España en la guerra civil europea
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España en la guerra civil europea

Contribuciones de un hispanista

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Contribuciones de un hispanista

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La larga trayectoria historiográfica del profesor Paul Preston le acredita como el más relevante continuador de la fecunda tradición del hispanismo británico. El presente volumen quiere constituir un homenaje que completa el que se le rindiera con su nombramiento como doctor honoris causa de nuestra Universidad. En los textos aquí seleccionados se articula un enfoque coherente y, a la vez, complejo de la contemporaneidad española en su profunda imbricación con la historia del siglo XX europeo. Analizando dinámicas políticas y estructurales tanto como las vivencias y experiencias de personajes relevantes, se configura una aportación tan rica en el plano histórico como en el historiográfico.

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Información

Edición
1
Categoría
Historia
ESCRITOS
SELECCIONADOS
1. EL ASALTO MONÁRQUICO CONTRA LA SEGUNDA REPÚBLICA*
Durante la Segunda República en España, se registraba un proceso de radicalización obrera, para hacer frente al cual las clases conservadoras se encontraban mal preparadas. No era nueva esta radicalización; sí lo era, en cambio, la falta de una adecuada postura conservadora de respuesta. Cuando el normal funcionamiento de las instituciones se había mostrado incapaz de dar cauce al descontento social en 1917, hizo falta la intervención del Ejército. Así, el sistema en crisis solamente pudo encontrar solución temporal mediante la Dictadura de Primo de Rivera, que aplicó siete años de anestesia a la situación. Cuando cayó Primo, las fuerzas conservadoras no tuvieron más remedio que volver a los agotados partidos «históricos». Pero ahora, privados de los mecanismos del caciquismo y resentidos por el tratamiento recibido del Dictador, los políticos tradicionales carecían tanto del vigor como de la voluntad para desempeñar sus antiguos papeles.1
Dentro de la confusión de las fuerzas monárquicas, aparecieron unos grupos pequeños, de mínima importancia política considerados en sí mismos pero precursores de un nuevo monarquismo agresivo, más alerta ante la amenaza proletaria de lo que los viejos partidos habían estado. Formando al principio simplemente una vanguardia intelectual, estos grupos contestaban e incluso se anticipaban a la militancia obrera, con un cuerpo de doctrina autoritaria, antimarxista y antidemocrática. En la polarización posterior de la política republicana, proporcionaban a la extrema derecha una racionalización para la resistencia a la agitación proletaria. De este modo, proporcionaban simultáneamente una previa justificación al alzamiento militar de 1936, y gran cantidad de su fundamento ideológico al Estado nacionalsindicalista que surgió de aquél.2
Así pues, ya en 1930, estos grupos estaban llevando a cabo una acción de retaguardia, en balde, contra la futura República. En Burgos, un excéntrico neurólogo, el doctor Albiñana, formó el Partido Nacional Español para suministrar fuerzas de choque contra la revolución. En Madrid, un joven intelectual, Eugenio Vegas Latapié, fundó la Juventud Monárquica. A escala nacional, los exministros del Dictador organizaron la Unión Monárquica Nacional, cuyo manifiesto declaraba adhesión a la obra de Primo de Rivera, devoción a su memoria, y sumisión a su doctrina. La UMN llevó a cabo una amplia campaña de propaganda en provincias, abogando por una monarquía autoritaria que continuara la obra de la Dictadura. Su máximo exponente fue Ramiro de Maeztu, embajador en Argentina en tiempos de Primo.
Durante los dos o tres años siguientes, Vegas y Maeztu fueron los teóricos de la reformulación del pensamiento monárquico. Vegas, empapado de los escritos españoles decimonónicos más reaccionarios e impresionado profundamente por Action Française, deseaba a finales de los años veinte fundar una revista que diera fundamento intelectual al monarquismo español. Simultáneamente, pero por su cuenta, el marqués Quintanar, presidente del consejo de redacción de La Nación, órgano oficial del Dictador, proponía a Primo la idea de crear tal revista. Su deseo por resucitar el monarquismo provenía de la admiración que sentía hacia los intelectuales portugueses del integralismo lusitano. En 1930, de regreso de un viaje a Portugal, obtuvo de Primo una promesa de ayuda. Antes de que ésta se pudiera realizar, el régimen cayó.3
