Del pisito a la burbuja inmobiliaria
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Del pisito a la burbuja inmobiliaria

La herencia cultural falangista de la vivienda en propiedad, 1939-1959

  1. 280 páginas
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Del pisito a la burbuja inmobiliaria

La herencia cultural falangista de la vivienda en propiedad, 1939-1959

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La cultura de la vivienda en propiedad se consolidó en la población española durante las dos primeras décadas del franquismo. Las políticas de vivienda franquistas reflejaban los prejuicios patriarcales sobre la familia y la mujer del nacionalcatolicismo, y la creencia falangista en el poder moderador de la propiedad sobre el radicalismo social. El régimen de Franco utilizó la vivienda de protección oficial como elemento central de su propaganda social y para encuadrar a los productores en el sindicalismo vertical. La tenencia en propiedad demostró, vía garantía hipotecaria, que era la mejor opción para los negocios. Solo entonces, la iniciativa privada entró en el campo de la vivienda social y, en pocos años, los terrenos se llenaron de torres de pisos. El presente libro intenta explicar el proceso holístico de creación de una cultura de propiedad relacionada con el mercado de la vivienda, y cómo los falangistas se fueron adaptando a los intereses inmobiliarios que habían intentado moldear.

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Información

Edición
1
Categoría
Histoire
IV. DE LOS PLANES AL MINISTERIO DE LA VIVIENDA
Crispín: Dos ciudades hay. ¡Quiera el cielo que en la mejor hayamos dado!
Leandro: ¿Dos ciudades dices Crispín?...
Crispín: [...] una para el que llega con dinero, y otra para el que llega como nosotros.
(J. Benavente: Los intereses creados)
Con la caída del paradigma fascista en 1945 las instituciones franquistas tuvieron que buscar una base «racional» para los nuevos tiempos. De la necesidad de cambios emergieron nuevas elites y nuevas instituciones, que influenciaron los procesos económico-culturales. Pero persistió el contexto de dictadura y, con él, un «discurso único» que pretendía institucionalizar la cultura de vivienda en propiedad, como expresión del modo de vida de las clases medias y realización de la aspiración popular a una vivienda digna. Con el tiempo, esa cultura de clase media se convertiría en el vehículo de la reproducción sistémica del mercado inmobiliario español; pero por el momento los discursos sobre la propiedad conectaban con la necesidad de levantar una estructura de poder, cuadros políticos, funcionarios y militares, que fueron los primeros beneficiarios de las viviendas del régimen. La forma de acceso a la vivienda de los favorecidos del régimen marcaba un conflicto con las necesidades de la gran masa trabajadora y emigrante en torno al uso de los escasos medios públicos; Falange tuvo que evolucionar y planificar, para lo cual adaptó sus valores a la dinámica de los negocios.
El primer paso fue el reconocimiento de que la vivienda era el primer problema social del país; como decía el periódico falangista, algo más grave que la alimentación o el vestido (Arriba, 8-7-53). Era «problema preferente para un gran número de familias recién formadas o cambiadas de residencia» que frenaba los matrimonios incluso de personas jóvenes con empleo (Arriba, 3-7-53). Esa premisa y una serie de polémicas y estudios muy influenciados por la tensión de las prioridades públicas crearon las bases postautarquía para la adaptación de la política a los requerimientos del mercado y al desarrollo de las instituciones económicas del capitalismo inmobiliario.
La génesis intelectual de la nueva cultura urbanística del régimen se encuentra en los conceptos industriales de los arquitectos que, respetando peculiaridades peninsulares, querían incorporarse a la arquitectura y la técnica de los países europeos, y también en los estudios y la polémica levantada por los jóvenes economistas de Falange.1 Unos y otros buscaban la forma menos traumática para el franquismo de incorporar España a la modernidad económica y, de paso, generar recursos para la vivienda.
Aunque las nuevas tendencias en la industria y el negocio de la construcción no se difundieron en los medios técnicos hasta 1949, la revista Reconstrucción de la DGRD publicó con anterioridad una serie de artículos claramente laudatorios de la arquitectura europea occidental, donde glosaba la relación entre sencillez constructiva, eficiencia y abaratamiento de la vivienda popular; entre ellos destaca la ponencia del arquitecto peruano Harth-Terré al Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos de Lausanne:
[...] la arquitectura moderna demuestra ser más flexible y ecléctica de lo que se creía [...] un eclecticismo entre procedimiento técnico y tradición [...] El problema del abastecimiento (de materiales) sumado al que ha creado la destrucción de viviendas (guerras) ha agudizado el fenómeno. Lo económico ha puesto a un lado lo superfluo, y las comodidades físicas priman sobre las espirituales (Reconstrucción, 85, 1948).
