Las heridas de la ausencia
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Las heridas de la ausencia

Poesía de nostalgia en Canadá y Estados Unidos

  1. 218 páginas
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Las heridas de la ausencia

Poesía de nostalgia en Canadá y Estados Unidos

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Este volumen desentraña las claves del vínculo entre poesía y nostalgia, al tiempo que identifica los tipos de discurso y la retórica de innumerables poemas impulsados por este sentimiento a lo largo de los últimos cien años en la poesía anglo-norteamericana de Canadá y Estados Unidos. El campo de estudio es lo suficientemente amplio como para alumbrar resultados esclarecedores en torno a varias cuestiones de relevancia: los modos en que la nostalgia gestiona la ausencia y la pérdida, así como su capacidad para construir relatos consistentes sobre la memoria, la identidad y el pasado, sobre el territorio y el sentimiento de pertenencia. En su conjunto, esta obra descubre la poesía de nostalgia como un corpus esencial de reflexión sobre la percepción de la ausencia, la pérdida y lo imposible, y acerca de las posibilidades del lenguaje al enfrentarse a cuestiones que se le resisten, bien por ser muy difíciles de concretar dentro de los límites de lo conceptual o bien porque expresarlas mediante la palabra se percibe como insatisfactorio.

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Información

SEGUNDA PARTE

NOSTALGIA DE LO DEFINIDO
Y
NOSTALGIA DE LO INDEFINIDO

Capítulo 3

La ausencia: privacidad y privación

I wonder what those changing lovers do,
Watching each other in the darkening room,
Whose world together is the night they’ve shared:
Whose past is parting: strangers side by side.
“Ever since”, Archibald MacLeish (1948)
Tenga la nostalgia un efecto mortal como se creía hace 200 años o no lo tenga, como se cree hoy, lo interesante para el análisis y el reconocimiento de la poesía de nostalgia es observar cuáles son sus objetos y temas más recurrentes, a fin de analizar qué tipo de relación establece el yo poético con aquello que la realidad ha condenado a la ausencia, pues la cualidad común a todos ellos es la de no ser y no estar, bien sea porque el tiempo los ha dejado atrás o porque nunca han existido. Para ese análisis, una perspectiva fructífera es la de prestar atención a la manera en que la poesía de nostalgia relata, asume, cuestiona o refuta lo que se reconoce como perdido.
Existe una diferencia crucial entre la poesía de nostalgia que se desarrolla ligada a objetos de deseo perfectamente definidos e identificados para el propio yo poético, y la que no aparece relacionada con objetos determinados y explícitos, sino que exhibe una disposición interior a permanecer desapegada de referentes para alumbrar perspectivas más generales sobre el mundo y menos circunscritas a objetos concretos. En el primer caso, los poemas articulan un discurso poético que podríamos identificar como representativo, es decir, que se elabora mediante la representación escénica de la nostalgia. Ese formato se traduce en que tiende a rememorar, a describir o a urdir un escenario, además de situarlo históricamente en un tiempo preciso. En el interior de ese espacio escénico incorpora a los personajes, y todo ello se encuentra ligado por una trama que habitualmente se construye intercalando descripciones y narraciones. El segundo caso, sin embargo, no necesita de tal representación para significarse. Podríamos decir que a cambio reproduce directamente la nostalgia misma, como veremos, sin abundar en preámbulos ni en su contextualización.
Esa profunda disparidad de base establece una diferencia sustancial que las distingue como nostalgias de distinta naturaleza. A la primera la hemos denominado nostalgia de lo definido; a la segunda, nostalgia de lo indefinido. Ni una ni otra parecen estar circunscritas a una tendencia o movimiento cultural específico o limitadas a un período temporal determinado, a juzgar por la presencia constante de ambas en la generalidad de las poéticas, en toda la amplitud de la poesía de nostalgia canadiense y de la estadounidense. Ambas se muestran como nostalgias capaces de alumbrar diferentes maneras de gestión, representación y de relación respecto a sus objetos. Antes de entrar de lleno en el análisis de esa diferenciación y de sus características, conviene considerar la importancia de la ausencia, por ser un factor central y constitutivo de ambas nostalgias.
