Capitalismo Natural y Economía Circular
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Capitalismo Natural y Economía Circular

Cómo restaurar el planeta al diseñar materiales, negocios y políticas sustentables

Alejandro Pagés Tuñón

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Capitalismo Natural y Economía Circular

Cómo restaurar el planeta al diseñar materiales, negocios y políticas sustentables

Alejandro Pagés Tuñón

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"este libro es una exhortación a modificar patrones de conducta, lo que incluye el desarrollo de un paradigma y de políticas públicas que nos encaucen hacia un futuro más próspero, equilibrado y sostenible…" – Juan Carlos BelausteguigoitiaAlejandro Pagés nos guía hábilmente por un viaje de concientización y renovación de los lazos humanos con la naturaleza, con el fin de orientar acciones hacia la restauración de la biodiversidad de la Tierra y el impulso de una agenda económico ambiental articulada para empresas y gobiernos.El objetivo: dejar un legado que permita la subsistencia de las nuevas generaciones y la supervivencia de las especies conlas que compartimos el planeta.¿Cómo te puede ayudar este libro?1.Conocerás algunas de las problemáticas ecológicas más resonantes de nuestra época, las crisis que han gestado, sus efectos devastadores y su relación con la economía lineal.2.Aprenderás dos conceptos claves para cuestionar la lógica de consumo y la producción actuales: capitalismo natural y economía circular.3.Entenderás la relación entre la restauración ecosistémica y la lógica de los modelos de negocio circulares dispuesta en un modelo de capitalismo natural circular.4.Identificarás los elementos que deben contemplar las políticas verdes que, desde lo fiscal y lo financiero, contribuyan tanto al desarrollo económico como a la protección del medio ambiente.

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Información

Año
2021
ISBN
9786078571192
Edición
1
Categoría
Economía
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SEGUNDA
PARTE

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HACIA LA TRANSFORMACIÓN NATURAL Y CIRCULAR

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CAPÍTULO 4

CAPITALISMO NATURAL: UN FUTURO DE CAUDALES

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La cuarta revolución industrial y la transformación de la economía

