UCD-Valencia
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Estrategias y grupos de poder político

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UCD-Valencia

Estrategias y grupos de poder político

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La Transición a la democracia es sin duda uno de los procesos que más interés ha despertado no sólo entre los investigadores sino también entre el público general. Su complejidad se hace evidente si tenemos en cuenta que el propio proceso acabó por engullir a la elite que lo había orquestado. En este libro el lector encontrará un análisis que contempla la evolución de la UCD valenciana, y proporciona algunas de las claves para comprender mejor su disolución, a consecuencia de factores exógenos pero también endógenos. Desde una perspectiva sencilla se estudia no sólo la incorporación o abandono de sus más destacados componentes, sino también su influencia sobre el desarrollo de las estrategias políticas del partido, resquebrajando la idea de UCD- Valencia como un bloque homogéneo.

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Información

III. ÁMBITO NACIONAL-ÁMBITO REGIONAL: GESTORES POLÍTICOS, ESPACIO DE ACCIÓN Y SECUENCIAS TEMPORALES.

Conviene iniciar esta introducción aclarando algunos aspectos en cuanto a la denominación del capítulo. A la hora de hablar de ámbito nacional, ámbito regional, estas expresiones mantienen el mismo significado que les dio A. Cucó cuando escribió sobre el tránsito de Abril Martorell de «dirigent nacional» a «dirigent regional»,1 o Archilés y Martí para hablar de la dualidad de identidades nacionales.2
En relación al «ámbito nacional», son innumerables los ejemplos que hablan de un ámbito estatal o de UCD estatal a la hora de referirse al partido político con interés y capacidad de acción de toda España. En el caso de la transición española, entiendo que UCD no era un partido estatal puesto que los cuadros de la Administración representaban poco más del 13% del total de los afiliados al partido.3 Al mismo tiempo, el adjetivo «nacional» nos podría referir inmediatamente a otra pregunta: ¿qué nación? Esto debe ponerse en relación con que «fins a dates recents, no arrencà el debat sobre els processos de construcció d’identitats col·lectives o es va produir el simple reconeixement de l’existència d’un nacionalisme espanyol. (…) es partia acríticament de la consideració d’Espanya com d’un dels Estat-nació més antics d’Europa».4 Por tanto, frente al adjetivo «estatal» he optado por usar «nacional», aclarando que se refiere a la Nación española, única reconocida como tal explícitamente en el texto constitucional vigente en el territorio español.
Por otro lado, el término «regional» resulta conflictivo por su carácter poco definitorio. Otra opción posible es utilizar el concepto «ámbito autonómico», porque el presente trabajo se refiere al momento en que las autonomías y sus embriones, las preautonomías, configuraron una realidad que abarcaba a todo el territorio español. También hay que tener en cuenta que gran parte de las cuestiones referidas son previas a la aprobación del Estatuto de la Comunidad Valenciana; además, en la mentalidad de los gestores políticos analizados, en muchas ocasiones, tampoco había una concepción política autonómica como tal,5 sino una traslación de una política nacional, lo que daba lugar a contradicciones evidentes; finalmente, y precisamente por lo anterior, no existía una definición clara del «ente regional», sino que, en muchos casos, a pesar de los discursos oficiales, la aplicación de determinadas políticas se hace pensando más en la provincia de Valencia que en el País Valenciano. El peso de la provincia es un elemento a tener en cuenta en el análisis –de hecho, se potenciaron mucho las Diputaciones provinciales en la política de los centristas valencianos–, de modo que hasta 1979 no hubo una organización del partido que fuera más allá de la provincia, es decir, hasta septiembre de 1979 no se preocupó por crear unas estructuras supraprovinciales, al mismo tiempo que se iniciaba una reivindicación por no perder los límites geográficos que les parecían más propios de la tradición valenciana: las comarcas. En resumen, bajo el adjetivo «regional» se agrupan políticas poco claras en cuanto al espacio geográfico para el que están concebidas y que, precisamente, se definen como aquello que queda excluido al margen de la política «nacional».
