MIRADAS A ESTADOS UNIDOS Cinco meses en los Estados Unidos, de Ramón de la Sagra:
retratos de la “felicidad de un pueblo industrioso”1
Montserrat Amores
Universitat Autònoma de Barcelona
El 19 de abril de 1835 Ramón de La Sagra llega a la ciudad de Nueva York procedente de Cuba. Sus primeras impresiones sobre la ciudad no pueden ser más entusiastas, pues escribe cuatro días después:
Pero lo que mas me complace aquí, no es la vista hermosa de la ciudad, lo espacioso de las calles, la limpieza de las casas, su ornato esterior; sino la grande actividad comercial que veo por todas partes, el movimiento de la industria animada, los progresos de la población, el aseo general de las gentes y cierto aire de bienestar que todas las clases ofrecen. (La Sagra, 1836: 2)
La estancia en Estados Unidos se alargó más de lo proyectado y tuvo resultados insospechados entonces en la trayectoria intelectual del viajero. Pero esas primeras sensaciones de La Sagra al contemplar la ciudad de Nueva York, asociadas a la “grande actividad” y al “aire de bienestar” que la sociedad norteamericana le ofrecían, acompañarán al autor de Cinco meses en los Estados-Unidos de la América del Norte (1836) durante su viaje por las tierras del este de los Estados Unidos. Esas dos características, que según La Sagra sustentan las costumbres americanas, se desarrollarán con más precisión a lo largo de este extenso libro de viajes a través de la mirada, entre atónita y asombrada, de “un viajero, que en las soledades del Nuevo Mundo discurre sobre la suerte de una nacion eminentemente republicana” (La Sagra, 1836: X-XI).
***
Ramón de La Sagra había pasado 12 años en Cuba, enviado por el gobierno español, con una misión científica. A su llegada fue nombrado director del jardín Botánico de La Habana, donde realizó durante todo este tiempo numerosos estudios relacionados con diferentes ámbitos científicos aplicados a la isla. Representaba, no obstante, el proyecto del gobierno español liberal de “mantener la posesión de la isla como colonia rentable” (Cambrón Infante, 1998: 218). En 1835 su situación personal se hizo insostenible debido a los continuos enfrentamientos con los hacendados criollos, razón por la cual tomó la decisión de volver a Europa, haciendo una breve estancia en los Estados Unidos.
El propósito del viaje era principalmente científico. La Sagra pretendía “establecer algunas relaciones con las personas que cultivan las ciencias naturales, y aprovechar la comodidad de los paquetes americanos para su regreso a Europa” (La Sagra, 1836: IX). Así, el 26 de abril refiere su visita al barón Lederer, entonces cónsul general de Austria, y puede examinar su colección de minerales y piedras preciosas de los EE.UU. ordenadas por localidades, visitar el Liceo de Historia Natural en Nueva York y varios museos públicos de la ciudad. Sin embargo, muy pronto descubre el admirable funcionamiento de las instituciones benéficas y filantrópicas de Nueva York. Diez días después de su llegada a la metrópoli su centro de interés parece desplazarse, pues el 29 de abril refiere que ha empezado a tomar notas de los establecimientos benéficos de la ciudad que quiere visitar, mencionando las dificultades que ha hallado para encontrarlos debido a la actividad de los habitantes de Nueva York (La Sagra, 1836: 11).
