Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit
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Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit

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  1. 728 páginas
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Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit

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La redacción de "Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit" fue el fruto de un viaje a Estados Unidos que Dickens emprendió en 1842, viaje decepcionante, en el que el autor inglés descubriría la enorme distancia que existía entre los ideales que proclamaban y defendían los ciudadanos americanos y su conducta cotidiana. Entre otras cosas, a Dickens le anonadó la forma violenta con que solían resolverse los conflictos, así como el trato despectivo que se daba a los forasteros.MARTIN CHUZZLEWIT es una sátira deudora de la obra de Swift, en la que el joven Martín actúa como observador irónico de la sociedad norteamericana, que no sale bien parada en sus consideraciones. Catalogada dentro del género picaresco, esta novela es, efectivamente, una crítica corrosiva del panorama social y político de los jóvenes Estados Unidos de América.Como cabría de esperar, la obra fue acogida con un sonoro rechazo en las tierras americanas, que tanto habían aplaudido obras críticas con la sociedad inglesa de su tiempo, como OLIVER TWIST. Un año después, sin embargo, Dickens publicaría CANCIÓN DE NAVIDAD, obra que le reconciliaría de nuevo con el público lector norteamericano.Pero, como no podía ser menos tratándose de Dickens, VIDA Y AVENTURA DE MARTIN CHUZZLEWIT no es sólo eso, sino también una novela de intriga formada esencialmente por tres elementos: la trama en torno a Pecksniff-Jonas, ambos personajes inolvidables, que incluye el estudio psicológico de un criminal y la investigación del crimen; el viaje del joven Martín a El Edén, básicamente la sátira política de la sociedad estadounidense; y lo que sucede en torno a la extraordinaria Sarah Gamp y asociados, que se entrecruza con la primera trama.A decir de Henry James, MARTIN CHUZZLEWIT es el libro que mejor reúne los rasgos de la novela victoriana, tanto por su atmósfera como por la brillantez de sus diálogos.

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Información

Editorial
Montesinos
Año
2003
ISBN
9788495776624
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

