La pista de hielo
El texto tiene una estructuración muy clara y homogénea: se configura fragmentariamente mediante la alternancia de tres voces, las que se presentan siempre según el mismo orden, provocando un efecto rítmico: Remo Morán, Gaspar Heredia y Enric Rosquelles. Se constituye así una polifonía que permite captar distintas perspectivas, desde las cuales se van construyendo progresivamente los acontecimientos. Gaspar será conocido a través de su propio discurso y el de Remo; Enric no hace referencia a él. En virtud de esta polifonía puede estimarse a este texto como prefigurador de Los detectives salvajes.
Cada monólogo aparece como un flujo ininterrumpido; en el caso de cada uno de ellos se anticipa en cursivas, bajo el nombre del personaje al que dicho fragmento corresponde, la primera frase o parte de la primera frase de ese texto, sintagma que creará expectativas en el lector; la reiteración de dicha frase, sin embargo, pareciera ser parodia de un procedimiento propio de una literatura “fácil”. Cada uno de los monólogos finalizará en tres puntos suspensivos, lo cual crea un efecto de apertura.
El título remite a un espacio central en el mundo configurado, determinante de los acontecimientos: la pista de hielo. Es un título literal, reiterado varias veces en el texto: “una muchacha patinaba sobre una pista de hielo...” (p. 60); “¿Por qué, si no, me jugué seguridad y futuro en la pista de hielo?” (p. 85); “Por aquellas fechas volví a soñar con la pista de hielo” (p. 89); “hechizadas por el resplandor de la pista de hielo” (p. 141). Cabe también entender “pista”, con el significado de “huella”, “rastro” (RAE), como sinónimo de indicio, uno de los elementos del género detectivesco.
La cubierta muestra una pista de hielo iluminada, destacada ya como espacio céntrico, en la que se desliza una patinadora, de quien son sinecdóquicamente visibles, en una imagen oscura, solo parte de las piernas. En el hielo amarillento se ve el reflejo de sus patines y zapatos o se advierte el reflejo de los patines y zapatos de otro personaje.
El hielo tendrá importancia en la diégesis y en dos momentos metadiegéticos. En la diégesis es sugestiva la siguiente afirmación de Gaspar: “También en mi decisión de permanecer oculto, tuvo considerable parte de culpa el color del cuchillo, cada vez más parecido al color del hielo” (p. 70): cabría pensar que el cuchillo (peligrosidad) se mimetiza con el hielo, se hace menos perceptible, lo cual aminoraría la urgencia de intervenir. La índole monotemática de Nuria (así señalada por Enric, p. 26) es bien captada por Remo mediante la metáfora: “construida por un solo bloque compacto” (p. 122), que evoca a un bloque de hielo, y patentiza la relación metonímico-metafórica entre Nuria y el hielo. Gaspar califica la hilaridad de Nuria ocupando el hielo como vehículo de la comparación: “Me gustaría verte patinar, dijo entre espasmos de hilaridad. Una hilaridad fría y repentina como el hielo” (p. 114).
El epígrafe corresponde a un enunciado adjudicado al poeta Mario Santiago, el gran amigo de Bolaño: “Si he de vivir que sea/ sin timón y en el delirio”.
El deseo formulado de una vida desenfrenada es claramente antitético a la personalidad y al estilo de vida de Enric Rosquelles, personaje artificioso, estereotipado, quien es desfavorecido e ironizado por la estimativa textual. Entre sus rasgos negativos está su “xenofobia antisudamericana”, así dicho en términos de Remo (p. 43), la que será corroborada por el propio discurso de Rosquelles: “se desquitan ahora inventando historias que favorecen al sudaca [Remo] y me perjudican” (p. 86): “un crío al que en mala hora bautizaron con un nombre indio que soy incapaz de retener en la memoria” (ibíd.). Su actitud xenófoba se manifiesta patentemente en la siguiente afirmación: “No me gustan los negros. Menos aún si son musulmanes” (ibíd.). Cabe destacar que dada la ausencia de maniqueísmo propia del código de Bolaño, aun en este personaje desfavorecido aparecen rasgos positivos, por ejemplo, es capaz de emitir un juicio muy digno: “Tanto para el hospitalizado como para el encarcelado no hay mejor presente que un libro” (p. 167).
Quien más se ajusta al tipo de vida preconizado por el epígrafe —la atracción del delirio— es Gaspar, quien es objeto de la admiración de Remo: “con qué valor había caminado y caminaba (¡no, corría!) hacia la oscuridad, hacia lo más alto...” (p. 16).
Ya en el primer fragmento, correspondiente a Remo Morán, se distinguen dos tiempos y dos espacios: el “antes”, tiempo de la adolescencia, en México y el “ahora”, época de madurez, en un lugar muy distante del anterior. En ese “antes”, Remo Morán ha conocido a Gaspar Heredia, juvenilmente llamado en ese entonces: Gasparín; ambos eran miembros de un grupo de poetas; el referente pseudo-real de ese grupo sería el infrarrealismo. Gaspar Heredia tendría como referente pseudo-real a Mario Santiago.
