El inicio del fin del mito soviético
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El inicio del fin del mito soviético

Los comunistas occidentales ante la Primavera de Praga

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  1. 208 páginas
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El inicio del fin del mito soviético

Los comunistas occidentales ante la Primavera de Praga

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Índice
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Información del libro

Este libro se centra en los debates desarrollados en el PC Italiano, en el PC Francés y en el ámbito del comunismo español (PC de Es­paña y Partido Socialista Unificado de Ca­ta­lu­ña). Una vi­sión comparada que permitirá al lector un co­tejo de las dinámicas internas de estos partidos, al tiempo que se ponen de manifiesto las diferencias y las similitudes que se dieron en estas organizaciones herederas de la tradición que se remontaba a la Revolución de Octubre de 1917.

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Información

Editorial
El Viejo Topo
Año
2008
ISBN
9788496831780

GIAIME PALA Y TOMMASO NENCIONI

(EDS.)
EL INICIO DEL FIN
DEL MITO SOVIÉTICO
Los comunistas occidentales
ante la Primavera de Praga
MAUD BRACKE
ALEXANDER HÖBEL
GIAIME PALA
TOMMASO NENCIONI
Prólogo de José Luis Martín Ramos
E L V I E J O TO P O
El inicio del fin 5/6/08 11:51 Página 6
Carles Mercadal ha traducido el artículo de Maud Bracke.
Marcia Gasca Hernández ha traducido el artículo de Alexander Höbel.
© de cada artículo su autor, 2008
Edición propiedad de Ediciones de Intervención Cultural/El Viejo Topo Diseño: M. R. Cabot
Revisión técnica: Isabel L. Arango
ISBN: 978-84-96831-78-0
Depósito legal: B-32.210-08
Imprime Novagràfik, S.L.
Impreso en España
El inicio del fin 5/6/08 11:51 Página 7
SUMARIO
Introducción
9
Giaime Pala y Tommaso Nencioni
Prólogo
13
José Luis Martín Ramos
El PCI en el movimento comunista, el 68 checoslovaco y la relación con el PCUS
23
Alexander Höbel
El fin del comunismo reformado.
El Partido Comunista Francés y la crisis checoslovaca de 1968
91
Maud Bracke
La nueva orientación de 1968.
El PCE-PSUC ante la Primavera de Praga
139
Giaime Pala y Tommaso Nencioni
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INTRODUCCIÓN
GIAIME PALA Y TOMMASO NENCIONI
En el año 2008 habrán pasado cuatro décadas desde que se produjeran los acontecimientos que se conocen como la “Primavera de Praga”, de capital importancia en la historia del siglo XX.
A principios de 1968, un grupo de reformadores capitaneados por Alexander Dubcek arrebató el liderazgo del Partido Comunista Checoslovaco al sector prosoviético de Antonin Novotny. El 5 de abril, el Comité Central redactó un “Programa de Acción” en el que se criticaban de manera exhaus-tiva los veinte años anteriores de gobierno autoritario y con el que se pro-mulgaban reformas de gran calado para democratizar la vida y la sociedad del país sin abandonar por eso el objetivo de la construcción del socialismo.
A pesar del amplio consenso de la sociedad civil, las tropas soviéticas –respaldadas por cinco países miembros del Pacto de Varsovia– marcharon sobre Checoslovaquia el 20 de agosto de 1968, restableciendo una administración afín a Moscú para abortar un movimiento difícilmente controlable que amenazaba con extenderse a otros países del bloque del Este.
Aquellos hechos desencadenarían en Occidente una fuerte condena de la invasión del ejército soviético y un intensísimo debate en el seno de los partidos comunistas europeos que a la larga comportaron consecuencias tanto en las relaciones entre estos partidos como con sus vínculos en la superpotencia comunista.
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Historiadores de la talla de Eric J. Hobsbawm, Donald Sasson y Geoff Eley1 han subrayado el punto de inflexión que supuso la Primavera de Praga en la historia de la izquierda mundial, y de la historia de los partidos comunistas en particular, por cuanto significó el fin de las perspectivas de un socialismo reformado en la Europa del Este y el inicio de esa involución política que terminó en 1989 con la caída del muro de Berlín y el final del
“socialismo realmente existente”.
No parece haber duda alguna que 1968 fue una verdadera “fecha bisa-gra” en los distintos períodos históricos del comunismo, igual que 1956, cuando se inició la crítica y revisión del estalinismo, y 1989. A partir de los hechos de Praga la historia de los comunismos europeos de ambos lados del telón de acero asumió características diferentes que poco a poco van siendo reconstruidas por los historiadores gracias a la apertura gradual, pero constante, de los archivos históricos de los partidos comunistas occidentales y de los diferentes estados. Gracias a ello, se ha iniciado en distintos países una revisión a fondo de, por un lado, un tipo de historia “de partido” frecuentemente acrítica que hasta hace dos décadas solía todavía aparecer por las librerías y, por el otro, ese modelo de historia, o “anti-historia”, que pretende liquidar el comunismo como una tradición lineal y compacta que llevaba inexorablemente en su seno, es decir en sus premisas ideológicas, los gérmenes de las catástrofes que causó. Quizá los ejemplos más ambiciosos de esta última manera de ver la historia del comunismo la proporcionaron en los años noventa François Furet en su obra El pasado de una ilusión 2 y el equipo de historiadores que redactaron El libro negro del comunismo 3; ambos forman parte de un tipo de análisis que se proponía ofrecer, al mismo tiempo, el marco interpretativo y el cuantitativo, o, dicho con otras palabras, el contenedor teórico y el contenido numérico de muertes y crímenes varios.
