Presencias del pasado
eBook - ePub

Presencias del pasado

Libros, lectores y editores

  1. 192 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Presencias del pasado

Libros, lectores y editores

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

A través d'aquesta breu selecció de la intensa, atractiva i suggeridora activitat d'investigació que el professor Roger Chartier ha dut a terme durant els darrers anys, veiem com ha transformat en font de coneixement històric els discursos del passat, que hem rebut en herència, avaluant l'entramat social i cultural en el qual van sorgir, així com les modalitats de recepció i ús a les quals es van veure sotmesos al llarg del temps. La intervenció d'editors i impressors va transformar els textos en objectes tangibles que van possibilitar l'encontre i el diàleg entre l'autor i el lector, i, ara, entre passat i present. La lliçó del passat, com la de la Història, en paraules de Chartier, ha de "proporcionar als ciutadans d'avui en dia els instruments crítics que permeten rebutjar les falsificacions i establir els coneixements sense els quals no hi ha democràcia".

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Presencias del pasado de Roger Chartier en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de History y Historiography. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Edición
1
Categoría
History
Categoría
Historiography
ESCRITOS
SELECCIONADOS
1. PRESENCIAS DEL PASADO
Los historiadores siempre han sido lamentables profetas, pero, a veces, al recordar que el presente está hecho de pasados heredados y sedimentados, han podido contribuir a un diagnóstico más lúcido en cuanto a las novedades que seducían o espantaban a sus contemporáneos. Es esta certeza la que inspiraba a Lucien Febvre cuando, en una Europa todavía herida por la Primera Guerra Mundial, pronunció en 1933 su lección inaugural de la cátedra «Historia de la civilización moderna» en el Collège de France. Su vibrante defensa a favor de una historia capaz de construir problemas e hipótesis no estaba separada de la idea según la cual la historia, como toda ciencia, «no se hace en absoluto dentro de una torre de marfil. Se hace en la misma vida, y por seres vivos que están inmersos en el siglo».1 Diecisiete años más tarde, en 1950, Fernand Braudel, que le sucedió en esa cátedra, insistía aún más en las responsabilidades de la historia y de los historiadores en un mundo conmocionado por segunda vez y privado de las certezas difícilmente reconstruidas de los años treinta. Para Braudel, al distinguir las temporalidades articuladas que caracterizan a cada sociedad, era posible oír el permanente diálogo instaurado entre la larga duración y el acontecimiento e identificar tanto las «profundas rupturas más allá de las cuales la vida de los hombres cambia por completo», como la larga duración entendida como piedra de toque de todas las ciencias sociales.2
Estas proposiciones de los fundadores de la Escuela de los Annales pueden guiar todavía nuestras reflexiones. Pero debemos también medir la distancia que nos separa de ellos. Hoy en día la obligación de los historiadores no consiste en reconstruir la disciplina histórica, tal como lo exigía en 1933 y 1950 un mundo dos veces en ruinas, sino en comprender y aceptar que los historiadores no tienen en nuestras sociedades el monopolio de las representaciones del pasado. Las insurrecciones de la memoria, así como las seducciones de la ficción, son firmes competidoras. Hoy en día, los historiadores saben que el conocimiento que producen no es más que una de las modalidades de la relación que las sociedades mantienen con el pasado. Las obras de ficción, al menos algunas de ellas, y la memoria, sea colectiva o individual, también dan presencia al pasado, una presencia a veces o a menudo más poderosa que la que establecen los libros de historia.
MEMORIA E HISTORIA
En los últimos años, la obra de Paul Ricœur es sin duda alguna la que se dedicó con más atención a los diferentes modos de representación del pasado: la ficción narrativa, el conocimiento histórico, las operaciones de la memoria. Su último libro, La memoria, la historia, el olvido, establece una serie de distinciones esenciales entre estas dos formas de presencia del pasado en el presente que aseguran, por un lado, el trabajo de la anamnesis, cuando el individuo «desciende a su memoria», como escribe Borges, y, por otro, la operación historiográfica.3 La primera diferencia es la que distingue el testimonio del documento. Si el primero es inseparable del testigo y de la credibilidad otorgada a sus palabras, el segundo permite el acceso a conocimientos que fueron recuerdos de nadie. A la estructura fiduciaria del testimonio, que implica la confianza, se opone la naturaleza indiciaria del documento, sometido a los criterios objetivos de la prueba.