En cuanto al contenido del capítulo, una de las ideas más claramente defendidas por Attard fue la evidente relación que hubo, en su opinión, entre el planteamiento y desarrollo del Estado de las Autonomías y las crisis y daños a la imagen de UCD.6 En líneas generales, se puede afirmar que los problemas que el modelo autonómico evidencia, así como las contradicciones del partido en materia autonómica, constituyeron la base para el descrédito de UCD y la división interna. Pero del mismo modo, también es posible hacer una lectura inversa: el proceso autonómico estuvo condicionado en buena medida por las características de UCD y sus crisis, así como por la falta de unidad en cuanto al criterio autonómico a seguir.
Del mismo modo, para entender plenamente los procesos de transición española y transición valenciana, es preciso tener en cuenta las interacciones entre la esfera nacional y la esfera regional. Estas interacciones pueden resumirse en la acción de políticos que compaginaron su labor en el desarrollo del Estado español con la dirección del UCD en el territorio valenciano, además del hecho de que los debates propios de la política valenciana tuvieron una repercusión en las Cortes españolas, haciendo evidente la ausencia de un criterio uniforme en el Gobierno, lo que, en el marco de un política de rasgos personalistas, puede explicar el «desembarco» de candidatos gubernamentales en la mayoría de provincias.
En cuanto a los gestores políticos, partimos de que una parte de la elite valenciana jugó, a su vez, un relevante papel en la política nacional. Pero también es cierto que la responsabilidad derivada de dicho cargo era un condicionante para actuar como persona de Estado incluso cuando se trataba de política regional o provincial; es el caso de Abril Martorell y de Broseta.7 Asimismo, debe tenerse en cuenta que el prestigio resultante de un cargo nacional, la Presidencia de la Comisión Constitucional en el caso de Attard, la Secretaría de Estado para las Autonomías de Broseta y la tan solemne Vicepresidencia del Gobierno que ostentaba Abril Martorell, facilitaba el control sobre el partido a nivel regional.
Por otro lado, el prestigio alcanzado en la política valenciana y los contactos adquiridos en el transcurso del franquismo –especialmente tardofranquismo– y la transición, facilitaba la adjudicación de puestos de relevancia nacional; es el caso de Attard y, en menor medida, de Broseta.
Por lo que se refiere al espacio de acción, las Cortes españolas fueron escenario en múltiples ocasiones de debates que dejaban traslucir el desarrollo autonómico de la futura Comunidad Valenciana tanto en el Congreso como en el Senado, así como en comisiones de ambas cámaras. En otras ocasiones, el contenido de una ley tenía connotaciones políticas directas a la futura Comunidad Valenciana y originaba un profundo debate regional. Es el caso de la Ley de Referéndum. Y, por supuesto, el Estatuto Valenciano durante los trámites parlamentarios constituyó un nexo de unión entre el espacio nacional español y el regional.8
En definitiva, el espacio nacional y el espacio regional se unieron en cierto modo en las Cortes españolas, puesto que los debates parlamentarios de ambas Cámaras y de sus comisiones, así como las leyes salidas de ellas, afectaban a intereses políticos españoles y a intereses políticos del, hasta julio de 1982, País Valenciano.

