Ecofeminismo
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Ecofeminismo

Teología saludable para la tierra y sus habitantes

Geraldina Ce´spedes Ulloa

  1. 320 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Ecofeminismo

Teología saludable para la tierra y sus habitantes

Geraldina Ce´spedes Ulloa

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Información del libro

Partiendo de la actual crisis ecolo´gica y de la violencia de ge´nero, estudia laconcepcio´n del ser humano y de la naturaleza desdeun cambio del paradigma antropolo´gico y ecolo´gico.

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Información

Año
2021
ISBN
9788428838092
Categoría
Teología
1

Hombres, mujeres
y naturaleza:
unas relaciones desajustadas

Las dos formas en que se expresa con más fuerza el sufrimiento ecohumano son el grito de las mujeres y el gemido de la creación. Estos dos gritos nos urgen a buscar no solo una nueva práctica, sino también nuevas actitudes y nuevas formas de relación entre hombres y mujeres, y de estos con la creación entera.
Este primer capítulo parte de la realidad que atraviesa nuestro mundo en cuanto a la situación de las mujeres y al deterioro medioambiental. Pretende exponer y analizar cómo se manifiestan y se entretejen los dos grandes clamores que interpelan a nuestro mundo y que constituyen un desafío a nuestra fe. Se trata de una invitación a percibir los desajustes y situaciones de pecado que destruyen la vida de las personas y la vida del planeta.
Para ello, es necesario ver las cuestiones ecológicas y las cuestiones de género no como algo puntual o como un tema interesante que está más o menos de moda, ni tampoco como algo marginal en la existencia humana, sino como una cuestión crucial que atañe profundamente a todo el entramado del mundo. Desde una perspectiva creyente, vemos la irrupción de las mujeres y de los movimientos que buscan relaciones equitativas y de justicia entre hombres y mujeres como un signo de los tiempos. Tenemos que contemplar el surgimiento de una nueva conciencia de qué significa ser hombre y ser mujer como uno de los signos de la presencia del Espíritu en nuestro mundo.
Cuando nos acercamos al tema de las relaciones entre hombres y mujeres y de estos con la casa común, lo primero que percibimos es que estamos ante unas relaciones desajustadas que necesitan urgentemente ser sanadas y repensadas. En términos creyentes, estamos ante una situación de pecado, aunque todavía muchos hombres y mujeres no reconocen como pecado las prácticas androcéntricas y las formas sofisticadas de justificar la exclusión de las mujeres y otros colectivos, ni tampoco las formas propias que tenemos de contaminar, depredar y dañar la casa común.
1. Radiografía de un desajuste
a) Feminización de la pobreza: empobrecimiento de la tierra y las mujeres
Si tenemos en cuenta que la mayoría de nuestras sociedades son de cuño androcéntrico-patriarcal, no podemos hablar solamente de la brecha entre pobres y ricos, sino que también tenemos que hablar de otra brecha: la brecha de la pobreza entre sexos. Será a finales de los ochenta cuando se empiece a incluir la perspectiva de género en los análisis de la pobreza, llegando a la conclusión de que hay más mujeres pobres que hombres pobres en el mundo. Y no solo eso, sino que la pobreza afecta de forma diferente a hombres y mujeres. Incluir la categoría de género evidenciará que la pobreza que viven las mujeres es mucho más aguda que la de los hombres.
El concepto «feminización de la pobreza» –acuñado por Diana Pearce en su investigación Feminización de la pobreza: mujeres, trabajo y bienestar–, permite descubrir que existen factores que hacen que la pobreza afecte con mayor fuerza y frecuencia a las mujeres.
¿Cómo se manifiesta este fenómeno de la feminización de la pobreza en nuestro mundo? El primer dato que salió a la luz procede de la IV Conferencia sobre la Mujer en Beijing (1995), que afirmó que el 70 % de los pobres del planeta eran mujeres. Según ONU-Mujeres, de las personas que en el mundo viven en extrema pobreza hay 4,4 millones más de mujeres que de hombres. Los factores que contribuyen a esta desigualdad son, entre otros: la falta de autonomía económica de muchas mujeres; la brecha de ingresos, ya que ellas perciben salarios inferiores a los de los hombres; la distribución desigual de las responsabilidades domésticas y las tareas de cuidado (niños, enfermos, adultos mayores, etc.), que, en una sociedad patriarcal, son feminizadas, recayendo generalmente sobre mujeres, que no perciben por ello ingreso alguno.
Otra manifestación de la feminización de la pobreza es el ámbito de la educación, lo cual priva a las mujeres de una cualificación para acceder a mejores condiciones de empleo. De los 800 millones de analfabetos del mundo, un 70 % son mujeres. La educación tiene un fuerte sesgo de género, sobre todo en los países más pobres. El acceso a la escolaridad no es igual para los hombres que para las mujeres. Pero la desigualdad de género se manifiesta no solo en el acceso a la escolaridad, sino también en el logro del aprendizaje, en el tiempo disponible para estudiar y en las posibilidades de continuar la educación en niveles superiores, cuestiones en las cuales las mujeres –niñas y jóvenes– constituyen la población que menos se beneficia.