Una segunda distinción opone la inmediatez de la memoria y la construcción explicativa de la historia, cualquiera que sea la escala de análisis de los fenómenos históricos o el modelo de inteligibilidad elegido, sea las explicaciones por las causalidades desconocidas por los actores o bien las explicaciones que privilegian sus estrategias explícitas y conscientes. De ahí una tercera diferencia: entre el reconocimiento del pasado procurado por la memoria y su representación, o «representancia» en el sentido de «tener el lugar de», asegurada por el relato histórico.
La distinción analítica introducida por Ricœur entre la elección de modelos explicativos y la construcción del relato histórico permite subrayar los parentescos narrativos o retóricos entre la ficción y la historia (tal como lo mostraba Tiempo y narración)4 sin correr el riesgo de disolver la capacidad de conocimiento de la historia en la narratividad que rige su escritura. Haciendo hincapié en las operaciones específicas que fundamentan tanto la intención de verdad como la práctica crítica de la historia, Ricœur rechaza todas las perspectivas que consideran que el régimen de verdad de la novela y el de la historia son idénticos. Así, retoma la afirmación de Michel de Certeau en cuanto a la capacidad de la historia de producir enunciados «científicos», si se entiende por eso «la posibilidad de establecer un conjunto de reglas que permitan “controlar” operaciones proporcionadas para la producción de objetos determinados».5 Son estas operaciones y reglas las que permiten acreditar la representación histórica del pasado y rehusar la sospecha de relativismo o escepticismo que nace del uso por la escritura historiográfica de las formas «literarias»: estructuras narrativas, tropos retóricos, figuras metafóricas.
El documento en contra del testimonio, la construcción explicativa en contra de la reminiscencia inmediata, la representación del pasado en contra de su reconocimiento: cada fase de la operación historiográfica se distingue así claramente del proceder de la memoria. Pero la diferencia no excluye la competencia. Por un lado, la historia intentó recientemente someter la memoria al estatus de un objeto histórico cuyos lugares de inscripción, formas de transmisión y usos ideológicos deben ser estudiados.6 Por otro lado, a menudo la memoria pudo pretender una relación más verdadera, más auténtica, con el pasado que la historia. Fue el caso en la tradición judía con la duradera reticencia al tratamiento historiográfico del pasado, como lo muestra Yosef Yerushalmi,7 o fue el caso, en el siglo XIX, cuando la memoria romántica opuso un conocimiento vivo, afectivo, existencial del pasado a su neutralización distanciada e inerte por parte de los historiadores.
Ricœur sugiere que hoy en día no se trata de reivindicar la memoria en contra de la historia, sino de reconocer sus diferencias fundamentales y, también, de mostrar las relaciones que las unen. En efecto, es en el testimonio de la memoria, en el recuerdo del testigo, donde la historia encuentra la certidumbre en la existencia de un pasado que fue, que ya no es, y que la operación historiográfica pretende representar adecuadamente en el presente. Como escribe,
la memoria sigue siendo el guardián de la última dialéctica constitutiva de la paseidad del pasado, a saber, la relación entre el «ya no» que señala su carácter terminado, abolido, superado, y el «sido» que designa su carácter originario y, en este sentido, indestructible.8
Es en el entrecruzamiento entre la cientificidad de la operación historiográfica y la garantía ontológica del testimonio donde Ricœur fundamenta el rechazo de las posiciones escépticas y relativistas.9
PRUEBAS Y FICCIONES
Sin embargo, como sabía Cervantes para nuestro placer o para la inquietud de sus lectores, siempre la ilusión referencial se pone en relación con el pasado, cualquiera que sea su registro. Es cierto que, como muestra Roland Barthes, las modalidades de las relaciones con lo real no son las mismas en la novela, que, al abandonar en el siglo XIX la estética clásica de la verosimilitud, multiplicó las notas realistas destinadas a cargar la ficción con un peso de realidad y producir una «ilusión referencial», y en la historia, para la cual, según Barthes, «el haber-sido de las cosas es un principio suficiente del discurso».10 Sin embargo, para exhibir este «principio», el historiador debe introducir en su narración indicios o pruebas de este «haber-sido», encargados de dar presencia al pasado gracias a las citas, las fotos, los documentos. Para Michel de Certeau, la construcción desdoblada propia de la historia se remite a tal presencia:
Se plantea como historiográfico el discurso que «comprende» a su otro –la crónica, el archivo, el documento–, es decir, el que se organiza como texto foliado en el cual una mitad, continua, se apoya sobre otra, diseminada, para poder decir lo que significa la otra sin saberlo. Por las «citas», por las referencias, por las notas y por todo el aparato de llamadas permanentes a un primer lenguaje, el discurso se establece como saber del otro.11
