III.
CORPORACIONES, INDUSTRIA Y COMERCIO 11. EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL PENINSULAR: DOMINANTES Y PERIFERIAS DOMINADAS EN LA BAJA EDAD MEDIA
1. Las nociones de centro, periferia, ciudades dominantes o desarrolladas y subdesarrollo periférico, referidas al Mediterráneo occidental y especialmente a las áreas peninsulares españolas, han tenido una buena prensa. Con frecuencia, sin embargo, estas nociones aparecen ampliamente difundidas con términos de menor conceptualización, pero de mayor eficacia empírica, como situación colonial, economías dependientes e incluso sociedades fuertemente feudalizadas –cuando no refeudalizadas– y altamente señorializadas.
En esta visión, el supuesto teórico común es la aceptación de que, para las economías dominantes norteitalianas (Génova, Florencia y, en menor medida, Venecia o Milán) o para las incipientes economías-mundo de los países norteuropeos, las áreas mediterránea peninsular y meridional italiana constituían periferias coloniales que desarrollaban una función precisa: proporcionar productos agrícolas (lana, trigo, arroz, aceite, frutos secos) y consumir productos manufacturados y de lujo provenientes de las economías dominantes. En estas condiciones, ciertos monopolios comerciales (desde el monopolio del pastel hasta la explotación de la sal ibicenca) se convertían en elementos de dominación de las economías-mundo. Valencia devendría «una auténtica colonia de los italianos»,1 después de haber sido, quizá, colonia de la pañería proveniente del Languedoc,2 y antes, frontera colonial de la expansión territorial europea.3 Para Génova, dice Denis Menjot, «el reino de Murcia es una periferia» donde sus operadores económicos, ampliamente asentados, controlan el comercio de los productos tintóreos, ayudan en el abastecimiento triguero en épocas de crisis y contribuyen con su experiencia técnico-profesional al primer desarrollo de la manufactura textil.4 Para completar el cuadro, el carácter periférico mediterráneo se afianzaría con una prolongación en áreas más extensas, subperiferias, de la España litoral (Alicante, Málaga, Cádiz, Sevilla) o del interior (Córdoba, Cuenca, Alcalá, Valladolid), donde las colonias mercantiles toscanas, genovesas, lombardas, venecianas y hasta alemanas creaban situaciones de dependencia, afianzadas por el control del capital y la masiva importación de paños de lujo extranjeros.5
Este esquema, elevado a la categoría de paradigma, supone la aceptación implícita de postulados similares a los utilizados por los historiadores de la economía moderna y hasta de los propios criterios de periodización. Pero, sobre todo, supone la aceptación de áreas de distinto desarrollo económico, de distintas fases o grados de evolución en la formación del capitalismo, basándose en las razones de intercambio de la circulación mercantil y en el desarrollo de la manufactura preindustrial textil. La distribución de la manufactura preindustrial bajo las desiguales condiciones competitivas de los mercaderes extranjeros sería la principal causa de la incapacidad de la periferia para industrializarse. Los paños de lana de calidad superior de los pioneros polos del capitalismo europeo –importados de la Toscana, Génova, Francia septentrional, Flandes y más adelante, de Inglaterra– actuarían como un drenaje sistemático de los recursos agrícolas y de las materias primas de las regiones periféricas meridionales. Dicho de otro modo y de manera más breve: la industrialización del centro-norte europeo supondría la desindustrialización de las áreas periféricas. De esta manera, el modelo preindustrial rural vendría a afianzar, como señalaba Maurice Aymard, aquella «división del mundo europeo en dos zonas complementarias», una septentrional industrial y otra meridional agrícola, que habría ido consolidándose desde los siglos XIV y XV, y una estructura paracolonial del comercio textil: paños por trigo, paños por aceite o seda, paños por lana, etc., que ahora comienza a ser redimensionada y matizada.6 Una wallersteiniana economía-mundo donde se efectuarían intercambios desiguales bajo el control comercial de las regiones centro.
