Descartes Esencial
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Descartes Esencial

No hay verdad sin evidencia

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Descartes Esencial

No hay verdad sin evidencia

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Información

Editorial
Montesinos
Año
2008
ISBN
9788496831605

Esbozo de una biografía intelectual

1. Un proyecto para una vida (1618-1628)
11
1.1. Dos años de sueños e intuiciones (1618-1620) 12
1.1.1. Primer estrato: una Mathesis universalis 14
1.1.1.1. Los orígenes de la geometría analítica 15
1.1.2. Segundo estrato: un método universal
17
1.1.3. Tercer estrato: la reducción de la física a la intuición 21
1.2. Los años silenciosos (1620-1628)
22
1.3. Un proyecto con los pies en la historia
23
2. Los años decisivos (1628-1637)
26
2.1. La tesis de la creación de las verdades eternas (1630) 27
2.2. El mundo (1633)
29
3. El fluorit cartesiano (1637-1641): el Discurso y las Meditaciones 31
3.1. Discurso del método para conducir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias. La Dióptrica, los Meteoros, la Geometría (1637) 31
3.1.1. El método del Discurso
32
3.1.2. El discurso del método
35
3.2. Meditationes de prima philosophia (1641) 36
3.2.1. La primera meditación y la duda metódica 38
3.2.2. El cogito y la meditación segunda 40
3.2.2.1. El ejemplo de la cera y la substancia extensa 43
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3.2.3. Aparece Dios: las meditaciones tercera y cuarta 43
3.2.4. La meditación quinta
46
3.2.4.1. Sobre la certeza en el conocimiento
49
3.2.5. Las cosas, incluido mi cuerpo. La meditación sexta 51
4. Años de fama y madurez (1641-1650). La correspondencia con Isabel de Bohemia y el Tratado de las pasiones
Los Principia philosophiae y otros escritos 53
4.1. La correspondencia con Isabel de Bohemia
54
4.1.1. La cuestión del alma y el cuerpo
54
4.1.1.1. La ética
57
4.2. El proyecto en su conjunto: los Principia philosophiae 60
4.3. Una muerte prematura
63

Antología de textos

1. Reglas para la dirección del ingenio (¿1618-1628?) 67
2. Cartas sobre la creación de las verdades eternas (1630) 78
3. El mundo (1633)
82
4. Discurso del método (1637)
89
5. Meditaciones de Filosofía primera, en las cuales se demuestra la existencia de Dios y la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre (1641, 1647)
113
6. Cartas a Isabel de Bohemia
154
7. Principios de la filosofía
166

