- 272 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
Tiempo de reconstruirte
Información del libro
2008 fue un año difícil para Javier Regueiro. Se vio obligado a cerrar su primera empresa y tuvo que enfrentarse a una triple quiebra económica, profesional y de salud difícil de superar. Pero, paradójicamente, esta crisis le sirvió para reconstruirse, porque por primera vez en su vida pudo dedicarse a su verdadera pasión: escribir e impartir formaciones. Este libro te cuenta sin rodeos lo que el autor de estas páginas vivió: su deriva tras el descalabro y cómo tuvo que enfrentarse a su frustración y resetear su salud desde cero para sentirme de nuevo útil y productivo; el descubrimiento de que los momentos difíciles encierran las mayores oportunidades de negocios; el emprendimiento de un nuevo rumbo profesional, conectando con sus verdaderas pasiones y capacidades, y las herramientas que utilizó para crear su marca personal, encontrar clientes y generar ingresos. Las personas no crecemos cuando el mar está en calma, sino cuando de pronto se agita y nos vemos obligados a tomar decisiones y aventurarnos hacia nuevos rumbos.
Preguntas frecuentes
Información
1. Cómo dejar de sentirte como una m…
Desocupado y a la vez frenético.Con mi autoestima por los suelos, pero al mismo tiempo luchando por reencontrarme con ella en algún momento.Como un púgil a quien las piernas flaquean en el cuadrilátero, al sentirme débil procuro no exponerme, no acercarme al otro, no salir de mi caparazón.Pero al final llega la hora de salir de casa: toca ir a hacer la compra o a buscar a mis hijas al colegio. Antes de abrir la puerta, pego a ella el oído para detectar si algún vecino espera el ascensor en el rellano, en cuyo caso permanezco inmóvil hasta oír las puertas cerrarse. Incluso entonces aguardo unos prudentes segundos. Hasta tener la absoluta seguridad de que no encontraré a nadie al otro lado.Por fin, si no parece haber nadie fuera, salgo con el sigilo de un ladrón. Llamo al ascensor y me inquieto si tarda en llegar. Mi grado de ansiedad se dispara cuando oigo voces procedentes de los pisos inferiores: vecinos que entran o salen del ascensor. No saber si lo abandonan o están subiendo en él es lo que más me inquieta.Tal vez un vecino se acaba de despedir de otro en el segundo y continúa subiendo hasta mi piso (el quinto). Intento aguzar el oído, pero es imposible predecir si el ascensor sube o no con un pasajero a bordo… hasta que se abren las puertas.Terror: el ascensor hoy sí trae ocupante…—¡Hola, Javier! Creo que me has subido, vuelvo al cero.—Ay, disculpa.—No, no, por Dios, ¡no pasa nada! Pero cuéntame, ¿cómo estás?La miro a los ojos como esperando a que se disculpe por preguntar algo tan imprudente, tan hiriente para mí en este momento.—Bien —murmuro—. Tirando.—Me ha dicho tu mujer que estás trabajando ya, ¡qué bien!Cierro los ojos unos segundos. Es imposible que esta mujer no detecte la incomodidad que generan sus preguntas. Que no palpe la tensión que se mastica dentro del ascensor.—Bueno, no sé si llamarlo trabajo. Estoy… ocupado, solo eso.—¡Muy bien, Javier, eso es importante! ¿Y tus niñas?—Muy bien, gracias. Son muy ricas, siempre felices. ¡Qué envidia me dan!Y al instante de haber pronunciado estas palabras, me doy cuenta del error, ya que van a provocar una nueva andanada de preguntas.—¿Y eso?—Bueno, ya sabes. Los mayores siempre arrastramos problemas. Los niños no.—¡Qué filosófico, Javier! Bueno, salgo yo primero, que voy cargada. Un beso a tu mujer.—Sí, ¡hasta luego!La sigo a prudencial distancia hacia la calle. Todo cuanto deseo en este instante es que desaparezca de mi vista. Por pura estadística, las probabilidades de volvérmela a encontrar en el ascensor serán bajas en los próximos días y esa es mi única recompensa.Cuando estoy lo suficientemente lejos de ella, resoplo con fuerza. Como intentando soltar todo ese veneno que llevo dentro, toda la pesada carga de culpa que me desloma desde que cerré los restaurantes.Siento que no puedo seguir caminando con esa carga, que su peso no me permite avanzar. Y nada ni nadie puede ayudarme a hacerla más liviana.Pasan las horas y llega la noche. Y este siempre es el mejor momento del día, porque es cuando por fin mi mente se apaga durante unas horas.Me meto en la cama y recuerdo el episodio del ascensor. Y me pregunto si mi vecina realmente es tan mezquina como la he sentido esta mañana. ¿Realmente hurga a propósito en mi herida, a sabiendas del dolor que provoca?Probablemente no.Pero la herida está ahí. Sigue fresca y duele. Y, a medida que mis ojos se cierran y la mente cede poco a poco su implacable control, percibo que solo cicatrizará cuando yo, solamente yo, esté por fin listo para ello.
La mente es el enemigo
La mente racional puede ser al mismo tiempo tu más valioso aliado y tu más encarnizado enemigo.
Índice
- Cubierta
- Portada
- Créditos
- Dedicatoria
- Enhorabuena
- Sobre éxitos y fracasos
- Warning
- Lo que este libro te ofrece
- 4 razones para emprender
- 1. Cómo dejar de sentirte como una m…
- 2. Cómo volver a ser productivo
- 3. Cómo detectar oportunidades en tiempos de crisis
- 4. Cómo diferenciarte en tiempos de crisis
- 5. ¿Acertar a la segunda?
- Bibliografía
- Notas
- Colofón