2. El esquema presenta incorrecciones, tanto desde el punto de vista teórico como desde la insuficiencia de la investigación empírica. Es incorrecto, en primer lugar, por las injustificadas presuposiciones relativas a los efectos de un particular elemento –la expansión comercial de las ciudades marítimas italianas, en un caso, y la estructura o los tipos productivos de la manufactura preindustrial de las regiones nórdicas, en otro– en contextos sociales diversos. Esto cuestiona que la explicación pueda constituir una base teórica válida para elaborar un modelo y que su aplicación resulte muy alejada de la experiencia histórica concreta. También es insuficiente o incorrecta en cuanto a una apreciación precisa de los efectos económicos que la manufactura preindustrial indujo tanto en los países de producción como en las áreas de distribución y consumo.
Situándonos en los términos propuestos por el enunciado general de este coloquio, la periferización del Mediterráneo occidental, el tema de fondo que pretendemos analizar es la denominada dependencia colonial –o económica–, marcada tanto por el cambio de dirección de las principales vías comerciales como por la pretendida dependencia de la producción pañera respecto al gran comercio internacional. Pero el problema de la periferización es mucho más amplio y complejo por cuanto no puede estar ligado únicamente a la problemática y a las modificaciones de los intercambios internacionales y requiere diversas precisiones teóricas y empíricas. Más que en términos de dependencia, el tema puede ser mejor abordado en la perspectiva del desarrollo desigual y de sus causas. La creciente intensidad y la modernización de los intercambios comerciales, más que manifestaciones de subordinación, adquieren muchas veces la fisonomía de un sistema económico integrado como lo definiera Federigo Melis.7 En esta perspectiva, la integración económica del Mediterráneo peninsular, en las condiciones históricas de división regional del trabajo, se adapta mal a la conceptualización del término periferia.8 La formación de una relación de interdependencia entre las dos, o las tres, partes de Europa (centro septentrional, centro norte-italiano y periferias meridionales mediterráneas), en la que cada una devenía parte indispensable para el desarrollo económico de la otra, requiere también una remodelación o crítica de la teoría colonial, especialmente en los términos en que ha sido expresada hasta el momento.
Ahora bien, como los intercambios tenían lugar o hacían hincapié, por un lado, sobre las materias primas industriales o productos agrícolas y, por otro, sobre artículos industriales y productos de lujo, especialmente tejidos, los argumentos aducidos exigen, ante todo, una exposición precisa de lo que se ha afirmado sobre la manufactura preindustrial y sus efectos en la constitución de áreas económicas distintas. Este es el objeto prioritario de nuestro trabajo, reducido especialmente al área valenciana y murciana con comportamientos, si no del todo homogéneos, sí al menos bastante similares. Sobre la base de estos supuestos, nuestro esfuerzo va dirigido a tratar de situar el concepto de periferización en el debate más amplio de la protoindustrialización y, asumiendo el rechazo o la crítica de la teoría colonial, proponer el examen de la distribución de las manufacturas preindustriales en las áreas periféricas meridionales.
3. Comencemos, en primer lugar, afrontando el problema del desarrollo de la pañería meridional a partir del siglo XIII. Como hemos avanzado, la hipótesis relativa a la aparición y desarrollo de la manufactura textil en las áreas periféricas pretendía que el comercio con las regiones centrales en vías de protoindustrialización, especialmente en el curso de los siglos XIV y XV, había tenido el efecto de debilitar o impedir el desarrollo de la actividad manufacturera preindustrial de las primeras y habría impedido, así, la correlativa acumulación originaria que, en el centro, habría estado preparada por la protoindustria. Esto exige algunas aclaraciones.