Bibliografía

177

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Introducción: Dios y la mirada
inteligente. Esbozo de una
biografía intelectual
1. Un proyecto para una vida (1618-1628)
René Descartes murió de una pulmonía, en Estocolmo, a las cuatro de la madrugada del día 11 de febrero de 1650. El 31 de marzo habría cumplido 54 años. Su vida coincide, casi exactamente, con la primera mitad del siglo XVII. Cuando nació, en 1596, Francia ensayaba una nueva política religiosa. En 1598, Enrique IV propuso, con el Edicto de Nantes, una fórmula de paz interior, convivencia religiosa y pros-peridad general. En 1609, España y las Provincias Unidas de los Países Bajos firmaron la Tregua de los Doce Años. El siglo XVII podía haber sido el siglo de la paz y el progreso económico y científico.
Pero no fue así. El Rey fue asesinado por un católico fanático en 1610 y desde la defenestración de Praga, en 1618, Descartes vio su vida acompañada por la Guerra de los Treinta Años, una época de saqueos, violencia y crisis económica que duró hasta la paz de West-falia en 1648. Para entonces Inglaterra estaba enzarzada en una guerra civil y Descartes todavía pudo ver cómo Cromwell decapitaba a Carlos I en 1649 y proclamaba una república puritana en nombre de Dios. René Descartes se había refugiado en Holanda. A finales de 1649 aceptó la invitación de Cristina de Suecia para viajar a Estocolmo. El invierno fue muy frío.
Al morir, aparecieron varios papeles inéditos, pero ninguno tan extenso ni esperado como el que los albaceas del filósofo denomina-11
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ron Regulae utiles et clarae ad ingenii directionem in veritatis inquisi-tione, es decir, lo que solemos llamar las Reglas para la dirección del ingenio. Más allá de las tesis característicamente cartesianas sobre las ideas innatas, los argumentos sobre la existencia de Dios y otras que habremos de considerar luego, el primer aspecto de su obra relevante para la historia de la filosofía consiste en haber puesto de relieve que antes de lanzarse a formular tesis es preciso preguntarse por la posibilidad del conocimiento y las garantías que tenemos de alcanzar alguna certeza. Eso significa que el método, el camino hacia el conocimiento, debe ser tema de estudio tanto como el mundo, el alma o Dios, y debe precederlos. Ninguna filosofía podrá después obviar o pasar de puntillas sobre el tema, porque cualquier lector u oyente poscartesiano le exigirá que acla-re los fundamentos epistemológicos y los criterios de certeza a los que va a sujetarse.
Las Reglas tiene un interés especial, porque, por su carácter incon-cluso, reflejan la historia de una reflexión que comenzaba en noviembre de 1618 y acababa, según parece, en 1627 ó 1628. Entre 1618
y 1620 se produjo un corte en la biografía intelectual del joven René.
Se había alistado en las tropas de Mauricio de Nassau, príncipe de Orange y capitán general de las Provincias Unidas, rebeladas contra España, y estaba pasando el invierno en Breda. De momento el con-flicto bélico se encontraba bajo la Tregua de los Doce Años, firmada en 1609. La tarde del 10 de noviembre conoció a Isaac Beeckman (1588-1637), físico y matemático que intentaba unir el estudio de la física con las matemáticas, e inmediatamente se entregó con entusiasmo a la misma tarea.
1.1. Dos años de sueños e intuiciones (1618-1620) La physis
áristotélica era una colección de substancias, término que en Aristóteles y en la Escolástica en general designa al individuo, el sujeto del cual predicamos propiedades. La substancia es, 12
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pues, un sujeto que se caracteriza por la forma o conjunto de propiedades que hacen de ella aquello que es. El problema principal de la física griega y escolástica es hacer inteligible el que una substancia cambie hasta ser otra. Ahora bien, el movimiento local de un objeto tal como lo estudia la física moderna no es, en la física aristotélica, más que un aspecto secundario del cambio. El cambio que realmente caracteriza a la physis
és el cambio cualitativo o, más propiamen-
te, substancial, la substitución de una forma por otra, según la cual una semilla se convierte en un árbol o un trozo de madera en un montón de cenizas. El propio movimiento de traslación no es visto en términos de magnitudes como espacio y tiempo, sino como el cambio en la propiedad de ocupar un determinado lugar. La mate-matización de la física es extraña a la Escolástica, que entiende la substancia como un conjunto de cualidades no susceptibles de medida. Sólo algunos aspectos de ella lo son, y no los principales. Por tanto los fisicomatemáticos iniciaban un camino de ruptura profunda con la tradición y no es extraño que incluso los rudimentarios in-tentos de Beeckman deslumbraran a Descartes, el cual lo adoptó inmediatamente como maestro.
Tenía una buena formación matemática gracias a sus profesores del colegio jesuita de La Flèche, aunque tal como las había estudiado parecían una colección de técnicas para resolver problemas de cálculo, útiles para el comercio y los oficios. De sus estudios había sacado la conclusión de que, fuera de la certeza matemática, el resto del saber heredado no aportaba nada seguro. Le gustaba la poesía y tuvo alguna afición a los libros de caballerías, pero obvia-mente la literatura no se propone aportar conocimiento exacto y cierto sobre el mundo o Dios. Con la teología mantuvo siempre una respetuosa distancia, como algo que excede la inteligencia humana y que no es imprescindible para ser un buen cristiano y alcanzar la salvación después de la muerte. En cuanto a la filosofía, la diversidad de opiniones y las perpetuas disputas le habían dejado 13