Sin embargo, el uso de semejante aparato no es siempre suficiente para proteger contra la ilusión referencial. De ahí, la apropiación, por algunas ficciones, de las técnicas de la prueba propias de la historia, a fin de producir, no «efectos de realidad», sino más bien la ilusión de un discurso histórico. Es el caso del libro de Max Aub Jusep Torres Campalans, publicado en Ciudad de México en 1958.12 El libro pone al servicio de la biografía de un pintor imaginario todas las técnicas de la acreditación moderna del discurso histórico: las fotografías que dejan ver a los padres del artista y a este en compañía de su amigo Picasso, los recortes de prensa donde se mencionan las entrevistas que Campalans dio en 1914 antes de salir de París, las conversaciones que Max Aub tuvo con Campalans y algunos de sus contemporáneos, el Cuaderno verde redactado por el pintor entre 1906 y 1914, y las reproducciones de sus obras (expuestas en México y después en Nueva York, en 1962, con ocasión de la presentación de la traducción inglesa del libro).
En su tiempo, la obra se burlaba de las categorías manejadas por la crítica de arte: la explicación de la obra por la biografía del artista, las nociones contradictorias y, sin embargo, asociadas de influencia y de precursor, las técnicas de datación y atribución, el desciframiento de intenciones secretas del creador. Hoy en día, esa obra puede leerse de otra manera. Al movilizar los «efectos de realidad» compartidos por el saber histórico y la invención literaria muestra los parentescos que los vinculan. Sin embargo, al multiplicar las advertencias irónicas (en particular, las numerosas referencias al Quijote o el epígrafe «¿Cómo puede haber verdad sin mentira?»), recuerda a sus lectores la distancia que separa a la fábula de la literatura del discurso del conocimiento, la realidad que fue y los referentes imaginarios. Al lado de los libros de Caro Baroja o Anthony Grafton dedicados a las falsificaciones históricas,13 el Campalans de Max Aub, paradójicamente, irónicamente, reafirma la capacidad de distinguir entre el encanto o la magia de la relación con un pasado imaginado e imaginario y las operaciones críticas propias de un saber histórico capaz de desenmascarar las imposturas.
Es la razón por la cual la distinción entre historia y ficción parece bien clara si se acepta con Michel de Certeau que, en todas sus formas (míticas, literarias, metafóricas), la ficción es «un discurso que se “informa” de lo real, pero no pretende representarlo ni acreditarse en él»,14 mientras que la historia pretende dar una representación adecuada de la realidad que fue y ya no es. En ese sentido, lo real es, a la vez, el objeto, el referente y el garante del discurso de la historia. Sin embargo, hoy en día muchas razones borran esa distinción tan clara.
LA HISTORIA SOBRE LAS TABLAS
La primera de las razones es la fuerza de las representaciones del pasado propuestas por la literatura. La noción de «energía» puede ayudar a comprender cómo algunas obras literarias han moldeado más poderosamente que los escritos de los historiado res las representaciones colectivas del pasado. Esa noción desempeña un papel esencial en la perspectiva analítica del New Historicism. En su libro Shakespearean Negotiations, cuyo subtítulo es The Circulation of Social Energy in Renaissance England, Stephen Green blatt define la noción de «energía social» como una noción clave tanto para el proceso de la creación estética como para las percepciones y las experiencias de sus lectores o espectadores.
Por un lado, lo que capta la escritura literaria es la poderosa energía de los lenguajes, ritos y prácticas del mundo social. Múltiples son las formas de las negociaciones que permiten semejante apropiación estética del mundo social: la apropiación de los lenguajes, el uso metafórico (o material en el caso del teatro) de los objetos de lo cotidiano, la simulación de las ceremonias y de los discursos públicos. La energía así transferida en la obra literaria (lo que Greenblatt designa como «la energía social codificada en las obras literarias» o en otra fórmula «las formas estéticas de la energía social») vuelve al mundo social a través de sus apropiaciones por sus lectores y espectadores. Lo que define la fuerza estética de las obras, o de ciertas obras por lo menos, es «la capacidad de algunas huellas verbales, orales y visuales de producir, plasmar y organizar experiencias colectivas, tanto físicas como mentales».15 La circulación entre el mundo social y las obras estéticas puede así apoderarse de cualquiera realidad, tanto de los deseos, las ansiedades o...

Índice

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. Índice
  6. Nota a la edición, a cargo de Francisco M. Gimeno Blay
  7. DISCURSOS PRONUNCIADOS EN EL ACTO DE INVESTIDURA
  8. BIOBIBLIOGRAFÍA del Dr. Roger Chartier, a cargo de Francisco Fuster
  9. ESCRITOS SELECCIONADOS