Más allá de las palabras
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Más allá de las palabras

Difusión, recepción y didáctica de la literatura hispánica

  1. 272 páginas
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Más allá de las palabras

Difusión, recepción y didáctica de la literatura hispánica

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Volumen colectivo que pretende recoger, desde una pluralidad de enfoques y metodologías, algunos de los más recientes avances en la investigación de la literatura hispánica a uno y otro lado del Atlántico. Los textos aquí reunidos son fruto del trabajo de un buen número de hispanistas que tienen en común su juventud y de las primeras generaciones cuya investigación literaria está ya marcada por la aparición de la red y de las nuevas tecnologías. Estructurado a partir de cuatro grandes ejes temáticos -edición y crítica literaria; lectura, escritura y difusión; literatura digital y nuevas herramientas de investigación y, por último, didáctica de la literatura-, este libro aspira tanto a ofrecer nuevas respuestas a viejas preguntas como a plantear las que serán las cuestiones del futuro en el ámbito de la literatura hispánica.

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Información

Edición
1
Categoría
Littérature
EDICIÓN Y CRÍTICA LITERARIA
MÁS ALLÁ DEL NACIONALISMO
Españoles y mexicanos en Joaquín Mortiz
Aurora Díez-Canedo Flores
Universidad Nacional Autónoma de México
En este texto retomo algunas ideas de un trabajo anterior que presenté en La Plata en 2011 en una mesa donde el tema era la absorción de las editoriales independientes por los grandes consorcios.1 Joaquín Mortiz, que nació como una editorial independiente en 1962, fue comprada por el Grupo Editorial Planeta en 1883. El sello existe todavía dentro de Planeta, pero su presencia y visibilidad en el panorama editorial mexicano han disminuido notablemente. Ligada al nombre y a la vida de su fundador, Joaquín Díez-Canedo, hoy es una editorial casi mítica. Algunas de sus primeras ediciones se han convertido en rarezas y se cotizan alto entre los coleccionistas y bibliófilos. Cuando Díez-Canedo murió, en junio de 1999, el encabezado de la sección de Cultura del periódico La Jornada decía: «Falleció Joaquín Díez-Canedo, el último Quijote editorial del país» (La Jornada, 1999: 21). En 2012 se cumplieron 50 años de la fundación de Joaquín Mortiz y el hecho pasó casi desapercibido.
Con la frase «remontando el nacionalismo», intento explicar cómo Joaquín Mortiz logró abrir, por medio de su catálogo, un espacio de relativa autonomía en el cual fue posible remontar prejuicios y barreras entre los exiliados españoles, por un lado, y, por otro, encauzar las inquietudes e intereses de escritores mexicanos más allá de una tradición y valores nacionalistas.
Utilizando la propuesta de Ignacio Sánchez Prado de «nación intelectual», me refiero a «un conjunto de producciones discursivas, enunciadas sobre todo desde la literatura, que imaginan, dentro del marco de la cultura nacional hegemónica, proyectos alternativos de nación» (2012: 129).
Mortiz abrió puertas a los escritores jóvenes de México de los años sesenta, la llamada «literatura de la onda», los cuales figuraron en sus colecciones al lado de otros consagrados, herederos de la novela de la revolución, como Agustín Yáñez, o en plena alza, como sería el caso de Carlos Fuentes, por mencionar dos nombres bien conocidos. En Joaquín Mortiz aparecieron primeras ediciones de autores como Juan Goytisolo, José Ángel Valente, Pablo de la Fuente, al lado de las de los exiliados en México de distintas generaciones, como Otaola, Max Aub, Agustí Bartra, Francisca Perujo, Federico Arana, entre otros, así como de simpatizantes con la causa de la II República, entre ellos, Ilya Ehrenburg, Andrés Iduarte y Octavio Paz. Al incluir en su catálogo a autores hispanoamericanos e importantes traducciones, el panorama de la literatura en México se internacionalizó.
Con el objeto de volver eficiente la distribución de los libros, Díez-Canedo creó la distribuidora Avándaro, con uno de sus socios, el encuadernador mexicano Jorge Flores del Prado.
Como diría Díez-Canedo en una entrevista del año 1993,