La feminización de la pobreza está relacionada con la falta de acceso de las mujeres a los recursos, lo cual las priva de los medios para superar las condiciones de pobreza y las mantiene en una situación de sometimiento y de dependencia económica. Veamos, por ejemplo, la falta de acceso a las tres «T» en las que el papa Francisco ha venido insistiendo constantemente como un derecho sagrado: tierra, techo y trabajo (así lo podemos constatar especialmente en sus mensajes a los movimientos populares en los encuentros realizados en distintos lugares, como el de Bolivia, Roma, California, etc.).
Mujeres y acceso a la tierra. En el caso de las mujeres, esto se hace crucial, pues la propiedad de la tierra está en manos de los hombres, a quienes las familias consideran los principales herederos, quedando las mujeres despojadas de ese derecho. En el imaginario socio-cultural y en las legislaciones, usos y costumbres de muchos pueblos no está contemplada la herencia para las mujeres, sino solo para los varones. Aunque el Antiguo Testamento relata el caso de una legislación lograda por el reclamo de cinco muchachas, que exigieron a Moisés y a las autoridades del pueblo que se hiciera justicia y les fuera asignada la herencia que les correspondía tras la muerte de su padre (Nm 27,1-11), increíblemente todavía en el siglo XXI existen prácticas discriminatorias de las mujeres respecto a la herencia y a la tenencia de la tierra, así como también el derecho a créditos y a incentivos para la producción.
La falta de acceso de las mujeres a la tierra está ligada al tema crucial de la seguridad y la soberanía alimentaria. Al analizar la cuestión de la seguridad alimentaria con la lupa de género, se puede constatar que la disponibilidad de la cantidad y la calidad de alimentos que requiere una persona para vivir no está garantizada para las mujeres, pues en el hogar son ellas las que perciben menos cantidad y menor calidad de alimentos (véase, solo a modo de ejemplo doméstico, cómo se distribuye un pollo entre los miembros de una familia, según sean hombres o mujeres). También el patriarcado funciona sobre la base de tabúes y prejuicios alimentarios, por ejemplo, la creencia de que los hombres necesitan más cantidad y variedad de alimentos que las mujeres. El sistema androcéntrico-patriarcal, por lo general, también ha cargado sobre las mujeres las tareas de comprar, preparar y distribuir los alimentos entre los miembros de la familia, responsabilidades de las cuales los varones, normalmente, tienden a evadirse.
La búsqueda de la justicia de género ha de comenzar por el acceso a lo más elemental y universal, que es la comida. Sin embargo, en este ámbito se mantienen patrones sociales y culturales de cuño androcéntrico-patriarcal que llevan a que las mujeres sean la población más expuesta a padecer hambre, desnutrición o malnutrición. Existe una discriminación alimentaria que opera de modo sutil en cada hogar. Y la misma ha sido interiorizada, justificada y reproducida históricamente no solo por los hombres, sino también por las mismas mujeres.
Muchas mujeres en el mundo se han acostumbrado a comer de lo que sobra o a comer de mala manera. En muchas sociedades y culturas, las mujeres comen después de los varones, y no comen sentadas a la mesa, sino en la cocina, muchas veces de pie, o, si están sentadas a la mesa, están levantándose constantemente para buscar lo que falta para abastecer y servir a los hombres. Si la familia es de escasos recursos y no hay suficiente cantidad y calidad de alimentos, quienes se privan de la alimentación son las mujeres. Ellas están en una situación de vulnerabilidad ante el derecho universal a una alimentación adecuada y saludable.
Irónicamente, las mujeres, que producen el 70 % de los alimentos a nivel mundial y que son quienes más se ocupan y preocupan por la comida diaria de la familia y las que literalmente alimentan al mundo, son las peor alimentadas. Las estadísticas señalan que la mayoría de los desnutridos del mundo son mujeres. Según estudios de la FAO, en América Latina y el Caribe existen 19 millones de mujeres que sufren inseguridad alimentaria severa. A partir de esto se constata que el patriarcado ha generado una feminización del hambre y la desnutrición. Como señala Acción Contra el Hambre, las desigualdades de género están en el origen del hambre. Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición, tal como se plantea en el segundo de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) planteados por la Agenda 2030 de la ONU, tiene que ver con la justicia, la equidad y el empoderamiento de las mujeres (objetivo 5) y con decisiones y acciones políticas radicales para hacer frente al cambio climático (objetivo 13).
Las mujeres y el trabajo. Echando una mirada a la situación laboral, el desajuste en las relaciones de género tiene varias manifestaciones, y las mujeres se enfrentan a grandes desventajas. Por un lado está la brecha salarial, pues las mujeres no solo siguen teniendo dificultades para acceder a un empleo digno y a puestos de responsabilidad, sino que el salario percibido por las mujeres sigue siendo entre un 30 % y un 40 % menor que el que perciben los varones por realizar el mismo trabajo. Las mujeres realizan las dos terceras partes del trabajo mundial por un 5 % de los salarios que se pagan. En el área rural de muchos lugares del Tercer Mundo, la división sexual...

