Agrietar el capitalismo
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Agrietar el capitalismo

El hacer contra el trabajo

,
  1. 336 páginas
  2. Spanish
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Agrietar el capitalismo

El hacer contra el trabajo

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Citas

Información del libro

"Cambiar el mundo sin tomar el poder", el anterior libro de John Holloway, provocó un debate a nivel mundial al plantear que no es desde el poder que pueden cambiarse radicalmente las cosas. Sin embargo, la cuestión de cómo hacerlo, de cómo cambiar el mundo sin tomar el poder, permanecía abierta. Este libro ofrece una respuesta sencilla: agrietar el capitalismo. Crear grietas en el sistema de dominación capitalista de tantas maneras como sea posible, y dejar que se extiendan, se multipliquen y fluyan juntas. Las grietas ya existen, podemos verlas. Son espacios de rebelión donde se afirma un tipo diferente de hacer. Son, por ahora, sólo intersticios, insuficientes, pero que marcan un camino. Es desde ellas que comenzamos, desde lo particular, desde nuestro enfado por un mundo que nos es cada vez más extraño y más hostil. Es desde ellas que puede empezar a romperse la noche oscura.

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Información

JOHN HO LLO WAY

Agrietar el capitalismo

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JOHN HO LLO WAY

AGRIETAR EL

CAPITALISMO
El hacer contra el trabajo
Traducción de Francisco T. Sobrino
E L V I E J O TO P O
1. preliminares:Maquetación 1 18/04/11 12:52 Página 6
© 2011 Ediciones Herramienta, Buenos Aires
Título original: Crack capitalism
Coordinador de edición: Néstor A. H. López Revisión de la traducción: Luciana Ghiotto Referencias e indexación: Daniel Contartese y María Belén Sopransi Revisión de textos y corrección: Carlos Cuellar Edición española: Ediciones de Intervención Cultural/El Viejo Topo Diseño de portada: Miguel R. Cabot
ISBN: 978-84-15216-10-0
Déposito Legal: B-17263-11
Imprime Novagràfik
Impreso en España
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Nota de los editores

Sobre las dificultades en el uso del término trabajo Es necesario aclarar que en inglés la palabra trabajo se traduce de dos maneras diferentes: work, que significa disfrutar, beneficiar, bordar, ta -
llar una piedra, producir, obrar, investigar, resolver un problema, mo -
ver, hacer andar, abrirse camino. En cambio, labour significa trabajo, la -
bor, sudor, pena, fatiga, tarea, apuro, aprieto, dolores de parto. Como se advierte, existen dos connotaciones, una positiva y otra negativa para una misma palabra en castellano, cuando en inglés se las diferencia con mayor claridad. Existe por lo tanto, una confusión donde se le atribuye intrínsecamente al trabajo un doble aspecto, como creación y como sufrimiento ocultando que lo penoso del mismo se debe a las condiciones de su producción, y son precisamente estas condiciones las que tor-nan penosa la creación y la transforman en sufrimiento.
Sobre las dificultades de asumir la cuestión de género Además de la alegría y el entusiasmo que nos ha generado el quehacer relacionado con este nuevo libro de John Holloway, existen otros pliegues del mismo proceso que corren el riesgo de quedar ocultos.
Quisiéramos abrir un diálogo con nuestros lectores y hacerlos partícipes necesarios de algunas de las dificultades que se nos han planteado en este difícil equilibrio de ser fieles al pensamiento del autor y al mismo tiempo amigablemente comprensibles en la acogida del destinatario final del esfuerzo colectivo. Pensamos en la traducción de la versión original en inglés a nuestro idioma, pero no sólo en ella. Hay una variedad de cuestiones con las que se ha ido tejiendo un entramado de complicidades: un hilo invisible de Ariadna que nos ha permitido ir y volver, 7
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Agrietar el capitalismo: el hacer contra el trabajo – John Holloway recorrer los textos en búsqueda de pulir frases, eliminar repeticiones, destacar conceptos, rehacer expresiones y otras cuestiones del mismo tipo. En ese fluir nos hemos encontrado con el filósofo, con el político y con el esteta. Y allí nos hemos topado también frente a las dificultades de construcciones gramaticales y lingüísticas: éstas no pueden menos que reflejar culturas y etapas históricas que las impregnan y moldean inexorablemente. También las tensiones, los choques y los cambios se van abriendo paso, muchas veces de forma lenta y plagada de contradicciones en esos cuerpos vivos que son nuestros medios de comunicación.
John Holloway, como no podría ser de otra manera, es parte de aquellos autores que rescata la crisis y rebelión del género como parte del hacer de los oprimidos contra las reglas impuestas por el machismo cultural que ha sellado –y que las pretende eternas e inamovibles– el capital en sus siglos de dominación.
Comprendemos y saludamos este hermoso y emocionante desafío que sobrepasa fronteras y formalidades academicistas. Nos sentimos parte inseparable de ese movimiento y, sin embargo, debemos confesar que no logramos resolver esta cuestión sin volvernos en contra de nosotros mismos. Tal vez esto se deba al hecho de que estemos transitando sólo en los albores de estos procesos de cambio y por eso mismo suene más pretencioso aún intentar resolverlos por simple imposición o acuerdo de voluntades de unos pocos privilegiados. Después de largos meses de trabajo en equipo, de traducciones, revisiones, consultas y búsquedas en nuestras bibliotecas y en internet, la obra debe entrar a imprenta para publicarse. Debemos desatar el nudo gordiano y, por lo tanto, aunque sea de modo provisorio, hemos decidido mantener la construcción gramatical clásica con relación al género. Nos ha guiado la intención de no agregar dificultades suplementarias a la sustantiva lectura y comprensión de estos textos, queremos facilitar un discurrir lo más ágil y claro posible, es decir, que no corra riesgos de malograrse el contenido del mensaje.
Tal vez en otros idiomas, como el inglés o el alemán otras sean las dificultades y posibilidades y otras sean las alternativas que puedan plantearse frente a las formas sexistas del idioma. Trasladamos, por lo tanto, el convite del autor a aquellos lectores que sabemos no meros receptores pasivos sino constructores activos y depositarios últimos de estos esfuerzos. Serán ellos, los hacedores de grietas, quienes deban de reelaborar, reconstruir y relanzar este texto que ponemos en sus manos. Les pedimos a ambos, entonces, comprensión por nuestra incapacidad de romper con las ataduras del idioma, de subvertirlo siguiendo no sólo las 8
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Nota de los editores
insistencias del autor, sino también las prácticas del zapatismo en este terreno, de tantos y tantas que lo están intentando a diario utilizando diversas variantes y subterfugios lingüísticos. Como parte de una construcción social inacabada, serán la fuerza del impulso y la creatividad colectivos los que inclinen el curso de estos textos hacia la belleza y la armonía, inevitablemente unidas a la creación de un mundo nuevo.
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Parte I