El yo poético afronta la nostalgia con la conciencia de que su desarrollo tiene cabida únicamente en el terreno de la privacidad. La pérdida de un objeto de amor intenso produce un impacto que no se vive meramente como desposesión de lo que se tenía, sino mucho más como desposesión de lo que se era, como una herida en lo esencial de su identidad, de su historia. Son numerosos los poemas que establecen una relación directa entre la privación de lo añorado y la del propio ser. Por una parte, abren una brecha de distancia entre el yo actual y el que no estaba destinado a la nostalgia; el del pasado se vislumbra lleno, colmado, pero el del presente concibe en el recuerdo de aquella plenitud, una promesa de vacío. Por otra, esa escisión interna impulsa a menudo una desconfianza contra la posibilidad de pensar el yo como poseedor de una identidad sólida y verosímil: fue otro yo quien vivió aquella plenitud y es otro yo quien vive esta ausencia. “Which I is I?” pregunta el verso de Theodore Roethke (1964: 231) en “In a dark time”.
Conrad Aiken (1889–1973) podría ser también un poeta de referencia en este sentido, en tanto que muestra a lo largo de toda su obra un inquisitivo y devastador interés por la identidad del ser. Según él mismo desvela en su autobiografía Ushant (1952) intentó suicidarse y jamás consiguió desprenderse de una profunda preocupación por caer en la enfermedad mental. Sus padres eran una pareja adinerada y muy mal avenida. Tenía once años cuando su padre –médico y cirujano– asesinó a su madre antes de pegarse un tiro.1 Aiken –el apellido es el de su madre; no heredó el paterno– recuerda ese día hablando de su yo de la infancia como un otro: “The final scene of all: when, after the desultory early–morning quarrel, came the half–stifled scream, and the sound of his father’s voice counting three, and the two loud pistol shots and he tiptoed into the dark room, where the two bodies lay motionless, and apart, and, finding them dead, found himself possessed of them forever” (302). Su obra es una batalla por y contra la identidad, y sin embargo no se observan menciones directas a aquel suceso tan determinante de su vida. Pero hay un poema, Changing Mind –que Aiken no quiso incluir en sus “Selected Poems”–, cuya penúltima estrofa dice (1970: 276): “Father and mother, who gave / Life, love, and now the grave, / What is it that I can be? / Nothing but what lies here” –here es la tumba de sus padres, la muerte.
La privación tiene recorrido y se amplifica en el ámbito de la privacidad porque parte de una situación constantemente irresoluble: la voz poética añora algo que la realidad le revela y le recuerda que es ausencia. Va consolidando así una disidencia, siempre introspectiva, entre la percepción del mundo interior –poseído por la ausencia– y la del mundo exterior –desposeído de ella. Es entonces cuando la privación se vuelve privacidad. En “Bread and Music”, Conrad Aiken (1916: 24) hace explícito también ese dramático choque:
All that was once so beautiful is dead.
Your hands once touched this table and this silver,
And I have seen your fingers hold this glass.
These things do not remember you, beloved,
And yet your touch upon them will not pass.
Estos versos muestran claramente cómo el yo poético se da cuenta de que la ausencia es indudable: la realidad se lo muestra como privación. Pero al mismo tiempo, indisolublemente unido a ello, su privacidad no consigue observar la realidad en esos mismos términos –“These things do not remember you”–, es decir, no logra verla sin la presencia y la huella de lo que ahora le falta pero siempre tuvo. Todo lo empírico, lo real y cotidiano –simbolizado en las cosas que le rodean: la mesa, los cubiertos, los vasos…– continúa inmutable ante la ausencia, excepto para el yo, que objetivamente lo ve menoscabado –“All that was once so beautiful is dead”– y desde la introspección lo percibe impregnado de una presencia destinada ya a lo menos tangible, al mero recuerdo –“your touch upon them will not pass”. Ese es el conflicto constitutivo de la poesía de nostalgia. De tal desencuentro –casi nunca estéril, especialmente en la poesía– surge y se desarrolla una inmensa privacidad que adquiere recorrido relativizando sobremanera las bases consensuadas o convencionales de lo real y agudizando continuamente la atención, tanto sobre lo posible y presente, como sobre lo imposible y ausente. De ahí que la percepción privada del poeta adquiera tanta dimensión en su reflexión sobre el mundo.