C H A R L E S D I C K E N S

VIDA Y AVENTURAS

DE MARTIN CHUZZLEWIT
Traducción de David González

M O N T E S I N O S

VIDA Y AVENTURAS DE MARTIN CHUZZLEWIT728:DICKENS Vida y aventuras de 728 21/07/14 12:44 Página 4
Título original: The Life and Adventures of Martin Chuzzlewit Primera edición: Septiembre 2003
Edición propiedad de Ediciones de Intervención Cultural.
Diseño: Elisa N. Cabot
ISBN: 84-95776-62-6
Depósito Legal: B-38032-2003
Imprime: Novagràfik S. A., Barcelona
Impreso en España
Printed in Spain
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PERSONAJES
BAILEY, HIJO, limpiabotas en la Pensión Comercial de la Sra. Todgers, luego
“tigre”1 de Tigg Montague.
EL SR. BEVAN, un médico de buen corazón de Massachusetts.
JEFFERSON BRICK, corresponsal de guerra del Diario Sensacionalista de Nueva York.
EL SR. CHUFFEY, anciano de rostro apergaminado, secretario de Anthony Chuzz le wit.
GENERAL CYRUS CHOKE, oficial de las milicias norteamericanas.
MAYOR HANNIBAL CHOLLOP, un “devoto de la libertad”.
ANTHONY CHUZZLEWIT, padre de Jonas y hermano de Martin, el mayor.
JONAS CHUZZLEWIT, su hijo; hombre taimado, astuto, mañoso.
MARTIN CHUZZLEWIT, EL MAYOR, rico y excéntrico caballero entrado en años.
MARTIN CHUZZLEWIT, EL JOVEN, héroe de esta historia; nieto del anterior, que lo crió.
DAVID CRIMPLE, prestamista; más tarde Secretario de la Compañía de Seguros Anglo-Bengalí.
CORONEL DIVER, editor del Diario Sensacionalista de Nueva York.
EL SR. FIPS, abogado.
GENERAL FLADDOCK, oficial de las milicias norteamericanas, almidonado y puntilloso.
DOCTOR. JOHN JOBLING, médico de la Compañía de Seguros Anglo-Bengalí.
EL SR. LA FAYETTE KETTLE, un norteamericano preguntón y jactancioso.
EL SR. LEWSOME, asistente degradado de un médico general londinense.
EL SEÑOR AUGUSTUS MODDLE, el “más joven caballero” en la pensión de la Sra. Todgers.
EL SR. MOULD, director de pompas fúnebres.
EL SR. NADGETT, casero de Tom Pinch y agente secreto.
SETH PECKSNIFF, residente próximo a Salisbury, ostensiblemente arquitecto y agrimensor que recibe a Martin Chuzzlewit como alumno.
1. Tiger, en el argot del siglo XIX, designaba al mozo de caballos con librea, especialmente un chico o un hombre menudo que solía acompañar a su amo u ama en el vehículo, gene -
ralmente de pie, sobre una pequeña plataforma en la parte trasera del coche (N. del T.).
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TOM PINCH, hombre poco pretencioso pero de elevado espíritu; asistente del Sr. Pecksniff.
EL HONORABLE ELIJAH POGRAM, miembro del Congreso norteamericano.
ZEPHANIAH SCADDER, agente de la Corporación de Terrenos de El Edén.
CHEVY SLYME, pariente pobre y holgazán del anciano Martin Chuzzlewit.
EL SR. SPOTTLETOE, pariente intrigante del anciano Martin Chuzzlewit.
PAUL SWEEDLEPIPE, (“Poll”), pajarero y estilista capilar.
MARK TAPLEY, mozo de cuadra en la Posada del Dragón Azul, y luego ayuda de cámara del joven Martin Chuzzlewit.
MONTAGUE TIGG, alias TIGG MONTAGUE, estafador necesitado; luego, Presidente de la Compañía de Seguros Anglo-Bengalí.
JOHN WESTLOCK, antiguo alumno del Sr. Pecksniff, y amigo entrañable de Tom Pinch.
LA SRA. JEFFERSON BRICK, “matrona” norteamericana.
LA SRA. SAIREY GAMP, enfermera profesional.
MARY GRAHAM, acompañante del viejo Martin Chuzzlewit y prometida del joven Martin.
LA SRA. HOMINY, celebridad literaria norteamericana.
CHARITY PECKSNIFF, (“Cherry”), hija mayor del Sr. Pecksniff; mujer fría, malévola, envidiosa.
LA SRA. LUPIN, posadera de El Dragón Azul, posada de pueblo cerca de Salisbury.
MERCY PECKSNIFF, (“Merry”), hija menor del Sr. Pecksniff; chica atolondrada, engreída e inconsciente.
RUTH PINCH, institutriz en Camberwell, hermana de Tom Pinch.
BETSEY PRIG, enfermera, amiga íntima de la Sra. Gamp.
LA SRA. SPOTTLETOE, una de las parientas ilusionadas del anciano Martin Chuzzlewit
LA SRA. TODGERS, encargada de una pensión comercial en Londres.
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CAPÍTULO I
INTRODUCTORIO, CONCERNIENTE AL LINAJE DE
LA FAMILIA CHUZZLEWIT
Puesto que no hay dama ni caballero que se digan de buena crianza y puedan en absoluto simpatizar con la familia Chuzzlewit si antes no se les ha garantizado la antigüedad máxima de su linaje, es muy satisfactorio saber que, sin la menor duda, dicha familia descendía en línea directa de Adán y Eva; y que, en sus tiempos más tempranos, estuvo muy vinculada a intereses agrícolas. Si en alguna ocasión personas rencorosas y malévolas alegan que un Chuzz lewit hiciera gala, en cualquier período de la historia familiar, de una do sis excesiva de orgullo de familia, con toda certeza esa debilidad se conside-rará no solo perdonable sino loable, teniendo en cuenta la inmensa superioridad de esa casa sobre el resto de la raza humana en lo que a la antigüedad de su origen se refiere.
