» justifican la diferencia pero no lo explican del todo. Sólo unos cuantos templarios aparecieron por Portugal y norte de España pasa ayudarnos, aunque tímidamente. Aquí no vino nadie a ayudar.
Sin embargo, España defendió a Europa en nuestro suelo —cuando éramos más débiles— ejerciendo de barrera física a la penetración árabe-bereber-almorávide por el sur, y la siguió defendiendo —cuando éramos más fuertes— de la penetración del Imperio turco por el este. Defendió las raíces cristianas y la cultura europea. Por el contrario, ante la crucial victoria de Lepanto sobre el Imperio turco (1571) comenzó una campaña en Europa para minimizar su importancia. Esta campaña fue encabezada por Francia (por no haber sido ella la protagonista de la hazaña), y tuvo a Voltaire (al que algunos ingenuos españoles se empeñan en idolatrar sin matices) a uno de sus más célebres tontos útiles. Compárese la propaganda en este caso con el de la batalla de Waterloo contra Napoleón, donde hábilmente Wellington e Inglaterra consiguieron imponer el pensamiento único, que les convertía a ellos y sólo a ellos en los protagonistas de una victoria crucial para el futuro de Europa, cuando en realidad habían sido los alemanes los que pusieron el mayor peso y sangre de la batalla.
¿Qué habría ocurrido si hubiéramos perdido Lepanto? ¿Cómo sería Europa hoy? Acudamos a las palabras de otro francés, bastante más moderno, sensato y ecuánime que Voltaire: La victoria cristiana cerró paso a un porvenir que se anunciaba muy próximo y muy sombrío. ¿Quién puede decir a dónde habría conducido la destrucción de la flota de Don Juan? Tal vez al ataque contra Nápoles y Sicilia. Y no está descartada tampoco la posibilidad de que los turcos hubieran intentado reavivar el incendio de Granada o llevar sus llamas a Valencia. Antes de ironizar en torno a Lepanto, siguiendo a Voltaire, sería tal vez razonable sopesar el peso directo de esta jornada. Peso, evidentemente, enorme (F. Braudel, 1976, Vol. II, p. 605). Es cierto que pasados unos años de dicha derrota el Imperio turco volvería a intentar hacerse con diversas posesiones en el mediterráneo, desde Grecia hasta Italia. Pero también lo es que una vez más los españoles, mandados entonces por Juan Andrea Doria, fueron los que les pusieron freno.
¿Qué hicieron por el contrario otros pueblos? Tomemos el caso de Inglaterra, supuesta salvadora de Europa de las garras de Napoleón. ¿Qué hizo mientras España encabezaba la batalla de Europa para librarse del imperialismo turco? Pues negociar con ellos ventajas comerciales, siguiendo el principio de «el enemigo (turco) de mi enemigo (católicos) es mi amigo». Y todo ello ¿para defender Europa u Occidente? No. Con el solo objetivo de ensanchar su propio poder económico y político al precio que fuera, sin pararse en cuestiones de principios o de peso geoestratégico europeo. Es así como, a partir del año 1572-1573 Inglaterra vuelve a poner sus ojos en el Mediterráneo, viendo en el enfrentamiento de las potencias cristianas con el Imperio turco una oportunidad. A fin de cuentas los piratas argelinos habían aprendido su oficio de los corsarios ingleses. En los años 1578-1583 se celebraron nuevos acuerdos comerciales para obtener diversos privilegios sobre la base del interés de los turcos en la compra de estaño, necesario para fund...

Índice

  1. PRÓLOGO
  2. I. ESPAÑA: UN MISTERIO SIN RESOLVER
  3. PARTE PRIMERA: LA GUERRA DE PROPAGANDA EXTERIOR: LOS HISPANÓFOBOS
  4. II. LA FALSIFICACIÓN DE LA HISTORIA ESPAÑOLA: LA LEYENDA NEGRA
  5. III. DESMONTANDO LA LEYENDA NEGRA EN EUROPA
  6. IV. DESMONTANDO LA LEYENDA NEGRA EN AMÉRICA
  7. V. EL IMPERIO CONTRAATACA: ESPAÑA FRENTE A GRAN BRETRAÑA, FRANCIA Y ESTADOS UNIDOS
  8. PARTE SEGUNDA: LA PROPAGANDA INTERNA ANTIESPAÑOLA: LOS HISPANOBOBOS
  9. VI. LA LEYENDA NEGRA INTERNA: HISPANOFOBIA E HISPANOBOBERÍA
  10. VII. LA FALTA DE CONCIENCIA NACIONAL: CARENCIAS Y AUSENCIAS DESTACADAS
  11. VIII. LA LEYENDA NEGRA AL SERVICIO DEL SEPARATISMO
  12. PARTE TERCERA: LA LEYENDA NEGRA EN LA ACTUALIDAD: EN BUSCA DE NUEVOS HISPANÓFILOS
  13. IX. ¿PUEDE SER ESPAÑA UN PAÍS NORMAL? LA PERVIVENCIA DEL COMPLEJO ESPAÑOL
  14. X. ESPAÑA EN MARCHA: UN GRAN PASADO PARA UN GRAN FUTURO
  15. BIBLIOGRAFÍA