Los Armaos de la Macarena en las artes
La pintura
La Hermandad de la Macarena ha sido tomada como modelo para su reproducción artística por los maestros de la pintura de la mitad del siglo XIX en adelante. No se tienen noticias de retratos, láminas o paisajes con anterioridad a esta época.
Con el romanticismo se inicia una época de esplendoren la pintura sevillana. Aparece una generación de artistas que buscan nuevas formas de expresión, inspirados por las tendencias que surgen en Francia e Inglaterra, confiriendo un estilo novedoso, aunando el impresionismo con el realismo. Dotan sus obras de personalidad propia y plasman las situaciones y momentos que contemplan en la cotidianidad. Recogen los instantes que les rodean. Este giro en la interpretación de las corrientes pictóricas tendrá como consecuencia la aparición de la pintura costumbrista. Este movimiento artístico es coetáneo con la recuperación de la compañía de armados de la Hermandad de la Macarena.
Este periodo lo iniciará, entre otros, Jiménez Aranda que se convertirá en el maestro a seguir, junto con Manuel García Rodríguez y, especialmente Eduardo Cano. Ellos serán motivo de estudio y seguimiento por los nuevos pintores que se iniciaran en esta escuela y que dejará obras de vital importancia vital para la historia del arte pues, con el tiempo, acabaría desembocando en uno de los estilos más fértiles y autóctonos, como sería el estilo regionalista que abarcaría todas las artes y oficios artísticos para la consecución de grandiosas obras.
Los pintores costumbristas no sólo recogían las imágenes y paisajes del ambiente cotidiano andaluz. Sus obras transgreden la mera exposición del tema y se adentra en descubrir la sentimentalidad, la vida y las tradiciones desde un punto de vista social, a veces impregnado de emociones que motivan en el espectador una sensación de complicidad con las imágenes que contemplan, descubriendo las vivencias de los personajes que florecen de los pinceles para quedar grabados en el lienzo.
Los armaos también fueron motivo de interés para estos pintores. Nada con más sentido costumbrista que los soldados romanos que tenían su sede en la Macarena. José García Ramos fue de los primeros en plasmar su figura. Importantísimo dibujante, ya esbozó la singularidad de ellos en un boceto a plumilla que muestra al capitán José Manzano, al frente de las huestes macarenas, con su mantolín de ricos bordados y espada terciada al pecho. Le siguen, atentamente y en segundo término, sin los trazos profundos del jefe, varios de los integrantes de la compañía. Este primer trabajo se vería reafirmado con uno posterior donde el pintor se explaya con el estereotipo del armao que es vencido por sus debilidades mundanas, algo que ya hemos constatado en anteriores capítulos, y nos muestra el perfil más ingrato del soldado de la Centuria Romana, abocado a la hecatombe de la ebriedad, provocando al hierático nazareno de ruan, que lo observa mientras parece ignorar la provocación del armao, mientras familiares y amigos intentan mediar para evitar males mayores, o simplemente es sujetado para no caer vencido por los efectos etílicos. Sin duda, García Ramos, traslada al lienzo una situación verosímil y muy frecuente a finales del siglo XIX, ateniéndonos a la indumentaria que presenta el romano, un traje anterior a la primera reforma que efectuara Juan Manuel Rodríguez Ojeda, en 1897.
A partir de este año, las obras pictóricas se centrarán en la imagen de la Santísima Virgen de la Esperanza, en auge fervoroso por toda la ciudad, por el país e, incluso, más allá de las fronteras. Sólo una excepción. El cuadro «Nazareno dame un caramelo» muestra el nuevo modelo de la túnica que ideara Juan Manuel, que vendría a convulsionar la vestimenta de los penitentes, a partir de ese momento, de todas las cofradías, que lo asumen o imitan. La Virgen será protagonista de cualquier representación durante las décadas siguientes.
Los armaos irán, paulatinamente, observando un comportamiento y conducta más apropiada con la estación de penitencia que realizan, gracias a la concienciación de las diferentes juntas de gobierno, como ya hemos visto, y a los esfuerzos, no siempre con los resultados pretendidos, de los capitanes.
