El movimiento trans entre el feminimo y el machismo
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El movimiento trans entre el feminimo y el machismo

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El movimiento trans entre el feminimo y el machismo

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"Este nuevo libro de Silvia Ons se vuelve imprescindible, […] podemos seguir unos hilos que se tejen con la agilidad propia de una autora que sabe mover sus agujas hasta lograr un entramado complejo, sutil y simple a la vez. En él se entrelazan el discurso analítico, el discurso filosófico y el discurso de género en una trama que bordea el agujero del deseo del analista, cuya voz femenina se deja escuchar a lo largo del texto.En efecto, es una referencia permanente a su práctica –que no ahorra intervenciones, efectos e interrogaciones ligadas a la incidencia de la época en la misma– la que sostiene un tejido que es también un verdadero ejercicio de deconstrucción, en lo que la autora es fiel a su propio planteo del psicoanálisis como gran deconstructor.Deconstrucción del discurso de género, cuyas afirmaciones interroga con agudeza, demostrando en varios pasajes tanto sus contradicciones internas como su falta de fundamento en ciertas críticas dirigidas al psicoanálisis, movimiento que no anula el reconocimiento de su gran valor en el campo de los derechos conquistados […].Deconstrucción del discurso filosófico, siguiendo la vía antifilosófica abierta por Jacques Lacan, allí donde lleva a cabo una tan rigurosa como incisiva lectura de autores tales como San Agustín, Nietzsche o Spinoza, depurando en ella cuestiones centrales en la indagación acerca de la libertad y sus límites, la transvaloración y sus consecuencias, o la perspectiva de un real sin falta. […]Finalmente, deconstrucción de todo aquello que puede volverse dogma en el discurso analítico, ciñéndose sin embargo a una ortodoxia que es tan freudiana como lacaniana, sin por ello caer en el facilismo de una queerización políticamente correcta, lo que consistiría en una nueva forma de autocensura, como acertadamente señala la autora. […]Hay un vaivén en este libro, que propone al lector dejarse llevar por un ritmo que sigue el movimiento incesante de las agujas con las que Silvia Ons nos lleva de un hilo a otro con el oficio de una artesana que sabe hacer nudos con los agujeros que habitan al parlêtre contemporáneo, en una experiencia de lectura absolutamente original" (Del Prólogo de Vienes Soria).

