Más allá del mito
eBook - ePub

Más allá del mito

Un visión menos adornada de cómo piensan y actúan los emprendedores

  1. 230 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Más allá del mito

Un visión menos adornada de cómo piensan y actúan los emprendedores

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Los emprendedores, nos dicen, son genios arriesgados. Adivinos que predicen el futuro y que tienen el coraje para apostar a lo que visualizan en sus mentes va a materializar en la realidad. Esta es la narrativa reinante del emprendimiento, y genera dos efectos curiosamente contradictorios: unos concluyen que emprender es tan sencillo como tener una buena idea de negocio y arriesgarse a apostar por ella, mientras que otros quedan con la sensación de que el emprendimiento es algo lejano, una actividad exclusiva de una pequeña minoría de genios con habilidades predictivas que, más que humanos, parecieran ser semidioses.MÁS ALLÁ DEL MITO NO ES UN LIBRO SOBRE EMPRENDIMIENTO, ES UN LIBRO SOBRE EMPRENDEDORES.Son sus historias las que ponen la materia prima para tejer una nueva narrativa sobre el emprendimiento: una más cercana a la realidad, menos adornada, y, sobre todo, una que permita a aquellos emprendedores en potencia y entusiastas del tema aproximarse -con mayor precisión y sin tantos mitos- a este apasionante mundo. ¿Cómo piensan y actúan, en la realidad, estos seres que durante años nos han presentado como inalcanzables? De esto -y de algo más- trata este lib

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Más allá del mito de Andrés Chavarro González, Andrés Acevedo Niño en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Business y Entrepreneurship. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
CESA
Año
2021
ISBN
9789588988542
Categoría
Business

Capítulo IV

Un salto: ¿al vacío?

