Las sociedades de las personas sin valor
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Las sociedades de las personas sin valor

Cuarta Revolución Industrial. Des-substanciación del capital, desvaloración generalizada

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  1. 132 páginas
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Las sociedades de las personas sin valor

Cuarta Revolución Industrial. Des-substanciación del capital, desvaloración generalizada

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Este libro trata de la dictadura básica del capitalismo, que condiciona cualquier proceso económico, proporciona los elementos de posibilidad de la política, construye al ser social y modela las sociedades: la dictadura de la tasa de ganancia. Dictadura íntimamente vinculada a la ley del valor, cuyos valedores han de luchar denodadamente contra su caída tendencial, a cualquier precio, sea éste seres humanos, sociedades enteras o las propias fuentes de la vida.Piqueras nos expone con claridad y contundencia los principios y procesos estructurales que rigen el capitalismo en general y los que son propios de la actual fase del mismo. Es por eso que este libro muestra también con una inusitada transparencia y un realismo sin concesiones las consecuencias a las que aquéllos conducen. A través de unos y otros pasos analíticos el autor ajusta cuentas con pseudoteorías, con ilusiones sociales y con la difusión premeditada de las mismas como si provinieran de la ciencia ("agnotología"). También deja en evidencia filosofías, propuestas éticas e idealistas en general y proclamas políticas que no tienen en cuenta las bases científicas ni los fundamentos estructurales de la sociedad en la que vivimos.¿Por qué aceptamos, por ejemplo, que la física tiene leyes incontrovertibles (a nadie se le ocurriría anular la gravedad mediante el mero deseo de que no exista), pero pretendemos que las leyes sociales (en nuestro caso las capitalistas) son corregibles sólo a través de buenas intenciones? ¿Será más bien porque aquellas últimas, en el fondo, se desconocen casi totalmente? Andrés Piqueras trata de enmendar esa peligrosísima carencia.

