Lenz
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Información del libro

Goethe prohibió que, en su presencia, se mencionara el nombre de Lenz. Aún así, sus "Apuntes sobre Teatro" se convirtieron en un auténtico manifiesto para el "Sturm und Drang". Olvidado, fue Georg Büchner, precoz y original autor que falleció de tifus a los 27 años, quien quiso recuperar a uno de los pocos autores que, con el tiempo, fascinaron a Kafka. En su intento de restituir una figura proscrita para la literatura, a la vez que exuberante y contradictoria, Büchner descubrió su propia voz. Lenz y Büchner forman así una única y peculiar unidad, en la que los perfiles no se distinguen y se superponen a la vez, en la que el dolor por el mundo es el mismo.Para la historia de la psiquiatría, "Lenz" es la primera descripción exacta de la esquizofrenia, un impresionante despliegue narrativo donde la claridad y el fervor incondicionales quedan oscurecidos por una nueva, desconocida sensibilidad: Nietzsche le puso un nombre, nihilismo. Para la historia de la de la literatura, mientras, este breve texto –que busca la expresividad por encima de toda convención y norma, que experimenta con el lenguaje multiplicando su sugerencia– es el precursor programático del Expresionismo.Georg Büchner es autor de obras altamente significativas para la literatura del siglo XIX, como son "La muerte de Danton, Leonce y Lena y Woyzeck".

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Información

Editorial
Montesinos
Año
1997
ISBN
9788489354456

L E N Z

L E N Z
G E O R G B Ü C H N E R
Traducción, prólogo y notas de
Rafael Gutiérrez Girardot

M O N T E S I N O S

Edición propiedad de Literatura y Ciencia, S. L.
Diseño colección: Elisa N. Cabot
ISBN: 84-89354-45-6
Depósito legal: B- 15156-97
Imprime: Novogràfik, S. A.
Impreso en España
Printed in Spain
PRÓLOGO
Georg Büchner llegó a Estrasburgo el 8 de marzo de 1835. Huía de la justicia del Gran Du cado de Hessen, que lo había sometido a un in te rrogatorio, había regis trado su habitación y lo consideraba sospechoso de ser uno de los au tores de El mensajero campesino de Hessen. Él y Friedrich Ludwig Weidig, rector de una es cuela en Butzbach, cerca de Giessen, habían es crito el citado manifiesto; él y un estudiante ami go suyo y miembro de la "Sociedad de derechos del hombre", fundada por Büchner, habían viajado desde Giessen a Offenbach para entregar el manuscrito a la imprenta, y sus amigos Ja kob Friedrich Schütz, que lo había acompañado, Karl Zeuner y Karl Minni ge rode iban a re par tir ese manifiesto que comenzaba con la fra se: "Paz a las cabañas, guerra a los palacios". Uno de los conjurados, Johann Konrad Kuhl, amigo de 7
juventud de Wei dig, los traicionó. El 1 de agosto de 1834 la policía detiene a Min nigero de en las puertas de Giessen. Llevaba 150 ejemplares del manifiesto escondidos bajo la ropa. Büchner se entera, viaja esa misma noche a Offenbach para dar aviso a Schütz y a Butz bach para prevenir a Weidig y a Zeunere y sigue luego a Frankfurt para advertir a otros amigos.
Aunque Kuhl declara dos veces que Büchner na da tenía que ver con el manifiesto, el juez de instrucción no lo cree. La policía lo vigila, lo ace cha, lo asedia.
Büchner sabe que pronto se ce rra rá el cerco. En esos días de excitación es cribió La muerte de Danton. Con el tema se ha bía ocupado intensamente desde hacía más de un año. En una carta a su novia Minna Jaeglé, de marzo de 1834, le cuenta que había estudiado la historia de la Revolución francesa (no men ciona las obras, pero se sabe que fueron las de Thiers, Mignet, Mercier y otras fuentes más), y depri mi do por la sep-aración de Minna, a quien había conocido pocos años antes en Es tras bur go, con nostalgia del paisaje de los Vos gos y as fixiado por la "hue ca mediocridad" que lo rodea resume el resultado de sus lecturas: "Estudié la historia de la Revo lución. Me sentí como ano na dado bajo el tremendo fatalismo de la historia. En cuentro en la naturaleza humana una ate rradora igualdad, en las relaciones hu manas una violencia ineludible, con-cedida a to dos y a nin guno. El individuo, sólo espuma 8
en la ola; la gran deza, una mera casualidad; el do -
minio del ge nio, un tea tro de marionetas, una lu cha ridícula contra una ley de hierro; conocerla es lo supremo, dominarla es im posible. Acos tumbro mi mi rada a la sangre. El tiene que ser es una de las frases malditas con que ha si do bautizado el hombre. El dicho: tiene que haber escándalo, pero ay de aquél por el que viene, es horri pi lante. ¿Qué es lo que en nosotros miente, ase si na, roba?"
Seis días después de su llegada a Estrasburgo Büchner recibe una carta de Karl Gutzkow, quien había publicado el Danton y era uno de los miembros más activos de la "Joven Ale mania", en la que acusa reci-bo del manuscrito y le comunica su primera impresión: "Lo que us ted puede llegar a ser lo muestra su Danton, que hoy he comenzado a purificar y que contiene tantas cosas excelentes. ¿Cree usted que se pue -
de hacer algo positivo por la política de Ale mania?
Creo que usted sirve para algo más que para ser un arvejo que mantiene en supuración la herida abierta de la revolución alemana". Des pués de recomendarle que, como él, "haga el negocio de contrabando de la libertad", que, pues, "venda vino envuelto en la paja de la na rra ción" que aprovecha más que ir ciegamente de frente a los rifles, asegura: "El mejor medio de exis -
tencia es la autoría, es decir, no la pros crita, sino la respetada un poco, por lo menos la aceptada por los 9
filisteos que tienen el dinero. Especule con ideas, poesía, lo que le dé el ge nio". Y concluye con un con-sejo: "Con cén trese, vuélvase práctico, arregle su vida". Büch ner no protestó de la purificación que sufrió el Danton en manos de Gutzkow, hecha para
"el negocio de contrabando de libertad". En cambio, el leve y casi cínico tono de desengaño que respira la carta de Gutzkow, las noticias de capturas y per se cu -
ciones de sus amigos y conjurados y sus propias experiencias, lo llenaron de un escepticismo radical sobre las posibilidades y el futuro de la revolución alemana que él y sus amigos habían querido poner en marcha.
Pocos meses después de su llegada a Estras burgo, posiblemente en junio, escribió a su hermano Wil -
helm, a un destinatario desconocido y a Gutzkow cartas en las que expresaba claramente ese escepticismo:
"Desde hace medio año me he convencido completamente de que no hay nada que hacer y que todo el que en este momento se sacrifique, exhibe su pellejo como un payaso", comenta a su hermano. Y al desti -
na tario desconocido dijo: "Un conocimiento exac to del quehacer de los revolucionarios ale ma nes en el extranjero me ha convencido que tampoco de ese lado se puede esperar lo más mí nimo. Reina entre ellos una confusión babi ló nica que nunca se solucionará".
Frente a Gutz kow es más concreto: "To da la revolu-10
ción se ha dividido ya entre liberales y absolu tistas y debe ser devorada por la clase inculta y pobre; la relación entre pobres y ricos es el único elemento revolucionario en el mundo, sólo el hambre puede con-vertirse en la diosa de la libertad, y sólo un Moisés que nos echara las siete plagas egipcias podría llegar a ser un Mesías. Cebe us ted a los campesinos y la re -
vo lu ción sufrirá la apoplejía. Una gallina en la olla de cada cam pesino hará perecer al gallo gálico".
El desengaño de la revolución determina su con-cepción de la literatura. En una carta a la fa milia en la que explica los abusos de Gutzkow al purificar su Danton y justifica el reproche de obscenidad que le habían hecho, escribió: "Si por lo demás alguien me dijera que el escritor no debe mostrar el mundo como es sino como debe ser, yo replico que no quiero obrar mejor que el buen Dios que hizo ciertamente al mundo tal como debe ser". No era sólo el ciego