Battery Park, Nueva York, 1830
De este modo, el 14 de junio anota un importante cambio de planes, que le obligará a alargar su estancia en los EE.UU.:
He entrado en reflecsiones conmigo mismo, y me he convencido que hallándome en oportunidad de estudiar algunas útiles instituciones de este pais, no debo menospreciarla, y que el sacrificio pecuniario y de algunos meses que pueda costarme, será muy pequeño en comparación de la instrucción que puedo adquirir en muchos ramos necesarios á la España y que algun dia el gobierno ó los habitantes, pensarán en introducir. Tales son las prisiones, por el sistema penitenciario, las casas de refugio para los jóvenes delincuentes, […] y en fin, todos los establecimientos que tienden á mejorar la suerte de los humanos que por efectos de la miseria, de una mala educacion, de los vicios ó de causas fatales independientes de su voluntad, caen bajo el imperio, demasiado poderoso ya, de la desgracia y del infortunio. […] Los Estados-Unidos me parecen el país clásico para este género de exploraciones; la suerte me ha favorecido; la salud y una grande actividad me acompañan y será muy grato para mí, que solo me proponia llevar de los Estados-Unidos á mi patria algunas producciones naturales para el museo de Madrid, el ofrecerle la útil aplicacion de nociones útiles sobre establecimientos filantrópicos y empresas industriales. Es verdad que no tengo tiempo para realizar el plan que veo formarse por resultado de estas reflecsiones, pero haré lo que pueda, y esto poco será incomparablemente mas de lo que pensaba hacer á mi salida de la Habana. […] Tales son los proyectos que estoy formando, en la bella Filadelfia, cuya sociedad hizo germinar en mi corazon sentimientos deliciosos de la entusiasmada juventud, adormecidos hacia años por las tareas de una vida simplemente científica, y bajo la influencia de un mundo poco á propósito para hacerlos percibir. Vuelvo pues á la vida de los sentimientos tiernos y filantrópicos, y bendigo el pais que me ha proporcionado este agradable cuando inesperado regreso… Tal vez él me predispone para dar un adios de despedida al estudio de las ciencias!... (La Sagra, 1836: 95-97)
Mes y medio después de su llegada a EE.UU., este científico modifica, pues, sus objetivos, y amplía su itinerario y el tiempo de estancia. De Filadelfia parte a Baltimore, luego visita Washington y regresa de nuevo a Filadelfia para cerrar definitivamente los compromisos adquiridos. Así, el 8 de julio, poco menos de un mes después de escribir lo anterior, tras dejar listo un envío para España que contiene materiales cedidos para el Gabinete de Historia Natural de Madrid, respira aliviado, pues, a partir de ese momento podrá consagrarse “á la reunion de noticias y á la visita de establecimientos, sin sacrificar muchas horas, como hasta aquí, en ecsaminar colecciones particulares de historia natural, que á nada conducen para mi plan de investigaciones” (La Sagra, 1836: 171). Poco después viaja de nuevo al estado de Nueva York para recorrer las ciudades de Albany, Siracusa, Auburn, Geneve y las cataratas del Niágara. Visita a continuación el estado de Massachussetts, especialmente la ciudad de Boston y viaja después al estado de Connecticut, haciendo parada en Worcester, Hartford, capital del estado, y New Haven, para volver finalmente a la ciudad de Nueva York. El viajero embarca para Europa el 24 de septiembre y se instala en París con el propósito de publicar la Historia física, política y natural de la isla de Cuba (Cambrón Infante, 1998: 219). Cinco meses después de su llegada a Nueva York, concluye: “He llegado pues al término de mi viaje por los Estados-Unidos, que emprendí sin plan alguno, y que prolongué por el vivísimo interes que en mí esccitaron las instituciones de este admirable pais” (La Sagra, 1836: 436).