Se puede afirmar que la nostalgia añade experiencia propia a la apreciación de la realidad y del mundo; y es una cuestión hegemónica en la poesía de nostalgia. De hecho no encontramos generación ni época que carezca de esa característica, por lo que parece ser un aspecto intrínseco. Con mucha frecuencia el pensamiento intelectual que emana de la experiencia subjetiva se explaya como peculiaridad, como una singularidad idiosincrásica e inevitable de la voz poética, y es natural y hasta previsible que no extrañe esa práctica en los poetas que son asiduos a ella. El caso de Elizabeth Bishop es paradigmático, como lo son el de Sylvia Plath –sobre todo en su obra poética después de “Colossus”–, el de Theodore Roethke o Mark Strand, y por descontado, muchos otros. Pero el asunto cobra una significación más trascendente cuando descubrimos que la expresión de la nostalgia no consigue dejar de cristalizar apartada de la privacidad. Ni siquiera en los poetas que en el plano teórico han renegado de ella o que han hecho escuela en defensa de premisas considerablemente opuestas a ella. Recordemos, por ejemplo, los postulados que alimentaban hacia la mitad de siglo XX –entre los 40 y los 60–, las teorías del New Criticism norteamericano –actualmente, como es sabido, ya del todo superado: su veneración por la objetividad del contenido poético, su analítica ahistórica, inmune a lo biográfico, postulada y ejercida en detrimento de las aproximaciones subjetivas, o su preferencia por una poesía elaborada con absoluto dominio técnico e independencia respecto a la vida y la experiencia individuales2 fueron tesis defendidas por los poetas John Crowe Ransom –autor de The New Criticism (1941), que dio nombre al movimiento–, Allen Tate o el propio Thomas S. Eliot,3 quien debió ser un fiel amante de la racionalidad sin fisuras, a juzgar por su propuesta de despersonalizar las emociones, desapegadas de la influencia emocional del yo que escribe; es decir, desapasionándolas o desubjetivizándolas.
Sin embargo, es de T. S. Eliot (1915) el célebre y magnífico poema de juventud “The Love Song of J. Alfred Prufrock”, un texto largo e implacable acerca de la realidad vista y vivida desde la reflexión en torno a lo que no tiene, desde las preguntas que quisiera atreverse a formular para resquebrajar la inconvincente apariencia del mundo: “Do I dare / Disturb the universe? / In a minute there is time / For decisions and revisions which a minute will reverse” (versos 45 –48) o los más violentos: “Should I, after tea and cakes and ices, / Have the strength to force the moment to its crisis?” (versos 79 y 80) En forma y tono el poema es un monólogo íntimo y emocional que persevera en la doble contemplación de lo superficial, de lo que está a la vista –los versos que se repiten: “In the room the women come and go / Talking of Michelangelo” (versos 13 y 14, 35 y 36) simbolizan la escena que observa el poeta mientras la va fracturando hasta delatar su fondo– y de aquello que invalida o destruye toda apariencia: “And I have known the eyes already, known them all –/ Arms that are braceleted and white and bare / (But in the lamlight, downed with light brown hair!)” (versos 62-64) La subjetividad no solo se manifiesta a cada paso en el contenido del poema, sino incluso en la cita de Dante que Eliot elige como introducción o en el propio título, donde expresa su homenaje a Rudyard Kipling,4 o en las claras referencias a versos de John Donne. Todo ello configura una cartografía interior hecha de preferencias e influencias mediante la que el yo poético se singulariza y se expresa de manera particular y diferenciada.
