DE VALLE DEL YANGTSÉ A LOS MARJALES VALENCIANOS: LA INTRODUCCIÓN DEL CULTIVO Y DEL CONSUMO DEL ARROZ ASIÁTICO (ORYZA SATIVA) EN EL LITORAL MEDITERRÁNEO IBÉRICO DURANTE LA BAJA EDAD MEDIA
Antoni Riera i Melis
Universidad de Barcelona - Institut d’Estudis Catalans
1. INTRODUCCIÓN
El arroz es uno de los cereales que han jugado un papel decisivo en la alimentación humana desde el Neolítico. Actualmente se cultivan dos especies, la africana (Oryza glaberrima) y la asiática (Oryza sativa). Robert Portères ha ubicado la domesticación de la primera en las llanuras de inundación del valle medio del Níger, en el actual Mali, entre el 3.000 y el 2.000 antes de Cristo.1 La planta se habría expandido, desde la zona originaria, a dos áreas secundarias de diversificación, una en las costas de Gambia y Guinea Bisau, y la otra en las llanuras interiores de Guinea y Sierra Leona. Otros autores han propuesto, en cambio, que esta variedad de arroz fue domesticada por separado en varias regiones diferentes y aisladas de la sabana africana, donde crecía espontáneamente el ancestro silvestre (Oryza barthii).2 La ausencia de referencias arqueológicas firmes impide, sin embargo, comprobar cuál de las dos propuestas es la correcta. Esta variedad arroz, poco productiva y de grano pequeño y frágil, tiene, sin embargo, algunas características positivas: es mucho más resistente a las plagas y a las oscilaciones del espesor de la capa de agua que la asiática, no exige suelos tan fértiles y su ciclo vegetativo es ligeramente más corto. Recientemente, científicos del Centro Africano del Arroz, han conseguido, mediante cruces genéticos de las dos especies, una variante híbrida, el NERICA,3 que reúne bastante de las ventajas de ambas.
El arroz asiático, en cambio, es una planta originaria del Lejano Oriente, de las tierras comprendidas entre los ríos Yangtsé y Bramaputra. Fue domesticado probablemente en la China meridional, en los distritos de Wannián y Jiangxi, donde recientemente se han descubierto vestigios de polen en niveles arqueológicos correspondientes al 8.000 a. C.4 La gramínea se expandió, desde estas regiones, hacia el sur y el oeste; penetrando en Taiwán hacia el 4.800 a. C., en Filipina en torno al 4.000 a. C. y en Indochina y la India unos quinientos años más tarde.5 En esta vasta área, el arroz, por su alto rendimiento y poder nutritivo, se convirtió gradualmente en el componente central de los regímenes alimentarios de todos los estamentos sociales; desempeñó un papel parecido al que asumieron, casi coetáneamente, el trigo en Europa y el maíz en América. Cada uno de estos tres cereales, en su área respectiva, relegó a un segundo plano las raíces y los tubérculos tradicionales, desplazó los restantes alimentos alternativos, rebasó el papel de mero manjar; devino el principal configurador de una identidad alimentaria, de toda una manera de vivir, de una gran civilización.6 Sus respectivos consumidores lo llevaron consigo en sus migraciones7Actualmente continúan siendo los tres granos más comercializados a escala mundial.8 Según los últimos informes de la FAO, sólo el arroz constituye el alimento principal para más de 3.300.000.000 de habitantes. En la presente crisis económica estos tres cereales, debido a su fuerte y rígida demanda, se ha convertido en una de las principales inversiones refugio para grandes especuladores, quienes, al impulsar al alza sus cotizaciones, están provocando hambre en las regiones más pobres del Tercer Mundo.