La caída de la Dictadura convenció a Vegas, a Maeztu y a Quintanar de la necesidad de crear un movimiento intelectual autoritario para combatir el auge del liberalismo y del republicanismo. Vegas pregonaba su idea entre los intelectuales tradicionalistas, como Víctor Pradera y el teólogo seglar Marcial Solana, pero no tuvo éxito hasta octubre de 1930, mes en que fue presentado a Maeztu, quien le puso en contacto con Quintanar. Aunque estaban de acuerdo en la necesidad de publicar una revista –que se llamaría Contrarrevolución– no podían ponerla en marcha por falta de fondos. Era entonces cuando sus objetivos de galvanizar el monarquismo coincidían con los de los dirigentes de la UMN. Los exministros se reunieron en Madrid el 14 de abril de 1931. Mientras el rey se dirigía al exilio, y antes de que ellos mismos tuvieran que escapar a la justicia de la República por su colaboración con el Dictador, Calvo Sotelo, exministro de Hacienda, Yanguas y Messía, exministro de Estado, y otras figuras de la Dictadura, se reunieron en casa del conde de Guadalhorce, exministro de Obras Públicas. Estos, junto con Quintanar, Vegas y Maeztu, llevaron a cabo un análisis de la reciente caída de la monarquía. Por sugerencia de Vegas, para quien la democracia equivalía al bolchevismo, se decidió fundar «una escuela de pensamiento contrarrevolucionario a la moderna». Poco después llegó a manos de Quintanar el dinero que lo haría posible. La hostilidad de algunos aristócratas alfonsinos hacía la República se manifestó en forma de ayuda monetaria para actividades subversivas. Una suma de 100.000 pesetas fue entregada por los marqueses de Pelayo al alfonsino general Orgaz. Al ser desbaratada su embrionaria conspiración, Orgaz permitió a Quintanar utilizar el dinero para fundar una sociedad cultural contrarrevolucionaria y una revista teórica.4
Su aparición estaba prevista para finales de año. Mientras tanto, los monárquicos alfonsinos se vieron obligados a participar en la política legal a causa de la fundación de Acción Nacional, organización electoral, cuyo fin era proteger la religión y la propiedad privada contra la reforma dentro de la legalidad republicana.5 La creación de Ángel Herrera, director del diario católico El Debate, Acción Nacional era tácitamente no monárquica. La reacción monárquica a su aparición fue tomarlo como una afrenta. Esta reacción se dio especialmente en cuanto a las ideas expuestas en El Debate acerca de la irrelevancia de determinadas formas de gobierno y de su «accidentalidad». Los alfonsinos fueron prematuramente obligados a revelar su inflexible actitud de hostilidad hacia la República por la necesidad de expresar su discrepancia con el accidentalismo:
La República es la revolución […] El concepto de accidentalidad de formas de gobierno, si en doctrina es inmoral, en la práctica es un absurdo […] La monarquía define mejor que nada lo contrario del revolucionarismo y bajo ella debemos agruparnos todos.
En la práctica la respuesta monárquica a Acción Nacional fue la creación de una organización rival, el Círculo Monárquico Nacional.6 Su reunión inaugural en Madrid provocó una algarada; se quemaron coches y una gran multitud atacó las oficinas de ABC. Las autoridades suspendieron ABC por provocación y no se volvió a oír hablar del círculo. La animosidad monárquica hacia la República se endureció, pero a la vez cambió su actitud frente a Acción Nacional. Sus tácticas siguieron siendo impugnadas sobre bases doctrinales, pero los alfonsinos, conscientes de las posibilidades de Acción Nacional de recibir un amplio apoyo de los católicos y grandes propietarios, y temiendo quedarse atrás, se unieron a ella. Así pues, entre los candidatos de la organización católica para las elecciones de junio había monárquicos convencidos que nunca podrían ser indiferentes a las formas de gobierno: Antonio Goicoechea, expresidente de la Juventud Maurista, exministro de la Gobernación; el conde de Vallellano, monárquico autoritario de la UMN, alcalde de Madrid en tiempos de Primo, cuya hostilidad al régimen quedó demostrada por su colaboración, junto a Quintanar, los generales Orgaz y Ponte y otros alfonsinos, en la conspiración destinada a hacerlo caer;7 José María Pemán, poeta y mascota intelectual del Dictador, y Pedro Sáinz Rodríguez, joven y brillante historiador monárquico. El dilema alfonsino era el siguiente: las ideas de Ángel Herrera eran anatema, pero su organización representaba la única posibilidad de llegar al poder, para aquellos que no eran más que un simple grupo de individuos aislados sin ningún apoyo popular.
El éxito electoral alfonsino fue limitado. Calvo Sotelo, elegido por Orense, se negó a volver si no se le daban garantías de inmunidad. Sáinz Rodríguez fue elegido representante de la Agrupación Regional de Derechas de Santander. A pesar de su debilidad numérica, los monárquicos se las arreglaron para seguir manteniendo viva su inquina hacia la República, y para conseguir una desproporcionada influencia dentro de Acción Nacional. Guadalhorce rechazó rotundamente la llamada que Herrera hizo a los exministros para que aceptaran la República.8 Goicoechea, presidente provisional de la organización, compartió su poder ejecutivo con Vallellano y el alfonsino Tornos Laffite.9
No tardaron en surgir tensiones. La aprobación en octubre de las cláusulas laicas de la Constitución, puso al descubierto el implacable odio monárquico hacia la República. Cuando comenzó la campaña de Acción Nacional para la revisión constitucional, los monárquicos de ambas ramas dinásticas se esforzaron poco en restringir la violencia de su lenguaje. Los tradicionalistas, al poseer una organización propia podían, naturalmente, tomar o dejar Acción Española.10
