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[...] Alfonsina Storni es un caso emblemático por su estratégica ubicación en el ambiente –está en el centro– y porque su poesía es bastante leída en la época, es más, tiene cierto público que le da un reconocimiento social, una popularidad inhabitual que generaba la envidia o los malintencionados comentarios de algunos escritores [...]

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ESTEREOTIPOS DE GÉNERO EN LA COLUMNA BOCETOS FEMENINOS EN LA NACIÓN 1920-1

“La Selección de Judías”1

He aquí un título que, si tuviérais el alma perdida en nebulosas poéticas, podría evocaros un sugestivo cuadro antiguo: un mercado de esculturales doncellas judías expuestas a la refinada y exigente selección de un rey bíblico.
Pero fuerza es que descendamos del escenario con desencanto de la nebulosa poética.
Las judías a quienes voy a referirme carecen de ojos alargados y ardientes; su piel, además, es áspera y fea; su perfume salvaje y poco agradable; sus redondeces de una monotonía desesperante y desprovistas de toda gracia.
Va a tratarse aquí, ¡ay de nos! de la selección de la “phaseolus vulgaris” que en vil lenguaje hispano se llama judía, alubia, fasol, seruga, bachoca, habichuela, bachoqueta, bajoca, haba blanca, etc. y en vilísimo lenguaje americano, simplemente poroto.
Pero fuerza es que descendamos de ligero artículo, la tarea familiar.
Se va pues a considerar en este ligero artículo, la tarea familiar, femenina, de seleccionar el poroto, el vulgarísimo poroto americano origen, para gloria alimenticia de este suelo nuestro, que se lleva, siquiera, la originalidad de algunas féculas de muy respetables calorías: dicho sea esto con el respeto debido a los que dudan siempre de las calorías americanas, aun tratándose de inocentes porotos irresponsables de su americanismo.

Tareas campestres

Sabido es ya que las mujeres campesinas, en todos los países y en todos los tiempos (antes y después del feminismo), han trabajado a la par del hombre en las más rudas tareas agrícolas y por veces con doble sacrificio, repartiendo su día entre las tareas maternales y caseras y la fuerte labor campesina.
No ha escapado nuestro país por cierto a esta norma de la actividad agrícola y la chacarera de nuestras provincias tan pronto maneja el arado, como recolecta el maíz, o sigue a las máquinas trilladoras que se internan en los campos maduros, preparando la comida a la cuadrilla de peones que levantan la cosecha.
Así, se ve a las lindas criollitas de origen extranjero, o de pura cepa nativa, galopar valerosas sobre el anca desnuda de un fogoso caballo con una maestría que ya hubieran querido para sí aquellas guerreras damas que el decir de los griegos vinieron del Cáucaso jineteando misteriosos corceles.
Pero si en toda clase de labor intervienen las mujeres campesinas, cuando el trabajo de siembra o de recolección apremia, hay tareas que les pertenecen casi con exclusividad: así el cuidado de los animales domésticos, la proveeduría del agua potable, las tareas de horticultura, la fabricación del pan, queso, conservas y dulces, etc.

