Viaje de ida
eBook - ePub

Viaje de ida

Memorias políticas. 1977-2007

  1. 520 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Viaje de ida

Memorias políticas. 1977-2007

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Ricard Pérez Casado no es solo el alcalde que impulsó, recién estrenada la democracia, la renovación urbana de la ciudad, el de la Valencia de la democracia y la autonomía, del impulso urbano y de la ilusión colectiva. Es también y sobre todo un intelectual comprometido, un analista, un estudioso de la política y el urbanismo. Hombre de convicciones y de amplia trayectoria pública, reivindica su legado frente a la obscenidad del olvido o la difamación, y detalla en estas páginas las claves de su hacer en tantos episodios políticos y profesionales, que arrancan de las dificultades de una posguerra hosca, en un hogar de republicanos derrotados, y culminan en una trayectoria pública relevante, en València, Mostar, Madrid y el Congreso de los Diputados o Barcelona. En tiempos de descrédito de la política, el testimonio de Ricard Pérez Casado cobra una especial significación.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Viaje de ida de Ricard Pérez Casado en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Politics & International Relations y Politics. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

1

Introducción.

El porqué de unas memorias políticas, 1977-2007

«¿Cuentas toda la verdad?». Con este incrédulo interrogante me interpeló Teresa Blasco Estellés, mi cuñada. «Todo cuanto relato es verdad», fue mi respuesta.
Este texto no pretende la exhaustividad, casi siempre inalcanzable, ni se basa en la prolijidad factual que tanto distrae y poco aporta. Contiene, eso sí, hechos y reflexiones sobre estos, y por supuesto opiniones. El lector sabrá discriminar unos y otros.
Estos fragmentos de memoria pueden parecer demasiado locales, y sin duda subjetivamente individuales. Si el lector tiene la paciencia que acompaña a la lectura, comprobará que las reflexiones, opiniones y aun el propio ejemplo local e individual son transferibles a otros lugares y situaciones, a veces por desgracia, como en el caso de los partidos políticos y sus comportamientos internos o el descrédito de la política, que acecha y amenaza al sistema democrático con su procesión de escándalos, incompetencias y corrupción.
La admiración por la habilidad política reducida al cinismo y la ausencia de escrúpulos de algunos políticos, con frecuencia admirados y jaleados por los media, solo traducen la indefensión de una sociedad poco vertebrada y con frecuencia reducida al analfabetismo político, precisamente a causa de estos políticos. La reducción de la política a espectáculo mediático y la sustitución de los valores por un único valor de referencia, el dinero, medida del éxito, han hecho el resto. De ahí al todo vale hay apenas un paso que incluye la vulgaridad, la zafiedad, el insulto y su correlato de desprecio a la inteligencia. Todo ello sin el antídoto de la discusión razonable, de la cultura y de la urbanidad. Nada excepcional para singularizar mi ciudad, aunque las actitudes irresponsables y la voracidad procuren ejemplos lamentablemente singularizadores que avergüenzan la dignidad de todo un colectivo honrado.
El texto, eso sí, resume los aspectos que juzgué más relevantes de una dedicación pública que abarca unos dieciocho años de mi vida: casi diez de ellos en el Ayuntamiento de València, algo más de uno en los Balcanes y el Mediterráneo más conflictivo, cuatro en el Congreso de los Diputados y tres entre el Instituto Europeo del Mediterráneo a tiempo parcial y la Copa del América. Con un compromiso que se despliega desde 1961 hasta hoy, cincuenta años desde la adolescencia.
