Europa, vocación y destino de España
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Europa, vocación y destino de España

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Europa, vocación y destino de España

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«El libro que el lector tiene entre las manos recoge una antología, cuidadosamente seleccionada, de algunos de los escritos que Marcelino Oreja ha ido pergeñando a lo largo de su dilatada vida política sobre el asunto que, en buena medida, constituye el leitmotiv de toda su trayectoria, como es la idea de Europa y su evolución durante este último medio siglo (...)La lectura de estos textos —artículos, discursos, dictámenes y recuerdos— tiene pues el enorme interés de ofrecer al lector una visión comprometida (pero nunca autocomplaciente) de la evolución de Europa a lo largo de una época fascinante de nuestra historia más reciente (...)La conclusión a la que posiblemente llegue el lector de estas páginas es que, en última instancia, esa 'Europa soñada' sigue siendo también una Europa por la que vale la pena luchar».Charles Powell

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Información

Año
2021
ISBN
9788413394060
La Europa que queremos
Discurso pronunciado en la Academia de Historia y Arte de San Quirce, en Segovia el 25 de mayo de 2017
[…] Permítanme que antes de abordar el tema de la Europa que queremos me arriesgue a intentar adivinar el escenario mundial dentro de unos años. En él además sintetiza la Europa que queremos.
Qué perspectivas nos ofrece el escenario mundial en los próximos años: difícil pronóstico. Daremos brochazos con grave riesgo de error.
1. La globalización se acelerará y profundizará, pese a los desesperados intentos actuales de vuelta al proteccionismo y nacionalismo, abocados al fracaso.
2. Ello implicará más interdependencia internacional a la par que mayores divergencias entre y dentro de las naciones. El mundo estará más interconectado pero más segmentado.
3. Asistiremos a una emergencia de nuevos poderes globales, que alterará el equilibrio de poderes y cuestionará la gobernanza global. La migración del centro de gravedad del poder generará una nueva realidad geopolítica: el siglo XXI será el siglo del Pacífico.
4. La consecuente complejidad de las relaciones internacionales dificultará el ejercicio del liderazgo y del poder, así como la confección de una agenda para gestionar los retos globales.
5. Clave interpretativa del futuro podría ser: no invocar visiones ni diseñar grandes teorías, sino más bien analizar y evaluar la interacción entre principios y tendencias divergentes y hasta contradictorias.
6. Evolución de los factores estructurales de la cooperación, la competición y el conflicto, marginando los tradicionales instrumentos del poder económico y militar. En su lugar otros factores cobrarán más protagonismo: materiales (recursos naturales y energéticos, agua dulce, tierra cultivable), el conocimiento (innovación científica y tecnológica) y la legitimidad (en su dimensión política, legal y cultural).
7. En consecuencia, las potencias globales habrán de proyectar su acción exterior en varias esferas de influencia con vistas a definir sus intereses y gestionar los desafíos globales.
8. Sobre ese telón de fondo, se perfilarían algunas cuestiones clave sobre el futuro del poder, la legitimidad y la democracia. A saber:
9. En ausencia de un sistema político internacional estable y predecible, la globalización será el factor configurador decisivo y determinante de la política internacional.
10. La multipolaridad será un dato objetivo de la realidad. El ascenso de nuevos actores globales y regionales (China, India, Indonesia, Irán, Brasil) hará más heterogéneo el sistema mundial.
11. Como consecuencia de la relación entre viejas y nuevas potencias, la gobernanza global sufrirá fuertes tensiones. Menguará la capacidad del Oeste, con una población y un PIB declinantes en términos relativos, para influenciar y decidir la agenda internacional. Y las nuevas potencias traerán consigo su propia visión del mundo.
12. Retornará la política de relaciones de poder y las esferas de influencia.
13. Se consolidarán los espacios regionales de integración y la UE podría representar.
14. Proliferarán los Estados fallidos y débiles.
15. La cuestión principal de los próximos años será si prevalece un sistema de gobernanza internacional normativo, colectivo e inclusivo, basado en un multilateralismo eficaz; o más bien se impondrá una nueva polaridad ideológica que enfrente una alianza de democracias al resto del mundo.
16. La prueba definitiva para la UE será si es capaz o no de jugar un papel destacado en la promoción de la primera opción, fomentado sus valores propios y principios distintivos, evitando así una confrontación ideológica radical.
Partiendo de estos escenarios quisiera concentrarme en el papel de España en el proceso de integración.
Hace unos días hemos celebrado el 40 aniversario de la solicitud de apertura de negociaciones con las Comunidades Europeas. Pienso que muchos compartiremos la idea que nuestra plena integración contribuye a aprovechar en positivo los desafíos de la globalización y aceptar, no sin grandes sacrificios y sin ciertos problemas y descontento social, la gran reconversión industrial de los años 80 y parte de los 90, que propició el crecimiento y dio un gran impulso a la economía española. España recibió de la UE una ayuda que supuso un verdadero Plan Marshall para España, una de las mayores movilizaciones de fondos que haya recibido un Estado, lo que ha ayudado a la transformación de nuestro país.
El resultado ha sido la modernización de la sociedad, de la economía y del Estado y esto creo, conviene recalcarlo en estos momentos en que se escuchan tantas críticas sobre las instituciones europeas.
