La ley del valor mundializada
eBook - ePub

La ley del valor mundializada

Por un Marx sin fronteras

,
  1. 156 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

La ley del valor mundializada

Por un Marx sin fronteras

,
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Samir Amin parte aquí de un Marx sin fronteras. Sin límites. Sin ismos. Afirmando que el materialismo histórico constituye la esencia del marxismo, y considerando por tanto que las leyes económicas del capitalismo tienen un estatus epistemológico que las subordina a las del materialismo histórico, establece que no hay leyes económicas más que en el mundo capitalista, y por tanto la "ciencia económica" no es una ciencia general de los modos de producción, sino la ciencia particular del modo capitalista. Sin embargo las leyes económicas del capitalismo tienen una existencia objetiva, y estas leyes se rigen en última instancia por la ley del valor.Una contribución esencial de Samir Amin al desarrollo de la teoría, ofrecida en este libro, es la relativa al paso de la ley del valor a la ley del valor mundializada, basada en la jerarquización –también ella mundializada– de los precios de la fuerza de trabajo en torno a su valor. Una ley del valor mundializada coherente con los fundamentos de la ley del valor descubierta por Marx propia del capitalismo, por una parte, y con las realidades del desarrollo mundializado desigual, por otra.Asociada a las prácticas de gestión del acceso a los recursos naturales, esta mundialización del valor constituye el fundamento actual de la renta imperialista.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a La ley del valor mundializada de en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Économie y Théorie économique. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
El Viejo Topo
Año
2013
ISBN
9788415216414
Categoría
Économie

EL VIEJO TOPO

© Samir Amin, 2011
Título original: La Loi de la valeur mondialisée Traducción de Josep Sarret
Revisión de Ramón Sánchez Tabarés
Edición propiedad de Ediciones de Intervención Cultural / El Viejo Topo Diseño: Miguel R. Cabot
ISBN: 978-84-15216-41-4
Déposito Legal: B-28239-2012
Imprime: Publidisa
Impreso en España
Introducción
Marx sin fronteras