Cuando miro a mi alrededor compruebo que mi ejercicio de responsabilidades públicas es menor, como reducido frente a los currículos desarrollados por gentes más jóvenes de edad, a partir de 1975-1977. Sobrellevo con benevolencia mi condición de político, que lo soy y fui, en el sentido que algunos adjudican al término. Reclamo, como se verá, mi condición de profesional que ha tenido que ganarse la vida con su trabajo a cambio, al final, de una pensión pública nada opulenta. Con orgullo atiendo a quienes tienen la bondad de dirigirse a mí con muestras de agradecimiento o inquiriendo acerca de sus dudas, zozobras o compromisos en esta época de crisis.
Esta condición, la de político, me enorgullece, pues pese a lo que sucede y a cuanto señalé más arriba acerca del descrédito de la política, esta es una ocupación de lo más digna y generosa. De hecho, he predicado y escrito sobre la necesidad de un retorno a y de la política frente al secuestro de esta, primero por parte de los guerreros neocon de fin de siglo y siempre por la hidra sin cara que ahora llaman mercados. Un resumen de mis ideas al respecto se encuentra en el capítulo 9 de este libro.
Sin duda alguna, esta tenacidad y su correlato de lealtad me han procurado sinsabores e incomprensiones. Mi temprana adscripción al socialismo democrático, a la socialdemocracia y a la libertad, molesta a más de un flojeras de la memoria, cuando no memoricida, ya se trate de prominentes cofrades o de plumíferos enrocados en el rencor. El lector tendrá cumplida cuenta en el relato que sigue. En mi caso, desprovisto de rencores, no hay olvido, porque los hechos, la realidad en el tiempo y la razón son obstinados.
Poco importa la manipulación a la que ha sido sometida buena parte de mi actividad pública, de modo singular en el caso de mi permanencia en el Ayuntamiento de València, por supuesto sin someterla al escrutinio de la verdad. Pequeñas vacas sagradas de pastoreo provinciano o incluso sin superar los límites del término municipal se han ocupado de escupir sobre los hechos o incluso, tercos, han alcanzado la cota de la miseria borrando mi nombre. Como el personaje de Manuel Rivas parezco a veces O... Alcalde sem nome hasta aspectos grotescos, alguno de los cuales relato en su momento y lugar.
Desde luego, el rebaño pasta y abreva en su mayoría en las instituciones, tan denostadas, y en los media de un país, el mío, el valenciano, que ni esto ha podido evitar, ser un país de propietarios, porque en efecto parecen existir propietarios de los temas y de las circunstancias. Como se citan entre sí, la propagación de los clisés puede alcanzar cierto éxito y sumir al visitante o al ajeno a sus temas en la perplejidad. Los abrevados, inútil aclararlo, son legión y se superponen cual capas geológicas a los sucesivos cambios políticos, en su mayoría desde el PSOE al PP. Los más cobran y callan y unos pocos, desde esta confortable comodidad, reparten créditos de buen hacer o virtud democrática. Todos sienten una pereza bíblica por la hemeroteca, aun por la propia.
En lo que a mí y mi actividad pública se refiere, este texto procura eliminar hasta donde es posible la capa de miseria y mugre con que estos y otros han querido obsequiarme a lo largo de los últimos años.
Debo confesar que conservo unas pocas convicciones basadas en unos pocos valores. El adverbio no mengua la firmeza de unas y otros. Lo he resumido a veces en proposiciones sencillas: nada sin la razón, nada sin la libertad. Lo aprendí de maestros lejanos y bien presentes en las páginas que siguen. La irracionalidad es barbarie y la ausencia de libertad, esclavitud. Una y otra, barbarie y esclavitud, no pueden constituir la base de una sociedad libre y justa. De aquí que sea legítimo siempre aspirar a una sociedad democrática, a una sociedad más igual. En mi caso, como ya anticipara, con mi adscripción al ideario de la socialdemocracia, o el socialismo democrático, desde los años sesenta del pasado siglo. En el marco de lo que conocemos como valores republicanos, de la laicidad a la solidaridad, y de sus sucesivas ampliaciones de derechos universales y de obligaciones de la ciudadanía, desde la mujer protagonista del cambio de siglo al medio ambiente y los derechos de la tierra.