1. E.J. Hobsbawm, Historia del siglo XX, Crítica, Barcelona, 1995; Donald Sasson, Cien años de socialismo, Edhasa, Barcelona, 2001; Geoffry Eley, Un mundo que ganar. Historia de la izquierda en Europa, Crítica, Barcelona, 2003.
2. François Furet, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1995.
3. VV.AA., El libro negro del comunismo, Planeta, Barcelona, 1998.
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Es cierto que en nombre del “comunismo” se cometieron atrocidades injustificables, pero reducir su historia al estudio de aquéllas es un error que sólo se puede sostener si se parte de una perspectiva política y partidista y no estrictamente historiográfica. El comunismo histórico fue un fenómeno mucho más poliédrico y problemático, como bien afirma uno de sus más agudos historiadores, Aldo Agosti: “El comunismo no ha sido solamente una ‘ilusión’ aplastada por el fracaso de la Unión Soviética y de sistemas políticos, económicos y sociales a ella conectados, ni solamente la galería de horro-res dictatoriales y de miseria moral y material al que ahora se le suele reducir: ha sido un movimiento colectivo que ha implicado la vida de millones de personas y que ha asumido con los años un carácter cada vez más diferenciado y menos unitario; que ha marcado en profundidad la historia de las relaciones internacionales y la de distintos países, imbricándose –de varias maneras– con la especificidad de sus tradiciones nacionales y sus conformaciones sociales; que ha plasmado en forma directa o indirecta la organización económica, los sistemas políticos, las coordenadas culturales del mundo contemporáneo y, sobre todo, de Europa”4.
El libro que proponemos se inscribe en la necesidad, señalada por Agosti, de evitar el siempre fácil recurso de la reductio ad unum cuando se habla de comunismo (y es por eso por lo que aquí se habla de “comunistas occidentales” y no de “comunismo occidental”) y de emplear un tipo de investigación documentada y científica, conforme con la línea historiográfica que los autores ya han venido presentando en los últimos años en libros, revistas, congresos y jornadas de estudio.
Asimismo, este estudio en su conjunto propone un enfoque metodoló-gico del tema todavía poco explorado en España aunque sí en el resto de Europa: el de la historia comparada. Se examinarán los intensos debates desarrollados en el Partido Comunista Italiano, en el Partido Comunista Francés y en el ámbito del comunismo español (Partido Comunista de España y Partido Socialista Unificado de Cataluña) ante la invasión de Praga.
4. Aldo Agosti, Bandiere rosse, Editori Riuniti, Roma, 1999, pp. 15-16. La traducción al castellano es nuestra.
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Es esta una visión comparada que permitirá al lector un cotejo pormeno-rizado de las dinámicas internas de estos partidos, al tiempo que averiguar las diferencias y las similitudes que se dieron en estas organizaciones here-deras de la común tradición política que se remontaba a la Revolución de Octubre de 1917.
Por último, hay que decir que la decisión de analizar los cuatro partidos en cuestión no es nada casual: se trata de los partidos que en marzo de 1977 se reunirán en Madrid para discutir acerca del llamado “eurocomunismo”, una propuesta –patrocinada por los comunistas italianos– dirigida a crear un socialismo europeo no alineado con los dictámenes de Moscú y compatible con la democracia parlamentaria y el pluralismo político.
Estamos convencidos que discutir sobre la encrucijada de 1968 es una manera de iniciar en España una reflexión sobre la trayectoria de los partidos comunistas occidentales en las décadas de los setenta y de los ochenta y la relación entre los contextos nacional e internacional a la hora de formular una política comunista, tal y como vienen haciendo desde hace años las historiografías italiana y francesa.
Si este libro ofrece finalmente una modesta contribución al debate habrá cumplido de sobra con su objetivo.
Queremos hacer constar aquí nuestro agradecimiento a Javier Tébar Hurtado, Salvador López Arnal y Marià Hispano por la ayuda prestada en la preparación de este libro, y sobre todo al profesor José Luis Martín Ramos, por haber amablemente aceptado escribir el prólogo.
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PRÓLOGO
JOSÉ LUIS MARTÍN RAMOS