La ruptura

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Romper, queremos romper.
Queremos crear un mundo diferente, ahora.
Nada más común, nada más obvio, nada más
sencillo, nada más difícil
<tesis 1>
Romper, queremos romper. Queremos romper el mundo tal como es. Un mundo de injusticia, de guerra, de violencia, de discriminación, de Gaza y Guantánamo, un mundo de multimillonarios y de mil millones de personas que viven y mueren de hambre, un mun do en el cual la humanidad se está aniquilando a sí misma, masacrando las formas de vida no humanas, destruyendo las condiciones de su propia existencia. Un mundo dominado por el di nero, dominado por el capital. Un mundo de frustración, de potencial despilfarrado.
Queremos crear un mundo diferente. Protestamos, por supuesto, protestamos. Protestamos contra la guerra, contra el creciente uso de la tortura en el mundo, contra la transformación de toda vida en una mercancía para ser comprada y vendida. Protestamos contra el tratamiento in humano a los inmigrantes, contra la destrucción del mundo en aras de las ganancias.
Protestamos y hacemos algo más, lo hacemos y debemos hacerlo. Si sólo protestáramos, permitiríamos que los poderosos impusiesen su programa. Si todo lo que hiciéramos fuese oponernos a lo que ellos intentan hacer, entonces, sencillamente seguiríamos sus pasos. Romper significa que hacemos más que eso, que tomamos la iniciativa, que imponemos el or -
den del día. Negamos, pero a partir de nuestra negación crece una crea -
ción, un otro hacer: una actividad que no está determinada por el dinero, una actividad que no está configurada por las reglas del poder. A menudo, la alternativa parte de la necesidad. El funcionamiento del mercado capitalista no nos permite sobrevivir, y necesitamos hallar otras formas de vida, formas de solidaridad y cooperación. A menudo, surge de una elección; rechazamos someter nuestras vidas al dominio del dinero, nos dedicamos a lo que consideramos necesario o deseable. De uno u otro modo, vivimos el mundo que queremos crear.
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Agrietar el capitalismo: el hacer contra el trabajo – John Holloway Ahora. Hay urgencia en todo esto. ¡Ya basta! Ya estamos hartos de vivir en un mundo de explotación, violencia y hambre, y también de re -
producirlo. Ahora existe una nueva urgencia, la urgencia que nos dicta el tiempo mismo. Es evidente que nosotros, los seres humanos, estamos destruyendo las condiciones naturales de nuestra existencia, y es improbable que pueda revertirse esta tendencia en una sociedad donde la fuerza dominante sea la búsqueda de la ganancia. Las dimensiones temporales del pensamiento radical y revolucionario han cambiado. No -
sotros colocamos una calavera sobre nuestros escritorios, como los mon-jes de la antigüedad, no para glorificar la muerte, sino para centrarnos en el peligro latente e intensificar la lucha por la vida. Ya no tiene más sentido hablar de la paciencia como una virtud revolucionaria, o hablar de la revolución del futuro. ¿De qué futuro? Necesitamos la revolución ahora, aquí y ahora. Es tan absurdo, tan necesario, tan obvio.
Nada más común, nada más obvio. No hay nada especial en ser un re -
volucionario anticapitalista. Ésta es la historia de mucha gente, de millones, quizás de miles de millones.
Es la historia del compositor de Londres que expresa su enojo y su sueño por una sociedad mejor a través de la música que crea. Es la historia del jardinero de Cholula que cultiva un jardín para luchar contra la destrucción de la naturaleza. Del trabajador de la planta automotriz en Birmingham que va por la noche a su huerta comunitaria para desarrollar alguna actividad que le otorgue sentido y placer. De los campesinos indígenas de Oventic, en Chiapas, que organizan un espacio autónomo de gobierno y lo defienden todos los días contra el hostigamiento de los paramilitares. Del profesor universitario de Atenas que programa un seminario por fuera de la estructura universitaria para incentivar el pensamiento crítico. Del editor de libros de Barcelona que privilegia su actividad en la publicación de libros contra el capitalismo. De los amigos de Porto Alegre que constituyen un coro, tan sólo porque disfrutan can-tando. De los maestros de Puebla que enfrentan la represión policial para luchar por un tipo diferente de escuela, por una educación diversa. De la directora teatral de Viena que decide utilizar su talento para abrir un mundo diferente al público que asiste a sus puestas escénicas.
