Mujeres: vidas paralelas
eBook - ePub

Mujeres: vidas paralelas

  1. 261 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Mujeres: vidas paralelas

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Mujeres: vidas paralelas es un ensayo de la escritora Concepción Gimeno de Flaquer. En él se hace un repaso de figuras femeninas clave en la historia de la humanidad, desde Cleopatra hasta María Cristina de Habsburgo, desde las mujeres de Esparta a las de Atenas, para criticar el lugar secundario al que el patriarcado ha relegado a lo largo de la historia a la mujer.-

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Mujeres: vidas paralelas de Concepción Gimeno de Flaquer en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Clásicos. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726509151
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

CAPÍTULO IX

Á LA BELLA Y ELEGANTE MEXICANA EXCMA SEÑORA CARMEN ROMERO RUBIO DE DÍAZ

HEROINAS MEXICANAS Y ESPAÑOLAS
I

No fué el valor patrimonio exclusivo del hombre entre los descendientes de Cuauhtemoc y de Pelayo, pues esa virtud viril albergóse también en el corazón del sexo femenino.
Las mujeres españolas de la Conquista y las mexicanas de la Independencia combatieron heróicamente, cual las godas, al lado de sus maridos é hijos.
Hubo españolas que entregaron cuanto poseían para cooperar á la obra de la Conquista, semejantes á aquellas romanas que, después de la batalla de Cannas, despojáronse de sus joyas para salvar la penuria del Erario.
Como si esto no fuera bastante, lanzáronse impulsadas por el más férvido entusiasmo hacia un mundo desconocido arrostrando temeraria empresa, sin aterrarse ante las diferencias de clima, enfermedades endémicas, asechanzas de los invadidos y toda clase de peligros.
Llegado el momento de la batalla, las castellanas mostraron su denuedo: Beatriz de Palacios, mujer de Escobar, tomó parte en los sucesos de la Noche Triste; cuando su marido descansaba, ella hacía la guardia.
Isabel Rodríguez labraba las piedras preparándolas para arrojarlas con hondas; Juana Martín curaba á los heridos enmedio de la lluvia de dardos y saetas que se arrojaban los unos á los otros, hasta eclipsar la claridad del sol.
En una ocasión en que los castellanos, viéndose en tan corto número, emprendieron la fuga, Beatriz Bermúdez de Velasco, mujer de Olmos, armóse de celada, espada y rodela, lanzándose á la calzada y arengó á los desalentados con estas enérgicas palabras: Venganza, venganza, castellanos, seguidmeyno quedará vivo un solo enemigo. Al ver tal bravura animáronse los que momentos antes estaban abatídos, y triunfaron.
Beatriz Hernández de Olea ha sido celebrada por los historiadores Tello y Mota Padilla; luchó como un héroe, teniendo la gloria de matar á un cacique muy arrojado. Al ver en un oratorio á varias mujeres desmayadas, las sacó de allí diciendo que no era ocasión de desmayarse y las encerró en el fuerte. Armada de lanza, púsose al frente de las mujeres que quisieron seguirla y defendió un lugar peligroso.
La esposa de Alonso el Valiente alcanzó varios honores en la guerra, dedicósele una procesión cívica y le concedieron un título nobiliario.
Distinguiéronse también por su valentía María Vera, Elvira Hernández, Catarina Márquez y las hermanas Ordaz.
Bustamante, que no es nada afecto á mencionar glorias españolas, refiere que María Estrada hizo prodigios de valor en la espantosa batalla de Otumba, peleando con lanza.
Cuando los conquistadores quisieron dejar á sus mujeres en Tlaxcala para ir á México, ellas contestaron que no era justo que mujeres castellanas abandonaran á sus maridos y que donde ellos murieran morirían valientemente.
Doña Beatriz de la Cueva, sobrina del duque de Alburquerque y esposa de Pedro de Alvarado, conquistador de Guatemala, fué una castellana dotada de talento político, enérgico carácter y mucha osadía. Nombrado gobernador de Guatemala su hermano Francisco de la Cueva por muerte de Alvarado, le disputó el mando, alegando en contra de D. Antonio de Mendoza, virey de México, que le había nombrado, que Guatemala no dependía más que del soberano y que no se dejaría mandar por el virey. Organizó una conspiración y se hizo proclamar gobernadora de Guatemala: dictó órdenes de prisión y hasta de muerte contra los revoltosos que perturbaban la paz en sus dominios y anuló completamente el poder de su hermano.

II

Igual temple de alma mostraron las mujeres de Tenochtitlán: cuando se veían derrotadas arrojábanse á las lagunas, no queriendo ser dominadas por el vencedor. Brillaron entre las indias rasgaos dignos de las numantinas y de las suliotas.
La independencia de México debióse á una mujer: Josefina Ortiz de Domínguez, esposa del corregidor de Querétaro, fué la más decidida colaboradora de Hidalgo para hacer estallar la revolución. Dotada la corregidora de imaginación ardiente y de pasiones exaltadas, abrazó con entusiasmo la idea de independencia. Con el carácter de veladas literarias reunía en su casa á varios amigos de su marido y de Hidalgo, y en aquellas tertulias íntimas se arrojó un germen que fué fructífe ro para el nacimiento de una nueva nacionalidad. Aquellas reuniones políticas presididas por una mujer, que era el numen de los conspiradores, tenían algo del carácter que imprimió Mme. Roland á sus reuniones en la época en que era el alma de los girondinos.
La corregidora comunicaba la fe y el entusiasmo á todos los partidarios de su marido: ella les hablaba del amor á la patria, poniendo en este amor fibra maternal; ella acariciaba sus sueños con la esperanza del triunfo; ella les condujo á la victoria, exaltando el corazón de Hidalgo y presentándole á Allende la espada desenvainada. En momentos muy críticos, valiéndose de medios hábiles, envió al caudillo las siguientes líneas, en las cuales campea un espíritu vigoroso: En pos de estas letras van la prisiónyla muerte; mañana sereis un héroe ó un ajusticiado; en esta revolución encontraré la pérdida de mi libertad, pero mi sacrificio no será estéril porque espero verlo premiado con el grito de independencia que vos sereis el primero en lanzar.
Estas memorables frases fueron una profecía. La corregidora sufrió largos años de prisión y la pérdida de sus intereses con la mayor entereza.
Merece una página en la historia otra heroina mexicana, tan insigne como la corregidora. Refiérome á la heroina de Tixla, á la señora Catalán. Esta intrépida mujer vió á los pies de Morelos el cadáver de su esposo y, cuando aquel trató de tranquilizarla diciéndole que la patria exigía todo género de sacrificios, exclamó: No vengo á llorar, no vengo á lamentar la muerte de mi esposo; sé que cumplió con su deber; vengo á traer cuatro hijos: tres pueden servir como soldados y otro que aún es chico será tamboryreemplazará á su padre.
La joven Leona Vicario, que pertenecía á la nobleza mexicana, y cuya familia era muy adicta al virey, hallábase enamorada del republicano Quintana Roo; exaltóse en pro del movimiento revolucionario en el que figuraba el hombre que hacía palpitar su corazón, reunió cuantos valores pudo, buscó obreros y mandó construir fusiles secretamente. Detenida su correspondencia epistolar, fuá presentada á Calleja, que la hizo encerrar en el convento de Belem; á pesar de su encierro, no permaneció inactiva; arrostró las iras de sus padres, con recursos ingeniosos burló la vigilancia de sus carceleros, púsose de acuerdo con su novio y tres de los más arrojados amigos de éste, y se fugó del encierro. Tan pronto como pudo encontrar la enamorada pareja un sacerdote, pidióle la bendición nupcial y, en vez de enervarse con los placeres de la luna de miel, Leona Vicario púsose á trabajar para la patria.

III

Digna de las heroinas de la Independencia es Agustina Ramírez, heroina de la Intervención. Cuando en el día 3 de Abril de 1859 tomó el general Corona el puesto de Mazatlán sucumbió en el combate Severiano Rodríguez, esposo de esta ínclita mujer. Grande fué su desolación por la pérdida sufrida; mas, viendo todavía en peligro la autonomía de su patria, llamó á sus doce hijos, único apoyo que tenía en su desgracia y, presentándoselos al jefe del ejército de Occidente, exclamó: Os los entrego porque cuando la patria peligra, los hijos ya no pertenecen á sus madres. La heroina sinaloense se instaló en el hospital de sangre, donde recibía á sus hijos muertos ó heridos á medida que iban llegando; y, cuando su destino cruel hizo que perdiera al último de ellos, escapóse de su alma esta sublime frase: ¿Por qué no tendré otro esposoyotros doce hijos para que siguieran luchando contra el usurpador?.
El valor, que fué la primera virtud del azteca, heredáronlo sus descendientes, y por eso no debe extrañar que en la tierra de los quachic y tequihua, en la tierra de Cuitlahuac, Izcoalt y Tetlepanquetzal, haya habido mujeres tan heróicas como las de la Independencia y las de la Intervención.
––––––––––

CAPÍTULO X

AL SEÑOR GENERAL JOSÉ CEBALLOS

SACERDOTISAS CRISTIANAS Y PAGANAS
I

Háse reconocido en todos tiempos el sacerdocio moral que la mujer ejerce en la humanidad: y los pueblos más antiguos tuvieron el instinto de conferirle el sacerdocio oficial, por el cual obtuvo alta misión al tomar parte activa en las instituciones religiosas. Todo lo debe la mujer á la religión: entre los paganos, el haber sido asociada á los misterios religiosos fué motivo suficiente para que de cosa la elevaran hasta hembra; el Cristianismo hizo más todavía: convirtió á la hembra en mujer.
En los siglos de gloria y prosperidad de la culta Grecia fué grande el número de mujeres entregadas á las funciones del sacerdocio. Los santuarios de Apolo en Delfos, de Minerva en Atenas, de Diana en Efeso y de Ceres en Eulises, que se sostenían con tanta suntuosidad, fueron dirigidos por mujeres. Los cargos que ejercían las sacerdotisas en los santuarios de Grecia eran muy nobles: enseñaban á las mujeres la religión, la moral y la economía doméstica, dirigían el culto, eran iniciadas en los misterios y pronunciaban oráculos. Este don de profetizar dió fama á la sacerdotisa Pitia, que en el célebre templo de Delfos era la intérprete de Apolo, y pronunciaba sus oráculos subida sobre un trípode.
La superstición de aquellas remotas épocas hizo que hombres superiores por su valor y su inteligencia escucharan los pronósticos de la pitonisa con la mayor veneración. Pirro, Nerón y Alejandro Magno fueron, entre otros, los que se prosternaron ante la joven Pitia para que les descifrase los misterios de lo por venir. Alejandro Magno, después de haber oido con fervor á la pitonisa, fué diciendo por todas partes que aquella le había profetizado sería invencible. Las pitonisas más célebres han sido la pitonisa de Delfos y la pitonisa de Endor. Las sacerdotisas del Partenón ilustraban á las mujeres, proponiendo á Minerva, diosa de la sabiduría, como modelo. A las sacerdotisas se les confiaban difíciles cuestiones para que las dirimiesen, y su influencia fué grande en el arte y en la legislación.
Los egipcios, celosos de la influencia moral de la mujer, sólo le dieron un segundo lugar en el templo; sin embargo, tuvieron la esfinge, encargada de proponer arduos problemas que pocos hombres sabían resolver, lo que demuestra que también atribuían ála mujer la facultad de adivinar todo lo más abstruso. Los galos fueron más corteses con las mujeres, y admitieron en su religión á las druidesas, sacerdotisas que adivinaban lo futuro y que estaban iniciadas en los profundos secretos de los druidas. Los sectarios de Teutates tuvieron sacerdotisas dotadas de don profético. En Asia, el santuario de Comana tuvo innumerables sacerdotisas pero, como prodigaron mucho esta noble profesión, no inspiraban respeto.