Estas pocas convicciones basadas en unos pocos valores se han convertido en roca granítica a la que no renuncio, y me llevaron a un compromiso permanente con mi ciudad y mi país, como primeros referentes, con su naturaleza y con las generaciones del pasado y del futuro. Un compromiso que permanece incluso cuando la indignación, justificada, empuja a alejarse del limpio discurso de la razón, cuando la lucha contra la miseria cotidiana alcanza los límites del buen sentido.
Un compromiso que tuvo como primer objetivo la democracia, el retorno de las libertades y la aspiración a integrar el país y su ciudadanía en una Europa que asentaba las bases del bienestar para la mayoría en el marco de la libertad. Una Europa necesitada de una España amputada por la dictadura victoriosa sobre la democracia, como subrayaba alguien tan poco sospechoso de izquierdista como el general De Gaulle. En un Mediterráneo acechado por conflictos sucesivos y, sin embargo, como he visto a lo largo de estos años, clave para su solución.
Con este liviano bagaje y algunos pertrechos profesionales me encaminé a la dedicación política, tan amarga en los antecedentes familiares como se verá. Primero en la época sin horizontes, todo optimismo de la voluntad y razonable pesimismo de la realidad. Y más tarde, cuando se reabrió la gran esperanza tanto tiempo aguardada.
Al evocar hechos y situaciones como las que se recogen en este libro me asaltan dos dudas, o mejor dicho, reflexiones, pues los hechos son indubitables. Todo ello a propósito de la recuperación democrática y, en una medida menor, de mi participación en esta a través de mi dedicación pública. La primera observación, por así decirlo, se refiere a la ambición. Una ambición colectiva, por supuesto, pero que también afecta al autor. Todo, y ya, vino a ser la consigna. Sostengo que esto no fue acaso prudente, dado el contexto del que se partía, y que tal consigna pudo ser caldo de cultivo de un cierto desencanto cuando los objetivos y su cumplimiento se dilataban en el tiempo.
La segunda hace referencia a una expresión anglosajona que me resulta familiar y más al recordar propuestas y acciones de gobierno que impulsé en mi ciudad, o en dedicaciones ulteriores en la Administración de la Unión Europea en Mostar (EUAM, en su sigla inglesa) o en el Congreso de los Diputados. Dice así: to soon, to later. La segunda parte la desdeño, pues no dejaría de ser lamento de lo que pudo haber sido y no fue, al decir de los boleros. El demasiado pronto sí me ha dado mucho que pensar respecto de las propuestas políticas cuando llevan aparejadas decisiones de gobierno, y a ello se une la ambición de cambio.
La política de seguimiento de encuestas de opinión, con ser una herramienta imprescindible en la era comunicacional, conduce sin embargo, o bien a la inacción –ya caerá la manzana–, o bien a seguir la volubilidad de una opinión sometida al bombardeo mediático más interesado que neutral.
Me incliné siempre por las propuestas ambiciosas aunque a veces fueran prematuras y no siempre entendidas, ni siquiera por quienes eran mis cofrades de organización política o de gobierno. El tiempo me dio la razón, en este caso sí, un poco tarde, y no me evitó en su momento más de un disgusto que se refleja en las páginas que siguen. Retenga este aspecto el lector cuando repase hechos y avatares que se relatan a propósito de mi alcaldía de València, o de la estructura del Estado de las autonomías, la memoria histórica o el papel de la Unión Europea en el Mediterráneo o los Balcanes.
Lo que sigue en este capítulo es una sucinta explicación del porqué de unos fragmentos de memorias políticas acotados en una dimensión temporal, la que media entre las elecciones generales del 15 de junio de 1977 –las primeras democráticas después de las del 16 de febrero de 1936– y finales de octubre del 2007, momento en que acabaron mis dedicaciones públicas.
En todo caso, ha sido un camino de ida, pues a diferencia de la irónica expresión de Juan de Mairena, nunca estuve de vuelta sin haber ido antes a alguna parte.