Morán se dirige explícitamente a destinatarios; otorga a su discurso categoría de relato, estimándose como substituto auctorial del mismo. Sus palabras están impregnadas de nostalgia:
Todos éramos adolescentes, adolescentes bragados, eso sí, y poetas y nos reíamos [...] y la gente envuelta en aquella estola parecía enérgica e ignorante, fragmentada e inocente, tal como realmente éramos. Ahora estamos a miles de kilómetros del Café La Habana y la niebla [...] es más espesa que entonces (p. 9).
Cabría pensar que lo expresado por las frases del epígrafe corresponde a lo perdido y añorado por Remo Morán, personaje cuyo referente pseudo-real apunta hacia Bolaño.
Morán adjudica a su relato un propósito, el cual ya nos conecta con un asesinato y con la índole “detectivesca” del texto. Él pretende mostrar que ni él ni Gaspar Heredia son los autores de un crimen que se presentará: “¡De la calle Bucareli, en México, al asesinato!, pensarán... El propósito de este relato es intentar persuadirlos de lo contrario” (p. 9).
Los relatos de los personajes podrían ser estimados como parodias de declaraciones legales; pero hay en ellos desbordes líricos, como manifestaciones de interioridad en el primer monólogo de Gaspar, y los personajes explicitan el hecho de estar contando: “Si hay tiempo y me dejáis, os lo contaré” (p. 65) [Enric Rosquelles]; “El propósito de este relato es” (p. 9) [Remo Morán].
A través del discurso de Gaspar Heredia, el lugar en el que se desarrolla la acción es crípticamente denominado Z, un lugar en España. La situación legal del personaje es calificada por este como “desesperada” (p. 10). El hecho de que Morán lo recordara abre para Gaspar posibilidades. Él señala que sus perspectivas hasta ese momento “eran negras como un cubo de petróleo” (p. 11). Un rasgo distintivo del personaje es que él solía ir al cine y tenía libros.
El término “crimen” aparece nuevamente, ahora en boca de Enric Rosquelles y nuevamente es dicho con un afán absolutorio, ahora de modo más explícito: “Todos ellos dirán que el individuo menos indicado para verse envuelto en un crimen soy yo” (p. 12).
Rosquelles es un personaje de una insoportable afectación; ello se advierte, por ejemplo, en el modo como reiteradamente se refiere al esposo de Pilar, su jefa: “su dignísimo esposo, mi tocayo Enric Gibert i Vilamajó” (p. 13).
Algunas frases del discurso de Rosquelles resultan en una primera lectura enigmáticas, constituyen hermeneutemas: “¿qué pretendía con todo eso? No lo sé. Los hechos, por momentos me sobrepasan. A veces pienso que cumplí el peor de los papeles” (pp. 12 y s.). Estos hermeneutemas serán resueltos y más aún, cabe pensar que el personaje mismo debiera tener una respuesta a su pregunta: lo que él pretendía era obtener el amor de Nuria, y de ahí el fraude: utilización de fondos públicos para construir la pista de hielo. Ha de diferenciarse este fraude, fundamental en la trama de la novela, del crimen, que ocurre en ese mismo espacio céntrico: la pista de hielo. Pero el texto –el código hermenéutico– se nutre de la confusión entre ambos acontecimientos. Cuando Rosquelles afirma: “La culpa, naturalmente, es mía” (p. 12), el lector no entiende que esa culpa no concierne al asesinato.
Sabemos que Rosquelles será castigado: “Yo también tengo carnet del partido (del que seré privado pública y ejemplarmente dentro de poco, si es que aún no lo han hecho)” (p. 13).
Rosquelles intenta “caballerosamente” liberar de culpa a Pilar y se dirige, así como Remo Morán, de modo aún más explícito, a destinatarios: “permitidme que desde aquí levante la voz contra aquéllos que ahora quieren mezclar a Pilar en este sucio asunto” (ibíd.). Él reconoce que ha concitado rencores y envidias y que muchos de sus subordinados secretamente lo odiaban. Finaliza este fragmento con la mención de Nuria, quien, más adelante nos enteraremos, es la patinadora y, del “proyecto del Palacio Benvingut”, palacio éste cuyo nombre tiene resonancias mágicas (aliteración [b]n-[b]n, con cambio de una vocal abierta: “e” por una vocal cerrada: “i”, suscitando una suerte de efecto onomatopéyico). “Benvingut” significa “bienvenido” en catalán. Este palacio, sabremos luego, es el espacio en cuyo centro estará la pista de hielo.
En su siguiente fragmento, Remo Morán refiere su reencuentro con Gaspar Heredia. Morán ayuda a su amigo brindándole trabajo como vi...