La llamada que cambiaría la vida de Marta Forero ocurrió un domingo a las seis de la tarde. Había pasado el día en cama viendo películas. Intentaba recuperar energías tras una semana –como la mayoría de sus semanas– de intenso trabajo. Estaba viviendo su trabajo soñado, uno que la mayoría de sus amigos envidiaba. Hacer parte del equipo de mercadeo de Red Bull, una empresa reconocida precisamente por el ingenio y la audacia de sus estrategias de mercadeo, la tenía contenta. Las jornadas extenuantes, las salidas de la oficina después de las diez de la noche, la fatiga extrema que le impedía pararse de su cama los domingos, todo eso hacía parte del precio que Marta había aceptado pagar. Después de todo, estaba donde quería estar. O por lo menos eso creía antes de que le entrara aquella llamada a su celular.
Al otro lado de la línea reconoció la voz de su papá, a quien en varias ocasiones le había expresado una inquietud que le generaba su trabajo actual. “Es el trabajo ideal, yo eso lo sé”, le dijo en una ocasión Marta. “Pero, no sé. A veces siento que esas jornadas hasta las once de la noche son para construirle la empresa a alguien más”. El asunto, sin embargo, no estaba del todo claro: las pesadas jornadas de trabajo tenían su recompensa. No solo estaba aprendiendo un oficio de la mano de los mejores, sino que su salario era muy superior a lo que la Marta universitaria había soñado, y lo que sus amigos estaban recibiendo.
“Ya me están hablando de dirigir otra área y ganar aún más, papá”, le confesó Marta, “no sé qué hacer”. Marta tenía la piquiña del emprendimiento. Su padre, que era médico y a lo largo de su vida había coqueteado con crear varias empresas, le dio una respuesta práctica. Una que, no obstante, Marta no había considerado. “Algún día vas a ser mamá y vas a tener una familia”, le dijo su padre. “Cuando tengas ese nivel de compromisos te va a quedar muy difícil renunciar a un trabajo que te paga bien y arrancar algo propio desde cero”. Al compromiso de una potencial familia se sumaba un asunto inherente a la naturaleza humana: “A medida que avances en tu carrera, vas a ganar más dinero y vas a caer en una vida más lujosa”, le dijo su padre, “eso también va a frenarte, en el futuro, de tomar la decisión de renunciar”.
Lo que su padre estaba diciéndole era extraño. Y es que detrás de aquellas palabras se escondía un hecho contraintuitivo: para Marta era menos riesgoso atreverse a emprender en los comienzos de su carrera profesional –así se tratara de una con una acelerada trayectoria ascendente–, que hacerlo cuando ya se hubiera consolidado como una profesional de renombre. Interrumpir una carrera prometedora no era tan peligroso como desechar, más adelante, una carrera exitosa. El momento para atreverse a construir algo propio era ese. Y Marta, en esa llamada de domingo en la noche, se acababa de convencer de que así era.
El club de podadores de Bucaramanga
Contada así, la historia de Marta puede resultar confusa. El lector fácilmente puede caer en el error de creer que Marta Forero es la típica ejecutiva exitosa que, al ver lo que los emprendedores son capaces de hacer, se antojó de probar también las mieles del éxito. Sin embargo, esa conclusión no podría ser más desacertada.
Marta Forero no llegó al emprendimiento porque escuchó historias glamurosas de emprendedores que estaban cosechando éxitos extravagantes; el emprendimiento estaba dentro de Marta desde muy pequeña. En el colegio vendía dulces y perfumes. Algo común en varios emprendedores, pero no necesariamente un predictor confiable de futuros emprendedores. Después de todo, son muchos los niños y jóvenes que en el colegio y en la universidad dedican parte de su tiempo a establecer pequeños negocios de dulces y accesorios. Lo que sí llama la atención es que Marta no se detuvo ahí, sino que dio el siguiente paso y montó una autentica organización.
El club de podadores de Bucaramanga. Ese fue el primer atisbo que daba a pensar que Marta, la pequeña negociante, tenía vocación de convertirse en una verdadera emprendedora. Primero convenció a su hermano de que trabajara para ella, luego hizo lo propio con los amigos de su hermano. Poco a poco fue ensamblando un club que se dedicaba a podar el césped de los patios de las casas del barrio.
A Marta le encantaba su rol. La idea de armar un equipo y multiplicar la cantidad de patios que tenían la capacidad de podar en un mismo día no sería una que olvidaría con facilidad. “Si así es de pequeña, ¿cómo irá a ser cuando sea grande?”, comentaban los vecinos del barrio. Lo que ellos no sabían –nadie podía saberlo– es que durante su estadía en la universidad tendría varios negocios, sí, pero también cambiaría de mentalidad: el emprendimiento dejaría de estar en el centro de su imaginario; dejaría de jalarla como un derrotero irreprimible y daría paso a otro tipo de sueños. Unos sueños, podríamos decir, de tinte corporativo.
El paso de Marta Forero por la universidad bien podríamos retratarlo como un choque entre dos fuerzas: de un lado su abuelo, un empresario hecho a pulso que había creado, de la nada, una de las constructoras más grandes del país, y de otro, los ideales de su generación: hacer parte de una gran empresa, escalar la jerarquía corporativa, y brillar en el ascenso hasta vicepresidente de una gran multinacional o, por qué no, la gerencia misma.