lo importante de un libro no es el autor, tampoco es el editor, lo importante del libro es el lector, y las editoriales pequeñas generalmente no tienen un buen aparato de distribución, así que no servirá de nada que publiquen un excelente libro si no tienen manera de hacerlo llegar a los lectores (1993: 58).2
Si bien a la rápida consolidación y el prestigio adquirido por la editorial Joaquín Mortiz desde sus inicios contribuyeron circunstancias económicas, políticas y sociales, hay que destacar el compromiso del editor con el que fue su país de acogida desde 1940, la intención de integrar en el contexto mexicano, de manera a veces muy sutil, los ideales, los nombres y las obras de la tradición de la España republicana. Especialmente significativa es la edición en la serie del Volador de El jardín de los frailes, de Manuel Azaña, publicada para conmemorar el trigésimo aniversario de la Segunda República, que lleva en el colofón la fecha 14 de abril de 1966 y tiene un memorable texto de contraportada que rescata lo que escribiera el crítico Enrique Díez-Canedo cuando esta obra se publicó por primera vez en 1926.
Sobre lo que significó una editorial como Joaquín Mortiz en su mejor época (1962-1982), las décadas de los sesenta y setenta, cito algunas opiniones representativas de dos generaciones en aquellos años:
La de José Emilio Pacheco (que publicó en Mortiz Morirás lejos, 1967; No me preguntes cómo pasa el tiempo, 1969, y El principio del placer, 1972):
Era la editorial justa en el momento preciso, la década de la que otro gran amigo de Joaquín Díez-Canedo, Robert Escarpit, llamó «la revolución del libro de bolsillo» y el surgimiento de los lectores […] que hicieron posible el auge de la narrativa hispanoamericana y su incorporación a la literatura universal (1999: 52-53).
La de Jaime Avilés, escritor y periodista, quien desde fuera entiende la función de esta editorial como una aportación al cambio cultural y político:
…don Joaquín Díez-Canedo fue lo suficientemente visionario al extender a los jóvenes escritores de los sesenta un rotundo certificado de adscripción a una sociedad tan cerrada como era la de entonces, en tiempos de Díaz Ordaz, avalando de este modo a esa generación destinada a caer en Tlatelolco, y a todas las generaciones que, después de recoger los cadáveres en la plaza, ocuparon un lugar muy distinto en la vida pública de México y cambiaron la vida privada rápidamente.
Si la literatura de la onda no reportó mayores beneficios a la literatura en sí misma, su aparición en una editorial tan prestigiosa como Mortiz, contribuyó sin duda a consolidar un espacio de mayor tolerancia social para los jóvenes y, si esto no sirvió para crear un sistema político más potable, al menos redujo el control autoritario que la iglesia y el estado ejercían sobre los jóvenes…(1992a: 58).
Por último, José Agustín, uno de los autores más representativos de la llamada «literatura de la onda» (publicó en Mortiz varios de sus libros más importantes), escribe:
En 1962, la literatura obtuvo un avance de importancia con la aparición de la Editorial Era [que] puso en circulación la traducción de Raúl Ortiz y Ortiz de Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, editó a Gabriel García Márquez y a autores nacionales como Carlos Fuentes y Fernando Benítez…En los años cincuenta el Fondo de Cultura Económica, a través de la colección Letras Mexicanas, abrió el camino […] El panorama mejoró más aún en 1963, cuando Joaquín Díez-Canedo dejó la gerencia general del FCE y abrió la editorial Joaquín Mortiz, que en un principio nos dio obras de Gunter Grass, Agustín Yáñez, Elena Garro y Juan José Arreola, quien volvió a la literatura después de diez años para abrir la popular serie del volador con su novela «de voces», La feria (1990: 216).
1. ANTECEDENTES, PERSPECTIVA Y APORTACIONES DE UNA TRADICIÓN
