Historia y ficción
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Historia y ficción

La escritura de la "Historia general y natural de las Indias" de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1578-1557)

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La escritura de la "Historia general y natural de las Indias" de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1578-1557)

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«La Historia general y natural las Indias (1535-1549)»de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés es una obra de gran interés para la geografía e historia natural del Nuevo Mundo, compuesta de narraciones legendarias, episodios y anécdotas, es decir diferentes estilos de contar las experiencias vividas, impregnadas de providencialismo y de otros juicios de valor procedentes de una formación retórica tradicional y de la pastoral judeocristiana. Su estilo literario es propio de la historia panegírica configurando un discurso salpicado de héroes arquetípicos de un orden teleológico cristiano en lucha contra las fuerzas del mal. En este libro se analiza la narratividad del discurso historiográfico de Oviedo así como su imposibilidad de despojarse de la práctica retórica del mito clásico en la elaboración de una historia nueva e imperecedera sobre las Indias.

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Información

Edición
1
Categoría
Historia

CAPÍTULO 1

EL HÉROE Y SU REVERSO*
aunque el principal intento de la historia sea enderezado a otro fin, en especial en ésta, que es hacer principal memoria de los secretos e cosas que la Natura produce en estas nuestras Indias naturalmente, también consuena con el título de llamarla General Historia, recontar los méritos de los conquistadores de estas partes, porque, a lo menos, si quedaron sin galardón o pago de sus trabajos y méritos, no les falta por culpa de mi pluma e pigricia la memoria de que fueron e son muy dignos sus hechos.1