II

Entre las sacerdotisas de la, antigüedad, las sibilas son las que han inspirado mayor fervor. Eliano las hace florecer 800 años antes que Moisés: la primera sibila se denominó Sambete. Las sibilas aparecieron simultáneamente en distintos paises. Se les imponía la misión de transmitir la voluntad de los dioses y escribían los apotegmas y los pronósticos en hojas de encina. Los romanos las consideraban como seres de naturaleza superior. Los oráculos sibilinos campean en toda la historia de la antigua Roma, como los oráculos píticos en la de Grecia. La creencia en las sibilas fué la última fe de los paganos, y el paganismo no murió verdaderamente hasta que desaparecieron ellas. Los libros sibilinos son una verdad histórica, como lo es el famoso Corán de los mahometanos. Conservábanse en el Capitolio escritos sobre lienzo y encerrados en una urna de plata. Augusto los hizo trasladar con gran pompa desde el Capitolio al templo de Apolo Palatino. Josefo transcribe una página de ellos. San Justino, San Jerónimo y San Clemente de Alejandría citan algunos versos sibilinos, por hallarse muy en armonía con la religión cristiana. Virgilio consagra un importante papel en la Eneida á la Sibila de Cumas. En los libros sibilinos se ha encontrado moral evangélica, y por esta razón los artistas cristianos han tomado por asunto de sus obras los misteriosos tipos de las sibilas.
Donde ha dejado Miguel Angel más clara la huella de su portentoso genio ha sido en la Capilla Sixtina, representando á las sibilas entre los profetas. En los magníficos frescos de Santa María de la Paz, debidos al sublime pincel de Rafael, se encuentran hermosos grupos de sibilas, que brillan por la majestad y por la gracia.

III

No tuvo menos importancia que las sibilas el cuerpo sacerdotal de las vestales, sacerdotisas de Vesta, diosa del fuego, ó diosa del hogar. Consagrábase á Vesta ua fuego eterno que ardía en el altar doméstico; las vestales estaban encargadas de no dejarlo extinguir.
Elegíanse éstas entre las familias más aristocráticas y no debían tener ningún defecto corporal. El servicio consagrado á Vesta duraba treinta años y, mientras duraba, conservábase el voto de castidad; pasados los treinta años, la sacerdotisa virgen podía casarse. Las vestales entraban en el sacerdocio á la edad de seis años.
Las vestales son más antiguas que las pitonisas, ya que existían antes de la fundación de Roma: Numa las instituyó en esta ciudad. Hubo vestales en muchos pueblos; en México, en la época en que los indios idólatras adoraban al dios Huitzilopuxtli, había vestales llamadas hijas de la penitencia, á quienes se les confiaba el ornamento del templo y la preparación de la mesa para los sacerdotes. Las vestales gozaron en Roma de grandes privilegios y honores; si un condenado, al ir al suplicio, encontraba á una vestal en el trayecto que debía recorrer quedaba absuelto.
De los treinta años que consagraban las vestales á su ministerio, invertían diez en aprender sus deberes, diez en practicarlos y diez en enseñarlos á las novicias. Si alguna de ellas tenía que cambiar de aire por falta de salud, el gran Pontífice confiaba su custodia á una matrona romana de reconocida virtud y la matrona consideraba el cuidado de la vestal como una distinción que jamás cedía. Las vestales tuvieron uniforme, el cual consistió en una túnica blanca y en un largo manto de púrpura que descendía por la espalda, dejando un brazo descubierto. Su principal misión era mantener noche y día el fuego sagrado, sin dejarlo apagar; durante la noche, ofrecían sacrificios á Vesta y rogaban á los dioses por la felicidad y la conservación del imperio romano. La plegaria de una vestal creíase sumamente eficaz. Las vestales eran consejeras públicas; en las f...

Índice

  1. Mujeres: vidas paralelas
  2. Copyright
  3. A MIS AMIGOS DE AMÉRICA
  4. CAPÍTULO PRIMERO
  5. CAPÍTULO II
  6. CAPÍTULO III
  7. CAPÍTULO IV
  8. CAPÍTULO V
  9. CAPÍTULO VI
  10. CAPÍTULO VII
  11. CAPÍTULO VIII
  12. CAPÍTULO IX
  13. Notes