Impacto Latino
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Impacto Latino

Casos de emprendedores sociales de América Latina

  1. 256 páginas
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Impacto Latino

Casos de emprendedores sociales de América Latina

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El progreso humano es un hecho de la vida, dice el profesor Steven Pinker. Pero si el progreso fuera realmente un hecho de la vida, entonces América Latina no sería como es. Basta con sentarse en una cafetería de Tegucigalpa para advertir que las cosas no pueden estar peor. En el televisor colgado en una esquina del local los noticieros reportan, sin cesar y sin misericordia, los hechos violentos de la noche anterior. Quien pretenda huir de la catástrofe ha­bitual y se desplace al otro extremo del continente no logrará escapar a esa realidad, porque allí, en cualquier plaza de Buenos Aires, abrirá un periódico y se enterará, si no de muertes violentas, al menos de corrupción y pobreza. Parece que América Lati­na no escapa a las tragedias..

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Información

Editorial
CESA
Año
2021
ISBN
9789588988580

Parte II

Historias de emprendedores sociales
Las historias de emprendedores sociales que se exponen a continuación son tan diversas en sus orígenes, estrategias y trayectorias, que el lector quedará con la sensación de que el emprendimiento social es un objeto de estudio elusivo e irreducible. Esta afirmación da en el blanco y plantea un dilema cuasi existencial para este libro. ¿Han sido en vano las páginas anteriores?, ¿es acaso una pérdida de tiempo intentar ofrecer un marco teórico del emprendimiento social?
Nuestra respuesta es que no es un ejercicio inútil. El emprendimiento social, como la mayoría de los temas de estudio verdaderamente fascinantes, no puede ser reducido a una serie de fórmulas y procedimientos que cualquier persona puede aplicar. Esta imposibilidad de reducir el fenómeno a unos estándares y prácticas generalizables puede ser frustrante para unos, pero para otros es prueba de que se trata de una actividad apasionante. No obstante su particularidad, plantear una serie de elementos y límites que provean, como el nombre lo indica, un marco a partir del cual se desplieguen emprendimientos únicos e inigualables, constituye un aporte fundamental tanto para los futuros emprendedores como para los estudiosos del tema.
Cómo se hará evidente en adelante para el lector, cada emprendimiento social responde a una trayectoria imposible de imitar. Las convicciones, como apuntaba Stefan Zweig, son producto de experiencias individuales. Y como el emprendimiento social, en parte, es convicción, entonces se sigue que solo pudo haber nacido de una serie de experiencias y reflexiones únicas para cada uno de los emprendedores.
Teniendo eso en mente, las historias que relatamos a continuación se dividen en tres partes: una primera, “Semillas de emprendimiento”, refleja aquellos momentos que contribuyeron a sembrar semillas de emprendimiento en las mentes de los emprendedores. No necesariamente serán aquellas experiencias que derivaron en el emprendimiento a tratar –muchos de estos emprendedores pasaron por varios emprendimientos antes de llegar al que se relata–, sino aquellas que los introdujeron en este mundo; en la segunda, “Primeros pasos”, se expone el momento crucial en el que los emprendedores pasaron de la convicción a la acción y algunos de los principales hitos en esa trayectoria vital; y en la tercera, “La crisis como maestra”, se da cuenta de la manera como los emprendedores vivieron y enfrentaron la crisis desatada por el Coronavirus.
Es necesario hacer un par de precisiones respecto de esta última sección. La primera es que las entrevistas originales se hicieron antes de la crisis, y que a raíz de ella se decidió que era conveniente realizar nuevas entrevistas a fin de conocer los impactos de la crisis y, especialmente, la particular mentalidad con que quienes se habían moldeado en el campo del emprendimiento la asumían. Como podrá ver el lector, no existe una manera correcta de afrontar las crisis, sino que cada industria y cada empresa social las viven a su manera. Por eso se decidió –y esta es la segunda precisión– denominar esta sección “La crisis como maestra” en vez de “La crisis como oportunidad”. La crisis desatada por la pandemia no fue una oportunidad para todos los emprendedores: para muchos –hay que decirlo– fue trágica. Esa realidad, creemos, también merece ser relatada. Pero, por ahora, no más adelantos. Sigan con las historias.
Leticia Gasca:
el fracaso es lo que necesita Latinoamérica
p93-1
Semillas de emprendimiento