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una pobre impresión respecto a su capacidad para aportar certeza.
Después de estudiar desde Pascua de 1607 a septiembre de 1615
con los jesuitas, se matriculó en la universidad de Poitiers y obtuvo el grado de bachiller y licenciado en derecho en otoño de 16161. Su padre hubiera querido que siguiera una carrera jurídica como él mismo, comprando alguno de los cargos de la administración provincial que estaban a su alcance, pero el joven Descartes tenía otros planes. En 1618 decidió alistarse en algún ejército lejos de su familia y país, para conocer el mundo y encontrar por sí mismo las certezas que los estudios no habían conseguido mostrarle. Así había ido a parar a Breda. Beeckman dejó la ciudad en enero de 1619 y la relación continuó por carta con bastantes altibajos. Desde noviembre de 1618 hasta finales de 1620, Descartes vivió dos años en los que parece que encontró las ideas principales de su filosofía, descubrió la geometría analítica y concibió un proyecto intelectual al que dedicó el resto de su vida.
No tenemos mucha información del detalle cronológico de esos años, pero las Regulae reflejan momentos decisivos de esa rapidísi-ma y productiva evolución. Tal como apareció, el manuscrito procedía seguramente de sus últimos meses en Francia en 1627 o de los primeros en Holanda en 1628, pero parece ser el producto de varios textos anteriores y ayuda a comprender el proyecto que concibió como tarea para su vida. Se pueden separar al menos dos o tres estratos, que vienen a ser una especie de biografía intelectual de esos años.
1.1.1. Primer estrato: una Mathesis universalis
Algunos textos, los más antiguos, parecen considerar tan sólo las matemáticas. El texto principal de esos fragmentos es el que suele 1. No siempre conocemos bien los pormenores de la biografía cartesiana. En general, aquí aceptaremos la opinión de Rodis-Lewis (1995).
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incluirse en la Regla IV como IV B, porque en alguna copia manuscrita aparece añadido al final como apéndice.
Descartes escribió que le habían atraído las matemáticas por su simplicidad y certeza, y porque tradicionalmente se las consideraba como preparación necesaria para el estudio de otras ciencias, y bus-caba en ellas un saber sistemático y organizado, donde se mostrase la totalidad del camino demostrativo prescindiendo de los casos concretos a los cuales eran aplicables. Este deseo de sistema y traba-zón entre los conocimientos está en el origen de las Regulae y origi-nó la idea de un proyecto único, concebido y ejecutado por un solo hombre. Pensaba que el razonamiento matemático no sería posible si no tuviéramos en nosotros, por naturaleza, la simiente de ciertas verdades principales, sin las cuales seríamos incapaces de reconocer la verdad. Gracias a ellas, los grandes matemáticos de la Antigüedad han debido poseer, aunque imperfectamente, una Mathesis —ése es el término que usa— extraída de ese núcleo principal del conocimiento. Añade que el álgebra que algunos de sus contemporáneos estaban desarrollando parecía heredera de ese saber.
A partir de estas consideraciones, Descartes concibió una ciencia, Mathesis universalis o ciencia general del orden y la medida, que se refiriera a la aritmética, la geometría, la astronomía, la música, la óptica, la mecánica u otras muchas, todas ellas reducibles a relaciones matemáticas entre ciertas magnitudes. La Mathesis universalis no parece, por tanto, ser todavía el proyecto de ciencia universal que se dibuja en la Regla I, pero constituye, sin lugar a dudas, el núcleo primero y el paradigma sobre el cual se construirá la unidad cartesiana de la ciencia bajo un método único.
1.1.1.1. Los orígenes de la geometría analítica No cuesta entender que la geometría analítica, capaz de fundir la aritmética con la geometría, fuera a su vez el núcleo y el paradigma de ese saber matemático unificador. En las pocas y desiguales fuen-15
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tes por las que conocemos sus trabajos en matemáticas, la geometría analítica no aparece claramente construida hasta la publicación de 1637, pero el mismo Descartes, en la breve autobiografía que nos da en el Discurso del método, parece situar su descubrimiento en estos años primeros, más exactamente en el otoño de 1619, mientras se refugia del frío en la ciudad alemana de Neuburg (Alto Palatinado).
Tiene ya la idea de una Mathesis universal y considera que el estudio de las proporciones, en cuanto se centra en las relaciones entre valores, es un buen campo de investigación. Según narra, llevado por la propia lógica de la investigación, se le ocurrió representar los sucesivos valores de los términos de una progresión como segmen-tos proporcionales, con la ayuda de dos ejes de coordenadas. Los ejes son el elemento principal que permite relacionar el conjunto de los números reales con los puntos de una línea y, por tanto, equipa-rar líneas y funciones. Supongamos una progresión en la que a1=1, a2=3, a4=5, etc. Es decir, cada término, an, se obtiene del anterior su-mando una diferencia d=2. Entonces la función general an=a1+d(n-1) queda representada como una recta:
an
10
an=a1+d(n-1)
9
8
a4
7
6
a3
5
4
a2
3
2
a1
1
1
2
3
4
5