Para entender el proyecto editorial de Joaquín Mortiz es necesario tomar en cuenta el propósito de la España republicana de revitalizar de manera equitativa las relaciones de España con Hispanoamérica en tanto una comunidad unida por el idioma, trabajo que se venía realizando desde los años veinte y treinta en España por medio de la crítica, la traducción, la edición y la difusión de las ideas en periódicos de tendencia liberal como El Sol y La Voz, y en revistas como el semanario España. Menciono estas publicaciones pues en ellas escribía Enrique Díez-Canedo; una de las secciones a su cargo en la revista de Ortega y Gasset era precisamente «Letras de América». En diciembre de 1935, en su discurso de ingreso en la Academia Española, Enrique Díez-Canedo, al tratar del desconocimiento y falta de información de la literatura americana en España y de la importante actividad editorial en países como Argentina y México, decía:
América tiene facilidades para conocer el libro español [mientras que] España no las tiene para conocer el americano…A ello se busca remedio actualmente; pero no se hallará del todo, ni jamás los tratados [oficiales] darán con él, mientras la iniciativa particular no haga lo que debe y trate el asunto en su aspecto mercantil, no ya como una obligación dudosa y pesada, sino como todo asunto mercantil debe serlo: como verdadero negocio. Ni será suficiente que una casa española, o muchas, establezcan sucursales en los países más ricos y mejores consumidores. Esto es seguir en la época colonial, ya dichosamente pasada…(1935: 17).
A lo largo de 1935, Díez-Canedo dirigió Tierra Firme, la revista de la sección hispanoamericana del Centro de Estudios Históricos de Madrid, de periodicidad trimestral, «puente cultural entre España y América» (Bernabeu Albert y Naranjo Orovio, 2008: 129) que en el texto de presentación del primer número asumía su misión [«actitud»] como «mediadora de buena fe». Es significativo que el título de esta revista resurja en México en 1944 para dar nombre a una de las colecciones del Fondo de Cultura Económica, cuando Daniel Cosío Villegas dirigía esta editorial. Enrique Díez-Canedo murió ese mismo año y su hijo Joaquín, que había llegado de España en 1940, trabajaba como corrector y revisor de traducciones en el llamado entonces departamento técnico del FCE. Es probable que la creación de la colección Tierra Firme haya sido una idea de Alfonso Reyes, cuyo nombre figura en el segundo número de la revista española correspondiente al año 1936 entre los seis integrantes de un «consejo directivo». Este cambio de un director a un consejo se debió a que Enrique Díez-Canedo había sido nombrado embajador del Gobierno republicano en Argentina a principios de 1936.3 Según Palmira Vélez (2007), a pesar de su efímera vida y de las dificultades por las que atravesó esta revista en vísperas de la guerra, su balance científico se puede considerar positivo.
Igualmente breve fue la gestión de Enrique Díez-Canedo al frente de la revista española, que se dio entre su regreso de Uruguay, donde se había desempeñado como ministro plenipotenciario de 1933 a 1934, y su salida a Buenos Aires como embajador desde finales de mayo de 1936 hasta febrero de 1937, país en donde le toca vivir el inicio de la guerra en España. Quizá por estas razones la de Tierra Firme es una de las etapas de la vida de Díez-Canedo menos conocidas, la que sin embargo lo vincula con la crítica historiográfica, la investigación histórica y los historiadores en un momento de «americanismo comprometido» (Vélez, 2007) que sin duda contribuyó a reforzar su conocimiento y visión de las relaciones entre España y América.
2. RELACIÓN ENTRE LAS REVISTAS TALLER Y HORA DE ESPAÑA
La primera revista en la que Enrique Díez-Canedo colaboró recién llegado a México fue Taller, la revista de Octavio Paz, donde publicó el artículo «Antonio Machado, poeta español» en febrero de 1939:
Yo le vi un año seguido, con gran frecuencia, en las capitales de guerra: Valencia y Barcelona. Decaído físicamente, conservaba indemne su espíritu y escribía con mayor regularidad que nunca…En la revista Hora de España presidía con sus artículos a un grupo de escritores jóvenes, enviándoles cada mes, para las primeras páginas, esas reflexiones que han acrecentado, hasta doblar el volumen, el de sus prosas, adscrito a un ficticio Juan de Mairena, para las ediciones futuras (1939: 195).