Leticia Gasca es una emprendedora mexicana que durante mucho tiempo se ha preocupado por entender cómo se puede preparar a las personas para enfrentar grandes retos. Si algo ha caracterizado a Leticia han sido sus acercamientos no tradicionales a los problemas. Sin embargo, en ese proceso tiene muy claro que de nada sirve una mirada fresca si no deriva en una mejor calidad de vida para los involucrados. Esa es, en esencia, la razón que lleva a Leticia Gasca a levantarse diariamente de la cama: impactar positivamente la vida de miles de personas.
Pero esa mentalidad no ha sido una constante en su vida. Leticia tuvo que realizar un viaje para cambiar el chip; específicamente, un viaje al pasado. “Yo nunca había estado en un lugar donde la gente vive en casas hechas con palitos de madera y con piso de tierra” y recuerda su visita, hace muchos años, a una comunidad en el Estado de Veracruz. Esa experiencia le produjo la sensación de haber viajado en el tiempo para internarse en una cruda realidad: la pobreza en la que vive gran cantidad de mexicanos.
En ese viaje conoció a Alfredo, un niño de siete años que “era como nuestro guía y traductor” y que pasaba mucho tiempo con ella y sus compañeros. “Un día, jugando, a Alfredo se le rompió su guarache (zapato). Se quitó su otro guarache y siguió jugando como si nada” cuenta Leticia. Ella imaginó que al siguiente día Alfredo simplemente tomaría otros zapatos de su casa pero, para su sorpresa, “cuando lo volví a ver estaba descalzo”, y cayó en la cuenta de que Alfredo y su humilde familia no tenían dinero para comprar otro par de zapatos.
“Cuando me fui le pregunté a Alfredo qué quería que le regalara, y me dijo que quería un juguete para su hermanito. O sea, no me pidió unos guaraches ni nada para él”, recuerda Gasca. Ese momento fue para ella una epifanía: una de esas situaciones que vienen con una claridad cristalina que antes era imposible percibir. A partir de allí tuvo claro que quería dedicar su vida a generar impacto en las personas.
Primeros pasos
Leticia empezó, al igual que muchos emprendedores, esbozando un plan de negocio como había aprendido en la universidad. “En esa época no se hablaba de emprendimiento ágil, prototipado rápido, ni nada de lo que se habla hoy en día; entonces teníamos un plan de negocios como de cincuenta páginas”, en las que se detallaba la manera como ella y sus socios pretendían desarrollar su primera empresa social, una iniciativa que buscaba comercializar la producción de las comunidades de artesanos.
La iniciativa fracasó, como sucede habitualmente con los emprendimientos sociales, porque no logaron diseñar un modelo de negocio sostenible: “Al final nunca nos alcanzó el dinero para pagarnos a los socios, sólo alcanzaba para pagarle a las artesanas”.
Ese primer fracaso, o fuck-up, como lo llama Leticia, dio pie a una iniciativa que cambiaría su vida: en una noche de mezcales con sus amigos la conversación derivó a “que todos habíamos fracasado en negocios, pero nunca nos habíamos contado esas historias. Esa noche las hablamos y dijimos, ‘esta conversación estuvo muy buena, hay que replicarla con más amigos’. Esa misma noche de mezcales planeamos fuck-up nights en quince minutos”.
La idea inicial era hacer una sola fuck-up night con amigos cercanos. Cada uno invitaría máximo a cinco personas y les pediría a tres de los asistentes que contaran, en diez imágenes y siete minutos, sus historias de fracaso. Lo que ella no podía saber en ese momento es que tan solo unos años más tardes las fuck-up nights serían replicadas en 305 ciudades y 91 países. Lo que empezó como un evento entre amigos pronto se convirtió en un fenómeno global que sentó las bases del Failure Institute, dirigido por Gasca, y enfocado en investigar el fracaso en múltiples países.
“Con cada fuck-up night tienes un impacto educativo, pero también un impacto emocional. A la salud mental de las personas le sirve saber que no son los únicos que fracasan, que hay un montón de otros a los que también les pasa”. Eso les quita un peso de encima a los emprendedores que, además, al compartir su historia, ayudan a otros emprendedores a no cometer los mismos errores.
Mientras la discusión alrededor del emprendimiento se ha centrado en estudiar y visibilizar los casos de éxito del emprendimiento, Leticia Gasca buscó el ángulo inexplorado, ese acercamiento que permite abordar problemas desde una perspectiva diferente a la tradicional, y que en algunos casos puede transformar vidas. “Un día nos llegó un correo que decía, ‘gracias por organizar fuck-up nights. Mi negocio cerró y yo me iba a suicidar, pero después de ir a fuckup nights vi que hay vida después del fracaso’”.