Las más recientes investigaciones están poniendo de manifiesto que las actividades manufactureras de las áreas periféricas experimentaron en la baja Edad Media un progreso considerable. Un aumento de la mano de obra ocupada en actividades textiles y un incremento cuantitativo de los bienes producidos se observa en casi todas las periferias. En Valencia, por ejemplo, las líneas generales que muestran las condiciones en que se encontraba la manufactura textil en los siglos XIV y XV comienzan ya a ser mejor conocidas.9 En una primera etapa habría que hablar de mantenimiento de la situación heredada de la época musulmana –disposiciones en materia artesanal contenidas en los Furs y primeras concesiones de casas, talleres y tierras concedidas a los artesanos inmigrantes por Jaime I–. Esta etapa estaría caracterizada, en cuanto a su organización, por lo que los historiadores consideran como una primera fase de producción doméstica o familiar, y, en cuanto a la demanda y consumo, por la amplia difusión de la pañería del norte de Francia y la presencia constante de paños de Languedoc, sobre todo Narbona, y más tarde de Perpignan.10 Su comercialización es controlada por mercaderes extranjeros, en buena parte también de Languedoc, con técnicas comerciales avanzadas, aunque no originales ni novedosas respecto a la época: asociaciones entre mercaderes, presencia en Valencia de numerosos factores de compañías extranjeras, uso regular del contrato de cambio –incluso con Castilla–, prácticas casi artesanales del transporte terrestre y recurso a modestas sociedades de transporte especializado para el cabotaje costero.11
Bajo ciertos aspectos, podría hablarse también de un típico comercio de tránsito,12 donde los beneficios comerciales y la propia posibilidad de existencia del capital mercantil y de los mercaderes tienen su origen en el intercambio de productos entre comunidades diversas a través de Valencia, comunidades menos desarrolladas desde el punto de vista comercial y económico como las zonas interiores de la Península Ibérica. En cualquier caso, es el típico sistema económico propio de las ciudades marítimas de la Europa meridional que se encuentran en vías de maduración organizativa.
Entre 1311 y 1320 puede situarse el inicio de una segunda etapa de desarrollo de una industria textil de telar ancho en Valencia con una serie de disposiciones tendentes a regular la actividad de tejedores, pelaires y tintoreros (1311, 1316), bataneros y tintoreros (1324, 1330). El hecho se producía en circunstancias similares y fechas casi coincidentes con las que marcan el despegue de la pañería barcelonesa.13 Las modificaciones apuntadas respondían, más que a la política proteccionista de iniciativa monárquica, como planteó en su día Claude Carrère,14 a necesidades que provenían de la propia evolución técnica, de la organización social interna de la industria urbana valenciana y de las nuevas oportunidades que se presentaban al capital mercantil. Solo unos años más tarde interviene la monarquía cuando Pedro IV, en las Cortes Generales de Valencia de 1342, aprueba las medidas proteccionistas contenidas anteriormente en las ordenanzas municipales y que constituían las reivindicaciones tradicionales de los oficios artesanales: prohibir la exportación de lana y la importación de paños extranjeros con el fin de evitar la sangría monetaria; impulsar la producción local frente a los paños de Francia e Inglaterra, etc.
La naturaleza de los productos fabricados aclara los sucesivos pasos en el proceso de consolidación de una industria urbana de calidad con precios moderados. Para reemplazar los tejidos del norte de Francia o de Languedoc se trata de imitarlos.15 Probablemente, comerciantes y artesanos narboneses proporcionaron la capacitación técnica y, quizá también, el capital necesario para el despegue del sector textil. En pocas décadas, una pañería a la francesa, no de lujo pero de buena calidad, incluso para ser exportada (paños 16nos, 18nos y 20nos), había logrado equiparar el dominio de los paños procedentes del Midi catalán o de la Francia septentrional,16 aunque todavía no fuera competitiva con los paños de lujo de Flandes, que continúan importándose en cantidades importantes durante toda la centuria.
Pañería a la francesa, por tanto, a la que se añade la imitación de los draps grossos (‘brunetas’) de Lérida, Valls y Monzón17 y, más tarde, la confección de paños a la manera y con peines idénticos a los de Carcassone (20nos y 24nos), según las ordenanzas de 1351 y 1352, donde además se especifica que la inmigración de artesanos y pelaires extranjeros, de Carcassone y de otras ciudades del Midi francés, es ya importante en este período. El ciclo se cierra con varias disposiciones municipales, entre 1385 y 1392, donde se permite la imitación del «obratge dels dits draps burells a la manera de Bruxella», y de paños de lana «a forma e aparell de drps de Verví», que ...