1

Marx no es “un” filósofo, “un” historiador, “un” economista, un
“po litólogo”, “un” sociólogo. Ni siquiera es un sabio de primera mag nitud en cada una de estas disciplinas. Y todavía menos un universitario de talento que habría preparado un buen plato multidis-ciplinar con todos estos ingredientes. Marx se sitúa de entrada mucho más allá. Marx inicia la crítica radical de los tiempos modernos, y en primer lugar la del mundo real. Esta crítica radical del capitalismo exige y permite descubrir el fundamento de la alienación mercantil y de la explotación del trabajo (indisociables). El es -
ta tus fundamental del concepto de valor emerge de esta crítica ra dical; solamente así es posible entender las leyes objetivas que gobiernan la reproducción del sistema, subyacentes a los movimientos de superficie que aprehende la observación directa de la realidad.
Y después las de los discursos que conforman esta realidad, los discursos de la filosofía, de la economía, de la sociología, de la política.
Esta crítica radical desvela entonces su auténtica naturaleza, que, en última instancia, sigue siendo apologética, legitimadora de las prácticas del poder dominante del capital.
“Ser marxista”, para mí, consiste en proseguir la obra iniciada solamente por Marx, aunque este inicio haya sido de una potencia sin igual. No consiste en quedarse en Marx, sino en partir de él ( La 7
crisis. Salir de la crisis del capitalismo o del capitalismo en crisis, p.
185 y ss.).
Marx no es un gurú. Ni un profeta en el que todas las conclusiones que haya podido sacar de su ambición de hacer esta doble crítica radical de la realidad y de sus lecturas son necesariamente
“correctas”, “definitivas”, lo que transformaría su obra en una teoría cerrada, conclusa. Marx no tiene fronteras porque la crítica radical que él inicia carece ella misma de fronteras, es siempre incompleta, es necesariamente objeto de su propia crítica (“someter el marxismo for mulado en un momento dado a la crítica marxista”), tiene que enriquecerse incesantemente con la crítica radical de lo que el sistema real produce de nuevo como nuevos campos abiertos al cono -
cimiento.
Pero Marx ha creado escuela. Las escuelas de los marxismos his tóricos se han constituido siguiendo su estela, se han enfrentado, han combatido (a menudo con violencia) como lo hacen todas las escuelas teológicas. Sus exégesis son “antimarxismo” por naturaleza.
El marxista solo puede ser un marxista independiente. Quienes han tratado de serlo hasta un pasado no muy lejano han sido siempre tildados de “desviacionistas” por las escuelas de los marxismos teo -
lógicos. La posición en que se encuentran hoy tal vez no es tan in-cómoda.
El caso es que los marxismos históricos que han ocupado el pri mer plano han sido por ello mismo lo que no dudo en calificar de “marxismo vulgar”. De un modo general, este marxismo vulgar yuxtapone dos discursos.
Existiría por una parte una ciencia económica correcta, la econo mía política marxista, crítica y complemento de la ciencia eco -
nómica ricardiana considerada insuficiente y en oposición absoluta a la supuesta ciencia económica llamada neoclásica, discurso ideológico sin valor científico. Y existiría por otra parte una ciencia de 8
las sociedades, el materialismo histórico, basado en una proposición fundamental: que la lucha de clases es el motor de la historia. Estos dos capítulos del marxismo serían complementarios. Su unidad procedería de la del método común que los inspira: la filosofía del materialismo dialéctico. Nuestro propósito aquí no es refutar esta lectura del marxismo y sustituirla por otra, sino simplemente examinar cómo se articulan en el capitalismo las leyes económicas y las luchas de clases.
El subtítulo de El Capital –“Crítica de la economía política”–
no significa “crítica de una economía mala” (ricardiana) a sustituir por una crítica “buena” (marxiana), sino crítica de la supuesta ciencia económica, denuncia de su auténtica naturaleza (el discurso de la burguesía sobre su propia práctica) y por tanto de su estatus epistemológico, denuncia de sus límites e invitación a comprender que esta supuesta ciencia que quisiera ser autónoma respecto al materialismo histórico no puede serlo.
Nuestra tesis es, pues: 1º) que el materialismo histórico constituye la esencia del marxismo, y que, por consiguiente, 2º) que las leyes económicas del capitalismo tienen un estatus epistemológico que las subordina a las del materialismo histórico; 3º) que las leyes económicas tienen, por otra parte, un estatus teórico en el modo capitalista diferente del que tienen en los modos precapitalistas, e incluso, 4º) que, hablando con propiedad, no hay leyes económicas más que en el mundo capitalista y que por tanto la “ciencia económica” no es una ciencia general de los modos de producción, sino la ciencia particular del modo capitalista; 5º) que las leyes económicas del capitalismo tienen una existencia objetiva; y finalmente, 6º) que estas leyes se rigen en última instancia por la ley del valor.
Así, para nosotros, la lucha de clases en el capitalismo en general y en el sistema imperialista mundial en particular opera sobre una base económica determinada y modifica a su vez esta base.
9
Las proposiciones aquí formuladas se desarrollarán en este libro y afectarán a los dominios principales relativos a: 1º) la acumulación en el modo de producción capitalista (capítulo 1); 2º) el equilibrio monetario y la teoría del tipo de interés (capítulo 2); 3º) el reparto del excedente entre capitalistas y hacendados y la teoría de la renta de la tierra (capítulo 3); 4º) la acumulación a escala mundial en el sistema imperialista, la jerarquización de los precios de la fuerza de trabajo y la renta imperialista (capítulo 4).