Índice

  1. Portadilla
  2. Prólogo. Una teología saludable
  3. Presentación. Desde la experiencia de las mujeres
  4. 1. Hombres, mujeres y naturaleza: unas relaciones desajustadas
  5. 2. Una confluencia de corrientes: ecofeminismo
  6. 3. En el umbral de nuevos paradigmas
  7. 4. Una teología saludable para la tierra y sus habitantes
  8. 5. Hacia una ecoespiritualidad feminista
  9. 6. Espacios para vivir en clave ecofeminista
  10. Sugerencias bibliográficas
  11. Notas
  12. Contenido
  13. Créditos
Estilos de citas para Ecofeminismo

APA 6 Citation

Ulloa, G. C. (2021). Ecofeminismo ([edition unavailable]). Ediciones SM España. Retrieved from https://www.perlego.com/book/3050546/ecofeminismo-teologa-saludable-para-la-tierra-y-sus-habitantes-pdf (Original work published 2021)

Chicago Citation

Ulloa, Geraldina Ce´spedes. (2021) 2021. Ecofeminismo. [Edition unavailable]. Ediciones SM España. https://www.perlego.com/book/3050546/ecofeminismo-teologa-saludable-para-la-tierra-y-sus-habitantes-pdf.

Harvard Citation

Ulloa, G. C. (2021) Ecofeminismo. [edition unavailable]. Ediciones SM España. Available at: https://www.perlego.com/book/3050546/ecofeminismo-teologa-saludable-para-la-tierra-y-sus-habitantes-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Ulloa, Geraldina Ce´spedes. Ecofeminismo. [edition unavailable]. Ediciones SM España, 2021. Web. 15 Oct. 2022.