La oposición al franquismo en el Puerto de Sagunto (1958-1977)
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La oposición al franquismo en el Puerto de Sagunto (1958-1977)

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La oposición al franquismo en el Puerto de Sagunto (1958-1977)

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Esta obra presenta un detallado análisis de las diversas formas de oposición activa y pasiva durante las dos últimas décadas del franquismo en Puerto de Sagunto (Valencia), con la presencia determinante de la siderúrgica Altos Hornos de Vizcaya. A través de su larga tradición como ciudad obrera, en Puerto de Sagunto existía un fuerte activismo sindical y político. A pesar de todo, hasta 1965, los trabajadores de Sagunto no consiguieron encabezar el movimiento obrero valenciano, debido a su tendencia al aislamiento como en una verdadera?company town?. A principios de los años setenta, el activismo opositor se extendió progresivamente más allá los límites de Altos Hornos, conectando con sectores más amplios de la sociedad. Este libro da cuenta, así, de la existencia de un amplio abanico de grupos opositores ignorados por la historiografía hasta el momento.

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Información

Edición
1
Categoría
Historia
II. UNA NUEVA GENERACIÓN DE LA OPOSICIÓN ORGANIZADA (1958-1968)
Eran años en los que en España se vivía en un escenario que tenía mucho de irreal: una sociedad cambiante, económicamente dinámicael país creció a un ritmo mayor que el de todos los demás países europeos hasta la crisis del petróleo en 1973, la cual dejó al descubierto cuánto había de frágil en ese crecimiento-, pero instalada en un completo subdesarrollo político, con unas instituciones que no representaban a nada ni a nadie, dentro de una dictadura moribunda.1
LAS ÚLTIMAS DÉCADAS DEL FRANQUISMO (1958-1977)
De la autarquía al «Plan de Estabilización»: La expansión de AHV en los años sesenta
Desde finales de los años cincuenta, España experimentó una importante transformación económica y social que, tras largos años de aislamiento político y económico, permitió la entrada del país en el círculo de las avanzadas naciones industrializadas. No obstante, la rápida modernización de las estructuras socio-económicas no condujo a una reestructuración del régimen, aunque las superficiales reformas legales y reglamentarias pretendían convencer a los países extranjeros de la progresividad y modernidad de la dictadura.
A partir de mediados de los años cincuenta las consecuencias negativas de la autarquía y la política de intervencionismo practicadas desde el final de la Guerra Civil se estaban convirtiendo en un serio problema para la economía española. El sistema económico mostraba progresivamente signos de fatiga, que se manifestaban en un pronunciado proceso de inflación y en dificultades de la balanza de pagos. Un testigo de Puerto de Sagunto nos describe la época de los años cincuenta: «Esta época aquí en nuestro país era muy distinta, nuestro país estaba aislado frente a los demás de Europa del oeste […]. España estaba cada vez más lejos, en cuanto a la política, en cuanto a la productividad y en el desarrollo de las libertades sindicales y civiles».2
En realidad, la política de la autosuficiencia ponía en peligro el apocado despegue económico e industrial iniciado ya desde los años cincuenta en casi todos los países de Europa occidental. En contraste con el «Wirtschaftswunder», el milagro económico alemán, que se basaba en una coyuntura extremadamente favorable y un descenso en la inflación, un crecimiento económico español fue impedido por un exceso de intervencionismo y proteccionismos, la falta de tecnologías modernas y una débil producción, que estaba muy lejos de ser competitiva en el mercado internacional. En 1957, frente a la grave crisis económica y la amenaza de una parálisis política, Franco se vio obligado a iniciar un cambio radical dentro del gobierno y nombró a doce nuevos ministros (de un gabinete de dieciocho) bajo la dirección del ministro-subsecretario de la presidencia Luis Carrero Blanco. Mientras el poder de Carrero Blanco salía consolidado y la presencia monárquica aumentaba, «perdían terreno los «católicos oficiales» y los falangistas «más significados»,3 aunque no se puede olvidar que con José Solís al frente del Movimiento y Manuel Fraga, como ministro de Información y Turismo, se incorporaron dos falangistas «aperturistas» en el primer plano político. Como es bien conocido, el cambio de gobierno supuso sobre todo la entrada en el gabinete de los llamados tecnócratas, una nueva generación de gente del Opus Dei que se caracterizaron por «un lenguaje más secularizado» y por su «inequívoca apuesta por la eficacia y la modernización».4 Los tecnócratas eran los economistas Mariano