Marta vivía con su abuelo por lo que estaba expuesta constantemente al mundo de los negocios. “Él no entendía bien de qué se trataba mi carrera (diseño industrial), se imaginaba que era algo de ingeniería o algo industrial. Entonces me daba clases, desde matemáticas hasta cómo construir edificios. Me llevaba a las obras y me explicaba cómo funcionaba la ingeniería”. En cambio, en sus conversaciones con las amigas la discusión no giraba tanto alrededor de cómo funcionaban los negocios, sino de cómo funcionaban los puestos de trabajo. En los pasillos universitarios no importaba tanto lo que irían a construir en su vida profesional, sino cómo querían vivir. A dónde viajarían. Qué experiencias anhelaban tener. A su generación la guiaba el deseo de aprovechar al máximo la vida. De acumular experiencias maravillosas en el menor tiempo posible. ¿Y cuál era el camino para lograr eso? El que más rápido condujera a esa vida plena. Es decir, el camino corporativo.
Fue precisamente el camino corporativo el que finalmente se impuso. Las lecciones de su abuelo habían sido valiosas y Marta las guarda incluso hoy, pero en su séptimo semestre ya estaba escalando en el mundo corporativo, y sus planes incluían trabajar en alguna de las que ella misma llamaba “empresas jugosas”.
Sus primeros trabajos fueron en agencias de publicidad. Unilever, Coca Cola y otras multinacionales le dejaban entrever –así fuera indirectamente– cuán provechosa podía llegar a ser la vida si conseguía un puesto en una de ellas.
No pasó mucho tiempo antes de que Red Bull –empresa bastante “jugosa”– la reclutara y le permitiera experimentar de primera mano esa vida glamurosa que desde hacía tiempo quería probar. Un sueño hecho realidad: idear campañas de mercadeo para, tal vez, la más atrevida de todas las empresas. A eso se sumaba un salario muy superior al que alguien a esa edad podía siquiera soñar. A sus veinticuatro años Marta Forero ya transitaba la senda de un futuro prometedor en el mundo corporativo. Hacia allá iba hasta que un domingo en la tarde recibió aquella fatídica llamada.
Rumbo a México
Cuando una persona se está convenciendo a sí misma de renunciar a un trabajo estable para lanzarse a emprender muchas cosas pasan por su cabeza: puede ser que se imagine todo aquello que no va a extrañar de su trabajo actual, tal vez su jefe, tal vez el hecho de cumplir un horario o de vestirse formalmente. Seguramente piensa también en las posibilidades que le abre la independencia: ir al cine a las once de la mañana cuando las salas están casi vacías, tomarse un café sin prisa en la mañana, ir al gimnasio y tener las máquinas solo para ella. Otros pensamientos pueden ser menos placenteros: una cuenta bancaria que se vacía sin que en ella ingrese dinero, una emprendedora fracasada que se ve forzada a regresar a su antigua oficina con la cabeza gacha. Aunque por la mente de Marta pasaron muchas imágenes de ese tipo, hubo una escena que nunca anticipó: levantarse a desayunar y darse cuenta de que no tenía nada que hacer.
Para alguien hiperactivo, como Marta, ver su agenda vacía era una verdadera sorpresa. Sobre todo teniendo en cuenta que, a pesar de haber renunciado, Marta se había asegurado una ocupación. Había acordado con su padre ayudarle a consolidar una fundación universitaria que él había establecido unos años atrás. El suyo no había sido un salto al vacío. O por lo menos no uno en el que además tuviera una venda sobre los ojos. Marta tenía un objetivo claro. El problema es que el camino para llegar a ese objetivo no era tan obvio. Por lo tanto: agenda vacía.
“Terminaba de desayunar, revisaba los dos correos que tenía en mi bandeja de entrada y quedaba libre”, dice Marta sobre sus primeros momentos como emprendedora. “No sé qué ponerme a hacer”, le decía Marta a su padre, “son las ocho de la mañana y estoy desocupada. Ayer mandé cuarenta correos y nadie me ha respondido”.
Su padre, preocupado de que Marta fuera a perder la cabeza trabajando desde su cama, decidió hacer algo por ayudarla. “Te voy a entregar una oficina vacía”, le dijo un día. “Así por lo menos tendrás un lugar físico al que ir; allí podrás trabajar, planificar cómo hacer crecer la fundación”.
Decir que la primera oficina de Marta versión emprendedora era simple sería una equivocación. Era más que simple. Era una oficina austera. Simplona, si se quiere. “Eran cuatro paredes pintadas de blanco y con ventanas. Allí solo cabía yo”, recuerda Marta. “Pero eso me sirvió: fue una especie de empujón psicológico”.
Desde su pequeña oficina Marta continuó sus esfuerzos por establecer la universidad. Su convicción de que lo iba a lograr era enorme, pero los constantes obstáculos la llevaron a plantearse si remar contra la corriente no terminaría por ser un ejercicio infructuoso. Por más hiperactiva, persistente y persuasiva que fuera, lo cierto es que organizar la universidad no dependía solo de ella. Necesitaba aprobación del gobierno, y para obtenerla tenía que surtir un largo proceso de acreditación y cumplir una lista interminable de requisitos. Todo eso la dejaba a merced del gobierno, cuya velocidad de aprobación distaba mucho de la de Marta y sus planes.