En la línea de Harth-Terré, Miguel Fisac expuso sus ideas en la V Asamblea Nacional de Arquitectos, convocada en 1949 en Barcelona, Palma y Valencia; Fisac afirmaba que «la arquitectura debía abandonar las copias de corte historicista para abrirse a las nuevas corrientes que surgían en el exterior».2 Eduardo Torroja y los arquitectos jóvenes que allí confluyeron apoyaron esas ideas, abriendo el debate sobre «las posibles soluciones para intensificar la construcción de viviendas para clase media y modesta». Desde la perspectiva gubernamental, Prieto Moreno pronunció el discurso inaugural de la V Asamblea, en el que solo formuló vaguedades y eludió el debate, argumentando que:
España [...] no puede quedar impasible ante la revolución de los medios modernos, [...] se hace necesaria la máxima colaboración hasta llegar a unas conclusiones [...] que interesan al porvenir de nuestra querida Patria ¡Viva Franco! ¡Arriba España! (Revista Nacional de Arquitectura, 90: 236).
Dos años más tarde, en la VI Asamblea Nacional de Arquitectos, el ministro de Gobernación admitía las críticas emitidas por los arquitectos en la V Asamblea:
[...] ¡La Vivienda! Este es el problema del siglo [...] ¡Vosotros! (los arquitectos) habéis encontrado defectos, pero habéis señalado caminos para resolverlos. [...] El Gobierno [...], con su responsabilidad frente al problema, procurará estudiar todo lo que decís [...]. ¡Arquitectos españoles! [...] Vais a luchar por una causa que tiene categoría nacional [...] mientras duren las actuales circunstancias de agobio no tenéis más que deberes que cumplir y solo un derecho: El derecho de haceros oír en la elección de los caminos para buscar soluciones y aplicación de remedios.3
La nueva base técnica de la construcción se estructuró en torno a unas redes empresariales apoyadas en el poder y la influencia política, instituidas en torno a la administración local y al peculiar sistema electoral municipal del régimen. Un entramado que se extendía a los sindicatos verticales, las cajas de ahorro, las mutualidades obreras y de funcionarios y la organización del gobierno de las cooperativas. Fue una acumulación originaria de poder simbólico, político-administrativo y económico-financiero que confirió una idiosincrasia típica al negocio inmobiliario en España, tan específico como la respuesta del mercado a la falta de solvencia de la demanda de viviendas medias y bajas en España, que se construyó sobre la operación financiera que subyace a la compraventa hipotecaria de una vivienda (Bourdieu, 2014) y que resultó eficaz.
Además, estaba el problema de los suburbios. En esa primera mitad de los años cincuenta la angustia generalizada por la escasez de viviendas a precios razonables, tanto en la clase trabajadora como en la clase media, concurría con un ambiente de alarma alrededor de ese concreto hecho social; según la prensa del régimen, un «problema que si no encontraba solución, acabaría generando cinturones rojos» en todas las capitales y ciudades industriales españolas (Pueblo, 27-6-1952). Su crecimiento desmesurado y la aprensión que creaban esos asentamientos actuaron como catalizador de las reformas legislativas que desbloquearon los esfuerzos políticos e industriales en torno a la vivienda modesta. En cuanto a la percepción popular del problema hay que situarla en un ambiente de apoliticismo, agravado por la ventura migratoria del suburbio y el hacinamiento, las humillaciones del subarriendo y la dificultad de buscar empleo. La vida cambiaba radicalmente para las familias cuando conseguían un piso; en ese momento, primaba el agradecimiento sobre el sentimiento de hacer realidad un derecho. Lo cuenta Victoriano R., trabajador de La Naval y beneficiario desde los años cuarenta de una vivienda del barrio de San Ignacio:
(Vivíamos) en una especie de chabola [...] La teníamos bien arreglada pero era lo que era [...] Cuando llegamos a esta casa ni nos lo creímos. Era nuestra casa. Tan grande y sin vecinos, sin cerraduras en las puertas, ni horarios de comidas, ni de baños para fregar. Nos pasamos días y días durmiendo en el suelo, pero no nos importaba. Era nuestra [...] fue uno de los días más felices de mi vida (López, 2007: 238).
La huella cultural del problema de la vivienda en las mentes de la gente se puede rastrear en la literatura popular, los seriales radiofónicos y el cine. La huella oficial, por su parte, quedó plasmada en la publicación del censo de viviendas de 1950 y en los estudios realizados por encargo de Presidencia del Gobierno, que precedieron a los anuncios de futuras leyes que acompañarán, a partir de 1954, al II Plan Nacional de la Vivienda.
III Cuadro sinóptico de legislación de la vivienda 1954-1956
1954
Publicación del Estudio para un II Plan de Vivienda.
Decreto del 29 de mayo de 1954: Plan Sindical de la vivienda Francisco Franco:
- Construir 75.000 viviendas en dos años (25.000 en 1954 y 50.000 en 1955).
- Viviendas para productores afiliados a la Organización Sindical.
Decreto del 16 de julio de 1954 del II Plan Nacional de la vivienda:
- Construir 100.000 viviendas anuales durante 5 años.