1.1. INTRODUCCIÓN: HISTORIA, REALIDAD Y FICCIÓN

Hace algunos años, historiadores y críticos literarios como Ida Rodríguez Prampolini (1948) e Irving A. Leonard (1949) llamaron la atención sobre el impacto que la épica culta y la literatura caballeresca tuvieron en la mente de los descubridores españoles.2 Aunque, como señalara Rolena Adorno (1986), la influencia de esta literatura de ficción ha sido difícil de demostrar, es evidente que las novelas de caballerías se contaban entre las formas narrativas más utilizadas para organizar el texto historiográfico del siglo XVI.3 Efectivamente, la tesis doctoral de Álvaro Félix Bolaños (1988) demostró que el mundo caballeresco de la nobleza, con los ideales de lealtad al rey, la defensa de los débiles y de la cristiandad, la honra y la fama, se difundió a raíz del impacto que las novelas más popularizadas de caballería (el Amadís de Gaula, 1508; Las Sergas de Esplandián, 1510) tuvieron en la mente de los descubridores, cronistas e historiadores del siglo XVI.4
Más recientemente, Jimena N. Rodríguez (2010) ha analizado la crónica de Indias a partir de la tradición literaria de los «relatos de viajes» hispánico-medievales. Si en las novelas de caballerías el viaje es un motivo dinámico que modifica la situación del personaje principal, en la literatura de viajes, en cambio, el viaje adopta una función organizadora de la materia narrativa y el explorador describe el paisaje, la flora, la fauna y las costumbres de los habitantes del Nuevo Mundo según una retórica descriptiva específica «que permite el movimiento».5 Oviedo utilizó este género discursivo para describir una realidad textual que no siempre se correspondía con experiencias «reales», a pesar de que el cronista aseguraba haberlas contrastado con diversas fuentes, porque además de «informar» debía satisfacer y «divertir» a su audiencia.
En este capítulo analizaremos el papel que jugó el héroe cristiano y su reverso, el villano, como figuras literarias en la elaboración de la historiografía colonial e imperialista de Gonzalo Fernández de Oviedo.6 En su Historia General y Natural de las Indias (1535-1549), la realidad americana aparecía como una realidad observada, al mismo tiempo, con espanto y fascinación; como un campo de acción y de desplazamiento para la geografía caballeresca.7 Pero, por encima de todo, aquella realidad en la que cómodamente podía incorporarse lo maravilloso (mirabilia) fue contemplada a través de una prosa narrativa que tenía su razón de ser en una voluntad común de incorporarse en la historia a través de un nuevo sistema de valores y de las experiencias vitales –las acciones– de sus autores.8
Muchas de las primeras relaciones e informes de servicios se escribieron por sujetos coloniales cuyos esquemas mentales les sirvieron para ordenar el espacio natural y humano del Nuevo Mundo a través del prisma del hombre cortesano del siglo XVI español. La mayoría de ellas, como por ejemplo las Cartas de Relación de Hernán Cortés (1519-1526), la Historia de Indias y Conquista de México (1552) de Francisco López de Gómara, o la Historia de Gonzalo Fernández de Oviedo, registraron en lengua vernácula las hazañas y los hechos memorables de los españoles en la Nueva España.9 Una batalla cósmica entre héroes cristianos que luchaban denodadamente por derrotar a los sicarios de Satán se iba abriendo camino entre la audiencia europea de los siglos XVI y XVII.10 Una misma idea guiaba sus actos: alcanzar fortuna, gloria y algún tipo de promoción social.11 Aun cuando el propósito que movía a Oviedo era educar moralmente a una comunidad de lectores, aquellas proezas revelaron múltiples manipulaciones, adaptaciones y actualizaciones realizadas por una historiografía institucional al servicio de una monarquía universal en expansión.12 La propensión de aquellos cronistas a recurrir a los mitos cristianos y paganos para construir modelos civilizadores y benefactores no ocultaba, como bien señalaron E. Pupo Walker13 y J. J. Arrom,14 la tendencia de Oviedo a mezclar la historia con la ficción y la política. Si bien en el siglo XVI los historiadores humanistas vituperaban la falsedad de otros tipos de narración, como los libros de caballerías, lo cierto es que muchos de ellos no abandonaron del todo la inclusión de relatos ficcionales en sus obras. En suma, se trataba de un principio evemerista que, como bien ha señalado Santiago Fabregat Barrios, se situaba al servicio de unos intereses esencialmente políticos y personales.15
En agosto de 1532, tras previa petición del Consejo de Indias, Fernández de Oviedo fue nombrado Cronista Real. Tres años después publicó la primera parte de su Historia ilustrada en la que describía el paisaje del Nuevo Mundo en términos esencialistas.16 La naturaleza era el libro en el cual Dios escribió la prodigalidad del Nuevo Mundo, y contemplar la naturaleza era la mejor manera de contemplar las obras de Dios. La elaboración de una «crónica verdadera» formaba parte de su deber como funcionario y cronista real.17 Pero en algunas ocasiones, la función ejemplar que se atribuía desde antiguo a toda historia llevó a Oviedo a convertir el mito en fuente histórica como la mejor manera de legitimar y expandir el Sacro Imperio Romano Germánico de su patrón, Carlos V, al Nuevo Mundo.18 De acuerdo con las tesis de Ginés de Sepúlveda, la naturaleza corrupta de los amerindios –servi a natura– y su quebrantamiento de la ley natural justificaba por sí misma la conquista.
Pero el funcionario de la monarquía española no se conformó solamente con repetir aquel viejo argumento de la barbarie de los indios y los derechos de la conquista. Hizo mucho más. Sostuvo que los habitantes del Nuevo Mundo eran en realidad los descendientes de una diáspora protagonizada por los godos, con lo cual redujo la singularidad del descubrimiento de Cristóbal Colón (1451-1506) y las donaciones pontificias a un segundo nivel. Como apunta Oviedo,
(...) ahora tres mil y ciento y noventa y tres años, España y su rey Hespero, señoreaban estas islas o Indias Hespérides; y así con derecho tan antiquísimo y por forma que está dicho, o por la que adelante se dirá en la prosecución de los viajes del Almirante Cristóbal Colón, volvió este señorío a España a cabo de tantos siglos. Y parece que, como cosa que fue suya, quiere la divina justicia que lo haya tornado a ser y lo sea perpetuamente.19
Este renacer del sentimiento «gótico», interrumpido por la invasión musulmana, tenía un carácter providencial. Fue el propio Dios, dice Oviedo, quien hizo volver el señorío de La Española y las islas de Barlovento a España a través del primer Almirante, proporcionando un argumento formidable que, en esencia, cuestionaba la legitimidad de los herederos de Cristóbal Colón para reclamar los títulos y derechos del «Almirante, Virrey y Gobernador General de las Indias» sobre los territorios recién descubiertos de Tierra Firme. No era lo mismo dominar unas tierras que Colón había cedido a los reyes castellanos que reincorporar a la soberanía de España algo que antaño fue suyo.20 Paradójicamente, ello contrasta con el reconocimiento que hace en el Catálogo Real de Castilla (1532) de que Colón fue el «primero inventor o descubridor de estas Indias, enriquecedor de nuestra España».
Más que un intento de menoscabar la hazaña colombina o de perjudicar las aspiraciones de sus herederos, las historiadoras María Dolores Pérez Baltasar (1992) y Evelina A. Romano de Thuessen (1992) sugieren que Oviedo trató de justificar la hegemonía política española, basada en la antigua monarquía visigoda, en contraposición a la «romanidad» que se extendía desde Italia por toda Europa.21 Su chauvinismo político nos obliga a determinar los nexos entre la «verdad cognitiva» que corresponde al conocimiento historiográfico en cuanto verdadero, y las estrategias retóricas de representación –interpolaciones, cuentos, leyendas, anécdotas sencillas, ejemplos, simples parodias, retratos de personas, paráfrasis, etc.– de la «verdad moral, o normativa» que constituyen el discurso hegemónico de la conquista de América.
Esta es, sin duda, una tarea ardua. Los cronistas indianos –Oviedo, Las Casas, López de Gómara– reclamaron el carácter utilitario de la «Historia General» y se esforzaron en evitar la verosimilitud de lo narrado, que correspondería, en última instancia, a una apariencia de verdad que impacta contra una realidad demasiado dogmática y providencialista de los hechos.22 Rechazaron la «realidad maravillosa» de los libros de caballerías porque representaban acciones que eran del todo inconsecuentes con las posibilidades de la acción humana en una sociedad estratificada, y a diferencia del lógos expositivo de la crónica medieval, abogaron por un conocimiento más honesto y ejemplar ajeno a los bestiarios medievales y a la fábula, que es, recordemos, el alma de la Poética de Aristóteles.23 Ello potenció la aparición de un nuevo saber apoyado en la experiencia personal directa y en unos criterios de verdad basados en una utilidad de carácter moral que obligaban a corregir y ampliar el conocimiento (oral) previo sobre el mundo.24
Este último punto es importante porque la inclusión de nuevos conocimientos, ya se trate de la cosmografía o del arte de la navegación, de la historia natural o la política, no implicó un rechazo de los modelos clásicos, en especial la metafísica aristotélica y la filosofía moral, sino que aumentó el espacio de lo decible y lo pensable.25 Oviedo creía efectivamente que las Etimologías de Isidoro, la Historia de las Plantas de Teofrasto, la Geografía de Ptolomeo (150 AC), y especialmente, teniendo la Historia Natural de su tan admirado Plinio Segundo –también conocido como Plinio el Viejo– eran una herramienta excelente y un modelo a imitar para configurar la idea del Nuevo Mundo.26 De acuerdo con la sabiduría heredada de estos Antiguos (la reiteración de «lo ya dicho, escrito o sabido», que como sabemos, formaba parte del saber medieval),27 pero sin ser prisionero de ellos, Oviedo llevó a cabo el primer intento serio de clasificar y subordinar los nuevos territorios como una panoplia de mundos exóticos.28 Pero tanto la historia natural como la historia moral utilizaron numerosos recursos alegóricos, metafóricos y metonímico...

Índice

  1. Cover
  2. Half Title
  3. Title Page
  4. Copyright Page
  5. Table of Contents
  6. Ilustraciones
  7. Agradecimientos
  8. Introducción
  9. Capítulo 1. El héroe y su reverso
  10. Capítulo 2. El modelo cidiano en la conquista de San Juan de Puerto Rico
  11. Capítulo 3. Gigantes y patagones como relato épico retórico
  12. Capítulo 4. Las hijas de Marte en el Nuevo Mundo
  13. Conclusiones
  14. Bibliografía
  15. Índice onomástico