Navarro Rubio, Alberto Ullastres y el letrado Laureano López Rodó, que se habían fijado la meta de convencer a los dirigentes políticos de la necesidad de reformas económicas, la mayor apertura al exterior y la promoción de la iniciativa privada capitalista. Del mismo modo, el aparato burocrático e institucional debía de estar sujeto a reformas, para garantizar una mayor eficiencia y poner un fin a la práctica usual del fraude fiscal y la malversación de fondos públicos.5 El plan de Estabilización preparado por los ministros tecnócratas aspiraba a estabilizar la economía, integrar a España en el mercado internacional y continuar la senda de una favorable coyuntura. Al mismo tiempo, la política aperturista de los falangistas en torno a Solís y Fraga impulsaba un reforzamiento de la OSE mediante la apertura de las estructuras sindicales y un cierto «reconocimiento de una pluralidad asociativa», que pretendía ganarse sectores de las Comisiones Obreras y de la CNT.6
Al principio, Franco se mostró escéptico ante el nuevo rumbo económico, pero acabó cediendo ante la insistencia de los tecnócratas en una política presupuestaria más estricta, la apertura hacia el exterior, la devaluación de la peseta y la congelación de los salarios, con el fin de evitar un agravamiento de la inflación y la vuelta al racionamiento. Los planes que tenían como objetivo de promover el crecimiento económico, el Plan de Desarrollo I (1964-67), II (1968-71) y III (1972-75), completaron la política económica e iban a convertirse en símbolos de la época del llamado desarrollismo. Entre los años 1960 y 1973 la economía española experimentó un boom espectacular, con una tasa de crecimiento anual de 7% solamente superado por Japón, si bien no debemos olvidar que España había partido de un nivel económico muy inferior al de los otros países industrializados.7 A lo largo de los años sesenta, España se transformó en un país industrializado, con un amplio y diverso sector de servicio, un crecimiento, como no se debe olvidar, se producía «en el marco de la "edad de oro" mundial de la economía» y tenía «mucho de recuperación de lo perdido en la década de los años cuarenta».8
A pesar de las evidentes deficiencias y del fracaso de una liberalización de la dictadura, la modernización económica de España fue un hecho indiscutible. Incluso, o especialmente, el sector metalúrgico se benefició del boom económico de los años sesenta. La rápida industrialización generó un espectacular aumento de la demanda de acero, que las siderúrgicas españolas no eran capaces de cubrir. Por eso, el gobierno decidió imponer una serie de medidas legales, que iban a potenciar la producción metalúrgica y a compensar el déficit del comercio exterior. El resultado fue una política muy intervencionista con respecto al sector del metal, que intentó dirigir las inversiones privadas en la línea de los objetivos económicos estatales. AHV era una de las empresas privadas integradas en las aspiraciones estatales de incrementar la producción mediante el Plan Siderúrgico Nacional del año 1964. Una de los principales objetivos de este plan era la producción de acero bruto y laminados de acero a fin de satisfacer al mercado nacional.9 No obstante, las medidas de modernización promovidas por el estado solamente se vieron reflejadas en la filial principal de la siderurgia en Vizcaya. La necesaria ampliación de la fábrica de Sagunto y la creación de unas instalaciones más modernas no se consideró hasta finales de los años sesenta con el plan para construir la IV Planta. Los principales esfuerzos se centraron en la racionalización de la producción y las horas de trabajo, que se tradujo principalmente en la reducción de la plantilla.
Además de los créditos estatales la empresa vasca consiguió firmar un convenio con el gigante siderúrgico United States Steel, que trataba de aprovecharse de los bajos salarios españoles. Entre 1962 y 1968 la producción de acero en Sagunto se duplicó, debido a la racionalización y las inversiones extranjeras, a medio millón de toneladas anuales, aunque la sede principal en Vizcaya tenía más interés en modernizar sus propias instalaciones y no apoyaba el desarrollo de una siderurgia integral levantina.10 La expansión de las instalaciones saguntinas no se llevó a cabo hasta la construcción de la IV Planta y la fundación de una nueva empresa, Altos Hornos del Mediterráneo (AHM).
Transformación social: Nivel de vida, cambio demográfico y emigración
Las razones que les impulsó a dejar sus pueblos no fueron las mismas para todos: a unos les movió el espíritu aventurero de cambiar, y el espejismo de fábrica, a otros un porvenir para sus hijos, tanto para los estudios como para el trabajo, éstos se quedaron, y otros muchos fue la necesidad y miseria que pasaban en sus pueblos. Venían desprovistos de todo. Algunos habían vendido los muebles y enseres de cocina para pagarse el viaje. Recuerdos de tiempos pasados que pueden servirnos de enseñanza para hoy. Padre Jaime, Voz, n° 9, 1971.