La atención a y por la política se inicia en la adolescencia. Sin mucho mérito por lo que respecta a la precocidad: víctima de una guerra civil y de la prolongada posguerra dictatorial, pertenecí a un segmento familiar nada dado al olvido y muy dado a razonar, las más de las veces de modo vehemente y en casa, sobre las causas y consecuencias de una derrota total.
En estas páginas me he limitado a un lapso de tiempo, el que se inicia con mi adhesión al PSOE y concluye con el término de mi mandato como comisionado del Gobierno para la celebración de la XXXII Copa del América. O lo que es lo mismo, comprende la totalidad de mi trayectoria política pública, vinculada a las administraciones por así decir.
Estos treinta años no han sido un continuo sin interrupciones. En 1978/1979 hubo una primera pausa, breve, acaso producto de alguna indecisión inicial respecto a la militancia y ante una dedicación que se me antojaba ardua, y que podría alterar la placidez familiar y una independencia que me era vital.
Hechos y circunstancias y una voluntad derivada de la pasión política, por lo público, me convencieron del camino elegido en 1979. Una década más tarde volví por donde solía, a la calle, cuando dimití de alcalde de mi ciudad, València.
Antes de penetrar en los contenidos de este volumen, buenos amigos lectores me hicieron ver la necesidad de explicar y dar a conocer mis actividades al margen o fuera de la dedicación pública. Lo que se explicitará en el siguiente capítulo es una especie de apuntes biográficos sometidos a la brevedad que exige mi propósito inicial, precisamente la actividad pública. Tal vez ello contribuya a una mejor comprensión por parte de los lectores menos amigos, o así lo espero yo mismo.
Cuanto se dice y cuenta, pues, en el cuerpo de lo escrito se refiere a hechos, experiencias y acontecimientos que me han sucedido en el desempeño de tareas públicas, las más de las veces con la satisfacción adicional de haberlas ejercido como electo, esto es, a partir del refrendo popular democrático. Algún amigo suele decir, entre bromas y veras, que nunca perdí unas elecciones para las que fuera propuesto... ¡incluso en el seno de la organización partidaria!
En todas estas ocupaciones, de 1977 al 2007, lo hice siempre como militante socialista, aunque solo en dos casos, mis misiones en Mostar y en el proyecto Medbridge, no fuera esta circunstancia la fundamental para los encargos que recibí.
Digo esto porque a lo largo de mi vida, la pública y la privada, mucho más extensa, me ha sido dado contemplar numerosos casos de travestismo político. E incluso comprobar que estos cambios podían ser saludados como ejemplar habilidad de sus actores.
La lealtad a las convicciones, pocas con el paso del tiempo pero más firmes si cabe, me acompaña desde el inicio de la vocación política. Y la lealtad a la organización, algo que en mí sucede a las convicciones. En ambos casos se añade otra lealtad que recorre toda mi vida hasta hoy: la que deriva de mi confianza en las personas y que he procurado traducir con mis amigos y amigas.
Estas memorias, más o menos fragmentarias, recogen pues los hechos y circunstancias vividos por el autor en el desempeño de sus funciones y tareas públicas. Me empujaba a escribir este relato un doble acicate: yo mismo, para poner en algún orden disciplinado por el método recuerdos y vivencias, aciertos y errores que ocuparon una buena porción del tiempo de mi vida, y en segundo lugar, pero no menos importante, dar testimonio de ello antes de que se extingan los testigos.
Para el primero de los acicates, el personal y más íntimo, no era menester dar a conocer el balance que uno mismo hace de su vida, ni pública ni privada. Esto va con uno mismo, como la ciudad, y nada ni nadie puede arrebatársela.
