Un modelo social para Europa
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El conjunto de ensayos reunidos en este volumen sobre el futuro del Modelo Social Europeo responde a la inspiración de un grupo de renovadores provenientes de la socialdemocracia británica y de otros países europeos y a la iniciativa de Policy Network, un think tank internacional creado en el año 2000. El punto de partida es la creencia en un modelo social europeo reformado y el rechazo del modelo norteamericano o neoliberal como alternativa. En la economía global, la Europa Social debe asumir las prioridades gemelas de la justicia social y la competitividad económica: un Estado de Bienestar solidario y unos servicios sociales sólidos serán fundamentales para triunfar en la economía del conocimiento y de los servicios del siglo XXI. El tema que inspira estos ensayos es la revitalización de la protección social en Europa.

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Información

Edición
1
Categoría
Sociología
El debate sobre el modelo social: consideraciones y sugerencias.
Anthony Giddens
Este capítulo pretende ser una contribución al debate europeo actual sobre el futuro del modelo social. Se trata de una reflexión general, no un conjunto detallado de prescripciones políticas. El 23 y 24 de marzo de 2006, el Consejo Europeo revisará el progreso realizado desde que la Comisión relanzó la estrategia de Lisboa. El Consejo también tomará en consideración el trabajo que se encargó a la Comisión después de la cumbre de Hampton Court el pasado octubre. Entre los primeros frutos de esta iniciativa se encuentra el Libro Verde sobre política energética, aportado por la Comisión el 8 de marzo de 2006.
No pretendo proporcionar un comentario directo sobre estas actuaciones ni una crítica específica de las mismas. Por el contrario, me gustaría mostrar algunas de las cuestiones que plantea la modernización del modelo social y sugerir algunas vías políticas a explorar. En la reunión de Hampton Court, la Comisión presentó un análisis de los desafíos a los que se enfrenta Europa, centrándose sobre todo en el tema de la globalización. Sin embargo, este análisis es insuficiente y, si de verdad queremos repensar la agenda de Lisboa, deberíamos ser más ambiciosos.
Los aspectos más importantes que voy a resaltar son los siguientes:
– La agenda de Lisboa subraya las grandes transformaciones que están produciéndose en las economías de las sociedades avanzadas. Hasta hace poco tiempo afirmar la existencia de una economía del conocimiento era problemático. Hoy se acepta de manera generalizada que la nueva economía es una realidad, y que se ha instalado para quedarse. Pero, sin embargo, se ofrece un análisis muy limitado de las grandes transformaciones sociales que han acompañado a estos cambios. Porque el conjunto de la sociedad, y dentro de ella la vida cotidiana de sus ciudadanos, está cambiando de una manera tan acelerada como el orden económico. Debemos identificar estos cambios y ponderar sus implicaciones para el diseño de políticas específicas.
– Debemos introducir el concepto de justicia social en el núcleo del debate sobre Lisboa. No basta con realizar declaraciones vagas sobre la reducción de la exclusión social. Precisamente, una de las razones principales por las que la agenda de Lisboa ha sido tan difícil de implementar se encuentra en la ausencia de un análisis detallado sobre las formas cambiantes de la justicia social. Aquellos que se oponen a nivel nacional, lo hacen sosteniendo que el proyecto europeo promueve el mercado en detrimento de los más desfavorecidos. Necesitamos demostrar –con hechos– que la reforma podría promover la justicia social en lugar de erosionarla.
– La agenda de Lisboa reconoce que los riesgos para el bienestar están cambiando. Por ejemplo, la pobreza infantil ha aumentado en muchos países. Aun así, este replanteamiento no es suficientemente amplio. Tenemos que transformar la idea misma de bienestar y con ella algunas de nuestras preconcepciones sobre el Estado del bienestar. El bienestar no es sólo una manera de evitar el riesgo. Cada vez más, se trata de un cambio positivo en el estilo de vida. Para enfrentarnos a esta cuestión necesitamos introducir la noción del bienestar positivo.
