Libros de viaje de peregrinos europeos
La rica literatura odepórica compostelana
La literatura odepórica (del griego hodoiporikós: «viaje»), entendiendo por tal los libros de viaje y los diarios del Camino Jacobeo —muchas veces completados al regreso—, posee un gran interés, puesto que ofrece numerosos datos no solo del recorrido de los viajeros, sino también de índole artística, sociológica, devocional, etc., que constituyen una fuente de valor incalculable desde el punto de vista histórico, ya que abarcan, cronológicamente hablando, desde la Edad Media hasta el siglo XVIII.
Entre la abundante literatura odepórica compostelana, presente desde los primeros tiempos de la peregrinación para relato de los pormenores de la ruta e información al arriesgado peregrino que, ayer como hoy, se ponía en marcha rumbo hacia la mítica tumba del apóstol, destacan las obras realizadas a partir de la Baja Edad Media por franceses, alemanes e italianos, los países que más peregrinos a Santiago han aportado a lo largo de los tiempos, como ya reconoce el Codex Calixtinus, primera guía de viajes del Camino, atribuido por su autor o más bien compilador, el clérigo francés de Poiteau, Aymeric Picaud (peregrino en Compostela hacia 1123), al papa Calixto II (Guido de Borgoña, abad de Cluny) con el fin de dar mayor renombre a la obra, en la que recopiló hacia el año 1139 textos de distintas épocas. En ellos relata no pocos milagros otorgados por intercesión del apóstol a los devotos procedentes de aquellas tierras.
Carlomagno y los Caballeros de camino a Compostela. Miniatura del Codex Calixtinus, siglo XII. Archivo-Biblioteca de la Catedral de Santiago de Compostela.
Cuenta este códice —conocido también en cuanto al conjunto de copias de los diversos manuscritos que lo integran como Liber Sancti Iacobi o «Libro de Santiago»—, en su Libro Segundo (Liber Miracolorum o «Libro de los Milagros»), el portento acaecido a un anónimo pecador italiano al que el obispo de su diócesis puso como penitencia acudir en romería a Santiago llevando escrita detalladamente su maldad en una esquela y, una vez en la ciudad, presentarse ante el obispo para que fuera este quien le impusiera la pena procedente. Así lo hizo y, después de pedir perdón a Dios y al apóstol, al postrarse ante Teodomiro —el mismo que había descubierto la tumba de Santiago— y confesar de nuevo su arrepentimiento más sincero, el prelado comprobó al abrir la esquela que estaba en blanco. Allí no había culpa alguna escrita, cumpliéndose, pues, como dice el códice —según la traducción del profesor Moralejo Laso, citada por Feliciano Novoa Portela de la Universidad Autónoma de Madrid en el trabajo de su autoría que reseñamos en la bibliografía— «que a todo el que verdaderamente se arrepienta y desde lejanas tierras busque de todo corazón el perdón del Señor y los auxilios de Santiago, que deben pedirse en Galicia, sin duda la nota de sus culpas le será borrada para siempre».
En el siglo XI peregrinó a Compostela san Teobaldo de Provins o de Salánica (1017-1066), natural de este lugar cercano a Vicenza, en el norte de Italia, hijo de los condes de Champagne, que renunció a las comodidades del mundo para abrazar la vida eremítica y viajó a Santiago en compañía de otro joven de la nobleza, Walter (Gualterio), después de haber vagado ambos como mendicantes por el norte de Francia y ante el temor de ser descubierto su noble linaje. Fue canonizado por el papa Alejandro II apenas siete años después de su muerte.
De quien existe también constancia documental a fines del siglo XI (1098, según Xosé Ramón Pousa) es de Guillermo de Vercelli, también llamado de Montevergine (Monte Virgen) por haber sido a su regreso de Compostela el fundador de la vida eremítica en torno a esta cima de la cadena montañosa de los Apeninos, al este de Nápoles. Se puso en el camino con tan solo quince años de edad, cargado de cadenas pesadísimas casi imposibles de arrastrar y prácticamente en ayunas —según dice una leyenda—, pisando directamente el duro suelo, al igual que medio siglo más tarde lo hará el piamontés de la ciudad de Vicoforte (actual Vico), provincia de Asti, Teobaldo de Mondovi (1100-1150), que se cita también como Teobaldo Roggeri y Teobaldo de Alba.
Teobaldo peregrinó a Santiago, según una versión, para escapar de un matrimonio con la hija del señor para quien trabajaba como aprendiz en la ciudad de Alba desde que había quedado huérfano a los doce años, aunque también se dice que trabajó en el taller hasta la muerte de su patrón y, a partir de entonces, fue cuando inició su viaje. Por humildad, y se dice también que en penitencia para expiar el complejo de culpabilidad que arrastraba por haber proferido una maldición contra un semejante, hizo el camino en pies y mendigando de puerta en puerta. Era tanta su modestia que, a la vuelta de Compostela, buscó el trabajo de barrendero, la categoría más inferior que había, y pidió que a su muerte fuera tirado entre la inmundicia, lo que sus deudos no hicieron. Su tumba estuvo entre las iglesias de San Lorenzo y San Silvestre y a ella acudieron peregrinos durante un tiempo. Luego, fue quedando en el olvido hasta que en el año 1429 el obispo de Alba, por inspiración divina, la redescubrió. Gregorio XVI reconoció oficialmente su culto en 1841.
Pendón de Santiago en el Codex Calixtinus dentro de los compilación de varios escritos de la primera mitad del siglo XII en honor al apóstol Santiago, el Liber Sancti Iacobi.
En opinión del profesor Novoa Portela, la llegada de ambos peregrinos a Santiago puede deberse a la influencia de la correspondencia mantenida entre los obispos Diego Gelmírez y Atón de Pistoia, en la Toscana italiana, al que algunos historiadores conceden origen hispano, en concreto, de Badajoz. De ahí, que se conserve en esa localidad una copia del Codex Calixtinus y se venere en la capilla catedralicia de Santiago una reliquia de la mandíbula del apóstol donada por Gelmírez en una de sus visitas.
Aparte de lo dicho, no se debe dejar en el tintero a otro tipo de peregrinos que terminaron ajusticiados por sus golferías. Entre estos, un tal Bartholomeus Cassanu, caminante italiano que, en 1586, por haber robado en las iglesias parroquiales de Zarauz (Guipúzcoa) y Salas (Asturias), colgó de la horca en esta última villa —posteriormente, su cadáver fue descuartizado y expuesto campo a través—, final de la segunda etapa, con inicio en Grau (Grado), del Camino Primitivo del Norte.
Guía de viaje de un peregrino alemán de fines del siglo XV
El culto a Santiago en Alemania tiene una larga tradición, documentada ya desde el siglo IX, siendo en el X cuando se inscribe el 25 de julio como Día de Santiago en el calendario bávaro y comienzan a surgir las peregrinaciones a Compostela. En los siglos siguientes, el culto jacobeo arraiga en las regiones situadas en la cuenca del Rin, por Baviera y el Tirol, y Santiago es adoptado como patrono por distintos gremios, al tiempo que se fundan numerosas cofradías jacobeas.
Esta devoción se plasmó en los jacobslied o cantos jacobeos que entonaban los peregrinos de procedencia germana, a quienes se atribuye los orígenes del rito de la colocación del sombrero del sol de los caminos sobre la cabeza de la estatua del apóstol que preside el altar mayor de la catedr...