El libro de las estratagemas
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El libro de las estratagemas

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UN CLÁSICO INÉDITO DEL ARTE DE LA ESTRATEGIA POLÍTICA Y MILITAR.Esta «Tadkirat al-harawiyya fi´l-hiyal al-harbiyya» («El memorial de al-Harawi sobre estratagemas de guerra»), redactada en la época de las Cruzadas y destinada a consolidar el emergente Estado ayubí de Saladino, se erige como un muy singular ejemplo entre los espejos de príncipes arabo-islámicos. Representativa del alejamiento de las convenciones del género que tuvo lugar en el siglo XII —distanciándose de la continuada apelación anterior a la religión y al origen divino para justificar y legitimar el ejercicio del poder—, su característica más distintiva y novedosa es el casi provocador desparpajo con el que defiende, ya desde el propio título, el uso de las tretas y la manipulación en el ejercicio del poder.El Memorial ilustra así el giro hacia una, relativa pero evidente, secularización del ejercicio de la política y la introducción de la lógica y la racionalidad en el desempeño de las funciones asociadas a ella, con especial énfasis en las militares. Una racionalidad que no solo se aleja de las prácticas políticas y guerreras tradicionales arabo-islámicas, sino que hace hincapié en la utilidad de las hasta entonces consideradas impropias de un gobernante recto por estar alejadas de la épica y la moralidad: la argucia, el embuste, la confusión o la cizaña.Es esta la primera edición española de la «Tadkirat» de al-Harawi, en traducción directa del árabe y con introducción y notas que no solo la sitúan en su contexto histórico, político y literario, sino que la insertan en una corriente de mayor amplitud y recorrido dadas sus similitudes y conexiones con textos antiguos, como «El arte de la guerra de Sunzi» o el «Arthasastra» de Kautilya, y actuales, como «La gestión de la barbarie» de Abu Bakr Nayi.