Entrado el siglo XXI, la humanidad se encuentra al límite. Al acrecentar el uso de fuentes de energía contaminantes, se han impulsado los modelos de producción extractivos y de explotación que devastan drásticamente los insumos naturales y las materias primas ¡a una velocidad muy superior a la que le toma a la naturaleza reponerlos! Tales formas de producción han acarreado consigo efectos globales en la biodiversidad y los ecosistemas, y han exacerbado la polución absoluta del planeta, además de que ocasionan el calentamiento de la atmósfera, por la emisión de GEI.
En la actualidad, sabemos que, además, una proporción importantísima de los bienes que se producen y consumen desde el siglo pasado no pueden ser restituidos a los ciclos biológicos de la naturaleza, y su vida útil puede llegar a ser ínfima, en relación con su tiempo de degradación. Es decir, cuando dejamos de usarlos —si acaso fueron usados y no solo sirvieron como empaques—, se vuelven desperdicio o basura. Ante un evidente desinterés por la falta de incentivos para su tratamiento, estos son arrojados a los suelos, océanos y ecosistemas del planeta, indiscriminadamente, como contaminantes en todas las formas de la materia: sólidos, líquidos y gaseosos. Así, una parte muy importante de los desperdicios sólidos o en descomposición son puestos en tiraderos a cielo abierto; otra parte, en rellenos sanitarios que contaminan suelos y subsuelos por siglos.
Esta trayectoria de colisión con la naturaleza nos sitúa en riesgos tan graves que pueden llegar a representar conflictos potencialmente mortales para las poblaciones humanas urbanas y rurales. Debido a la presión que actualmente hay sobre estos recursos —y a la escala que se estima para los próximos años—, así como a la evidencia de los daños ecológicos en todos los ecosistemas del planeta, se requieren medidas extremas por parte de todos los agentes económicos. Esto incluye a las personas en sus hogares, las industrias, los comercios, las organizaciones y los gobiernos, sin distinción alguna, puesto que todos se seguirán viendo afectados en su forma de vida cotidiana.
Una de las áreas del conocimiento que desde su origen buscó modelar las decisiones de producción y consumo de la sociedad, basadas en la escasez relativa, ha sido la economía. Su objeto es satisfacer las necesidades que siempre serán múltiples y variadas, de los agentes económicos, quienes realizan elecciones sobre qué producir, cómo producir y para quién producir, dada la escasez de recursos o restricción para lograrlo. Lo que deseamos y podamos tener de cualquier bien o servicio siempre estará sujeto a restricciones: los precios de los bienes (sus sustitutos y sus complementos), el ingreso, los gustos o preferencias y, de manera particular, la tecnología. Cada una de estas variables ha influido siempre en nuestras decisiones respecto a qué producir y qué consumir, y lo seguirá haciendo en el presente y el futuro, afectando así la oferta y la demanda del mercado.
La tecnología nos es connatural desde los albores de la humanidad; este factor ha sido crucial para traernos a la actualidad. Desde la antigüedad hasta nuestros días, ha impulsado el “mono desnudo”, término acuñado por el famoso zoólogo Desmond Morris, para señalar las particularidades de nuestra evolución. Esta evolución no se puede comprender sin considerar los avances en la tecnología. Su acumulación fue pausada, pero de muy alto impacto, hasta el siglo XIX. Posteriormente, con las denominadas revoluciones industriales, en menos de dos siglos se logró una era de prosperidad, bienestar y riqueza sin precedentes en la historia de la humanidad, pues se transformó la economía de subsistencia que había pervivido desde el surgimiento de la historia. Así, a través de la mecanización con las máquinas de vapor, se materializó la producción con maquiladoras.
Con la segunda revolución industrial, impulsada por generadores de electricidad (inventados por Faraday) y los motores de combustión, se masificó la producción con líneas de ensamblaje. Finalmente, con la tercera revolución industrial, se dio la automatización, el uso de la electrónica, los microprocesadores y las computadoras que forjaron la era digital. Todas estas revoluciones fueron impulsadas por un elemento común: llevar los avances de las ciencias para lograr cambios tecnológicos en todas las áreas, aumentando las posibilidades de producción de la industria y, con ello, de consumo para la población humana. Esto fue posible al alcanzar economías de escala y precios relativos más accesibles que, conjugados con una era de bienestar y crecimiento económico, masificaron la producción y el consumo de los pueblos del mundo.
Ahora estamos experimentando una revolución industrial que se cimienta sobre las anteriores y que se caracteriza por una fusión de tecnologías que disipa las fronteras entre las esferas de lo digital, lo físico y lo biológico. Se espera que impacte trascendentalmente en múltiples ámbitos de la vida en nuestro planeta, que, además, nos ofrecen la gigantesca oportunidad de revertir las consecuencias funestas y los efectos históricos, ambientales, sociales, políticos y económicos de nuestra propia inconsciencia. A esta se le ha denominado “la cuarta revolución industrial”.
La cuarta revolución industrial está motivada nuevamente por la re-evolución de la ciencia y la tecnología. Nos pone en el camino de una transformación abrupta capaz de moldear, una vez más, nuestro mundo por completo.
La velocidad, amplitud y profundidad de esta revolución nos está obligando a replantearnos la forma en que los países deben desarrollarse, cómo las organizaciones crean valor e incluso lo que significa ser un humano; además, es una oportunidad para ayudar a todos, incluidos los líderes, los encargados de la formulación de políticas y las personas de todos los grupos de ingresos y países a aprovechar las tecnologías, a fin de crear un futuro inclusivo y centrado en el ser humano.71