– El tema del multiculturalismo debe situarse en el centro de los debates sobre el bienestar. Se trata de un elemento básico en la reforma del modelo social. Sin embargo, la idea del multiculturalismo se ha malinterpretado en muchas ocasiones. Esta concepción no significa abandonar a los inmigrantes o a las minorías para que sigan con sus vidas como puedan o consideren más oportuno. Es justamente lo contrario: significa buscar maneras de relacionar la diversidad con los valores dominantes.
– Desarrollar el I+D es un asunto fundamental de la agenda de Lis-boa. Pero la manera tradicional de enfocar el problema no acaba de corresponderse con las necesidades de la economía del conocimiento. La ciencia y la tecnología son esenciales para fomentar la competitividad, pero también lo es su aplicación creativa y la capacidad de generar nuevos mercados influyendo en el gusto y los hábitos. Como veremos, estas observaciones tienen implicaciones en nuestra manera de entender la educación superior –que tiene que verse como algo más que la «factoría» de la nueva economía.
– ¡Estamos en la época del medio ambiente! En la actualidad, nos enfrentamos a un doble shock: por un lado, el shock del cambio climático, que ya es una realidad y no una remota posibilidad en el futuro, y por el otro, el shock energético, producido por el elevado precio del gas y el petróleo, y que conlleva nuevas formas de vulnerabilidad geopolítica. La UE ha liderado al resto del mundo en la promoción de los temas medioambientales, pero aún no hemos conseguido integrar la agenda medioambiental con la del bienestar; de hecho, las dos suelen pensarse como si fueran compartimentos separados.
El debate sobre el modelo social
En junio de 2005, el Primer Ministro británico Tony Blair pronunció un discurso en el Parlamento Europeo. Sus palabras se escucharon con mucha atención en toda Europa. El Primer Ministro habló apasionadamente de su fe en el proyecto europeo y de su creencia en la importancia del modelo social europeo, aunque al mismo tiempo aseguró que el modelo social necesitaba reformarse. Según él, muchos de los que votaron «no» al Tratado constitucional en los referendos de Francia y Países Bajos no lo hicieron por razones constitucionales sino porque estaban en desacuerdo con el progreso socio-económico europeo, o su estancamiento, y porque les preocupaba el problema del empleo –o su falta.
Cuando 20 millones de personas siguen desempleadas, ¿de qué modelo social estamos hablando? –se preguntaba Tony Blair. En estas circunstancias, ¿cómo podemos hablar de una protección social efectiva? En un escenario caracterizado por la intensificación creciente de la competición global, es evidente que necesitamos reformar el modelo social.
Muchos se entusiasmaron con el discurso de Blair, pero seis meses después se preguntaban: ¿y ahora qué?... Una cosa es hablar de reformas y otra desarrollar un programa concreto para identificarlas y ponerlas en funcionamiento. Pero otros fueron bastante hostiles desde el principio. Antes de votar el Tratado constitucional, los líderes políticos anunciaron que no existía un Plan B en el caso de que el Tratado fuera rechazado por los ciudadanos. Después del discurso de Blair, algunos dijeron: sí, existe otra agenda, y ésta consiste en crear una Europa más flexible, orientada hacia el mercado económico, que enterrará el proyecto político europeo y creará lo que fundamentalmente podría considerarse un área de comercio libre. Se llegó a afirmar que los británicos querían una Europa moldeada según su propio modelo anglosajón, en el que los asuntos públicos se gestionan de una determinada manera y el mercado toma la iniciativa principal.
Ninguna de estas reacciones se ajusta a la realidad. Posteriormente, se han producido muchas declaraciones retomando la polémica, algunas espontáneas, otras claramente dirigidas. Lo indudable es que, desde entonces, han surgido numerosos debates en Europa sobre el futuro del modelo social –en universidades, think-tanks y contextos políticos más directos. Es obvio que el interés no es efecto exclusivo del discurso de Tony Blair –el modelo social europeo es objeto de una discusión continuada desde hace años– pero sin duda su intervención revitalizó el debate e introdujo nuevos temas.