Es extraordinario que, de la misma manera que hay, en la más antigua familia de que se tenga registro, un asesino y un vagabundo, nunca dejemos de hallar, en los registros de todas las viejas familias, con innumerables repeticiones, esa misma fase de carácter. En efecto, como principio general puede afirmarse que, mientras más remota sea la ascendencia, mayor será el monto de violencia y vagabundeo; porque en los tiempos antiguos esas dos diversiones, que combinan una sana emoción con un medio promisorio para reparar fortunas destrozadas, eran al mismo tiempo la empresa ennoblecedora y el saludable recreo de la superior condición de esta tierra.
Por consiguiente, es fuente de consuelo y felicidad inefables descubrir que, en varios períodos de nuestra historia, los Chuzzlewit estuvieron muy impli-cados en diversas conspiraciones carniceras y luchas sangrientas. También existe registro de que, vestidos de la cabeza a los pies con acero a prueba de todo, en muchas ocasiones guiaron a sus soldados, apenas cubiertos con justillos de cuero, a la muerte, con un coraje insuperable, y luego regresaron airosos a casa, a sus relaciones y amigos.
No puede haber dudas de que al menos un Chuzzlewit ganó nuestras costas en compañía de Guillermo el Conquistador. Parece que este ilustre antepasado no “le sacó” nada a ese monarca, para emplear esta expresión vulgar, en nin gún período subsiguiente, puesto que la familia no parece haberse distinguido mucho por la posesión de haciendas. Y es bien sabido que, para otorgar ese tipo de propiedad a sus favoritos, la liberalidad y gratitud del normando eran tan extraordinarias como susceptibles son de hallarse tales virtudes en los grandes hombres que regalan lo que pertenece a otros.
Tal vez en este momento la historia pueda hacer una pausa para felicitarse 9
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por las enormes cantidades de valor, sabiduría, elocuencia, virtud, alta cuna y verdadera nobleza que parecen haber llegado a Inglaterra con la invasión nor-manda: una cantidad que la genealogía de cada familia antigua ayuda a engrosar, y que, más allá de cualquier impugnación, se habría mostrado igualmente grande, e igualmente prolífica en dar a luz a largas líneas de descendientes caballerescos, jactanciosos de su origen, aunque Guillermo el Conquistador hu biese sido Guillermo el Conquistado; cambio de circunstancias que, con to -
da certeza, no hubiera representado diferencia alguna a este respecto.
Incuestionablemente, hubo un Chuzzlewit en la Conspiración de la Pólvo-ra1, si no es que el architraidor, el propio Fawkes2, fuese él mismo vástago de esa extraordinaria cepa; tal como habría podido serlo fácilmente, suponiendo que otro Chuzzlewit hubiera emigrado a España en la generación anterior y se hubiera casado con una dama española, por vía de la cual hubiera resultado un hijo de piel olivácea. Esta conjetura probable resulta reforzada, si no absolutamente confirmada, por un hecho que no puede dejar de interesar a quienes tengan curiosidad por trazar el curso de los gustos heredados a través de las vidas de sus herederos inconscientes. Notable es la circunstancia de que, en estos tiempos posteriores, muchos Chuzzlewit, fracasados en otras empresas, y sin la menor esperanza racional de enriquecerse, ni ninguna otra razón concebible, se hayan establecido como vendedores de carbón; y que, mes tras mes, hayan seguido contemplando con melancolía su exigua provisión de carbones, sin que hubiera un solo caso de negociación con un comprador. La extraordinaria similitud entre ese proceder y el que adoptara su Gran Antepasado en los sótanos del edificio del Parlamento en Westminster es demasiado obvia y plena de interés para requerir comentario3.
También ha sido demostrado claramente por las tradiciones orales de la familia que existió, en algún período de su historia que no se establece claramente, una matrona de principios tan destructivos, y tan familiarizada con el uso y confección de ingenios incendiarios y combustibles, que se la llamó “La Hacedora de Fósforos”4, apodo y alias con el que se la conoce en las leyendas familiares hasta el día de hoy. Seguramente no cabe duda razonable en cuanto a que esta fuese la dama española, madre de Chuzzlewit Fawkes.
Pero hay otro retazo de evidencia que remite de manera inmediata a la estrecha conexión de la familia con ese acontecimiento memorable de la historia 1. Gunpowder Plot, conspiración para hacer estallar el Parlamento con barriles de pólvora y dar muerte al Rey; motivada por la aprobación de leyes anticatólicas, fue abortada el 5 de noviembre de 1605 (N. del T.).
2. Guy Fawkes fue el agente de la Conspiración de la Pólvora; el 5 de noviembre se llama en Gran Bretaña el día de Guy Fawkes (N. del T.).
3. Alusión al intento de volar el Parlamento; la frase sólo es comprensible conociendo ese detalle de la Conspiración de la Pólvora, que no está en el texto (N. del T.).
4. Matchmaker aquí es polisémico: designa tanto al que fabrica fósforos como al casa-mentero; aquí se deja entrever el proyecto matrimonial entre el Príncipe Carlos y la Infanta española.(N. del T.).
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inglesa, y que por sí mismo sería capaz de llevar el convencimiento incluso a una mente (si tal mente hubiere) que siguiera sin convencerse frente a las pre-suntas pruebas antes mencionadas.