De esta manera lo dibuja el pintor Francisco Hohenleiter de Castro, solemne, con la nueva indumentaria, diseñada en la primera década del siglo XX, con la coraza de costilla y la lanza presentada con ceremoniosa apostura. No es el capitán sino un armao el protagonista del lienzo. El pintor tal vez deseara destacar el sentido popular mostrando, en primer término, al soldado con toda la vistosidad colorista del uniforme y, tras él, con apuntes y trazos de plumilla, en el revuelo de la tropa engullida por el pueblo.
En los años veinte y treinta, del siglo XX, con la sociedad convulsionada por las diferentes controversias políticas, que tienen al país al borde del caos, el maravilloso dibujante, de Coria del Río, Andrés Martínez de León, realiza una serie de viñetas, con peculiar y estilo único, en la que plasma diferente anécdotas y situaciones en el entorno anacrónico y carismático de la Centuria Macarena. Al hilo de ellas, en 1926, publica su primer libro, «Las historietas sevillanas», donde se integran los dibujos de los Armaos. Martínez de León recoge la herencia mítica que caricaturizan, Bécquer, Calvo y Fernando Villalón. Ironiza con las vivencias que él mismo posee, situaciones que pudiera haber contemplado. Su maestría en el dibujo convierte esta sátira cruel, de los literatos mencionados, en un herético y singular avance del carisma, la fama y la popularidad que alcanzarán. Sus dibujos aparecen en paralelo a la historia de la Hermandad, que llevaba tres décadas de crecimiento esplendoroso, en todos los sentidos, especialmente en el artístico. Coetáneo de Rodríguez Ojeda, sus dibujos ensamblan con el pensamiento modernista y regionalista que prosigue en las décadas siguientes. De este modo, Martínez de León, refleja el sentir de los Armaos sin la puya del sarcasmo y sí con la gracia que ya profetiza en sus viñetas.
No será hasta bien pasado el último tercio del siglo XX cuando los armaos vuelven a tomar protagonismo y los artistas retoman su interés por ellos para plasmarlos en sus obras, bien como protagonistas centrales del cuadro o como actores secundarios que revaloricen el mensaje popular con el que intentan impregnar sus obras. Ignacio Cortés, que pone en valor la técnica denominada realismo mágico, realiza una serie de pinturas dedicadas a la Semana Santa donde los armaos destacan y son eje principal de sus obras poniendo especial énfasis en los Armaos de la Macarena.
En las dependencias de la Hermandad de la Macarena figuran varios cuadros, con motivos y visones costumbristas, relacionados con la Cofradía en la calle, firmados por Manuel Flores Pérez. En todos ellos se realza la figura del armao, posicionándolo en lugares preminentes de sus obras como elementos esenciales para entender la religiosidad popular que se manifiesta durante la estación de penitencia, en esa estrecha vinculación entre el barrio y la Hermandad.
En el año 2007 el pintor sevillano Juan Antonio Huguet Pretel realiza un cartel, para la Hermandad de la Macarena, donde se muestra a un armao expectante, en actitud ascética, y de rodillas, ante la aparición de la Virgen de la Esperanza, expresión onírica del autor que refleja sus sueños y cómo La ve, en la mañana del Viernes Santo, rodeada de la gente de la Macarena, siendo el armao el exponente popular que rodea a la cofradía.
Luis Rizo Haro es el encargado, en el año 2010, de realizar el cartel que promocionará la Semana Santa de Sevilla. El pintor destaca al alférez de los armaos, en el lateral izquierdo del cuadro, como símbolo de la religiosidad popular, dándose la peculiar circunstancia de presentarlo riéndose y en la figura de un amigo que no es el verdadero portador del SPQR macareno.
Pero esta invocación al arte y singular manera de sentir de los armaos ha inspirado también a autores foráneos. Fue el caso de Javier Agu...