La consecuencia más importante del desarrollismo fue, sin duda, el cambio social producido entre finales de los años cincuenta y los años setenta. Esta época estuvo marcada por un profundo proceso de urbanización y drásticos cambios en la estructura de la población activa. En poco tiempo, España, tradicionalmente dominada por la agricultura, se convirtió en un moderno país industrial. Esto condujo a una explosión demográfica, favorecida por una mayor esperanza de vida y un boom de natalidad.11 Entre 1950 y 1970 la población española aumentó de 28 a 34 millones de habitantes. El exceso de mano de obra estaba acompañado por una migración masiva que iba a contribuir a una transformación continua de la sociedad española. La emigración al extranjero tenía un impacto muy beneficioso en la economía española: se redujo la presión demográfica sobre el mercado laboral y descendieron las cifras de desempleo. Del mismo modo, con sus ingresos de divisas extranjeras los trabajadores emigrados constituyeron una fuente de ingresos adicionales para el presupuesto financiero del régimen. En Alemania, Suiza o Bélgica muchos de los emigrantes experimentaron por primera vez la sensación de libertad y aprendieron prácticas democráticas y sindicales. Sin duda, esas experiencias tuvieron una notable influencia en la formación de la oposición antifranquista.12
El desarrollismo no fue un fenómeno exclusivamente económico, sino también la consecuencia del cambio de actitudes y mentalidades, que incluía, entre otras cosas, la disposición a la movilidad y la migración. A parte de la ola de emigración a otros países europeos, se llevó a cabo una segunda y más intensiva migración de la población rural a los núcleos industriales de Madrid, Barcelona, Vizcaya y Valencia. Entre 1950 y 1960, el País Valenciano registró un número de 76.000 inmigrantes, mientras en los años 1960 y 1970 ya fueron más de 300.000 los que vinieron en busca de trabajo.
TABLA 1. EVOLUCIÓN DEL NÚMERO DE HABITANTES EN PUERTO DE SAGUNTO
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Debido al aumento de producción de acero estimulado por el Estado, Puerto de Sagunto experimentó una segunda gran oleada de emigración que asemejaba en su dimensión al crecimiento de población en los años veinte.
«A finales de 1952 se anunció por Radio Nacional la ampliación de la empresa de AHV de Puerto de Sagunto y la creación de nuevos puestos de trabajo con la construcción y puesta en marcha de las Empresas Ferroland, Biensa y Relesa». Así describe el padre Jaime, primer párroco de la iglesia del Carmen, el profundo cambio de población iniciado en los años cincuenta: «Creo que ni las autoridades ni el pueblo éramos conscientes de las implicaciones humanas que importaba este movimiento demográfico […]. Procedían los emigrantes de toda España, pero las provincias que dieron mayor número fueron las más pobres»:13 las de Aragón, Murcia y Andalucía. En la tabla 2 podemos observar los primeros efectos de la segunda oleada migratoria: si bien todavía predominan los habitantes nacidos en el propio Puerto (un 38%) o en los inmediatos alrededores (19%), notamos ya un aumento en los porcentajes de los grupos de población que iban a alcanzar la mayor importancia hasta los años sesenta: los aragoneses (con un 15%), y andaluces y murcianos (con un 16%).14
TABLA 2. ORIGEN DE LOS HABITANTES DE PUERTO
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El número de habitantes creció de 40.536 en el año 1960 a 47.026 en 1970, un proceso que se vio intensificado por la esperada ampliación de la IV Planta y que dio lugar a especular con la posibilidad de que la ciudad en el año 2000 iba a tener 200.000 habitantes.15 Chabolismo, pobreza y epidemias fueron las consecuencias de esta masiva llegada de emigrantes, motivada por la necesidad de escapar de la miseria absoluta en sus pueblos de origen. «Parecía que», a pesar de todas las calamidades, la tuberculosis y el hambre, «aquí había más porvenir para los jóvenes».16 «Aquí hemos estado bien, dentro de lo que cabe. Porque vinimos de pasarlo muy mal, muy ma...

Índice

  1. Cover
  2. Half Title
  3. Title Page
  4. Copyright
  5. Dedication
  6. Índice
  7. Tablas E Ilustraciones
  8. Prólogo
  9. Introducción
  10. I. El Nacimiento De Una «Company Town». Precondiciones Para El Surgimiento De Un Movimiento Obrero
  11. II. Una Nueva GeneracióN De La Oposición Organizada (1958-1968)
  12. III. Un Pueblo En La Resistencia. Culturas De Oposición En Puerto De Sagunto (1968-1976) 5
  13. IV. Encierros Y Huelgas Duras: Los ÚLtimos Años (1973-1976)
  14. Epílogo
  15. Conclusiones
  16. Abreviaturas
  17. Fuentes
  18. Bibliografía