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Información

Año
2021
ISBN
9789878372952

Transexualidad

Más allá del movimiento queer

Si hasta hace poco lo transexual indicaba la pertenencia a un género independiente del anatómico, luego se aplicó para prescindir también del género: ni femenino ni masculino, dice el movimiento queer. Originalmente utilizado como un término general para los individuos no binarios, después ha dado lugar a múltiples maneras que intentan nombrar a los sujetos. Resulta interesante la lógica de tal procedimiento, ya que ni bien aparece una nominación, ella es rechazada por otra, y así lo trans se extiende abriendo la perspectiva de una deconstrucción permanente de toda identidad, lo que llevaría al anhelo de un sujeto que nunca pudiese ser identificado. (1) Sin embargo, vemos que en el rechazo a lo que se denuncia como “etiqueta” impuesta por la cultura, aparecen otras: las de los no identificados, nombres al fin. El procedimiento parte de dos negaciones: la primera, como negación del cuerpo con el que se nace, otorgándole un género diferente al establecido; la segunda, negando la categoría de género. A tal extremo que algunos se consideran pertenecer a la “transespecie”, como el caso del británico que se cree perro dálmata, o “transedad”, (2) como ese hombre que se define como una niña de seis años. Un joven barcelonés se declara “transespecie” y se implanta dos aletas de pez en el cráneo. (3) El uso abusivo de esta partícula ha llevado a la aberración de quienes justifican la pedofilia con el argumento de que la “transedad” anularía la niñez como tiempo vital y entonces… ¡no habría delito!
Los movimientos LGBT han alcanzado logros destacados respecto a los derechos civiles, pero el punto que quiero abordar no concierne a esta conquista, sino a la extensión de la categoría trans, su uso expansivo y sus consecuencias. Tal empleo señala –como luego veremos– el propio activista trans, Miquel Missé, quien borra la especificidad de quienes son transexuales.
Fue la misma teórica feminista Teresa de Lauretis –responsable de haber acuñado el término queer en los años 90– la que en una conferencia dictada en Buenos Aires, (4) manifestó que con el correr del tiempo los discursos de la identidad de género fueron obturando las investigaciones sobre sexualidad, aminorando su fuerza y perdiendo su poder transformador. De esta manera, de acuerdo con De Lauretis, la potencialidad de la sexualidad infantil propuesta por Freud, junto con la noción de pulsión de muerte y la concepción de las zonas erógenas de las pulsiones parciales –que la autora ya venía trabajando en su libro Freud’s drive: Psychoanalysis, Literature and film (5) fue desplazada por las políticas de identidad.
Cuando se levanta el género como el signo máximo de la sexualidad es siempre forclusivo de la sexualidad misma.
En la década del 80 se estableció una distinción entre el travestismo y la transexualidad. Catherine Millot (6) publicó un libro, célebre en la comunidad analítica, donde ubicó las diferencias entre el travesti y el transexual; el primero, no quiere eliminar su pene, mientras que el segundo lo suprime, identificándose con el alma femenina. Allí, Millot marcaba rotundas distinciones que quizás no puedan sostenerse hoy en día: mientras que el travesti conserva su miembro vestido de mujer, el transexual lo rechaza de plano, por convicción de ser del sexo opuesto al biológico.
El goce del travesti –dice Millot– consiste en dejar pasmado al partenaire ante la visión de lo que hay detrás de los trajes y de la mascarada: el miembro viril. No creo que debamos reducir de este modo la particularidad del goce del travesti, ya que Millot peca de una reducción, pero sí podemos decir que la diferencia sexual cobra la dimensión del semblante que magnetiza la mirada. (7) Se trata de invocarla, una y otra vez, mediante un exhibicionismo que incita al voyerismo y a la sorpresa consiguiente. Lacan dirá que el travesti se identifica entonces con una mujer con falo, pero portándolo como escondido, y de este modo, un juego de mostración y sustracción entra en escena. (8)
No obstante, hoy son suprimidas esas distinciones relativas al travestismo y a la transexualidad definidas por Millot, entre lo que ella delimita como quien goza en esconder su miembro en el ropaje femenino para dejar perplejo al partenaire, y entre quien repudia el genital y quiere eliminarlo, ya que se los agrupará con el nombre de “chicas trans”, suprimiendo todo tipo de diferencia en pos de un género puro. Notamos aquí un proceso en el que se ejemplifica algo mucho más general como un fenómeno de abstracción creciente que elide la corporeidad. La teoría de género reactualiza la idea cartesiana de una dualidad entre cuerpo y espíritu, y por lo tanto debemos retrotraernos a Descartes y al origen del sujeto moderno, ya que cuando el gran filósofo francés da el paso en el que se desprende de todos los conceptos preestablecidos para arribar a la certeza del cogito, será él, en tal certeza, pura mente, puro pensar. Esa operación es una operación de vaciamiento hasta de los cimientos más sólidos donde se evacuan no sólo los saberes preexistentes, incluso los más firmes, (9) sino también la tradición, las raíces o los arcaísmos históricos, para llegar a “ser una cosa que piensa” sin otra determinación que la del cogitar mismo:
En lo que respecta a mis padres, de los cuales parece que tomo mi nacimiento, aunque todo aquello que yo haya podido creer de este propósito fuese verdadero, esto sin embargo no hace que ellos sean quienes me conservan, ni que me hayan hecho o producido en tanto soy una cosa que piensa. (10)
