Ilmo. Sr. Alcalde de Gandía, Mfco. Sr. Rector de la Universitat de València, Ilmo. Sr. Director de la Universitat d’Estiu de Gandia, Ilmo. Sr. Director de Política Científica de la Generalitat Valenciana, Ilmos. Srs. Vicerrectores, señoras y señores, amigos todos
Quiero empezar esta breve conferencia agradeciendo muy cordialmente el honor que me dispensa la Universitat d’Estiu de Gandia al permitirme inaugurar esta edición de sus cursos, que lleva el sugerente título «De les arrels al futur». Es siempre un gusto recibir una invitación semejante, venida de entidad tan prestigiosa, y, por mi parte, intentaré responder a ella reflexionando en voz alta sobre un asunto tan ac-tual como urgente: las raíces éticas de la democracia y la posibilidad de reforzarla como proyecto de futuro.
En el diseño de ese proyecto el papel de la educación es central. Y yo quisiera al comienzo de esta intervención recordar aquellas palabras de Kant que se recogen en sus tratados de pedagogía: «Sólo por la educación el hombre llega a serlo. Es lo que la educación le hace ser». Y añade a continuación que el gran problema consiste en decidir si conviene educar para el momento presente o para un futuro mejor. Ese futuro mejor, por el que Kant apostará y al que me sumo, es el de una sociedad cosmopolita, en la que todos los seres humanos se sepan y sientan ciudadanos; en la que no haya excluidos, sino miembros de pleno derecho. Por eso conviene discernir qué gérmenes existen ya en los seres humanos, qué tendencias apuntan a ese futuro cosmopolita, para cultivarlos a través de la educación. Ésa es la más importante de las tareas de un país, invertir en educación es siempre ganancia.
Podríamos preguntarnos entonces: ¿en qué medida fortalecer una democracia au-téntica ayuda a construir un futuro cosmopolita?
1. El consenso acerca de la mejor forma de gobierno
Al menos desde Hipódamo de Mileto, a mediados del siglo v antes de Cristo, el gran reto de la filosofía política había venido consistiendo en determinar cuál es el régimen político más perfecto. Monarquía, aristocracia, democracia, tiranía y oligarquía entraron en un debate que duró siglos. Sin embargo, esta cuestión perdió su mordiente a mediados del siglo pasado, cuando la dolorosa experiencia de los totalitarismos de distinto cuño condujo a un amplio consenso sobre la superioridad de la democracia frente a cualquier otra forma conocida de gobierno. Parecía, pues, que la filosofía política se había quedado sin objeto y debía desaparecer o convertirse en una historia de las reflexiones pasadas de los filósofos acerca de los regímenes posibles.
Las raíces éticas que venían a legitimar positivamente la democracia frente a otros regímenes posibles serían fundamentalmente tres: 1) El sistema de contrapesos dificulta los totalitarismos y las tiranías hasta llegar a imposibilitarlos. 2) La democracia es el régimen propio de ciudadanos, que se saben señores, y no siervos ni esclavos, autónomos, y no heterónomos. Que saben que lo son en igualdad de ...