Una tarea pintoresca

Si alguna tarea pintoresca, familiar, y sencilla queda todavía en algunos puntos de las provincias litorales, es la tarea de la selección del poroto en aquellas chacras pequeñas, cuyo cultivo en extenso, atendido en parte por la numerosa familia es motivo de comercio.
Una vez que la judía seca ha sido desgranada y embolsada, según distintos procedimientos, en concordancia con la riqueza y adelanto industrial del chacarero, se hace necesaria una prolija selección para apartar de los granos vendibles aquella porción de rotos, malos, o descascarados que les disminuirían valor comercial.
Y esta tarea queda destinada a las mujeres.
Es entonces cuando éstas resuelven agruparse para realizar su trabajo en comunidad y por rueda.
Así, las mujeres de distintas chacras vecinas, sin distinción de sexo y edad, se reúnen, un día convenido, en tal chacra, y comienzan el trabajo de selección.
Sobre mesas y tablas preparadas de antemano van extendiendo bolsas y bolsas de porotos, que seleccionan entre charlas risueñas, cuentos amables y crónicas de vecindad.
Terminada su tarea allí, eligen otra chacra, donde se trasladan en masa con el mismo objeto hasta que, repitiendo sus tareas, concluyen con la selección del poroto en buena y no científica comunidad (Sistema rotativo).
Y así aquella modesta tarea es el salón social que agrupa a estas mujeres durante unas semanas en humana compenetración espiritual, dando motivo con frecuencia a grandes comilonas familiares que terminan en juegos de prendas, ocasión ésta, que los jóvenes, hermanos de las jóvenes seleccionadoras, aprovechan para aguzar y pulir las envenenadas flechas de Eros.

De las calorías

Dicho lo cual, será ya imposible no convenir en las calorías de esta leguminosa, por muy americana que sea, pues no solamente contribuye a desarrollar en el cuerpo humano un vulgar calor químico, sino también a plasmar las dulces tibiezas del alma –elevado oficio y más elevado estado anímico—que escapan a los registros del más experimentado gabinete.
Además, su mérito no sólo es insinuante, provocante, causal; va más lejos: es ejecutor.
Porque no sólo se espera la selección de las judías para sentirse incendiado por los negros ojos de una tímida criollita vecina, sino también para poder transformar las pulidas leguminosas en flamantes billetes de banco y darse así el lujo de penetrar en la casa de Dios llevando de la mano a una seleccionadora humilde, comunista, no peligrosa, con quien se está desde hace uno o dos años en suspiro activo.
Y en mérito al poder poético y hasta moralizador de nuestras vulgares judías americanas (“phaseolus vulgaris”), bien podemos perdonarles que no posean el embrujante perfume a nardo que, sin duda alguna, exhalan aquellas dulces judías bíblicas.
1 TAO LAO, “La Selección de Judías”, La Nación, 02.05.1920, pág. 4.

El amor y la mujer1

Empiezo este artículo con el paraguas abierto... Pero os ruego, oh divinas, que no hagáis llover sobre mí, otra cosa que flores.
En tal caso el paraguas se dará vuelta y las recogerá; muchas gracias.
Ya estoy con vuestras flores sobre las manos, y gratamente embriagado por su perfume puedo hablar del amor, y de vosotras, y de cómo lo concebís.
Regocijaos por lo pronto, de ser todavía las celosas vestales del romanticismo. (Es muy lindo ser vestal, el tul blanco cae divinamente y lame el rosado pie, con delicada gracia).
Vuestra imaginación se interpone así entre la realidad y el sueño como un elástico de poderosa resistencia que apaga y suaviza los choques.
¿Más flores? Gracias de nuevo. ¿Qué es el amor, divinas?
Descendamos desde el dorado romanticismo en que estábamos a un cínico; después de todo el salto no es tan brusco. El cínico suele ser un romántico desesperado; una especie de trovador medieval que estaba cantando sus estrofas a su blanca amada, al suave fulgor de la blanca luna, y lo corrieron los perros.
Éste cínico, romántico corrido, os diría: “El amor es la trampa que el universo tiende a los seres vivientes para engañarlos y obligarlos a perpetuarse”.
Ascendamos desde un cínico hasta un filósofo y abramos los oídos: “El amor es, como todo lo ...

Índice

  1. ESTEREOTIPOS DE GÉNERO EN LA COLUMNA FEMINIDADES EN LA NOTA EN 1919
  2. ESTEREOTIPOS DE GÉNERO EN LA COLUMNA BOCETOS FEMENINOS EN LA NACIÓN 1920-1
  3. ENSAYOS - FEMINISMO, SOCIEDAD Y DERECHOS
  4. ENSAYOS- LITERATURA, CRÍTICA Y POETAS
  5. CUENTOS