Notamos aquí una correspondencia con el artículo 3 de la Ley 26.743 (11) de Identidad de Género que reduce esa identidad a lo autopercibido. Claro que para Descartes es un paso del cogitar evanescente que incluso debe repetirse, ya que se trata de un momento que no puede hipostasiarse y no tiene el carácter instituyente de una ley. Pero la dualidad está creada y no deja de ser interesante que Lacan vincule esta operación con la Verwerfung: (12)
El rechazo del cuerpo fuera del pensamiento es la gran Verwerfung de Descartes, está signada por su efecto a reaparecer en lo real, es decir en lo imposible. Es imposible que una máquina sea cuerpo, es por esto que el saber lo prueba cada vez más poniéndolo en piezas sueltas. (13)
A tal extremo llega tal deyección del cuerpo que Descartes llega a decir:
Y en verdad, la idea que tengo del espíritu humano en cuanto que es una cosa que piensa, y no extensa en longitud, latitud y profundidad, y que no participa en nada de lo que pertenece al cuerpo, es incomparablemente más distinta que la idea de cualquier cosa corporal. (14)
[…] Pero en fin ¿qué diré de este espíritu, es decir de mí mismo? Porque hasta ahora no admito en mi otra cosa que espíritu. (15)
Y aunque esa meditación haya sido relativizada en la sexta meditación (16) donde apela a una suerte de unión con el cuerpo, la división ya está trazada. Esa operación de vaciamiento constitutiva del sujeto moderno alcanza su máxima expresión en Hegel y en lo que llama “saber absoluto”, que es la misma subjetividad depurada de sus anclajes “naturales” y también de sus aspectos empíricos, sin el residuo de la cosa en sí. Así, lo trans expresa una de las aristas de la consumación del sujeto moderno.
Para Hegel, las postrimerías de la historia equivalen a la relativización de todas las diferencias, al advenimiento de una época signada por la coexistencia de todas las configuraciones, reemplazo de lo que antes era sucesión de particularidades excluyentes por contemporaneidad de opuestos, y ya nunca oposición. Hegel no pensaba a modo simple que en su tiempo y con su filosofía terminaba la historia, pero sí captó que la lógica que había presidido el desarrollo de los acontecimientos perdía su vigencia. (17)
Lo trans tiene un carácter ubicuo que supera ampliamente el campo sexual para definir una de las aristas de nuestro siglo. Nietzsche anticipó este acontecimiento cuando se refirió a la transmutación de todos los valores reverenciados por Occidente, pero dudo que haya percibido los alcances insospechados de tal suceso. El ideal de una deconstrucción constante es la parodia del león depredador como figura del espíritu descripta en Así habló Zaratrustra, (18) ese que ataca lo establecido desprendiéndose de la pesada carga del camello. “Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león”. (19)
La amplitud de lo trans se observa, por ejemplo, cuando nos detenemos en pequeños detalles, como cuando se reivindican los productos orgánicos, ya que lo que allí se demuestra es que en general han dejado de serlo, o cuando el dinero mismo se transforma en virtual. Trans es un prefijo que significa “más allá de”, “al otro lado de”, indica sobrepasar un estado original llegando al punto de negarlo absolutamente. Lejos estamos del rechazo de Platón hacia el teatro, (20) que consideraba como una exhibición blasfema de lo divino, y su programa filosófico era proponer al dios un canal purificado, ya que el teatro antiguo era un plagio del mundo sensible. En las antípodas el procedimiento de desustancialización de la realidad tiene hoy tanta vigencia que ha llevado a Paula Sibila a hablar del “hombre postorgánico” (21) como figura de nuestra contemporaneidad. Este fenómeno abarca múltiples territorios: el del cuerpo cuando se dice haber nacido con el envase equivocado, el de los alimentos transgénicos que hacen referencia a los derivados de un organismo genéticamente modificado, y el de la inteligencia artificial como conjunto de disciplinas de software, lógica e informática, que están destinadas a hacer que las PC realicen funciones que se pensaba que eran exclusivamente humanas. Tal mecanismo también se encuentra en la dimensión lingüística del lenguaje “políticamente correcto” (22) caracterizado por la proliferación de nuevos términos. En principio, se trata de eufemismos para sustituir vocablos que puedan ser ofensivos por otros que suenen mejor, pero una vez desencadenado el proceso no se sustituyen sólo los términos ofensivos, sino que la dinámica misma de lo políticamente correcto lleva a la diseminación de más y más expresiones.

Sobre la ley de identidad de género en la infancia

Durante muchos siglos, en la tradición occidental reinó una diferenciación entre physis y techné, es decir, lo natural y lo artificial. Los griegos sabían bien lo que hoy se denomina simulacro, pero la distinción estaba trazada y no había negación del original, Platón desconfiaba del teatro por el énfasis que este arte pone en el mundo de la representación y fundamentalmente cuando las piezas se repiten y la educación desregulada se desliza en las polis. Es que hub...

Índice

  1. Portadilla
  2. Legales
  3. Prólogo, Nieves Soria
  4. Introducción
  5. Transexualidad
  6. Género y psicoanálisis
  7. De La anatomía es el destino a El inconsciente es la política
  8. La dimensión lingüística en el siglo trans
  9. En nombre de la libertad
  10. Lacan y Spinoza
  11. La lucha de los sexos