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Información

Editorial
Trotta
Año
2021
ISBN
9788413640525
Edición
1

INTRODUCCIÓN

Olga Torres Díaz

Este Kitāb al-takirat al-harawiyya fī´l-iyal al-arbiyya (El libro del memorial de al-Harawī sobre estratagemas de guerra), obra de ‘Alī b. Abī Bakr al-Harawī que ahora se traduce por primera vez al castellano, constituye un ejemplo muy singular de un género tradicional y característico de la literatura arabo-islámica medieval: los llamados en Occidente espejos de príncipes y, en árabe, ādāb, naīat o siyar al-mulūk. Destinados en sus orígenes a influir en el ánimo de los gobernantes a través de ejemplos edificantes, muy conectados con la literatura sapiencial y alentando la búsqueda de la justicia y la exigencia de equidad en el mandatario, los fundamentos morales y éticos se constituyeron en su principal guía e inspiración. Inicialmente también, su aproximación se mostraba más teórica que práctica, destinada a la consecución de un ideal deseable y a la superación de una realidad imperfecta. Divididos habitualmente en secciones, incluían en sus albores una gran diversidad de elementos: narraciones, dichos, proverbios, versículos coránicos y poemas. De origen indo-persa —y largo recorrido hasta llegar más tardíamente a Europa, donde El príncipe de Maquiavelo constituye un claro ejemplo—, en su camino hacia el oeste fusionaron las tradiciones culturales sasánida y árabe, asentándose como una categoría específica, y componiendo el retrato de lo que posteriormente se erigió como el pensamiento político de la civilización arabo-musulmana medieval.
Su difusión estuvo ciertamente restringida al círculo cortesano más inmediato al gobernante y fue, por tanto, un género elitista que, tras su aparición en el ámbito arabo-islámico en el siglo VIII, alcanzó su apogeo en torno a los siglos XI y XII, y fue cultivado hasta el XV, cuando empezó a languidecer y quedó interrumpida una continuidad de siglos. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, se asistió a un renovado interés por los espejos de príncipes y a la publicación de diversas ediciones que los reverdecieron, al calor de las corrientes nacionalistas e islamistas y muy significativamente en Egipto. En el mismo período, en Europa, fundamentalmente en Alemania, también volvió a prestárseles atención por parte de la academia, como confirma la respetada y pionera obra de Richter1. Una estela que continuaron otros autores, como Rosenthal2, en el Reino Unido, que coincidía con el anterior en estar ambos más interesados ahora en los aspectos políticos que en los literarios del género.
Aún más recientemente, los espejos de príncipes están siendo recuperados y reavivados tanto en Oriente como en Occidente desde muy variadas aproximaciones y perspectivas. En Irán, por ejemplo, comparando textos persas preislámicos con los islámicos posteriores para poner de relieve la influencia de los primeros sobre los segundos3. En Francia, reivindicando la rehabilitación del género dada su vigencia, modernidad y oportunidad4. O en Estados Unidos, donde con ayuda de modernos procedimientos de análisis de textos se han identificado cuatro temas principales, y sesenta más específicos insertos en los anteriores, comunes a los espejos islámicos y cristianos, concluyendo que en ambos casos los consejos se concentran en las virtudes y comportamientos personales del gobernante ideal, pero anotando que los asesores musulmanes se muestran menos explícitos políticamente y se apoyan más en metáforas, analogías y fábulas5. Este renovado interés ha sido, no obstante, limitado en general y casi ausente en el caso de nuestro país, donde estos manuales y su estudio no han gozado de especial difusión, una circunstancia que esta edición podría en cierta medida contribuir a remediar.
En este recorrido de siglos, los espejos de príncipes experimentaron una clara progresión entre el VIII6 —con unos inicios fundamentalmente literarios, basados en la difusión pedagógica de una moral natural que educaba y distraía a la vez— y la insoslayable incorporación de los principios islámicos que constituyó su segunda etapa ya en el siglo XI, escrita por políticos, juristas, filósofos o teólogos, donde aún son muy reconocibles los trazos originales, pero que se desliza ya hacia la justificación del poder instituido y su mantenimiento. Se alcanzó entonces el apogeo del género de la mano de cuatro obras y autores considerados paradigmáticos: Al-akām al-sultaniyya (Las ordenanzas del gobierno) del iraquí al-Māwardī7 (m. 1058), y los persas Qābūsnāma (El libro de Qābūs) de Kaykāvūs8 (m. 1082), Siyāsanāma (El libro del gobierno) de Niām al-Mulk9 (m. 1091) y Naīat almulūk (Consejos para los reyes) de al-Gazālī10 (m. 1111). Durante estos primeros siglos, los espejos de príncipes evolucionaron desde los consejos de tipo moral hacia el establecimiento de teorías político-administrativas en cuestiones de Estado, en cualquier caso con una fuerte impregnación religiosa para la justificación de la autoridad constituida.
Una siguiente fase, en el siglo XII, supuso el alejamiento del ánimo generalista e integrador de multitud de temáticas diversas y la transformación de los espejos en manuales especializados en materias concretas, redactados en respuesta a solicitudes y circunstancias también definidas. Durante esta tercera etapa, los continuadores de esa tradición, en general áulicos o individuos relacionados con el poder de una u otra forma, debieron encontrar un difícil equilibrio entre la exposición de sus propios conocimientos y experiencia en forma de consejos —ya sin el amparo de la fábula y la analogía como respaldo de sus orientaciones— y la obligada subordinación a quienes los superaban en rango aunque no en sabiduría. En común tienen casi todos ellos el hecho de redactar sus memoriales en tiempos inciertos, bien fuera por estar dirigidos a soberanos de dinastías emergentes o a aquellos que afrontaban el debilitamiento que producían irrupciones desestabilizadoras. Sus obras debían, por tanto, encauzarse hacia un triple objetivo: fundamentar el ejercicio del poder, estructurar y optimizar la eficacia gubernamental en todos sus aspectos y, de modo inevitable, afianzar la legitimidad del soberano ante sus súbditos. El tercero de estos propósitos no tenía una importancia menor y quedaba debidamente expreso ya en el preámbulo del manual que se sometía a consideración, en el que la loa era ineludible, justificativa y salvaguardia quizás de cualquier extralimitación que pudiera involuntariamente cometerse en adelante.