¡Qué días los de aquel año! 1968 fue extraordinario, uno de esos momentos en que el ritmo de la historia se acelera y parece que todo es posible; aunque luego no cambie todo, sí cambió algo sustancialmente. Empezó el año con la ofensiva del Tet por parte del Viet Cong contra las tropas norteamericanas, que llegaron a perder temporalmente Hué, la segunda ciudad de Vietnam del Sur; como había previsto Nguyen Giap, la ofensiva vietnamita puso de relieve su capacidad para poner a los Estados Unidos a la defensiva y marcó una nueva etapa en la guerra de Vietnam. Pero la es-trella de aquel curso fue la movilización de estudiantes universitarios, en parte combinada con contingentes obreros en Europa, que, cuando menos, alteró la placidez del neocapitalismo, a corto plazo estableció un nuevo es-cenario de conflictividad social y a largo plazo cambios culturales de fondo, por más que algunos publicistas, en esta época de hegemonía del pensamiento conservador, pretendan minimizarlos o incluso ridiculizarlos.
Una movilización que tuvo su precedente en las acciones de los universitarios norteamericanos contra la participación de los EEUU en la guerra de Vietnam, las luchas estudiantiles contra la dictadura franquista en España, la movilización de las juventudes socialistas en la República Federal Alemana o las manifestaciones de los estudiantes de Praga por la libertad cultural, y que alcanzaron en la primavera de 1968 el núcleo de la Europa 13
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del Mercado Común, Alemania, Italia y Francia. El mayo del 68 tuvo luego su acompañamiento en la movilización estudiantil y popular en México, en vísperas de los Juegos Olímpicos, que desembocó en la matanza de la plaza de las Tres Culturas. Todo un complejo y contradictorio proceso que removió los comportamientos de la izquierda política y sindical tanto como la calma chicha de la posguerra fría, y que, por encima de sus muchas diferencias internas, tenía claros elementos comunes: el antiautoritarismo, la reivindicación de la movilización social y de una nueva democracia liberada de sus enconsertamientos administrativos y burocráticos. En ese esce-nario, la puesta en cuestión de las estructuras políticas de dominación y de la pasividad social tuvo también su manifestación en Europa oriental, en el seno del denominado “bloque socialista”, el área de dominio de la URSS, en un territorio de avanzada geopolítica: Checoslovaquia.
No eran nuevos los conflictos internos en el campo de las democracias populares, pero el de 1968 fue el que tuvo un mayor recorrido en el tiempo y como protagonista directo, en tanto que promotor de una apertura política, democratizadora y antiburocrática, al propio Partido Comunista Checoslovaco (PCCh). Su decantamiento a favor de una regeneración política coincidió con el compromiso por la democracia asumido por algunos partidos comunistas occidentales, o por parte de ellos, por lo que la experiencia checoslovaca y su interrupción como consecuencia de la intervención por la fuerza de la URSS tuvieron repercusiones de fondo en esos partidos.
El proceso que se identificó como la “Primavera de Praga” se situó en la oleada general de movilización social y cultural, también en el sentido de cultura política. Respondió asimismo a la formulación de algunos interro-gantes en el campo de las “democracias populares” acerca de la eficiencia y las deficiencias del sistema estatal de planificación económica y de los roles impuestos desde arriba, es decir, desde la hegemonía soviética, a las diferentes economías nacionales del “bloque socialista”. Como una referencia más profunda François Fejtö, en el segundo volumen de su Historia de las democracias populares (versión en castellano de 1971), subrayó el peso de las tradiciones liberales y democráticas en Checoslovaquia. A lo que habría que añadir la lenta recuperación de la militancia comunista del país de la trágica purga vivida entre 1950 y 1952 que culminó con el proceso de 14
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Rudolf Slánsky y afectó de manera especial a la elite de los comunistas eslovacos. En el prólogo a la Primavera de Praga se situó la rehabilitación parcial, en 1962, de algunos de los perseguidos en aquel proceso, entre ellos el eslovaco Gustav Husak, y las primeras propuestas de descentralización económica y de introducción de criterios de racionalidad productiva y de consumo, formuladas por Ota Sik y su equipo en 1963. La ralentización del crecimiento económico de Europa oriental en los sesenta, en abierto contraste con el avance de la sociedad de consumo en el mundo occidental, y la crisis en la que la confrontación chino-soviética sumió al concepto de hegemonía central en el movimiento comunista, alentaron las demandas de reformas y el dibujo de líneas de desarrollo nacional en la Europa del Este.
En 1967 el secretario general del Partido Comunista Checoslovaco y a la vez presidente de la República, Antonin Novotny, tuvo que ...

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