Labor cumplida. Leticia ha logrado crear una empresa social sostenible que, además, se ha replicado por todo el mundo. A ella la mueve mejorar la vida de las personas, y lo ha logrado preparándolas personas para afrontar retos tan grandes como el fracaso en un negocio. Pero su espíritu emprendedor es incansable y no le basta con haber creado una exitosa empresa social que le muestra a millones de emprendedores que “hay vida después del fracaso”, sino que va por más.
Desde ya está pensando en cómo prepararse para el futuro del trabajo, ese en el que los títulos universitarios no tendrán tanto peso y en el que serán necesarias ciertas habilidades fundamentales. Habilidades “portables”, como las llama Leticia: esas que se pueden llevar a cualquier lugar de este mundo globalizado y que determinan el éxito del individuo. En esa nueva organización que se comienza a gestar, a Gasca la tiene sin cuidado el plan de negocios. “Ahora me preocupo menos por el modelo de negocio porque tengo clara la importancia de la prueba y error”. Y es que cuando uno descubre que hay vida después del fracaso, y que de hecho ese fracaso guarda muchos aprendizajes, los planes de acción y los modelos de negocios pasan a un segundo plano en este juego en el que lo principal es hacer que las cosas pasen.
La crisis como maestra
La resistencia al cambio es, tal vez, la respuesta natural del ser humano, tan presto a sentirse orgulloso de haberse establecido –de haber diseñado su zona de confort–, ante lo que amenaza su bien establecido orden. Para Leticia la pandemia, más allá de su novedad, no ha sido, en su mensaje de fondo, reveladora. “Creo que hay una gran resistencia al cambio”, dice, “y es importante ayudarle a la gente a entender la necesidad de abrazar el cambio”.
Aunque se podría argumentar que la crisis del coronavirus trajo cambios abruptos, lo cierto es que el mundo ya venía avanzando en ellos de manera exponencial y acelerada. “El mundo –y sobre todo el mundo laboral– va a cambiar cada vez más rápido”, dice Leticia, “y va a cambiar con nosotros o sin nosotros”. Por ese motivo es indispensable abrazar el cambio: o nos reinventamos o morimos, dice la emprendedora que, para el momento en que la pandemia irrumpió en nuestras vidas, ya llevaba varios años estudiando las habilidades necesarias para el futuro del trabajo.
La pregunta que cabe es evidente: ¿cómo hacer, entonces, para abrazar el cambio? El primer paso supone concientizarse de su importancia. Hasta ahí vamos bien. Luego sigue algo tal vez más retador… y es retador porque tiene que ver precisamente con dos conceptos sobre los que, parece, tenemos poco control: nuestra identidad y el futuro.
“Uno de los motivos por los que nos cuesta tanto trabajo atrevernos a hacer cosas nuevas, abrazar el cambio, y reinventarnos”, dice Gasca, “es porque nos identificamos demasiado con una sola identidad, que para la mayoría de las personas es su identidad profesional”. Se trata de una tendencia natural que, no obstante, aquellas personas que han logrado reinventarse han sabido superar. “Algo que tienen en común las personas que son ágiles al cambio es que cuentan con múltiples identidades. No solamente la profesional, también se identifican como amantes de la música, de los perros, del futbol, etc. Creo que es importante pensar que, en muchas ocasiones, la identidad es lo opuesto de la posibilidad”.
Una identidad flexible –o múltiple como la cataloga Gasca– es vital cuando de enfrentarse a un futuro incierto se trata. Y la palabra clave es enfrentarse, que es una cosa bien diferente a preocuparse, que, dice Gasca, es otro limitante a la hora de abrazar el cambio. “Algo que ayuda mucho a abrazar el cambio es no quedarnos limitados en la preocupación, sino pasar a la ocupación […] Ese estado mental de estar constantemente preocupados nos genera visión de túnel, es decir no vemos las cosas con una perspectiva amplia y perdemos agilidad”.
En esa lucha por no quedar atrapados en el túnel (que por oscuro y angosto necesariamente genera angustia) es indispensable, en criterio de Gasca, separar las cosas que podemos controlar de las que no están bajo nuestro control. Y es allí donde entra en juego precisamente la habilidad más importante bajo nuestro control y que bien puede significar una adaptación exitosa al futuro del trabajo, y al resto de catástrofes naturales y artificiales que depare el devenir: aprender a aprender.
A la necesidad de un aprendizaje continuo se suma esta habilidad transversal: “creo que hay que empezar a enseñar desde niños la habilidad de aprender a aprender. Desde que empecé a empaparme de este tema, me di cuenta de lo importante que es aprender a aprender y de lo malas que eran mis técnicas de estudio. Ahora que he vuelto a las aulas estoy aplicando técnicas de estudio que han sido valid...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Contenido
  5. Introducción
  6. Parte I
  7. Parte II
  8. Bibliografía
  9. Notas al pie
  10. Contracubierta