2

Yo fui un lector precoz de Marx. Hice esta lectura del El Capital y de las demás obras de Marx y Engels disponibles en francés de una forma que creo poder calificar de atenta durante mis estudios universitarios, entre 1948 y 1955. Elegí asimismo leer atentamente a los autores criticados por Marx (Smith, Ricardo, Bastiat, Say y otros) en vez de contentarme con los “cursos universitarios” de economía que presentaban sus tesis.
Este trabajo me produjo ciertamente una gran satisfacción inte -
lectual y me convenció de la fuerza del pensamiento de Marx. Pe -
ro al mismo tiempo me dejó con ganas de más, puesto que me plan teaba una cuestión central, la del “subdesarrollo” (término nuevo que entonces empezaba a utilizarse) de las sociedades contemporáneas de Asia y África, para la que no encontraba la respues -
ta en Marx. Los textos que leí más tarde, cuando fueron pu blicados en francés por vez primera en 1960 –los Grundrisse– dejaron igualmente sin saciar mi apetito intelectual.
Lejos de “abandonar” a Marx y de considerarlo “superado”, llegué simplemente a la conclusión de que su obra había quedado inacabada. Marx no había podido completar su obra como se había 10
propuesto hacerlo, entre otras cosas debido, por una parte, a la integración en su análisis de la “dimensión mundial” del capitalismo, y por otra, a la articulación sistemática de la cuestión del poder (lo político) y de la economía (capitalista y precapitalista), más allá de las indicaciones más que brillantes que pueden proporcionar sobre el tema su tratamiento de las revoluciones francesas (desde la Gran Revolución a la de 1871, pasando por la de 1848).
La cuestión del “desarrollo” (desigual) que caracteriza a la realidad del capitalismo mundializado me llevó pues, ya en mis años universitarios, a centrar mi reflexión en la primera de estas dimensiones. Mi tesis de doctorado ( La acumulación a escala mundial, 1957) lo atestigua. Dicha tesis constituyó para mí un punto de partida, una primera etapa en el trabajo que llevé a cabo durante los cincuenta años que siguieron. No voy a describir de nuevo aquí los momentos sucesivos de este desarrollo. Pero creo que es útil que llame la atención sobre la formulación de conjunto de la cuestión del “desarrollo desigual” que propuse en 1973 en el libro que lleva este título y en otras dos obras que escribí por la misma época – La ley del valor y el materialismo histórico (1977) y El intercambio desi -
gual (1973).
Para llegar a esta formulación elegí centrar mi reflexión en estas dos direcciones, inspirándome directamente en la magnífica lección que sobre esta materia nos había dado el propio Marx. Primero me sumergí en una lectura atenta de las grandes obras de la economía vulgar producidas después de Marx, en respuesta a Marx, como Marx nos había enseñado que teníamos que hacer mediante su crítica de la economía “clásica” y de su deriva vulgar anterior. Esto implicaba la lectura directa de los trabajos de Böhm Bawerk, Walras y otros productores de los fundamentos de la nueva economía “sub-jetivista” hasta las formulaciones de Keynes. Esta lectura crítica ya la había propuesto en la primera versión de La acumulación (1957) 11
y la había retomado en El desarrollo desigual. “Leer a Marx” hoy –es decir, después de Marx– impone esta lectura crítica que a mí me convenció del carácter vulgar, ideológico en el sentido funcional del término, de la nueva economía burguesa, posmarxista y anti-marxista.
Marx, en su momento, no se había limitado a la crítica teórica de sus predecesores. Les había enfrentado al mismo tiempo con la presentación ordenada de una inmensa masa de datos empíricos.
Del mismo modo, yo pensaba que la crítica de la economía burguesa posterior a Marx no era suficiente. Y que era igualmente necesario completarla con la presentación ordenada de los “hechos”
que ilustran la realidad del despliegue mundializado del capitalismo. En La acumulación propuse un primer tratamiento de esta masa de datos empíricos, y luego la actualicé respecto a las publi-caciones de los años 1970. Proseguí este trabajo observando más de cerca los desarrollos en curso de la época –la de ese primer “despertar del Sur” representado por el período de Bandung (1955-1980). Lectores atentos de mis escritos –principalmente británicos y japoneses– han destacado la importancia de estos “estudios empíricos”. La continuación tiene dos facetas: la economía, la llamada economía del desarrollo, por una parte, y la profundización del análisis de los mercados (y del rol de las anticipaciones), por otra.
La primera de estas facetas me pareció en su conjunto más bien pobre, incapaz de ir más allá de la visión decretada de las“etapas ineludibles del crecimiento”. Yo había formulado la crítica radical de esta visión mecanicista y vulgar tres años antes incluso de que lo hiciera el propio Rostov en su obra de 1960. Y desde entonces la “economía del desarrollo” propuesta por las principales institu -
cio nes encargadas de las intervenciones al servicio de la misma (el Banco Mundial, los programas de “cooperación”, las Universidades) no ha ido más allá de estas pamplinas.
12
La segunda faceta prosiguió, a mi modo de ver, la deriva vulgar llevándola al término de su lógica: la construcción de una “economía imaginaria” –la de los mercados generalizados”– sin relación alguna con el capitalismo realmente existente. La centralidad del concepto vacío e irreal de “previsiones”, necesario para esta construcción, culmina dicha deriva. La “teoría económica” se ha convertido en una escolástica que se dedica a la discusión de algo muy parecido al “sexo de los ángeles”, pensando, como sus predecesores de la Edad Media, que la respuesta a esta cuestión es el medio por excelencia a partir del cual se puede comprender el mundo. Simultáneamente, esta deriva, que se proclama “empírica”, se asigna el objetivo de integrar en las tesis que propone una masa cada vez ma -
yor –pero desordenada– de datos empíricos. El método matemático que este tratamiento impone no tiene por qué ser rechazado de entrada. Pero la sofisticación continua de sus métodos no consigue abolir el carácter absurdo –irrealista– de las cuestiones que plantean sus utilizadores: las “previsiones” (el sexo de los ángeles).
Ni la crítica que yo dirigí a la teoría vulgar y a sus “aplicaciones”
para-empírica...

Índice

  1. Start