Por su parte, el segundo, el testimonio público, tiene una naturaleza más compleja acaso para mí. Una formación en parte de historiador me impelía, incluso con el aguijonazo de maestros y colegas, a dejar testimonio escrito y en su caso documentado. Se quejan, y yo me he quejado, de la tradición ágrafa de una gran mayoría de los políticos de la Transición democrática a esta parte. De manera más intensa este reproche o carencia se prodiga en mi territorio natal, València, y su comunidad autónoma.
A estas consideraciones, ciertas unas y otras en lo que concierne a los acicates para emprender la tarea de escribir acerca de los recuerdos de uno mismo, a estas consideraciones digo, se añadían otras no menores. Al menos para las preocupaciones constantes del autor. El término memoricidio, creo que acuñado por Juan Goytisolo, se cierne como una enfermedad contagiosa en su manifestación como desmemoria. Esta, al cabo, es el síntoma, y acecha a propios y extraños, con mayor o menor intensidad, según el grado de afección que desea o tolera el paciente. Porque a diferencia de otras pestes, en el memoricidio interviene la voluntad, mientras que la desmemoria tiene curación, aunque los pacientes no siempre acepten la terapia: leer, escuchar, documentarse.
Es cierto que la banalización de la política, el aturdimiento de la corriente/torrente informativa y la manipulación de todo ello no contribuyen a la claridad del mensaje, al acercamiento a los hechos tal como se produjeron. De ello hay abundante cosecha en las páginas que siguen.
No oculto también que en mi caso, como por desgracia en tantos otros, la manipulación memoricida ha sido reiterada, persistente y con frecuencia insidiosa. O esperpéntica, como se verá. Y no solo, como pudiera pensar el lector honesto, por parte de los adversarios políticos y sus corifeos mediáticos. Estos solo tienen que recurrir, en los más de los casos, a mis propios conmilitones y a su desmemoria. Tengo el testimonio de un encumbrado periodista cuyo director de medio le prohibió mentar mi nombre, aunque ello los llevara a hacer el ridículo. Más o menos decía: «El ministro (con nombre) respondió que el Proyecto de Parque Central no era más que una ocurrencia». ¿Ocurrencia, de quién? A este respecto, aún recuerdo la tarde en que reuní en mi despacho de alcalde al director de la Oficina del Plan, Alejandro Escribano, y a mi colaborador por entonces González Móstoles, y decidí, contra la opinión del primero, incluir en el PGOU en redacción la gran mancha verde. «Una generación y lo conseguiremos, si no se propone nunca lo tendremos, aunque se conocen las objeciones de Renfe, del Estado, y la amenaza de los expropiados que reclamen sus propiedades». De perlas así me he podido fabricar un collar de varias vueltas al que hago referencia a lo largo y ancho de este relato.
Mi compromiso, como he comentado, fue temprano y permanece en lo que respecta a las gentes, sus preocupaciones, su bienestar y felicidad, su destino junto a la naturaleza y los seres vivos que nos acompañan. No he seguido, y a estas alturas de vida no seguiré, la única consigna de ser «en la juventud radical, en la madurez conservador». Es estúpida, significa ser de derechas siempre. Eso sí, radical cada vez más, para ser conservador de un patrimonio de convicciones e ideas que ayuden siempre a hacer del mundo, del territorio y de la ciudad un lugar más habitable, más amable, más humano.
Todo esto es lo que me llevó a compromisos sucesivos, una parte de los cuales se incluyen en este libro. Unos com...

Índice

  1. Cover
  2. Title Page
  3. Copyrights
  4. Contents
  5. 1. Introducción. El porqué de unas memorias políticas, 1977-2007
  6. 2. Una vida valenciana en la segunda mitad del siglo XX. Apuntes biográficos personales y profesionales
  7. 3. Diez años y un prólogo. El Consejo Preautonómico del País Valenciano y el Ayuntamiento de València
  8. 4. Partido y gobierno. Una experiencia a la valenciana no tan diferente, y una dimisión
  9. 5. Mostar y los Balcanes (1996)
  10. 6. Diputado a Cortes Generales (2000-2004)
  11. 7. Penúltimos destinos
  12. 8. València desde la distancia comprometida
  13. 9. El retorno de la política
  14. Anexo documental
  15. Siglas
  16. Índice onomástico