Actualmente, muchas de las industrias y empresas utilizan herramientas tecnológicas y aplicaciones de la más diversa índole. Todos estos avances están en nuestras manos con los dispositivos inteligentes celulares que, además de brindarnos comunicación, ofrecen una amplia gama de aplicaciones y servicios. Por ejemplo, internet, las redes sociales, los mapas interactivos, las aplicaciones de monitoreo de la salud y de la alimentación o servicios de transporte y traslado, entre otras. Todas utilizan inteligencia artificial (IA) para el procesamiento de datos. Así, pueden identificar nuestros patrones de comportamiento, preferencias y perfiles de consumo, para obtener información muy poderosa. Con esta información, las empresas que ofrecen bienes y servicios pueden optimizar su funcionamiento y definir estrategias de venta. De este modo, a través de las aplicaciones científicas y técnicas que están en nuestras manos, todos los días, se impulsa la realización de tareas simples o complejas.
Con las comunicaciones que ofrece la red global, se está desarrollando “la internet de las cosas” o Internet of Things (IOT), con base en la interconexión de productos. Ha comenzado una era en la que se pueden conectar todos los aparatos del hogar, y hasta los libros, mediante dispositivos, para lograr un funcionamiento más inteligente e independiente. La IOT permite que las computadoras interactúen con los aparatos de acuerdo con programas, a fin de operar con independencia de los seres humanos. Gracias al IOT, los refrigeradores de casa pueden llegar a controlar los alimentos en su interior y programar con proveedores específicos las compras necesarias; el refrigerador medirá y monitoreará continuamente el almacenamiento y actuará. Del mismo modo, los relojes conectados a internet intercambian datos con servidores externos y actúan de acuerdo con la información que recogen, tanto de los sensores como de los servidores, para monitorear signos vitales o para indicarnos las citas médicas o los medicamentos por tomar.
Innumerables aspectos de nuestra vida cotidiana pueden ser controlados por la IOT. En las ciudades, permitirá que los dispositivos de los vehículos interactúen con los controles de tráfico, con lo cual serán más inteligentes y eficientes. Se reducirán accidentes, se mejorará la movilidad al asignar rutas alternativas y mejorará la compartición de vehículos, pues, eventualmente, logrará socializar la utilización de vehículos y otras tecnologías de las más diversas aplicaciones. Con la IOT para las actividades productivas, se pueden automatizar campos de cultivo, sistemas de iluminación, supervisión de maquinaria y muchas aplicaciones más. Los usos serán solo limitados a la imaginación humana.
El siguiente gran paso de las aplicaciones de la inteligencia artificial (IA) ha sido la creación de las cadenas de bloques, que han permitido la existencia de criptomonedas como el bitcoin. Esta usa tecnología peer to peer, o entre pares, para operar sin una autoridad central o bancos; la gestión de las transacciones y la emisión de bitcoins es llevada a cabo de forma colectiva por la red. Bitcoin es de código abierto; su diseño es público, nadie es su dueño ni lo controla, y todo el mundo puede participar. Por medio de sus muchas propiedades únicas, bitcoin permite usos interesantes no contemplados por ningún sistema de pagos anterior.
Con estos notables avances de la ciencia y la tecnología estamos también en el camino a otra revolución: la de la ciencia económica, capaz de remodelar nuestro mundo por completo. Así, es posible dejar atrás los efectos nocivos de un sistema económico de producción lineal que explota-produce-comercializa-desperdicia-arroja a la naturaleza. En la ciencia económica, a estos efectos nocivos de la producción los denominamos externalidades: todos los costos o perjuicios que los modos de producción de los agentes económicos generan y no son reconocidos o asumidos por quien los produce, pero que sí afectan a otros. Genéricamente, las externalidades son un tipo de “fallas del mercado” que, por su naturaleza, pueden y deben ser reguladas para minimizar o eliminar sus daños. Como hemos explicado, su incidencia en la naturaleza son los daños a la biodiversidad, extinciones, contaminación y calentamiento global, entre otros fenómenos.
Con independencia del sistema económico que adopte cada nación, todos mantienen modelos de producción lineal con efectos externos de proporciones devastadoras para el futuro de nuestras sociedades y de la naturaleza. Esta devastación es consecuencia de ignorar el valor intrínseco que los materiales y materias primas naturales han dado a la humanidad en los dos últimos siglos. Esta distorsión real de los sistemas de producción lineal ha hecho que desconozcamos los costos verdaderos de extraer y cosechar de los ecosistemas, lo que genera una sobreexplotación.
¿Cómo puede la cuarta revolución industrial aportar a una gran transformación de los sistemas económicos actuales que han dañado tan gravemente los ecosistemas del planeta? La respuesta debe concentrarse en voltear hacia la naturaleza. Hoy en día, el ser humano se encuentra en un nivel de conciencia bioética y con capacidades tecnológicas suficientes para buscar cómo corregir los efectos externos que ha venido ocasionando con las industrializaciones. Volvernos a la naturaleza significa que podemos ver, aprender y asimilar rápidamente los mecanismos que esta utiliza para procesar por sí misma todo lo que produce, en un proceso cíclico.
Al observar los procesos biológicos, todo el “desecho” o desperdicio que en la naturaleza se genera, simplemente, es devuelto a los ecosistemas que tienen la capacidad de degradarlos y reciclarlos, para volverlos nutrientes que alimentan la vida nuevamente. Es decir, “todo desecho o desperdicio es alimento”,72 de tal manera que se genera y regenera el capital natural en el ciclo biológico interminable. Bajo esta intuitiva visión, el sistema biológico del planeta ha funcionado desde el surgimiento de la vida misma. Solo el hombre, en su desarrollo humano y con su capacidad tecnológica, ha sido capaz de romper el ciclo biológico universal. Con la producción y generación de materiales no degradables o difícilmente degradables para la naturaleza, así como la extensión de daños, se impide que la resiliencia natural logre su recuperación normal. Además, como consecuencia de su “éxito” en el dominio de las energías por combustión, se ha acumul...

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