La integración propició también la apertura al exterior, ¿qué lugar ocuparía España en el mundo de la globalización si la UE no hubiera existido? Haciendo un recorrido de nuestras relaciones internacionales a partir de la adhesión, se puede ver el valor añadido por la UE a España, en el orden internacional.
Además, como pueblo, como colectivo, nos ha hecho más responsables, competitivos y solidarios.
La integración nos ha movilizado como sociedad, tanto a los ciudadanos como a los grupos sociales y a las empresas y también como Administración y como Estado.
España supo adaptarse rápidamente a los cambios en las relaciones internacionales contemporáneas; y España se sumó a los Estados que recuperan soberanía real compartiéndola.
Por otra parte el esquema, el paradigma o método de funcionamiento de la Europa comunitaria ha dado extraordinarios resultados.
Ha sido el sistema —llamado funcionalista— que consistía en poner en común intereses concretos en asuntos muy tangibles, que supusieran emprender «pequeños pasos» hacia una mayor trabazón entre los socios, según señalaba la Declaración Schuman de 1950, consistente en una creciente vinculación explícitamente económica, y solo implícitamente política, para desactivar recelos nacionalistas.
El éxito más rutilante fue la creación de un espacio económico común articulado. Primero fue la puesta en común de las producciones del carbón y el acero. Pronto el experimento se amplió con carácter general instaurando una zona compartida para comerciar y la Unión aduanera le añadió vertebración interna, al establecer aranceles compartidos hacia fuera, con la tarifa exterior común.
Paralelamente distintas políticas de acompañamiento —la de competencia, la agricultura, la incipiente de cohesión, la igualdad de género y salarial— a veces promovidas por vía jurisprudencial, iban redondeando ese espacio comercial. Hasta que culminó en el mercado interior, mercado único o Europa sin fronteras, diseñado por el Acta Única. El programa consistió en destruir una por una las distintas barreras no arancelarias (técnicas, fitosanitarias, de seguridad, jurídicas) para instaurar el mercado común. Para desmontar esas regulaciones locales hubo que regular más de 300 directivas. Y aunque la creación del euro arrancaba de motivaciones propiamente monetarias —como era sortear las turbulencias provocadas por la volatilidad del dólar después de los primeros años setenta, la unificación monetaria— también se concibió como la coronación de esa unificación comercial.
La secuencia inventada por Jean Monet y los demás fundadores fue simple. Un pequeño paso desencadenaba el siguiente, mediante un efecto palanca. Así que los avances, aparentemente inocuos, promovían en realidad una secuencia de enorme alcance. Mediante ella, Europa, que tras la II Guerra Mundial no era más que un espacio geográfico vencido, arruinado y dividido, surgía como un actor mundial de primera magnitud.
Pero en su trepidante éxito se enroscaban también sus limitaciones. No es que el proyecto federal naufragase desde Maastricht y la casi simultánea reunificación alemana, porque continuó acogiendo a nuevos socios —duplicó su nómina de miembros—, compartiendo nuevas políticas y extendiendo su atractivo hacia el exterior. Pero precisamente al compás de todo ello, la lógica funcionalista del efecto desencadenante de sucesivos avances —huérfana de un mayor acompañamiento de convergencia política— empezó a generar rendimientos inferiores. Costó mucho más que a cada paso le siguiera la secuencia de la integración.
O sea que los segundos pasos empezaron a ser más pequeños o más débiles, o a fracasar. La libre circulación de capitales se estableció desde 1990, pero se dejó para más adelante la armonización fiscal. Los resultados fueron la competencia impositiva desleal, las distorsiones del mercado, la progresiva desfiscalización del capital, que amenazaba la financiación del preciado «modelo social europeo» articulado en torno al Estado del bienestar. La muy minimalista armonización de la fiscalidad del ahorro/capital (que es una mera obligación informativa mutua entre los Estados miembros) tardó 14 años.
La aparición del euro fue preparada por una fuerte política de cohesión territorial. Se duplicaron los fondos estructurales que debían evitar las enormes disparidades regionales suscitadas por el ingreso de Grecia, España y Portugal y aproximar algo la eurozona a un «área monetaria óptima» a través de una coordinación de las políticas presupuestarias. Pero se olvidó el paralelismo propugnado en el Informe Delors de 1989 según el cual «la unión económica y monetaria forma parte de un conjunto y debe realizarse en paralelo».
Ese automatismo mutuo, esa simultaneidad, ese enfoque global nunca se alcanzó espontáneamente. Habría que esperar a la Gran Recesión de 2008 para que se acordase la urgencia de establecer fondos de rescate (pues la crisis afectó más a unos que a otros, en los famosos e imprevistos shocks asimétricos), para lograr la unión bancaria, los nuevos instrumentos para la política monetaria del Banco Central Europeo y la —siempre pendiente— unión fiscal.
La política macroeconómica se empeñó en la prudencia presupuestaria: la ortodoxia fiscal, la disciplina del déficit y la deuda, limitados al 3% y al 60% del PIB, respectivamente desde Maastricht y el Tratado de estabilidad. Pero la otra pata complementaria, la estrategia de crecimiento y empleo, fue siempre la pata coja. Los ministros de Economía y Hacienda, acogotados por la influencia del ordoliberalismo alemán y del Bundesbank boicotearon a fondo el Libro Blanco de Delors sobre crecimiento, competitividad y empleo —sobre todo, sus apuestas por la sociedad de la información, la re...