1. GESTORES POLÍTICOS9

1.1 Fernando Abril Martorell: político de Estado

Nació en Valencia en agosto de 1936, y allí permaneció hasta que, con apenas dieciocho años se trasladó a Madrid10 para proseguir sus estudios. Estudió en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos y en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de la Universidad de Madrid; completó los estudios de Doctorado en ambas carreras.11 Tras casarse se trasladó a Segovia donde trabajó como ingeniero Agrónomo del Servicio de Concentración Parcelaria y Ordenación Rural, llegando a ser Ingeniero Jefe Comarcal de Ordenación Rural.12 Según Lamelas, fue Suárez –que llegó a Segovia en 196813– quién introdujo a Abril Martorell en las complejas lides de la política y le animó a presentarse a los cargos de Procurador en Cortes por la Diputación de Segovia, Presidente de la Diputación de Segovia (1969) y Procurador en Cortes por el Tercio Familiar (1971): «Con Adolfo fue Fernando tiñéndose de político. De él aprendió a manejar el poder, a descubrir sus mecanismos, a valorar y conocer a sus interlocutores».14
Paralelamente, en 1970, propuesto por J. Lamo de Espinosa,15 fue nombrado director técnico de Productos Ganaderos del Fondo Ordenación y Regulación de Producción y Precios Agrarios (FORPPA), puesto que ocupó hasta 1971, y donde conoció al empresario del sector lácteo Arturo Gil.16 Entre 1972 y 1974 fue director general de la Producción Agraria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, así como también ocupó el puesto de consejero electivo del Consejo Superior Agrario. Después se incorporó a la empresa pública Lactaria Española (LESA), de la que fue presidente, así como director general de la Producción Agraria.17 Estos cargos supusieron el traslado definitivo de su residencia a Madrid.
Fallecido Franco, Abril Martorell a diferencia de Suárez, tuvo inicialmente una discreta participación política. Sin embargo, fue elegido miembro de la comisión directiva del grupo parlamentario de la Unión del Pueblo Español (UDPE) que «se manifiesta partidaria de convertir a España en un Estado de Derecho y defensora de la monarquía de don Juan Carlos» (Pese a todo, Abril Martorell estaba ligado a la política a través de Suárez, ya que) «los avatares de Suárez, llamado por Arias Navarro a formar parte del primer gobierno de la monarquía como Ministro de la Secretaría general del Movimiento, eran vividos como propios».18 Elegido Suárez por el rey en la famosa terna para presidir un nuevo Gobierno, Abril Martorell sería el nuevo ministro de Agricultura, con Lamo de Espinosa como subsecretario, Gámir Casares como secretario técnico del Ministerio y Enrique Martínez Genique como presidente del FORPPA, entre otros colaboradores.19
Sobre las elecciones de 15 de junio de 1977, la periodista V. Prego escribió:
El gobierno de Adolfo Suárez, presionado por la oposición, ha aceptado que ninguno de sus miembros se presente a las elecciones. El gobierno quiere dar así todo tipo de garantías de que no va a utilizar en su provecho el poder del Estado. Pero, dejando a un lado al ministro de Obras Públicas, Leopoldo Calvo-Sotelo, que dimite de su cargo para preparar las listas electorales de una coalición que acaba de nacer, Unión de Centro Democrático, (UCD), el gobierno hace una sola excepción: la de su presidente.20
Sin embargo, esta afirmación de la periodista no es del todo precisa, puesto que, aunque realmente Abril Martorell no concurrió a los comicios, fue uno de los 41 senadores por designación real,21 lo que permitió que tras las elecciones fuese nombrado vicepresidente tercero del Gobierno para Asuntos Políticos –la Vicepresidencia segunda para Asuntos Económicos recayó en Enrique Fuentes Quintana y la Vicepresidencia primera para la Defensa en Manuel Gutiérrez Mellado. A la hora de analizar las posibles razones que llevaron a Suárez a nombrar a Abril Martorell vicepresidente tercero, con tan sólo un año de experiencia en un Ministerio tan poco común para ese tipo de saltos en la carrera política de sus detentores, Lamelas habla de una unión a la hora de compartir responsabilidades que dificulta distinguir las delimitaciones políticas de cada uno.22 Se iniciaron así para Abril Martorell los «años de plenitud» política, en expresión de Lamelas.
En este punto, merece la pena recordar una cita de Attard que permite vislumbrar el grado de unión entre Abril Martorell y Suárez, así como la rivalidad que podía levantar en otros compañeros:
Había un candidato por Zamora, Modesto Alonso Pelayo, que se dirigió a Suárez y le dijo algo así como que ganemos o perdamos, el problema fundamental para Zamora es el ...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Prólogo
  4. Siglas
  5. I. Contextualización:Transición española, Transición valenciana y evolución de UCD
  6. II. UCD-Valencia en el marco preautonómico (1977-1982)
  7. III. Ámbito nacional-ámbito regional: gestores políticos, espacio de acción y secuencias temporales
  8. IV. Hacia una descripción de UCD-Valencia
  9. V. Conclusión
  10. Bibliografía
  11. Índice onomástico