Y lo mismo se observa, por ejemplo, en la obra de John Crowe Ransom – artífice principal del New Criticism–, al desarrollar una perspectiva sui generis sobre el mundo, al menos en lo que respecta a sus poemas de nostalgia. Por ejemplo, en “Winter Remembered” (1923), la percepción de la ausencia, que se manifiesta desde la primera estrofa como un grito –“A cry of Absence, Absence, in the heart”–, se apodera del yo poético produciéndole una visión prácticamente esquizofrénica de sí mismo:
Two evils, monstrous either one apart,
Possessed me, and were long and loath at going:
A cry of Absence, Absence, in the heart,
And in the wood the furious winter blowing.
La voz poética se contempla a sí misma poseída por dos monstruos: la ausencia que domina su interior –“in the heart”– y un invierno implacable en el exterior –“in the wood”. El poema continúa esgrimiendo la consideración de cómo sobrevivir a esa ambivalencia inclemente y propone el olvido como remedio infalible contra la ausencia (dos primeros versos de la siguiente estrofa), y como medida consecuente y razonable ante el exilio de uno mismo, la nostalgia más profunda, extrema y desintegradora del ser: “Far from my cause, my proper heat and center”. Los versos que siguen agudizan la emoción nostálgica y dan un giro simbólico al invierno inclemente –“in the wood the furious winter blowing”–, que al inicio se presentaba como uno de sus monstruos:
Think not, when fire was bright upon my bricks,
And past the tight boards hardly a wind could enter,
I glowed like them, the simple burning sticks,
Far from my cause, my proper heat and center.
Así, la percepción subjetiva de esa realidad exterior se convierte ahora en una sorprendente tabla de salvación al decidir que el dolor por la ausencia quedaría definitivamente asfixiado en el frío implacable que le rodea, una muerte por congelación y mímesis con el entorno, como solución a la vida:
Better to walk forth in the frozen air
And wash my wound in the snows; that would be healing;
Because my heart would throb less painful there,
Being caked with cold, and past the smart of feeling.
And where I walked, the murderous winter blast
Would have this body bowed, these eyeballs streaming,
And though I think this heart’s blood froze not fast
It ran too small to spare one drop for dreaming.
Lo característico de la perspectiva interior sobre la ausencia es que el yo poético afronta lo que añora desde una privacidad que se distingue marcando distancia con el mundo de lo real y presente que se le impone. Dicha distancia no se materializa en absoluto en una ruptura a partir de la cual el yo poético desarrolla una perspectiva ajena y olvidada del mundo real, pero sí ocurre que la intimidad con que afronta la ausencia establece una relación necesaria de desavenencia con lo real, una relación en la que prevalece un desacuerdo que puede manifestarse de distintas formas –amenazante, dramática o ávida de respuestas, por ejemplo–, pero que siempre surge de una circunstancia en los poemas de nostalgia: el yo poético no puede dejar de percibir el contenido intangible de las situaciones que contempla; dicho con un verso de Theodore Roethke (1964): “What shakes the eye but the invisible?”,5 dicho con uno de William S. Merwin (2009: 78): “From what we cannot hold the stars are made”. Encontramos dos motivos principales que alimentan dicho fenómeno:
a) En primer lugar opera el hecho de que la característica más definitoria de la ausencia es que no tiene presencia observable, carece de las cualidades que convencionalmente se le otorgan a lo real y lo existente: no es una realidad visible y compartida, comprobable y opinable, de modo que existe precisamente cuando desde la privacidad, el yo poético percibe una ausencia clamorosa en el mundo de lo real. Probablemente esa es la causa de que en la poesía de nostalgia, la realidad se presente esquilmada o menguada, por la conciencia de lo que no es o ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. Dedicación
  6. Índice
  7. Agradecimientos
  8. Introducción
  9. PRIMERA PARTE: POESÍA Y NOSTALGIA
  10. SEGUNDA PARTE: NOSTALGIA DE LO DEFINIDO Y NOSTALGIA DE LO INDEFINIDO
  11. TERCERA PARTE: INEFABILIDAD Y NOSTALGIA
  12. Conclusión
  13. Bibliografía
  14. Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans