La novena sinfonía
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La novena sinfonía

  1. 420 páginas
  2. Spanish
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La novena sinfonía

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Información del libro

«La novena sinfonía» es una novela de José María Vargas Vila. Un joven violinista virtuoso atrapa la atención de la condesa de Amerol durante una actuación y, desde entonces, recorre un camino de lucha interior, entre el deseo y sus aspiraciones artísticas e intelectuales. -

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726680560
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

CUADERNOS DE UN ARTISTA

Villa Ignota
(Frente al mar)
En Igneópolis, la Ciudad Luminosa y Tentacular.
Salve, Soledad de mi Vida;
soledad de mi Alma;
a ponerte lengua voy;
y, a hacerte hablar...
y, de cantar habrás;
los Himnos Solitarios de mi corazón;
y de relatar has, las horas, hasta ayer mudas de mi Vida, y hoy melancólicamente sonoras, como una melodía de arpa;
tocada en la Soledad;
exclusivamente para Mí;
porque sólo para mí, son escritas estas páginas;
en las cuales he de mostrar mi Alma, desnuda...
desnuda, como una rosa abierta en el candor de la Noche;
y, ardiente y luminosa, como una llama...
y, musical, como el beso de las olas, sobre las playas vencidas;
taciturnamente musical, como la queja de un ruiseñor, enamorado de una estrella, en la sombra violeta de un jardín...
donde cantan con él, las almas moribundas de las rosas, lentamente, vagamente, evaporadas...
en el Silencio Astral;
bajo la caricia azul, de cielos violetizantes...
como éstos, bajo el esmalte frágil de los cuales, doy principio a estas páginas;
en esta Torre de mi Soledad, enhiesta, como la aguja de una cúpula, bajo los cielos mediterráneos, ahora ambarados, dóciles a la caricia orfebrizante de los dedos de la Tarde...
frente al retrato de mi Madre, que me sonríe, en su marco de Argento con sus labios sinuosos y tristes, como un Paisaje de Meditación, iluminando, como una ola de suave esplendor, mi estancia, que es una Celda, de Monje Laico, Celda sin Dios, pablada de Ensueños y de músicas errantes, y en la cual vaga un Fantasma de Amor, que flota como una niebla luminosa, sobre las flores dormidas;
geranios blancos, frente al retrato de mi Madre; blancos, como el Alba por nacer;
geranios rojos, frente al retrato de la Amada; rojos, como el esplendor de la Tarde Fenecente;
sobre el Mar...
una caricia, suave y calmada, parece venir, de los ojos de mi Madre;
ojos de Mansedumbre;
una caricia de imperiosa Ternura;
parece venir de los ojos de Ella, llenos de la calma brumosa de una palude, dormida bajo ramajes umbríos;
ojos enigmáticos;
los labios de mi Madre, tienen suave sinuosidad de una ola que muere, en el remanso de un río, ornado de cipedáceas pálidas;
los de Ella, tienen, el orgullo de una ola que se encrespa, feliz al ser besada por el huracán que la sacude;
los únicos labios de Mujer, que no mienten, son los labios de la Madre...
es en ellos que duerme, el único beso que no engaña...
los labios de la Madre, son el Rosal de la Verdad...
en su cáliz, se acendra el néctar, del único amor que no envilece;
en el Umbral de la Vida, sin color, un Cántico se escucha;
es la Voz de la Madre;
ella nos arrulla, con la Sinfonía de su Voz, hecha de arpegios intraducibies, aprendidos en las Músicas del Cielo, arrancados al secreto del Pentagrama Estelar...
y mece nuestro corazón, que duerme aún en la penumbra, de los días sin sueño, como cisne implume, a la sombra de los juncales esbeltos, que tienden el oricalco de sus follajes, sobre sus ojos de ágata;
expectantes en el Silencio Oracular;
los ojos y los labios de la Madre, son el Génesis del Alma;
ellos nos revelan el Misterio de la Vida, y nos enseñan a vivir...
son el álveo del río de las Revelaciones;
que viene hacia nosotros, en ondas silentes, y calmadas...
y, nuestro corazón es el Estuario donde se reposan las ondas de ese río, que nos enseña la Vida;
en cuanto a mí;
el Mundo visible, no se reveló a mis ojos, sino en los ojos de mi Madre;
en su cristal purísimo y fulgente;
como en un lago de Beatificación de los seres y de las cosas, que allí revelaban su pureza, o se hacían puras al filtrarse a través de aquellas pupilas de Mansedumbre, o reflejarse en ellas, como un vuelo de cigüeñas, sobre el candor de un estero;
yo, no puedo ver mi infancia, ni los parajes en los cuales se desarrolló ésta, sino a través de los ojos de mi Madre, y como retratados, en esos dos lagos de Meditación, que son sus ojos;
como en un espejo muy terso, bruñidos por los labios del Dolor...
¿por qué la niebla del Dolor, los obscurecía, cuasi siempre, y eran como cielos octubrales, tristes en el zafiro de su Melancolía?...
yo, conocí el Dolor; vi por primera vez el Rostro del Dolor; reflejado en esos dos estanques de la Desolación, que han sido los ojos de mi Madre...
¿y la Belleza?...
yo, no tuve la Revelación, y la Idea de la Belleza, sino en el rostro y en los ojos de mi Madre...
cielos mirobolantes y jardines alucinantes de la tierra en que nací...