Índice

  1. Índice
  2. Un europeo de sentimiento y convicción
  3. Estudio introductorio Marcelino Oreja: la Europa vivida, la Europa soñada
  4. I. Preparando el cambio: Europa en el horizonte
  5. Coordenadas de la política exterior
  6. Una Política exterior para España
  7. Una idea de Europa
  8. II. Ministro de Asuntos Exteriores (1976 - 1980)
  9. en honor de Fernando María Castiella
  10. la Política Exterior del Gobierno
  11. Sobre la adhesión de España al Consejo de Europa
  12. sobre la adhesión de España a las Comunidades Europeas
  13. III. Secretario General del Consejo de Europa (1984 - 1989)
  14. La Europa de lo esencial
  15. La experiencia de cuatro años en el Consejo de Europa
  16. Europeo del año
  17. Mi visión del Consejo de Europa y su papel futuro
  18. IV. miembro del Parlamento Europeo (1989 - 1993) y Comisario de Energía y Transportes, y de Relaciones Institucionales, Cultura y Audiovisual (1994 - 1999)
  19. condiciones que debe reunir la Comunidad europea para responder a las necesidades actuales y futuras: proyecto de Constitución europea
  20. De Maastricht a Ámsterdam; después de Ámsterdam, Europa continúa
  21. Dictamen del Parlamento Europeo sobre Ámsterdam
  22. Los desafíos de Europa en el siglo XXI, la Unión Europea en el nuevo milenio
  23. V. Presidente del Real Instituto de Estudios Europeos (1999 - 2021)
  24. Tres vascos en la política exterior de España
  25. España - Europa: 30 años de aportaciones recíprocas
  26. La Europa que queremos
  27. El legado del emperador
  28. La crisis de los valores europeos
  29. Europa, vocación y destino de España