~ DE VUELTA A CASA ~
El tiempo había pasado y llevaba dos semanas en sala. Físicamente mostraba recuperación de la infección, pero anímicamente seguía decayendo. No quería comer, simplemente se negaba. Las TENS le pedían por favor que comiera y el negociaba con ellas. Como dos cucharadas si me sueltan el cinturón, y ellas accedían. Pero solo podía ser por el rato que estuviera acompañado. Dejarlo sin el cinturón era impensable, ya que podía caerse.
Gran parte de su desánimo era debido a que se sentía abandonado. Las TENS eran muy cariñosas con él, lo trataban como su abuelo, lo cuidaban y mimaban, y hacían lo que les pedía. Pero su familia lo había abandonado y eso no lo entendía. La Ame, la mujer a la que adoraba y habría dado todo por ella, pasaba por la puerta de su habitación y no intentaba entrar. Él la escuchaba como conversaba con gente afuera, y la llamaba, tanto como podía, pero ella simplemente lo ignoraba y no entraba siquiera a verlo como estaba. Menos entendía cuando más tarde le pasaban el teléfono y le decían que era su señora y que quería hablar con él. Ella era muy tierna, le pedía que comiera para que pudiera salir pronto y eso a él lo molestaba más aún. ¿Por qué lo llamaba por teléfono y no entraba a la habitación? Eso lo fue sumiendo en una profunda melancolía. Sus médicos estaban preocupados, él no estaba cooperando.
La Chica estaba en una reunión virtual en su casa, seguía con trabajo remoto ya que la ciudad continuaba en cuarentena. Su celular vibró, miró la pantalla y reconoció que el número era de la clínica. Inmediatamente apagó su cámara y micrófono y contestó, como lo hacía siempre que la llamaban.
—Hola, ¿hablo con la hija de Germán Fell?, escuchó al otro lado del teléfono.
—Sí, con ella, contestó rápidamente.
—Soy la Dra. Monsalve, fisiatra de su papá. La llamo para contarle que él en lo físico va mejorando lento. Sigue con muy poca movilidad en sus extremidades y con kinesioterapia estamos haciendo ejercicios en la mañana y en la tarde para que vaya recuperándose en la medida de lo posible. Sin embargo, desde hace algunos días él se está negando a cooperar. Tampoco quiere comer y eso está dificultando su recuperación. Los delirios son cada vez más comunes y también pasa por estados de desánimo y mal humor. Si bien es un paciente complejo, por su tamaño, edad y diagnóstico, podríamos evaluar la posibilidad de que se vuelva a la casa con hospitalización domiciliaria, ya que en su entorno podría reaccionar mejor. Está reportado que puede haber una mejoría cuando los pacientes son sacados del ambiente hospitalario y vuelven a su ambiente.
La Chica no podía creer lo que estaba escuchando, es decir su papá podía volver a casa. Tuvo que ahogar su grito de respuesta y con la voz lo más compuesta posible, dijo educadamente:
—Pero qué buena noticia y ¿cuándo podría ser este retorno?, dijo pensando en que le dirían que en uno o dos días.
—Probablemente en una semana o un poquito más. Hay que hacer varios exámenes y prepararlo para la vuelta. El doctor Martínez, como su médico neurocirujano tiene que evaluarlo y dar la autorización.
Bueno, no era tan rápido como pensó en el primer minuto, pero en el plazo de una semana o un poquito más, su padre podría volver al lado de su mamá.
—Perfecto, contestó. Quedo atenta a que me vayan dando las indicaciones de lo que tenga que hacer.
—En primer lugar, continúo la doctora, sería bueno que tuviéramos una reunión entre la familia y el equipo, ya que la casa va a requerir adecuaciones. Su papá no es el mismo que llegó a la clínica hace dos meses. Van a necesitar acondicionar algunos espacios y mucha ayuda.
—Perfecto, pensó la Chica. ¿Cuándo cree que pueden ustedes?
—Yo puedo organizar la reunión virtual. Voy a hablar con el equipo y le cuento, dijo la doctora.
—Estamos en contacto y gracias. No había terminado de colgar con la doctora y llamó por llamada grupal a sus hermanos y mamá y les contó que el papá pronto volvería a la casa.
Más o menos una hora duró la reunión. Estaba la fisiatra, el neurólogo, la terapeuta ocupacional y dos kinesiólogos. Tremendo equipo, pensó la Chica. Les explicaron que Germán tenía una tetraparesia, es decir que era un paciente postrado, no tenía movimientos en las extremidades, salvo el brazo izquierdo, que lo levantaba un poco. También levantaba un poco la cabeza y el cooperaba cuando se trataba de acomodarle la almohada o un cojín. Le explicaron que tenía delirium, y que probablemente le costaría algunos días volver a sentirse en casa, podía no reconocer a la familia o parte de esta, y así, fueron diciéndoles lo que podían y no podían esperar de Germán. La Ame, Paula y la Chica, escuchaban atentamente. Después de que el equipo explicó con detalles lo que significaba esta vuelta a la casa, la Ame fue la que se atrevió a preguntar si iba a volver a caminar. Se produjo un silencio inquietante. La Chica y Paula miraban con atención los rostros de los médicos, para ver en su semblante la respuesta a la pregunta de la Ame. “Es poco probable”, contestó el neurólogo después de una incómoda pausa. “Germán tiene una lesión medular debido a la infección que tuvo. La edad, ustedes deben comprender que es un paciente de casi ochenta años y el largo tiempo de hospitalización, le juegan en contra. Además, el delirium lo hace ser menos cooperador. Todos estos factores nos hacen pensar que es poco probable que él pueda volver a caminar, pero no es imposible. Hay que pensar en que él pueda reintegrarse a la vida familiar y tal vez en silla de ruedas, pueda moverse por todas partes”. Está bien, asintieron los hermanos y la Ame. La verdad es que ella solo quería tenerlo de vuelta y ella estaba segura que, con sus cuidados, Germán pronto estaría mejor. Y si no caminaba, bueno, estaba de Dios no más. Ella hace más de cincuenta y dos años le había hecho una promesa frente al altar en la que le decía que estarían juntos en salud y enfermedad hasta que la muerte los separe.