"fatalis mo de la historia" ni menos aún una conver-sión súbita a un quietismo conservador lo que dictó a Büch ner estas opiniones, sino un cono ci miento de la situación real. "Sólo un completo desco no cimiento de nuestras relaciones sociales –escribió en una carta a la fa milia del 1 de enero de 1836– pudo hacer creer a la gen te que me diante la literatura del día sería posible una transformación plena de nuestras ideas religio sas y sociales". Probablemente medio año des pués 11
insistía sobre el tema en carta a Gutz kow: "Por lo demás, para ser sincero, me parece que usted y sus amigos (los de la "Joven Ale mania") no han escogido precisamente el ca mino más inteligente. ¿Reformar a la sociedad por medio de la idea, desde la clase culta?
¡Im posible! Nuestro tiempo es puramente material, si uste des hubieran actuado políticamente de manera más directa, pronto hubieran llegado al punto en el que la reforma cesa de por sí. Ustedes no irán nunca más allá de la grieta entre la sociedad culta y la inculta. Me he convencido de que la minoría culta y pu -
dien te, por muchas que sean las concesiones que pida el poder, nunca querrá abandonar su relación extrema con la clase mayoritaria. ¿Y la clase mayoritaria mis -
ma? Pa ra ella existen solamente dos palancas, la mi -
se ria material y el fanatismo religioso. Todo partido que sepa manejar estas palancas, triunfará. Nuestro tiempo necesita hierro y pan –y luego una cruz o cualquier otra cosa. Creo que en cues tiones sociales se debe partir de un principio de derecho, buscar la formación de una nue va vida espiritual en el pueblo y mandar al diablo la moderna sociedad supérstite.
¿Para qué ha de peregrinar entre cielo y tierra una cosa co mo ésta? La vida entera de la misma (la so -
ciedad) consiste en curarse del tremendo abu rri -
miento".
Aburrimiento: éste es el hilo subterráneo que re -
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corre los dramas de Büchner, pero es también una enfermedad y un signo de la época que He gel había diagnosticado en la Fenome no logía del espíritu (1806) y que aparece en la literatura, en Musset y Baudelaire, en Tieck y Bren ta no: "la frivolidad y el aburrimiento que se di fun den en lo establecido, el presagio indeterminado de algo desconocido son anuncio de que algo nuevo se prepara". Pero lo nuevo era en tonces sólo un vacío, un interrogante que so bre -
cogió a Büchner con más fuerza desde que tuvo que reconocer su fracaso político. Lo aco só con preguntas y dudas que sólo pudo esbozar en fragmentos de un pensamiento que fue truncado por su temprana muerte a los 24 años, el 19 de febrero de 1837.
En julio de 1835 había escrito a su familia: "Aquí vivo completamente en paz; ciertamente ha llegado una requisitoria de Giessen, pero la policía parece no haberla tenido en cuenta". En esa paz, en 19 meses de exilio en Estrasburgo en los que se abstuvo de toda actividad política, fue bus cando respuesta a las preguntas que le plan teaban el "fatalismo de la historia"
y su pro pia actitud ambigua y contradictoria de revo -
lucio nario desengañado y ligeramente esperanzado.
Tradujo dos dramas de Victor Hugo al ale mán ( María Tudor y Lucrecia Borgia), escribió la comedia Leon -
ce y Lena, un drama sobre Pie tro Aretino que se perdió, elaboró su tesis docto ral Sobre el sistema 13
nervioso de los peces, pre paró su lección inaugural para la Uni versidad de Zürich, que lo había nombrado do cente, Sobre los nervios del cráneo, además de un curso so bre historia de la filosofía griega y de la filo sofía moderna desde Descartes hasta Spi noza, redactó sus lecciones sobre anatomía comparada de los peces y anfibios, y escribió, en el otoño de 1835, su narración Lenz. Woyzeck fue el úni co drama que escribió en Zürich. ¿Quién era Lenz? En una carta a su familia de octubre de 1835 dijo: "aquí me he pro -
curado toda clase de noticias interesantes sobre un amigo de Goethe, un poeta desgraciado llamado Lenz que se detuvo aquí al mismo tiempo que Goethe y que se vol vió medio loco. Pienso publicar un artículo so -
bre él en la Deutsche Revue". La revista era una em -
presa del infatigable Gutzkow que debería aparecer a partir de 1836. Contaba con la cola bo ración perma-nente de Heine, Vörne, Schulz, Mundt, los revolucionarios de la "Joven Ale mania" y de Büchner, pró -
xi mo a ellos. Los nom bres de los colaboradores bastaron para que la prohibieran antes de salir. No contando con eso, Gutzkow hizo algunas observaciones al proyectado artículo de Büchner sobre Lenz.
En mayo de 1835 le pregunta si su narración Lenz no tie ne por objeto al fracasado poeta, "pues Es tras burgo anima a ello" y dos meses después lo in cita a que publique su segundo libro, Lenz, para el que ya tiene 14
un editor. En septiembre in siste: "si no hay más al comienzo, dénos recuerdos de Lenz: parece que usted conoce hechos que se pue den escribir fácilmente".
Por fin, en una car ta sin fecha, posiblemente de fines de 1835, Gutz kow sospechaba cuáles podían ser estos hechos: "Se había propuesto una narración sobre Lenz. ¿No me había escrito usted que Lenz quiso ser vicario de Goethe ante Frie de ri ke? Lo que Goe the cuen ta de él en Estras burgo, la ma ne ra como él (Lenz) trató de proteger a una ama da da da en co mi sión es de por sí material muy adecuado".
Lo que Gutzkow esperaba del Lenz de Büch ner era clarificación sobre la época de Goethe en Estrasburgo y en especial un capítulo, el de sus relaciones con Friederike Brion, del que só lo se conocía lo que éste había escrito sobre su épo ca alsaciana y especialmente sobre Lenz en Poesía y verdad (1811-1812).
Pese al esfuerzo de objetividad, la imagen de Lenz que Goe the le gó a la posteridad acentuó sutilmente rasgos ine xa c tos y negativos. Así, por ejemplo, di ce Goe the que Lenz se acercó a Friederike para que ella le diera a conocer sus cart...

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