EL COLOQUIO DE LA CONCEPCIÓN
REPRESENTADO EN SANTIAGO DE CHILE
Estudio preliminar
De Lope de Vega, autor del Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, la compañía de Baltasar de Pinedo representó cuatro veces en una semana de 1618, en el patio de las Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca, por encargo de esta institución, La limpieza no manchada, Santa Brígida, que, a pesar del título, no es una «comedia de santos». Esta obra también se dio a conocer como Comedia de la Concepción Inmaculada de la Beatíssima Virgen María y El asombro de la limpia Concepción (Ruiz Maldonado). Pero es más acertado presentar su género dramático como auto o coloquio, e incluso, según Menéndez Pelayo, como una «extensa loa a lo divino».
Es pieza escolar, como muestran no tanto de por sí sus personajes alegóricos (incluso es personaje la Alegoría), cuanto alguno como el de la Duda, vestida de hombre, que deviene el quicio de un debate escolástico, y la presencia de un entremés de cuatro estudiantes gorrones con abundante uso de latín macarrónico. Además, se encargó a Lope de Vega por parte de la Universidad de Salamanca para su representación en uno de los momentos más señalados de los debates concepcionistas. En ella se enfrentan razón y devoción, fe y entendimiento, ejes fundamentales de la controversia teológica sobre la concepción de María sin mancha de pecado original desde el primer instante1. Así las cosas, es difícil que el autor del Coloquio de la Concepción representado en Santiago de Chile no tuviera en cuenta esta obra de Lope de Vega.
La exacerbación de la controversia inmaculista arranca de la llamarada encendida en 1612, a raíz de la defensa pública por dominicos, en España, de la doctrina de la inmaculada Concepción de la virgen María como «santificación de la culpa», frente a la tradicional en la Península de la «concepción natural sin mancha original». Esta doctrina queda plasmada en la obra en su conjunto y en elementos muy particulares y concretos, como en estos versos:
(...) siendo la casa de Dios
donde la culpa no mora,
y siendo puerta del cielo
en que, por ser todo gloria,
no pudo entrar de la culpa
ni la más pequeña sombra (v. 268ss)
(...) que de aquella culpa
María fue siempre exenta (v. 1141s)
pues de culpa sin resabio
cantan su primer instante (v. 1788s).
Tras la reacción de los seguidores de la concepción tradicional argumentada por Duns Escoto, de la que la Compañía de Jesús era ferviente defensora, esta tesis inmaculista logró el apoyo del poder político, que urgió sucesivas intervenciones del papado (desde el breve Regis pacifici del 6/7/1616). Además, la Monarquía Católica quiso zanjar la ardiente controversia teológica desatada, juramentándose en la defensa de esta concepción inmaculada todo docente como condición administrativa, actitud a la que se sumaron instituciones docentes, religiosas y civiles, públicas y privadas, con implicación de personalidades, que celebraban los avances del movimiento reivindicativo con grandiosos actos públicos en todos los territorios hispánicos. Este movimiento militante a favor de la inmaculada Concepción tuvo reflejo en los programas doctrinales de los centros educativos y en manifestaciones teatrales (comedias, coloquios, églogas) o espectaculares (máscaras o paseos y triunfos) de los mismos, o en actos públicos cuya ejecución se encargaba a las instituciones docentes. Un repaso de la producción de espectáculos y actos teatrales en centros de enseñanza de que tenemos noticia o cuyo texto se nos conserva de los años de máxima agudización de la controversia (1617-1620) refleja que en ellos se produjeron más actos concepcionistas que en todos los anteriores y posteriores juntos hasta fines el siglo XVIII2.
La campaña inmaculista que había tenido tan rimbombante manifestación en Salamanca con la obra de Lope de Vega, se refleja también en Santiago de Chile con certámenes y varias representaciones en 1620, de las que recoge significativa noticia Enrich (360s; F 2336). Los ecos aún se sentían en 16633. Un nuevo hito teatral de ese debate, entre tantos jalones, fue la Loa de la Concepción de sor Juana Inés de la Cruz, que se estima compuesta entre 1674 y 1678, posiblemente en 16754. Y cincuenta años más tarde, tercer hito en nuestra consideración, pero no el último, se compone un Coloquio de la Concepción en Santiago de Chil...