La fisiatra se lo dijo a Germán y se alegró; la Ame se lo dijo por teléfono y se alegró; la Chica y Paula también se lo comunicaron por teléfono y se alegró. Sin embargo, pasaban los días y él todavía no regresaba a casa. Se volvió a sentir abandonado.
Por fin la Chica recibió la llamada que estaba esperando. Era de la empresa que realizaría la hospitalización domiciliaria. Se llamaba “Recuperación en el Hogar”, pero la gente se refería a la empresa como “RH”. Mañana Germán volvería a casa y lo estarían esperando un enfermero y un kinesiólogo, quienes lo evaluarían y lo ayudarían a instalarse. En la ambulancia se iría con una TENS, quien lo acompañaría en el traslado y se quedaría apoyándolo en la hospitalización en la casa.
La Chica se estaba preparando una vez más para ir a la clínica a ver a su papá, pero esta vez era diferente, era la última vez. Iba a acompañarlo a subirse a la ambulancia para irse a Pirque, a su casa, por fin. Casi no podía creerlo. Se estaban cumpliendo exactas nueve semanas de hospitalización, ni un día más, ni un día menos. Llegó a la clínica, a la habitación de su papá y le dijo:
—Papito, hoy te vas para la casa.
—Sí, por fin contestó risueño Germán.
La Chica se movió de un lado a otro, firmando documentos, leyendo instrucciones, en fin, con todo el trámite administrativo que implica sacar a una persona del hospital. Estaba en el medio de estos trámites, cuando llegó Paz, la TENS que se iría con su papá.
Era una mujer alrededor de los cuarenta y cinco años, estatura cercana al metro sesenta y contextura media, pelo corto, oscuro, cara sonriente y mirada afable. Entró a la habitación y preguntó:
—¿Es la habitación del paciente Germán Fell?, a lo que la Chica rápidamente se paró y la saludó presentándose.
—Sí, esta es la habitación. Yo soy su hija y ahí está mi papá, su paciente. ¿Cómo está usted? ¿Le costó llegar?
—Sí, un poco. Está retirada esta parte de la clínica, no la conocía y me anduve perdiendo al principio. Pero ya estoy aquí, dijo Paz, recorriendo la habitación con su vista.
Hace poco más de siete años que ella era TENS. Había descubierto su vocación haciendo un voluntariado cuidando adultos mayores. Para esto, había tomado un curso de preparación y luego fue haciendo distintos cursos de perfeccionamiento donde fue adquiriendo cada vez más herramientas y competencias para desenvolverse en esta labor. Una mujer apasionada con su trabajo y a la vez sensible. Hace tres días había fallecido su paciente anterior. La había cuidado por cuatro años. Cuando la empezó a cuidar, sabía que iba a fallecer e igualmente se encariñó mucho con ella. No debería, pero era imposible no hacerlo. Estaba en unos días de descanso por duelo cuando recibió la llamada del RH para preguntarle si estaba en condiciones de hacerse cargo de otro adulto mayor. Ellos eran su debilidad, por lo que su respuesta fue inmediata. Sí, estaba en condiciones de cuidarlo. Pidió su ficha y pensó que sería complicado. Era un paciente más alto que ella, obeso, con lesión medular, postrado y no se movilizaría más. Fijó su atención en una línea del informe, estaba con delirium, eso siempre complicaba las cosas. Iba preparada para irse a Pirque y quedarse en turno de veinticuatro horas. Llevaba todo lo que necesitaba para poder desempeñar su labor.
En cuanto abrió la puerta y constató que era su paciente, observó, rápidamente, dos cosas. La primera fueron las fotos que colgaban en la pared, eran de la familia, sin duda. Ellos estaban presentes y eso era bueno. Lo segundo que observó fue el semblante de Germán. Vio el dolor y el sufrimiento en ese rostro y le partió el corazón. Percibió que tenía dolor físico, aunque lo disimulaba, pero también, un dolor acumulado, probablemente por la larga hospitalización y por todo lo que le había tocado vivir ahí dentro.
—Hola don Germán, soy Paz, yo lo voy a cuidar, se presentó.
—Hola Paz, mucho gusto de conocerla.
—Debe tener cuidado conmigo, porque yo soy muy regalón, bromeó y le regaló una sonrisa.
¿Pero cómo?, pensó Paz, en la ficha decía que estaba con delirium y desconectado de la realidad. No le pareció eso, en esta primera impresión. A los pocos minutos entró una enfermera que lo saludó cariñosamente y le dijo que antes que se fuera, le iba a pasar los últimos medicamentos y luego le quitaban la vía.
—Lo voy a extrañar, le dijo y un brillo de emoción cruzó su vista.
—Me va a extrañar que no la moleste más, bromeo Germán.
—En serio, lo voy a extrañar, repitió ella.
Luego vinieron dos TENS a despedirse, ellas ese día no estaban con Germán, pero habían estado cuidándolo y fueron a abrazarlo y a desearle lo mejor. Y luego entraron dos más. Paz observaba todo esto asombrada, era un paciente muy querido. La ...