Además, Marta encontraba ridículos algunos de los requisitos. Aunque su plan era fundar una universidad virtual, le exigían que tuviera un campus universitario en los pocos predios habilitados para ello. “¿Para qué necesito un predio, si toda la universidad va a ser cien por ciento en línea?”, les preguntaba Marta. La respuesta lejos de ser ilustrativa, era una reivindicación del proceso y sus formalidades.
La idea de establecer una universidad virtual en vez de presencial no hacía parte del plan original, pero Marta se lo comunicó con entusiasmo a su padre. En ese momento la educación virtual no estaba en boga. Unos pocos entusiastas estaban abriendo camino para la educación en línea, y cuando Marta le comentó a su padre la idea este inmediatamente pensó en su amigo mexicano. “Yo tengo un amigo en México que hace eso”, le dijo su padre, “¿por qué no viajas y negocias a ver qué tipo de alianza puedes organizar?”. El plan le sonó muy bien a Marta. Tomó el siguiente avión para México.
La emprendedora efectual
La negociación salió mejor de lo esperado. “Me mandaste una leona a negociar”, le dijo entre risas el amigo mexicano a su padre. Gracias al acuerdo Marta iba a poder replicar la universidad en Colombia. Ese respaldo de una universidad virtual ya existente y funcionando sería vital –pensaba Marta– en futuras reuniones con el gobierno. Sin embargo, esa no era la solución de todos sus problemas. El proceso seguía siendo demorado y la posibilidad de abrir la universidad no solo era lejana sino que, además, no estaba garantizada. Nadie podía asegurar que le fueran a otorgar el permiso: después de todo el esfuerzo bien podía resultar vano.
Pero Marta no tenía cabeza para angustiarse por cosas lejanas. El día a día ya era de por sí angustiante. ¿Cómo iba a generar ingresos con un proyecto tan a largo plazo?, ¿con qué iba a pagar la oficina? Las preguntas eran muchas y las respuestas esquivas. Las voces incrédulas de sus amigas retumbaban en su cabeza: “¿cómo vas a parar tu carrera con todo lo que has logrado?”, “¿cómo te vas a pagar?”, “¿cómo vas a hacer?”. Parecía que tenían razón. Lo suyo había sido una locura. Un salto irresponsable al vacío.
Pero Marta tenía un plan B. Uno que no quería poner en marcha a menos que fuera absolutamente necesario. Y sí que lo era en esos momentos. Necesitaba ingresos. Y los necesitaba inmediatamente. Entonces, sacó su as bajo la manga: en el viaje a México le habían propuesto comenzar a vender los diplomados de la universidad virtual en Colombia. La idea no la emocionaba pues se le antojaba como una vuelta disimulada a ser empleada de alguien. Sin embargo, la situación era límite. “No sé cómo hice, pero logré negociar que me dieran el 50% de la venta de los diplomados”, cuenta Marta. Era momento, pues, de vender diplomados virtuales.
La primera venta suele traer una satisfacción difícil de poner en palabras para el emprendedor. Sin embargo, la primera venta de Marta Forero vino con una revelación adicional: si invertía una porción de las ganancias en publicidad en Facebook podía vender hasta cuatro diplomados adicionales. El resultado fue una fórmula efectiva: una máquina de hacer dinero que la aliviaba de las necesidades más inmediatas y le permitía retomar el proyecto grande, esto es, la universidad.
“En ese momento me emocioné mucho. Pensé que lo que estaba haciendo era increíble y que ahora sí lo íbamos a lograr”, recuerda Marta. El sueño estaba de vuelta sobre la mesa. Pero la emoción renovada no era suficiente para ocultar dos hechos muy reales: “Primero, que ese proyecto no era tan mío”, dice Marta. Ella era la encargada de armarlo, pero originalmente –eso no se podía negar– el sueño era de su padre. El segundo era que “trabajar de la mano con el gobierno había probado ser muy difícil y nada parecía indicar que la situación fuera a cambiar”, dice Marta.
La insatisfacción de Marta con el modelo que estaba estructurando se hacía cada vez más evidente. Todo parecía apuntar a que, después de mucho remar, iba a tener que detener su canoa y montarse en otro bote.
Sin embargo, eso no fue lo que hizo. En absoluto. El verdadero emprendedor sabe que las canoas no se desechan, se redirigen.
Su experiencia vendiendo diplomados le había demostrado una cosa: existía mercado. La gente estaba ávida de capacitarse, y los diplomados virtuales eran una solución formidable para hacerlo. A la existencia de un mercado Marta le sumó una observación adicional: las personas querían diplomados en creatividad e innovación, pero nadie los estaba ofreciendo. En otras palabras, ahí había una oportunidad. Salió apresurada para la librería.
Una vez en ella pidió que le mostraran la sección de libros en inglés: estaba buscando un libro específico. “Solo nos queda una copia”, le dijo e...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Portada
  4. Créditos
  5. Contenido
  6. Prólogo
  7. Introducción
  8. ¿Qué es ‘ser’ emprendedor?
  9. ¿El emprendedor es o está?
  10. Un salto: ¿al vacío?
  11. Habilidades esenciales para un emprendedor
  12. Autoconocimiento
  13. Problemacentrismo
  14. Resiliencia
  15. Mentalidad de crecimiento y propósito
  16. Asunto: fracaso
  17. Fracaso “a la latina”
  18. Bibliografía
  19. Notas al pie
  20. Contracubierta