yo, no puedo recordarlos, sino sirviendo de nimbo y de marco a la figura augusta y dolorosa de mi Madre...
ella, era entonces, en plena juventud, bella como lo es hoy, en su naciente ancianidad...
su cabeza, que ya el blanco vellón de la edad empieza a decorar, como un cimera de argento, ostentaba entonces, la más bella cabellera castaña, color de las moreras en Otoño, la cual hacía un contraste impresionante, con sus ojos de un gris claro, opalescente, como el de esas piedras de pálido fulgor, llamadas claro de luna; esa cuasi opacidad gemática de las pupilas, hacía, que bajo el disco de las pestañas y el arco negro de las cejas, muy tupidas, las pupilas apareciesen como ausentes, o cubiertas por una membrana muy sutil, que las sumiese en cesidad; se dirían remansos de aguas lacustres, en una región polar, sobre los cuales un desfallecimiento de estrellas, hacía claridades siderales;
la cabeza de mi Madre, ha ignorado siempre el gesto del Orgullo; no se ha alzado jamás en actitud soberbia o dominadora; no sabe el gesto del Reto; ni lo ha ensayado jamás...
se dobla habitualmente, con una gracia endeble de nínfeo, hacia uno de sus hombros, o se inclina lánguidamente, hacia el suelo, en señal de sumisión;
¿han sido las violencias habituales del carácter de mi Padre —el más noble y el mejor de los hombres—las que, han impreso en ella, ese sello de noble y cariñosa resignación?...
yo, no la vi erguirse, en ademán no desafiador, sino protector, sino cuando mi Padre, ponía sobre mí, sus manos recias, para castigarme;
entonces, su gesto, era el de una paloma, extendiendo las alas, sobre un polluelo suyo, para protegerlo...
cuando hablo de las violencias de mi Padre, me refiero a los ímpetus de su nerviosismo incontenible, los cuales no nacen de su carácter, sino de su enfermedad, una neurastenia incipiente, que lo mantiene en perpetua excitación;
su educación, exquisita, refinada y seductora, es un freno a esos ímpetus, a los cuales sirve de valla, la nobleza de su corazón;
nadie más cariñoso, más tierno, más refinadamente sensitivo, en sus afectos, que él;
y, sus solos afectos, somos: mi Madre, y yo;
mi Madre, que cerca de él, es como un frágil convólvulo a la sombra de una encina, y, yo, que he sido, como el pájaro inquieto y trinador, alegrando con sus vuelos y con sus cantos, el ramaje del árbol corpulento, y el terciopelo de la planta frágil, que tiembla bajo su sombra;
hoy, que dejando las playas sonrientes de la Adolescencia, me preparo a pisar la Tierra Firme de la Juventud, a la cual llego, mis ojos se humedecen de lágrimas, al recordar los parajes que abandono, los cuales las sombras de mi Padre y de mi Madre, protegen con su presencia augusta;
mi Padre, no fué siempre el Profesor de Matemáticas, y Escritor de Periódicos, que es hoy, ni el Filósofo Acrata, y el Panfletista cáustico y violento, en que las Injusticias de los hombres lo han convertido;
hijo y nieto de comerciantes adinerados, grandes fabricantes de paños, en nuestra Provincia nativa, fué brillantemente educado en París, y en Alemania, adonde vivió largo tiempo;
a su regreso, se asoció a su Padre, trabajando activamente a su lado, con gran provecho;
cuando en plena juventud, contrajo matrimonio con mi Madre, de familia linajuda y nobilismo abolengo, pero, venida a menos, por percances de fortuna, él, era aún, muy rico;
yo, podría decir, que nací, en plena opulencia;
más que los grandes salones, penumbrosos y poblados de Obras de Arte, de la Casa Solariega, en la Ciudad, donde los tonos negros de los Van Dick se mezclaban a los azules delicuescentes de los Corot, y los rojos anaranjados del Tintoreto, sirviendo de fondo a la pálida desnudez de ninfas del Tiépolo; bustos de Cánovas y de Chantonelle, y una mujer desnuda de Rosso, que fué la primera en despertar en mí, el Monstruo de la Sensualidad, con sus piernas delgadas entrejuntas, sus hombros gráciles, sus senos de ánforas, el Deseo que parecía fulgir, en el hueco de sus pupilas ausentes, y sus labios herméticos, que sin embargo parecían llamarme a la Concupiscencia, que yo ignoraba, lo que recuerdo con mayor deleite es, el Chalet suntuoso, sito en los alrededores de la Urbe, en cuyos jardines, parecía sollozar la Soledad, armoniosamente, como una suave música; los surtidores cantaban con una voz de Ensueño, y el oro de los crepúsculos, envolvía los árboles, en una caricia languideciente de Lujuria;
fué allí, en esa decoración versallesca, con penumbras de selvas del Senegal; arrullado por las voces confidenciales del mar, enviando contra la costa, sus cabalgatas de olas, que se desarrolló mi infancia, y nació mi adolescencia; y la Melancolía, acarició por primera vez, mi corazón, con sus divinas manos de Hada, perfumadas con el sándalo de los augustos Presagios... y por sobre las colinas oblongas, miré morir el Sol, lleno de Presentimientos;
el recuerdo de esos jardines, permanece vivo en mi alma, y, en mi corazón, porque fué en ellos...

Índice

  1. La novena sinfonía
  2. Copyright
  3. Other
  4. Other
  5. PREFACIO
  6. LA NOVENA SINFONIA
  7. CUADERNOS DE UN ARTISTA
  8. EN ITALIA
  9. IGNEOPOLIS
  10. Sobre La novena sinfonía