El proyecto de la Policy Network sobre el futuro del modelo social europeo constituye una de esas reacciones –este libro supone una contribución más a dicho proyecto. En los últimos ocho meses, en diversos lugares de Europa, Policy Network ha organizado una amplia gama de seminarios con líderes políticos e intelectuales. Las contribuciones incluidas en este libro forman parte de los materiales de los seminarios. Se presentaron y editaron como materiales de trabajo durante la presidencia británica en la cumbre de Hampton Court en octubre de 2005.
Algunos afirman que la cumbre fue un ejercicio vacuo, pero lo cierto es que, a partir de ella, se han sentado las bases que posibilitan el diseño de nuevas políticas. La Comisión creó diferentes grupos de trabajo para evaluar los aspectos más relevantes de la reforma del modelo social europeo: estos grupos sin duda influirán en las discusiones y las decisiones que tomen los líderes políticos en el futuro.
Los resultados del proyecto Policy Network se insertarán en algunas de estas decisiones venideras. El proyecto tiene numerosos objetivos: estudiar los orígenes estructurales de los dilemas a los que se enfrenta la UE actualmente, en los que se intenta reconciliar la competitividad con la cohesión e inclusión social; identificar las mejores prácticas de los Estados europeos en los últimos diez o quince años; analizar hasta qué punto estas prácticas pueden generalizarse de unos Estados a otros; y estudiar directamente las amenazas que se ciernen sobre todos los países europeos.
Nuestro objetivo no es imponer un injurioso Plan B de carácter anglosajón. De ningún modo pretendemos sugerir que Europa debería seguir un punto de vista «británico». Por el contrario, queremos contribuir a una evaluación objetiva y neutral de los problemas y las oportunidades que tiene Europa frente a las incertidumbres del futuro. Escribimos como defensores de una Europa Social que, estamos convencidos, puede suponer una ventaja competitiva en el mundo que actualmente está emergiendo –siempre que logremos algún tipo de acuerdo europeo sobre las direcciones más fructíferas de la reforma.
El término «modelo social europeo» es una especie de atajo. Obviamente no existe un solo modelo social europeo. Lo que los unifica es un conjunto de valores –la creencia en la importancia de la solidaridad social, la idea de empujar juntos por el bien común; limitar la desigualdad económica y social; proteger a los miembros más vulnerables de la sociedad; establecer mecanismos de cooperación entre los agentes sociales.
En la práctica, existe mucha diversidad. El sociólogo danés Esping-Andersen ha identificado, somo se sabe, tres tipos básicos de sistemas de bienestar europeos. Se trata del tipo continental (que representan Alemania y Francia), el tipo escandinavo (como el de Dinamarca y Suecia) y el an-glosajón (como el de Gran Bretaña y, fuera de Europa, Canadá o Australia). Muchos añadirían un cuarto modelo: el tipo mediterráneo, que incluiría a España o Grecia. En la UE-25 tendríamos que añadir un quinto tipo: los países, como Hungría o la República Checa, que están haciendo la transición desde el sistema de bienestar comunista al de estilo occidental.
Por tanto, existen al menos cinco tipos diferentes de bienestar en Europa. Sin embargo, no estamos seguros de que esta tipología, que resultó muy útil en el pasado, tenga un gran valor hoy en día. La distinción presentada implica que los diferentes tipos de modelos sociales son irreconciliables cuando existe la evidencia de que se pueden tomar elementos prestados de unos para adaptarlos a otros. La perspectiva parece ser más bien una mezcla de diversidad y sinergia. En otras palabras, los sistemas del bienestar europeo están cambiando o evolucionando y al mismo tiempo aprendiendo –al menos en ciertos aspectos– unos de otros. Consideremos, por ejemplo, el caso del Reino Unido. La proporción del PIB que se dedica a los impuestos se está acercando al 42% –una cifra similar a la alemana. Muchos perciben el Reino Unido como un país dirigido por el mercado; sin embargo, tiene uno de los sistemas de salud más «socialistas» de toda Europa, gracias al National Health Service –la organización que porporciona un mayor número de empleos en el continente. Además, el gobierno de Tony Blair está invirtiendo grandes sumas de dinero en la salud y en la educación. Por ejemplo, el gobierno del Nuevo Laborismo ha introducido un salario mínimo nacional y lo ha incrementado anualmente. Las reformas del mercado iniciadas por los laboristas se han inspirado más en Suecia y Dinamarca que en los Estados Unidos. Lo mismo podría decirse de la prevista devolución de los sistemas de salud y educación.