Los alfonsinos, a pesar de su aislamiento, seguían allí manteniendo la esperanza de poder imponer una determinada orientación monárquica. La razón por la que se llegó a un compromiso fue la preocupación de Gil Robles por evitar una ruptura prematura dentro de su naciente organización ya que la mayoría de sus miembros eran monárquicos. El programa del movimiento, presentado en septiembre, ocultaba divisiones potenciales. Fue redactado por Goicoechea y era «circunstancial, mínimo y defensivo» y sorteaba prudentemente la cuestión de las formas de gobierno. Su ambigüedad convenía a los alfonsinos, puesto que no les impedía continuar su ofensiva antirrepublicana.11
A la larga, todo ello no hizo sino intensificar las divisiones existentes dentro de Acción Nacional. Esto era inevitable, ya que la actitud alfonsina frente al movimiento era ambigua en extremo. Como reacción ante la quema de conventos en mayo de 1931, recaudaron un millón y medio de pesetas con los siguientes fines: crear un organismo que difundiera la idea de la legitimidad de un alzamiento contra la República; inyectar el espíritu de rebelión al ejército; y fundar un partido aparentemente legal, que sirviera de fachada a sus reuniones, recogida de fondos y enredos conspiratorios.12 Estas intenciones eran obviamente contrarias a los principios básicos de Acción Nacional. Su primer propósito había sido ya realizado por Quintanar y Vegas: habían creado una revista que apareció el 15 de diciembre de 1931 con el título de Acción Española y, el 5 de febrero de 1932, inauguraron una sociedad cultural bajo el mismo nombre. Su segunda aspiración quedó de momento aplazada. La tercera fue pospuesta hasta que se comprobara si era posible hacerse con Acción Nacional.
Así pues, mientras Goicoechea y Vallellano tomaban parte en las actividades legales de los accidentalistas, Vegas, Quintanar y Fuentes Pila –otro exmaurista, director de Minas bajo el gobierno de Primo– cooperaban con Orgaz y Ponte en la conspiración. El grupo de Acción Española no intentó disimular su desacuerdo con los accidentalistas. Quintanar declaró abiertamente que «para Acción Española no son indiferentes los sistemas políticos; Acción Española es antiparlamentaria y antidemocrática».13 Las tácticas de El Debate para avenirse con la República fueron atacadas por Vegas en una serie de artículos sobre el ralliement de los católicos franceses bajo la tercera República. Con el título «La historia de un fracaso», proponía la futilidad del accidentalismo bajo un gobierno injusto y defendía el derecho de alzarse contra un poder ilegítimo.14
Mientras Acción Nacional –cuyo nombre fue cambiado por el de Acción Popular en abril de 1931– seguía manteniendo una deliberada ambigüedad en su actitud frente a la República, los alfonsinos iban acercándose cada vez más a una postura de declarada subversión. En abril anunciaron la creación del premio Vega de Anzó para la mejor obra que tratase de la forma de instaurar un Estado antidemocrático en España.15 Goicoechea adoptó también esta postura en un discurso pronunciado ante el Centro Tradicionalista:
Sean nuestros tres principios de propaganda los siguientes: frente al pacifismo, espíritu combativo; frente a la democracia, jerarquías; frente al liberalismo, Estado fuerte.16
Ahora era ya inevitable el cisma con los accidentalistas.
El estridente tono del grupo ponía de manifiesto un cierto acercamiento a los tradicionalistas. Al intentar explicar la caída de la monarquía, los alfonsinos echaron la culpa a sus rasgos de monarquía liberal –virtualmente el punto de vista tradicionalista.17
Los ataques que llevaron a cabo los intelectuales tradicionalistas contra el liberalismo desde las páginas de Acción Española, tuvieron amplia resonancia. Víctor Pradera, en su serie de artículos titulada «Los falsos dogmas» intentó oponerse a «la revolución y al estúpido siglo XVIII». Sin embargo, Acción Española se mostró totalmente ecléctica en su elaboración de una nueva teoría de la contrarrevolución. Sus miembros fueron atraídos al tradicionalismo como la fuente del pensamiento reaccionario indígena, pero estaban dispuestos a tomar prestadas sus ideas también de Action Française y del integralismo lusitano. Así pues, basándose en estas tres fuentes emprendieron un ataque contra el sufragio universal y la democracia parlamentaria.18 Quintanar anunció que estaba dispuesto a utilizar ideas de cualquier punto del horizonte político de derechas, considerando a Acción Española como «crisol» en el que se iba a fusionar una doctrina, que fuera algo más que la vuelta a la tradición. La fusión ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Página de derechos de autor
  4. Índice
  5. Presentación
  6. DISCURSOS PRONUNCIADOS EN EL ACTO DE INVESTIDURA
  7. Laudatio académica a cargo del Doctor Ismael Saz Campos
  8. Lectio pronunciada por el Doctor Paul Preston
  9. Palabras de clausura del Excmo. y Magfco. Sr. Rector Esteban Morcillo
  10. BIOBIBLIOGRAFÍA
  11. ESCRITOS SELECCIONADOS