Taller (diciembre de 1938-1941) retoma la idea de «continuidad cultural» entre la generación de escritores jóvenes y los mayores, que constituía parte del programa de Hora de España (1937-1938), pues Octavio Paz, que había asistido en España al II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en Defensa de la Cultura (realizado en Barcelona, Valencia y Madrid del 4 al 17 de julio de 1937), se había acercado entonces al grupo de escritores que hacían aquella revista: Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Juan Gil-Albert, Emilio Prados, Antonio Sánchez Barbudo, Ramón Gaya y Arturo Serrano Plaja, entre otros. Varios de ellos, refugiados en México poco después, se integrarán en la redacción de Taller. Es el caso de Sánchez Barbudo, Ramón Gaya, Gil-Albert, Lorenzo Varela y José Herrera Petere.
Otro motivo que Paz traslada de Hora de España a su propia revista es el de evitar el arte subordinado a la propaganda demagógica y defender un arte responsable ante la sociedad y, a la vez, libre.4
En una carta dirigida al profesor holandés Johannes Lechner, Rafael Dieste, uno de los fundadores de Hora de España, se refiere a los «mayores» o «señores ilustres hospedados en la Casa de la Cultura», a quienes «había que asegurarles, por lo menos, vigor de asesoría para el momento de la reconstrucción de España» (Núñez, 2012: 69n).5
Enrique Díez-Canedo participó en esta importante revista de la Guerra Civil publicando poesía, crítica teatral y como miembro del consejo de colaboración desde enero hasta noviembre de 1938 (Jiménez León, 2011: 189-190). También en esos meses publicó en Barcelona, en el suplemento literario del Servicio Español de Información, el poema «Nueva oda a la Cibeles» y le explica a Alfonso Reyes en una carta: «para que no toda la poesía de guerra sea de tipo forzosamente popular» (Díez-Canedo Flores (ed.), 2012: 179). Puede considerarse este una muestra de creación libre y responsabilidad social.
Varios de estos escritores republicanos que llegaron a México como refugiados de la Guerra Civil española se incorporaron a las revistas, periódicos y editoriales de finales de la década de los treinta y principios de los cuarenta y fueron integrados a un proyecto cultural nacionalista incluyente, si bien no exento de prejuicios y antiguos resentimientos. La recepción en general fue benéfica y fructífera en los distintos ámbitos, pero en la retórica nacionalista de acogida a los republicanos e incluso a nivel intelectual en revistas de cultura se tendió a sublimar el ideario políticoideológico y los estragos materiales y morales que la guerra había causado en los exiliados.
Algunos de ellos publicarían años más tarde en la editorial Joaquín Mortiz. Es el caso de Luis Cernuda, Juan Gil-Albert, Arturo Serrano Plaja, Manuel Altolaguirre no pero sí su esposa, Concha Méndez. Entre los mexicanos, desde luego, Octavio Paz. Y, de manera póstuma en la colección Obras de Enrique Díez-Canedo, el padre del editor mexicano, de quien se publicaron ocho volúmenes de obra crítica entre 1964 y 1968, cuando no existía la digitalización ni el internet.
3. EL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Es bien conocida la labor de edición y traducción de importantes libros de economía, sociología, ciencia política, historia y filosofía que desempeñaron los españoles en el FCE. Seguimos leyendo las traducciones de Eugenio Ímaz, José Gaos, Ramón Iglesia, Wenceslao Roces, Florentino M. Torner, José Carner, Vicente Herrero, Javier Márquez, Tomás Segovia, por mencionar a algunos. Enrique Díez-Canedo tradujo La historia como hazaña de la libertad, de Benedetto Croce (1942), y La república de Oceana, de James Harrington (1987). En 1944, apareció su libro póstumo Letras de América, editado en el FCE con el pie editorial de El Colegio de México.6
Joaquín Díez-Canedo trabajaba en el servicio de información del ejército de Levante con Germán Bleiberg y el final de la guerra le tocó en Valencia. Sin embargo, no salió de España sino hasta agosto de 1940. En 1942 empezó a trabajar en el FCE.
De la época de oro del llamado departamento técnico de esta editorial, se conserva la descripc...

Índice

  1. Cubierta
  2. ÍNDICE
  3. PRÓLOGO
  4. EDICIÓN Y CRÍTICA LITERARIA
  5. LECTURAS, REESCRITURAS Y DIFUSIÓN LITERARIA Y TEATRAL
  6. LITERATURA DIGITAL Y NUEVAS HERRAMIENTAS PARA EL ESTUDIO DE LA LITERATURA
  7. DIDÁCTICA DE LA LITERATURA