En parte, la necesidad de reformar el modelo social europeo es el resultado de la globalización económica –éste era el asunto principal del Consejo de Hampton Court. El cambio social y económico se está acelerando en otros lugares del mundo –como puede observarse sobre todo con el ascenso de China y la India como nuevos competidores económicos, ambos con poblaciones superiores a los mil millones de habitantes. El ascenso de India y China, junto al resto de tigres asiáticos, descalifica a los que afirman que la globalización es simplemente otra forma de hablar de la dominación mundial de Estados Unidos, Europa y Occidente.
Hace dos décadas, los países del mundo en vías de desarrollo producían el 10% del total de los bienes manufacturados. Esa proporción ha subido al 25% y, si las tendencias actuales se mantienen, llegará al 50% en 2020. China ha superado recientemente a Japón y se ha convertido en la segunda economía mundial en términos de poder de compra. En menos de cinco años superará también a Japón en términos de intercambios en el mercado.
En 1980, los países de la UE-25 producían alrededor del 26% de las manufacturas internacionales. En 2003 esta proporción se ha reducido al 22% y es muy posible que no supere el 17% en 2015.
Las grandes empresas ya no destinan sus productos y servicios a los mercados nacionales sino al mercado global, con lo que se está produciendo una intensificación del comercio y de la especialización local. En 2003-2004 el comercio mundial creció a doble velocidad que la producción. El comercio en el sector de los servicios también está aumentando rápidamente, y en este ámbito India se encuentra en un lugar destacado. En términos monetarios, las exportaciones indias de servicios han pasado de ser valoradas en cinco mil millones de dólares en 1990 a cuarenta mil millones de dólares en el 2004.
La competición con las economías en desarrollo ya no se concentra solamente en los productos de bajo coste. China e India han realizado grandes inversiones en alta tecnología, especialmente en las tecnologías de la comunicación y la información, y producen actualmente cuatro millones de licenciados universitarios al año. Nadie sabe hasta dónde llegará la subcontratación de servicios, teniendo en cuenta que está impulsada por el desarrollo de la tecnología informática y por el acceso cada vez más generalizado a dicha tecnología. Lo evidente es que la complejidad de los servicios que pueden ser subcontratados está creciendo de forma incesante. Los servicios, ya sean financieros o legales, periodísticos o médicos, tienen grandes posibilidades de verse afectados por este proceso.
Lo externo y lo interno
Europa tiene que enfrentarse y responder a todos estos desafíos, y al mismo tiempo clarificar sus implicaciones en el modelo social. Sin embargo, resultaría erróneo interpretar los cambios a los que se ...

Índice

  1. Portada
  2. Portada interior
  3. Créditos
  4. Prólogo, por Joan Romero
  5. Sobre Policy Network
  6. Sobre los colaboradores
  7. Agradecimientos
  8. Prefacio
  9. Introducción. Patrick Diamond
  10. Equipar a Europa para la globalización:¿qué puede hacerse desde la UE?. Roger Liddle
  11. La dimensión asistencial europea: cómo hacerla más visible y vigorosa. Maurizio Ferrera
  12. ¿Por qué la experiencia escandinava es relevante para la reforma del MSE?. Joakim Palme
  13. El debate sobre Europa y la estrategia de Lisboa para crear empleo y crecimiento. Maria João Rodrigues
  14. Activar el conocimiento. Luc Soete
  15. ¿Por qué necesitamos un Fondo de Ajuste para la Globalización?. Loukas Tsoukalis
  16. Un marco flexible para una Europa plural. Patrick Weil
  17. El debate sobre el modelo social: consideraciones y sugerencias. Anthony Giddens