Hubo, hace algunos años, en posesión de un miembro de la familia Chuzzlewit altamente respetable y en todo sentido creíble y fidedigno (porque su más acerbo enemigo nunca osó insinuar que fuese otra cosa que un hombre acaudalado), un oscuro farol de indudable antigüedad, que era todavía más interesante debido a su forma y diseño, en extremo parecidos a los que se usan en el momento actual. Pues bien, ese caballero, ya fallecido, se mostraba en todo momento dispuesto a prestar juramento, y una y otra vez hizo gala de tal solemne aseveración, para afirmar que había oído con frecuencia exclamar a la anciana mientras contemplaba aquella venerable reliquia: “¡Sí, sí! Esto lo llevaba mi cuarto hijo el quinto día de noviembre, cuando era uno de los de Guy Fawkes”.
Estas palabras singulares forjaron (tanto como pudieron) una fuerte impresión en su mente, y tenía la costumbre de repetirlas con frecuencia. La justa inter-pretación que entrañan y la conclusión a la que llevan son triunfantes e irresistibles. La anciana, dotada de una mente fuerte por naturaleza, pe ro hallándose, no obstante, en extremo débil y marchita, tenía fama de ser presa de esa confusión de ideas o, por decir lo menos, de palabra, de las que son víctimas la edad y el agarrotamiento. La leve, muy leve confusión que aparece en estas expresiones es manifiesta y ridículamente fácil de corregir. “¡Sí, sí!”, dijo ella, y se nota-rá que estas dos observaciones iniciales no requieren enmienda alguna. “¡Sí, sí!”
“Este farol lo llevaba mi antepasado” –no cuarto hijo, lo cual es absurdo– “el quinto día de noviembre. Y él era Guy Fawkes1.” Ahora tenemos un enunciado a la vez coherente, claro, natural y en estricta con cor dancia con el carácter de la que habla. En efecto, la anécdota es tan sencillamente susceptible de ese significado, y ningún otro, que no valdría la pena registrarla en su estado original si no fuese una prueba de lo que puede ocurrir (y muy a menudo ocurre) no sólo en la prosa histórica sino en la poesía imaginativa mediante el ejercicio de una pequeña labor ingeniosa por parte de un co mentarista.
Se ha dicho que, en los tiempos modernos, no hay ejemplo alguno de que se haya encontrado a un Chuzzlewit en una relación íntima con El Grande.
Pero aquí, de nuevo, los detractores burlones que tejen quimeras tan miserables en sus malévolos cerebros, enmudecen frente a la evidencia. Porque aún hay cartas en posesión de varias ramas de la familia en las que aparece claramente, porque se plantea en esos mismos términos, que un tal Diggory Chuzz lewit tenía la costumbre de cenar constantemente con el Duque Humphrey2. En verdad, era tan repetidamente invitado a la mesa de ese noble, y la hospitalidad y compañía de Su Excelencia le eran tan incesantemente im -
1. La pronunciación de forefather (antepasado) se parece a la de fourth father (cuarto padre), de donde el cambio a “cuarto hijo”. La de Guy Fawkes se parece a la de a Guy Faw -
kes (uno de los de Guy Fawkes). En español, la confusión parecería absurda (N. del T.).
2. Forma coloquial de aludir a quedarse sin cenar (N. del T.): 11
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puestas, por así decirlo, que lo hallamos intranquilo y lleno de reservas y des-gana cuando escribe a sus amigos que, si no hacen esto o lo otro a vuelta del portador, no tendrá más remedio que volver a cenar con el Duque Humphrey, y se expresa de una manera muy marcada y extraordinaria, como alguien harto de la alta sociedad y la selecta compañía.
Se ha rumoreado, y huelga decir que el rumor se originó en los mismos sitios infames, que cierto varón Chuzzlewit, cuyo nacimiento –hay que admitirlo–
estuvo envuelto en cierta oscuridad, era de origen bajo y vil. ¿Dónde están las pruebas? Cuando el hijo de ese individuo, a quien se supone se le comunicó el secreto del nacimiento de su progenitor por boca de su padre mientras vivió, yacía en su lecho de muerte, se le hizo la siguiente pregunta de una manera inequívoca, solemne y formal: “Toby1 Chuzzlewit, ¿quién fue tu abuelo?” A lo cual él, con su último aliento, y de manera no menos inequívoca, solemne y formal, respondió –y sus palabras fueron escritas en ese momento, y firmadas por seis testigos, cada uno con su nombre y dirección en todo detalle : “Lord No Zoo.”
Se puede decir –se ha dicho, porque la maldad humana no tiene límites– que no existe ningún lord con ese nombre, y que entre los títulos que se han extinguido, es imposible descubrir ninguno que en absoluto se parezca a ése, siquiera en el sonido. ¿Pero cuál es la irresistible conclusión? Rechazando una teoría que mencionaron por primera vez personas de buena intención pero equivocadas, referida a que el abuelo de ese Sr. Toby Chuzzlewit, a juzgar por su nombre, debió seguramente ser un Mandarín (lo cual es totalmente insostenible, porque no hay afirmación alguna de que s...

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