2. LA INTRODUCCIÓN DEL CULTIVO DEL ARROZ EN EL ORIENTE MEDIO ENTRE LOS SIGLOS IV A.C. Y VI D.C.
Hasta muy recientemente se había venido considerando que la introducción del cultivo y del consumo del arroz asiático en las regiones occidentales de Eurasia constituía un legado árabe. Para los defensores de esta hipótesis9 el cereal, durante la época clásica, no había sido, en estas áreas, más que un producto de importación, de procedencia lejana, cuando no ignota; un artículo caro, cuyo uso había quedado restringido a la farmacia, sin alcanzar la alta cocina. La tesis del protagonismo islámico en su difusión ha sido, sin embargo, recientemente cuestionada por Michael Decker,10 quien, a partir de un análisis cuidadoso tanto las fuentes escritas coetáneas como de las aportaciones recientes de la Arqueología, ha demostrado que el arroz, en la Antigüedad, ya fue un cereal no sólo consumido, sino incluso cultivado en el Mediterráneo.
Los griegos descubrieron el arroz en algunas regiones del Creciente Fértil, en el último tercio el siglo IV a.C., durante de las campañas militares de Alejandro el Magno11 y lo designaron con el término oriza. Autores de la época Helenística describen con bastante detalle la planta y aseguran que se cultivaba en bancales inundados. Hacia el 290 a.C., Teofrasto, en el libro octavo de su Historia de las plantas, califica el arroz como un cereal fecundo.12 Diodoro Sículo, a mediados del siglo I a.C., afirma que es la primera gramínea en la India, uno de los cultivos básicos de la agricultura intensiva del subcontinente.13 Unas décadas más tarde, Estrabón, apoyándose en Aristóbulo, añade que ya se cultivaba no sólo en Bactriana, Susia y Babilonia, sino también en la baja Siria.14 Fuentes chinas lo sitúan, por aquella misma época, en algunas regiones de Persia y Mesopotamia.15
En el siglo II después de Cristo, su cultivo penetra en Egipto, desde Mesopotamia, por el corredor de la costa palestina, donde ya jugaba un papel importante en la agricultura hebrea. Por esta misma época, el cereal llegaba también al valle del Nilo, desde la India, por los puertos del Mar Rojo, como se desprende tanto de su presencia en los yacimientos de Berenice, en la costa meridional egipcia, como de la información aportada por el Periplus Maris Erythraei, la primera guía comercial del Océano Índico.16 Algunos papiros han conservado referencias acerca del comercio y el cultivo y del arroz durante el Alto Imperio Romano, información confirmada además por autores locales coetáneos, como Julio Polux, de Naucratis, y Ateneo, de Alejandría.17 A finales del siglo III, se ha convertido ya en un alimento secundario a escala mediterránea, como lo acredita el Edictum de Pretiis Rerum Venalium, promulgado por Diocleciano en el año 301, donde se le asigna un precio máximo de 200 denarios el modio.18 La inclusión del arroz en esta normativa antiinflacionista general demuestra que había devenido, como consecuencia del auge comercial de la Pax Romana, uno de los artículos comercializados en los grandes mercados del Imperio. Su ubicación en el apartado relativo a los productos procedentes de la India parece indicar, sin embargo, que el grueso de la demanda era cubierto aún por las importaciones.
La gramínea, en la Baja Antigüedad, prosperaría también en otras regiones del Oriente Medio. Si su cultivo en las costas occidentales de Asia Menor a mediados del siglo IV constituye todavía una controversia historiográfica,19 su arraigo en Palestina unas cuantas décadas después ya no es cuestionado prácticamente por ningún experto. El Talmud de Jerusalén acredita que su cultivo ya había penetrado, antes del 400, en la periferia de Antioquía, en los alrededores del lago Tiberiades, en Banias (Cesarea de Filipo) y en la costa de Cesarea Marítima, en el norte de Israel.20 El Talmud de Babilonia –redactado hacia el año 500 de Cristo pero que contiene información muy anterior– recuerda que el arroz era un cereal importante para las comunidades judías de Mesopotamia, superado sólo por la cebada y el trigo.21 Esta información confirma el interés que ya despertaría entonces entre los colonos judíos y los agentes fiscales del Imperio Persa Sasánida. El ocaso del Imperio Romano no significaría el colapso de la oferta del arroz, que continuaría circulando por ambas cuencas del Mediterráneo, aunque con menos intensidad. En el siglo ...