Del trabajador del call-center de Sidney que ocupa plenamente sus mo -
mentos libres tramando cómo encarar la lucha por una sociedad mejor.
Del pueblo de Cochabamba, que se une y libra una batalla contra el gobierno y el ejército para que el agua no sea privatizada, sino sometida a su control comunitario. De la enfermera de Seúl que hace hasta lo 14
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La ruptura
imposible para cuidar a sus pacientes. De los trabajadores de Neuquén que ocupan la fábrica y la recuperan para sí. Del estudiante de Nueva York que decide que la universidad es una oportunidad para cuestionar el mundo. Del joven de la ciudad de México que indignado por la brutalidad del capitalismo se va a la selva para organizar la lucha armada en pos de cambiar el mundo. De la maestra jubilada de Berlín que dedica su vida a la lucha contra la globalización capitalista. De la empleada pública de Nairobi que dedica su tiempo libre a la lucha contra el sida.
De la profesora universitaria de Leeds que usa el margen aún existente en algunas universidades para organizar un curso sobre activismo y cambio social. Del anciano que vive en un miserable edificio de departamen-tos en los suburbios de Beirut y que cultiva plantas en el alféizar de la ventana como una rebelión contra el asfalto que nos rodea. De la mu -
chacha en Liubliana, del joven en Florencia que, como tantos otros en todo el mundo, dedican sus vidas a esbozar nuevas formas de lucha por un mundo mejor. Del campesino de Huejotzingo que rechaza permitir que su pequeña huerta sea anexada a un enorme depósito de comercia-lización de automóviles. Del grupo de amigos sin techo de Roma que ocupan una casa abandonada y rehúsan el pago de un alquiler. Del entu-siasta en Buenos Aires que dedica su gran energía a abrir nuevas perspectivas para un mundo diferente. De la muchacha en Tokio que se plantea no ir a trabajar hoy, y va a un parque a sentarse para leer un libro (éste o cualquier otro). Del joven en Francia que se dedica a construir baños secos como una forma de contribuir al cambio radical de la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Del ingeniero en comuni-caciones de Jalapa que deja su empleo para pasar más tiempo con sus hijos. De la mujer de Edimburgo que en todo lo que ella hace expresa su rabia mediante la creación de un mundo de amor y de apoyo mutuo.
Ésta es la historia de gente común; a algunos los conozco; de algunos de ellos he oído hablar, y a algunos los he inventado. Gente común, rebeldes, revolucionarios quizá. Dicen los zapatistas en su más profundo y difícil desafío: “Somos mujeres y hombres, niños y ancianos comunes, es decir, rebeldes, inconformes, incómodos, soñadores” (Marcos, 1999).
La gente común de nuestra lista es muy diferente entre sí. Puede parecer extraño colocar al trabajador de la automotriz que va a su huerta comunitaria por las noches junto al joven que se va a la selva a organizar la lucha armada contra el capitalismo. Sin embargo, existe una continuidad. Lo que ambos tienen en común es que comparten un movimiento 15
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Agrietar el capitalismo: el hacer contra el trabajo – John Holloway de rechazo-y-creación, rechazo del mundo actual, creación de otro. Ellos son rebeldes, no víctimas; sujetos, no objetos. En el caso del trabajador de la planta automotriz es individual y sólo por las noches y los fines de semana. En el caso del joven en la selva es un compromiso muy peligroso con una vida de rebelión. Muy diferentes y, sin embargo, con una lí -
nea de afinidad que sería muy equivocado pasar por alto.
Nada más sencillo. El teórico francés del siglo XVI, Étienne de La B...

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