Un ejemplo evidente de esa especialización y diversificación, asociadas además a circunstancias concretas, lo proporcionan tres manuales que el sultán Saladino habría encargado redactar ante el doble reto que afrontaba a finales del siglo XII. De una parte, la consolidación ante sus correligionarios de la incipiente dinastía ayubí que trataba de establecer; de otra, y en un esfuerzo siempre dividido, el enfrentamiento con los cristianos en el marco de las Cruzadas. En esta tríada de memoriales, la Takira de al-Harawī se alza como un excepcional y original exponente del giro que experimentó el género, sobre todo si se relaciona con esos otros dos textos coetáneos que el sultán habría encomendado a al-Šayzārī y al-arsūsī11. El primero tituló su manual El método más ajustado para la política de los reyes y sus numerosos epígrafes —con variadas subdivisiones internas— están mayoritariamente consagrados a teorizar sobre el arte del buen gobierno y la administración. El segundo se encargó de la redacción de una detallada compilación del armamento de la época, las técnicas para fabricarlo y sus usos más convenientes, que tituló Instrucción de los maestros de la razón sobre los modos de escapar al daño en combate12. Ambos se dirigieron, por tanto, a un ámbito concreto y específico que resulta expreso desde los propios títulos: el de al-Šayzārī es un texto político y el de al-arsūsī uno militar. Además, esos mismos títulos se mantienen apegados a una concepción tradicional y ortodoxa que se enfoca a «métodos ajustados», apela al ejemplo de «maestros de la razón» y omite humildemente el nombre de su autor. Frente a ellos, al-Harawī presenta un manual mixto, lo titula con su nombre y advierte de que es un tratado sobre estratagemas, dos reivindicaciones que resultan inusuales y tal vez transgresoras, pero que evidencian también la excepcional personalidad de su autor.
La Takira es sin duda un espejo de príncipes, aunque sus aspectos singulares hacen de ella un ejemplo casi único, tanto en el género como en el momento preciso de su redacción, por muy diversos motivos. En primer lugar, porque su discurso se distancia de la continuada apelación anterior a la religión y al origen divino para justificar y legitimar el ejercicio del poder. En otra notoria diferencia con las convenciones y tradiciones del género, porque el autor se expresa ahora con su propia voz, apela a su propia experiencia, fía casi todo a su propio juicio y prescinde de la evocación continuada de los ejemplos pretéritos para fundamentar sus razonamientos y consejos. También, porque constituye un texto híbrido y eminentemente funcional, que conjuga el tratado político y el militar al considerarlos ineludiblemente conectados para el ejercicio del poder. Resulta así un tratado revolucionario para su época y sorprendentemente actual, pues el pensamiento de al-Harawī podría incluirse sin demasiadas tensiones en la escuela realista —en lo político, en lo militar y en su forzosa interconexión— y resumirse en que no hay poder político que no venga adquirido y sustentado por un poderío militar, ejercido contra el otro y cualquiera que este otro sea, cuya sola mención ya cause debilidad. Porque todo está a la postre en manos de Dios, en un buen musulmán no cabe dudarlo, pero en política el gobernante ha de velar por sí mismo si quiere que su hegemonía se afiance y su fama perdure. Y la política es cosa de este mundo, lidia y se enfrenta con lo cotidiano y lo humano, y como tal ha de ser abordada: con pragmatismo más que con preceptos morales, con raciocinio más que con fe. Este texto ilustra así el giro hacia una, relativa pero evidente, secularización del ejercicio de la política y la introducción de la lógica y la racionalidad en el desempeño de las funciones asociadas a ella, con especial énfasis en las militares. Una racionalidad que no solo se aleja de las prácticas políticas y guerreras convencionales y tradicionales arabo-islámicas, sino que hace hincapié en la utilidad de las hasta entonces consideradas impropias de un gobernante recto por alejadas de la épica o la moralidad: la treta, el engaño, la manipulación o la cizaña.
Estos aspectos singulares han constituido el motivo fundamental para perseverar en el estudio de las múltiples facetas de este tratado, del mismo modo en que el hecho de que no constara traducción castellana ha supuesto un acicate para ofrecer una primera en esta lengua que pudiera facilitar el acceso a la obra. Ese abanico de posibilidades que el texto permite viene sin duda favorecido por los diversos aspectos y figuras, todos ellos igualmente singulares, que influyeron y moldearon su redacción: el sultán Saladino, el excepcional momento de las Cruzadas; y un autor de cierta extravagancia, obras heterogéneas, personalidad y pensamiento político y militar heterodoxo, que extraen la obra de su contexto específico para insertarla en una corriente de mayor amplitud y recorrido dadas sus similitudes y conexiones con textos muy anteriores e incluso posteriores13.
Saladino y las Cruzadas
El oriente mediterráneo árabe y musulmán, un territorio hasta entonces controlado por un ya declinante califato abasí, se convirtió en los albores del siglo XI en el punto de colisión de dos poderosas fuerzas militares ajenas a la zona que trastocaron su ya precario equilibrio. De una parte, venidas de Europa y destinadas a liberar Tierra Santa del dominio musulmán, las tropas de los reinos cristiano...

Índice

  1. Cubierta
  2. Título
  3. Créditos
  4. Contenido
  5. Sobre las transcripciones
  6. Introducción: Olga Torres Díaz
  7. Sobre esta edición y traducción
  8. El Memorial de Al-Harawī: Sobre Estratagemas de Guerra
  9. Bibliografía