n

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El desarrollo del álgebra implicaba además una buena notación que prescindiera de los valores numéricos concretos y reflejara exactamente y sólo las relaciones entre valores abstractos. Tal había de ser el lenguaje de la Mathesis universalis, y ya las Regulae contienen pasajes sobre la cuestión. Cuando la Geometría se publicó, Descartes ya poseía un buen lenguaje algebraico, algunas de cuyas características han sido adoptadas por los matemáticos hasta hoy mismo.
1.1.2. Segundo estrato: un método universal
En 1619, en Neuburg, Descartes estaba ocupándose de estos problemas. La noche del 10 de noviembre tuvo unos famosos sueños a los que él mismo dio una significación especial. No descubrió esa noche la geometría analítica, sino que estaba esos días trabajando en la idea. Por lo que parece, tuvo la visión de que un único método debía ser aplicable a todo el conocimiento, de modo que todas las ciencias debían ser en el fondo una única ciencia y que debía dedicar su vida a la construcción de ese ambicioso proyecto.
Descartes creyó interpretar algunos aspectos del sueño de esa noche como un mensaje aprobatorio del Cielo respecto al trabajo que estaba haciendo y a la resolución de dedicar su vida a la búsqueda de la verdad. Leyendo desde nuestro tiempo, solemos olvidar que aunque en el XVII existía una corriente atea y libertina, no era ni mucho menos mayoritaria ni siquiera entre los sabios. La posible irrupción de lo sobrenatural en la vida cotidiana era vista como algo no sólo posible sino relativamente habitual. Es el siglo de la razón y la ciencia, pero también de místicos y santos, de la espiritualidad de Port-Royal, del jansenismo o de nuevas órdenes religiosas como el Oratorio, con algunos de cuyos miembros significados tendrá Descartes estrecha relación.
La Regla I trata de la unidad del conocimiento. Todas las ciencias son una única sabiduría, porque todas ellas son producto de la misma razón humana, aunque se apliquen a objetos diferentes. Aris-17
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tóteles había asentado el principio contrario: cada ciencia tiene su objeto y, por tanto, le corresponden principios y métodos distintos.
A imitación de las artes, donde la adquisición de una destreza no implica mayor facilidad para las otras, cada ciencia tiene su dificultad propia y produce un discurso adecuado al objeto y al grado de verdad que puede esperarse de él, pues no todos los objetos pueden ser conocidos con la misma certeza. Ésta sólo es posible en las matemáticas, porque prescinden de la realidad material de la substancia, así que es posible precisamente en tanto se prescinde de la physis
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Por el contrario, la física es posible sólo en tanto se aleja de la certeza matemática y exige la consideración del cambio, que es el principio de indeterminación introducido por la materia en la substancia.
Pero Descartes traslada el protagonismo desde el objeto conocido al sujeto que conoce, de modo que las ciencias son el producto, no de la substancia que se ofrece, sino del ingenio humano en su búsqueda de la verdad. El objeto que se presenta al conocimiento no es la cosa misma, sino el objeto pensado po...

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