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Información

Editorial
El Viejo Topo
Año
2018
ISBN
9788416995882
Edición
1
Categoría
Social Sciences
Categoría
Sociology
Capítulo 1
Composición orgánica del capital y caída de la tasa de ganancia
El desarrollo capitalista comporta una tendencial mayor utilización de (e innovación en) tecnologías intensivas en capital, lo que entraña una menor utilización de fuerza de trabajo por unidad de capital puesto a producir. Dicho de otra forma, el capitalismo presenta una tendencia a reducir el trabajo vivo (seres humanos) en la producción directa de mercancías. Circunstancia que lleva implícito un crónico proceso de sobreacumulación de capital invertido por unidad de valor que se es capaz de generar.
El valor refleja un tiempo abstracto que tiende a promediarse, el tiempo socialmente necesario para la obtención de una determinada mercancía (objeto o servicio), en función del desarrollo tecnológico alcanzado en cada momento histórico.
A lo largo del decurso del capitalismo ese avance tecnológico ha seguido la flecha desde la manufactura a la robotización, pasando por los procesos de mecanización y automatización:
Manufactura g Mecanización g Automatización g Robotización [inteligencia artificial]
¿Qué significa esto? Que según aumenta el peso relativo del capital fijo (maquinaria o tecnología en general) sobre el variable (seres humanos) en la composición orgánica del capital1, puede aumentarse la productividad, pero no tanto el valor. Esto es, se genera en proporción a la productividad un menor valor, dado que disminuye el tiempo socialmente necesario para producir las mercancías2.
También significa que el trabajo humano abstracto (Cuadro 1) propio de la relación salarial capitalista, va perdiendo relevancia como generador de valor. El “trabajo vivo” (el ser humano) va quedando relegado como agente de la producción, mientras que el protagonismo es para el “trabajo muerto” (las máquinas). Éstas (que contienen un valor en función del tiempo abstracto de producción que conllevó concebirlas, diseñarlas y fabricarlas) se desgastan con el uso, es decir, transfieren parte de su valor en cada función que realizan produciendo objetos o servicios3. Pero no generan valor nuevo: fueron fabricadas para producir esas mercancías (esa potencialidad estaba incluida en su valor original: por eso forman parte de lo que Marx llamó capital constante). En cambio los seres humanos trabajan, generando valor nuevo al hacerlo. De ahí que, mediante el proceso de sustitución de seres humanos por máquinas, el capital sin quererlo va socavando no sólo su fuente de valor, sino consecuentemente también, la de plusvalor, pues la fuerza de trabajo no sólo es la única que crea valor nuevo por capital monetario invertido, sino que ese valor es mayor que el que estaba contenido en la maquinaria y en ella misma como mercancías; es decir procura a la clase capitalista, que es la que compra la fuerza de trabajo, un “plus”-valor o plusvalía: esta es la sustancia del valor. El valor como plusvalor, fuente de toda ganancia capitalista, es la medida al cambio con otras mercancías de la plusvalía extraída en cada una de ellas (el tiempo de trabajo humano abstracto empleado para producirlas y que no ha sido pagado: el plustrabajo o trabajo de más)4. Parte de esa plusvalía se convierte en capital al ser reinvertida en la producción. El capital, pues, no es sino trabajo no pagado reinvertido para producir: la base de este modo de producción que toma de él su nombre, y que, por tanto, está basado intrínsecamente en la explotación del ser humano por el ser humano.
“La contradictoria relación entre el trabajo y el dinero es una de las estructuras más esquizoides del mundo moderno. El trabajo, como gasto abstracto de energía humana en el proceso de racionalidad económica, y el dinero, como la forma fenoménica del ‘valor’ económico producido por el primero (en otras palabras, del fantasma fetichista de la conciencia social objetivada) son dos caras de la misma moneda. El dinero representa, o ‘es’, nada más que ‘trabajo muerto’, del que verdaderamente se hace abstracción en la forma de una cosa, propio del capitalista fin-en-sí mismo, que consiste en una constante acumulación incrementada de ese médium fetichista. La interacción del ‘proceso del metabolismo humano con el de la naturaleza’ (Marx) llega a ser un abstracto y per se absurdo gasto de fuerza de trabajo, precisamente porque el dinero se hace autónomo respecto de la agencia humana, en la potenciada fetichista forma de capital: no son las necesidades humanas las que dirigen el gasto de energía; por el contrario, la expresión ‘muerta’ de esta energía autónoma en la forma de una cosa ha subordinado a ella misma la satisfacción de las necesidades humanas. La relación con la naturaleza, así como las relaciones sociales, devienen meros peldaños para la ‘valorización del dinero’.” (Kurz, 1995: 1). (Traducción propia).
Cuadro 1
Trabajo abstracto, dinero, valor y plusvalor
Trabajo humano abstracto es el empleado en el tiempo socialmente necesario de producción de una determinada mercancía para el intercambio generalizado, a través del dinero, por otros trabajos productores de otras mercancías, en función del tiempo abstracto que conllevan unas y otras. Los productos del trabajo humano se convierten así en mercancías cuando su objetivo principal es ser intercambiadas por dinero (o tiempo socialmente abstracto depositado en otras mercancías).
El dinero se convierte en el capitalismo en una mercancía universal que se separa de todas las otras para hacerse medida de todas ellas en función del valor depositado en las mismas. Ese valor no está contenido por el trabajo concreto que haya requerido cada mercancía, sino por el trabajo abstracto. La ley del valor, la equiparación de los productos en el mercado como mercancías, convierte las horas reales invertidas en cada caso en cantidades diferentes de trabajo abstracto. De ahí que resulte imposible establecer comparaciones directas entre trabajos concretos (el de un zapatero y el de una médica, por ejemplo. Y de ahí también que la sociedad capitalista en su conjunto no pueda funcionar como lo pretenden los “bancos de tiempo”, por ejemplo). Por eso el valor de cambio –una relación social entre productores que adopta la forma de una relación entre cosas, como precio– es la única forma de existencia del valor, el cual no tiene ninguna característica intrínseca previa al intercambio.
Así, los valores de uso se fueron sometiendo al valor con la creación de un equivalente general, estable y permanente: el dinero (el dinero existe mucho antes del capitalismo pero sin esas características juntas). Siendo la riqueza mercantil a la vez unidad de valor de uso y de valor, según avanzan las relaciones sociales de producción capitalistas mayor preponderancia tendrá el valor sobre el valor de uso (la riqueza real, sea natural o social). Con ello se inaugura una época de dominio del valor en la sociedad (aunque por momentos, sobre todo en la fase de expansión del sistema, valor y riqueza real puedan coincidir en diferentes proporciones). Cuando el capitalismo se establece como modo de producción dominante, el valor se convierte en valor-capital (o simplemente capital), listo para valorizarse a sí mismo a través del trabajo humano abstracto (que implica siempre explotación del trabajo humano concreto), como medio de producción del que se beneficia la clase capitalista al no pagar todo aquel trabajo depositado en cada mercancía que vende. Eso significa que el valor conquista la posición de categoría autónoma, con vida propia, deviniendo plusvalor (trabajo no pagado y por tanto fuente de acumulación ampliada de capital), que es la substanciación del valor. Mercancía y valor están en la base del fetichismo de la sociedad capitalista, y por tanto de su carácter alienado intrínseco.
El “trabajo abstracto” indica la abstracción de las diferencias cual...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Copyright
  4. Dedicatoria
  5. Índice
  6. Prefacio
  7. Capítulo 1. Composición orgánica del capital y caída de la tasa de ganancia
  8. Capítulo 2. La creciente importancia del desvalor
  9. Capítulo 3. El negavalor: la cara extrema del desvalor
  10. Capítulo 4. (Des-sociedad). Desvalorización y autovalorización
  11. Apéndice
  12. Bibliografía citada