- Un 25% de las viviendas de promoción oficial estaría dedicado a «viviendas de segunda categoría», y un 75% a «viviendas de tercera categoría o renta mínima».
- La entrada de la vivienda protegida no excedería el 10% del precio.
- El II Plan Nacional integraba el Plan Sindical, las 10.000 primeras para afiliados OSE.
- Los préstamos bancarios a la vivienda pagarían un interés del 6,5% y el módulo de precio por m2 de vivienda era de 1.000 pesetas o más.4
Ley del 15 de julio de 1954 de Viviendas de Renta Limitada:
- Renta Limitada Grupo III, o Vivienda Subvencionada, no inferior a 42 m2.
- Renta Limitada Grupo II, de superficie no superior a 125 m2.
- Renta Limitada Grupo I, con superficie no superior a los 200 m2.
- Viviendas de tipo social, de superficie menor o igual a 42 m2, que se amplió a 50 m2.
- Exenciones y bonificaciones fiscales.
- Suministro prioritario de materiales.
- Subvenciones y créditos, y protección frente al riesgo de negocio (5% garantizado).
1955
Orden del 16 de julio de 1955. Concesión Prima de 10.000 pesetas a fondo perdido para el beneficiario de vivienda del INV, incluidas las de empresa, con «autoconstrucción».
Decreto del 11 de noviembre d 1955 de acceso a la propiedad en viviendas de empresa:
- Beneficiarios. Productores con familia.
- Prestamos hasta el 80% financiado por el INV.
Decreto del 10 de diciembre de 1955 de acceso a la propiedad de arrendatarios del INV.
Ley del 23 de diciembre de 1955 de Arrendamientos Urbanos:
- Actualiza rentas antiguas con nuevos topes actualizados.
- Regula el acceso de litigios arrendaticios a los tribunales.
- Regula uso de pisos para oficinas.
- Simplifica los trámites de «tanteo y retracto».
1956
Decreto del 3 de abril de 1956 de Poblados de Absorción.
Ley del 12 de mayo de 1956 del Suelo:
- Distinción Plan General de Ordenación y Plan Parcial.
- Creación del Registro Público municipal de solares.
1. DEL PLAN BIDAGOR AL II PLAN DE LA VIVIENDA
[...] mientras los privilegiados ejercían la elegancia de la caridad, con sus amables Tómbolas, los negocios marchaban cada día mejor... (Arriba, 17-12-1954).
Durante varios años los falangistas y sus técnicos habían estado teorizando sobre la «melancolía» de reconstruir Madrid, «la ciudad arruinada, destrozada por las bombas, hambrienta y habitada por un millón de cadáveres»;5 donde había acudido otro cuarto de millón de desesperados, empujado por la represión, el paro agrícola y el hambre. Pero mientras se ampliaba el cinturón de miseria del suburbio, abriendo oportunidades a la caridad católica, Madrid crecía y, con ella, el negocio inmobiliario. En diciembre de 1947, a raíz de las primeras anexiones de pueblos, «el Gran Madrid» había incorporado 200.000 nuevos habitantes (Arriba, 28-12-1947). Una vez iniciadas las absorciones y aceptados los criterios clasistas de zonificación, el centro pertenecía a la capitalidad; por lo tanto, las chabolas tenían que desaparecer de sus aledaños, como ocurrió en el puente de Las Ventas, cuya limpieza fue declarada prioritaria, liberando solares para las clases acomodadas. Pedro Bidagor recuerda6 que «el puente era un punto neurálgico de la Ciudad, [...] en él desembocaba el arroyo del Calero, un pantano de aguas negras, en cuya vecindad proliferaba un modestísimo grupo de chabolas».
No solo el interclasismo, también la idea imperial estaba en retroceso, abriendo nuevas oportunidades a las compañías inmobiliarias (Llordén, 2003). Una de las principales representantes del sector, la Compañía Inmobiliaria Metropolitana, tenía en mente desde 1920 la recuperación del río Manzanares y la privatización de los terrenos adyacentes para una gran operación especulativa. Esta empresa consiguió en 1948 ganar la pugna al Plan Urbanístico de Madrid, se adjudicó la urbanización del valle del Manzanares, expropió y parceló los terrenos para financiar la canalización del río e hizo desaparecer en la operación un icono del Madrid popular, la pradera de San Isidro (Moneo, 1967).
A mediados de 1948, el diario oficial de FET y las JONS legitimaba políticamente la urbanización del Manzanares, publicando una amplia reseña de la canalización del «casi río», la restauración de sus puentes y los oportunos permisos de edificabilidad en los terrenos ganados (Arriba, 4-7-1948). El destino de la fachada imperial del Manzanares se puede equiparar al que tuvo el plan del centro histórico de Salamanca. Según relato del propio director del plan, Víctor D’Ors, los arquitectos de 1947 tenían la «ingenuidad de creer en la posibilidad de hacer oposición a los intereses creados. Estos intentos serán siempre vanos y la realidad a la que (tra...

Índice

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. Índice
  6. Prólogo
  7. Siglas y Abreviaturas
  8. Introducción
  9. I. Posguerra y cultura franquista del hogar familiar
  10. II. Migraciones y suburbio del primer franquismo
  11. III. Reconstrucción y políticas de vivienda (1939-1953)
  12. IV. De los planes al ministerio de la vivienda
  13. V. El ministerio de la vivienda (1957-1959)
  14. VI. Epílogo: Una España de propietarios, no de proletarios
  15. Recapitulación y conclusiones
  16. Bibliografía