El viaje a Estados Unidos supuso para La Sagra no sólo el descubrimiento de una sociedad y de unas costumbres modélicas, sino también una revelación, pues a partir de ese momento la trayectoria vital de este ilustrado se transformó sustancialmente.2 Como señala uno de sus biógrafos, Emilio González López, “de este modo el paso por los Estados Unidos, que debía ser sólo como una estación de espera, en espera del paquebote que le llevara a Europa, se convirtió en una de las estaciones fundamentales en la peregrinación de su vida” (1983: 109).3
De todo ello dará cuenta este hombre de ciencia en Cinco meses en los Estados-Unidos de la América del Norte, libro de viajes escrito en forma de diario que publica la imprenta parisina de Pablo Renouard en 1836.4 En su “Introducción” el autor señala las deficiencias estilísticas del libro, puesto que no fue concebido en principio para su publicación:
Finalmente en Paris, varios sujetos distinguidos por sus talentos me decidieron a imprimirlas [mis observaciones]. […] De consiguiente mi obra es tal como la he escrito en los momentos de descanso de mis viajes, entre una y otra jornada, y á veces en las horas de sosegada calma en que navegaba por los rios y los canales de aquellas regiones. Asi es que conserva el carácter variado é irregular de un diario, pero de un diario de verdad y de buena fé, con todos los defectos de estilo y de lenguaje que quedan siempre en un manuscrito de esta clase, apenas revisado ni corregido. (La Sagra, 1836: X-IX)
Efectivamente, Cinco meses en los Estados-Unidos presenta una factura heterogénea. La Sagra no escribe con una periodicidad establecida y en sus entradas ofrece información variada sobre sus experiencias. El viajero muestra su interés por tomar nota de todo cuanto ven sus ojos. Detalla minuciosamente su visita a bibliotecas, academias, museos, escuelas, institutos y universidades; describe el funcionamiento de instituciones benéficas, como hospitales, colegios de sordomudos, asilos, albergues, prisiones, etc.; especifica los gastos y actividades de los últimos años de estas instituciones, o el contenido de cada una de las comidas de los presos, los huérfanos o los sordo-mudos. Sin olvidar su primera vocación científica, aunque orientada esta vez a la agricultura, ofrece información de primera mano sobre la nueva maquinaria introducida en los cultivos y los nuevos métodos de labranza. También muestra su admiración por la industria y los modernos medios de comunicación. Como viajero se traslada en tranvía, barcos de vapor, diligencias y otros transportes, y describe deslumbrado su rapidez y su confort. Visita las construcciones de vías férreas y de canales navegables, y se admira de las ciudades americanas, de la limpieza, la amplitud de sus calles, y sus numerosos parques y jardines. Acude a conocidos y amigos que le facilitan la estancia en las diversas ciudades que visita y le ayudan a comprender algunas costumbres norteamericanas. Durante su primera visita a la ciudad de Nueva York el cónsul de España, Francisco Staugthon, se convierte en su cicerone (La Sagra, 1836: 44). Allí conoce al barón de Lenderer y al doctor Julius. El pintor inglés Daniel Thomas Egerton será el compañero con el que realiza la excursión del “paso bajo la catarata” del Niágara (La Sagra, 1836: 261). La Sagra programa sus visitas para que el responsable del centro pueda mostrarle la institución; acude a algunos con cartas de presentación y se informa mediante la lectura de documentos de toda índole de los establecimientos e instituciones que visita, buena parte de los cuales formarán los volúmenes depositados en la Biblioteca Nacional, tal y como señala el autor en la “Introducción” al libro de viajes.5 También acude a las impresiones de otros viajeros. Ha leído el Viaje a los Estados-Unidos de Norte de América (1834) de Lorenzo de Zavala, con quien comparte muchas opiniones (La Sagra, 1836: 283), y se muestra en desacuerdo con otros extranjeros, en concreto viajeras inglesas, que ofrecen sus impresiones, siempre en este caso negativas, en torno a las costumbres americanas. Así ocurre, como se verá, con el Journal of Frances Anne Butler, una “obrita del dia, sobre las costumbres de este pais, y á cuyas críticas pueriles dan los Americanos mas importancia de la que merecen” (La Sagra, 1836: 33), de la actriz inglesa Frances Anne “Fanny” Kemble, y con el famoso volumen Domestic Manners of the Americans (1832) de Frances Trollope.
Por esta razón, uno de sus biógrafos, Emilio González López, califica Cinco meses en los Estados-Unidos, como un “libro de viajes socio-económico ” (1982: 107-108; cursivas del original). En este sentido el viaje de La Sagra participa del flujo de viajeros europeos o hispanoamericanos que se trasladan a Estados Unidos con el propósito de analizar y estudiar las instituciones y la sociedad americana como modelos de progreso. En esta corriente se sitúa el viaje de Alexis Henri Tocqueville y Gustave Beaumont, cuya estancia en los Estados Unidos entre 1831 y 1832 por encargo del gobierno francés, tenía como objetivo estudiar el sistema penitenciario norteamericano con el fin de que pudiera servir de ejemplo a Europa. Resultado de ese viaje fue la publicación de Du système pénitentiaire aux États-Unis et de son application (1833) que La Sagra conocía cuando escribe su Viaje, puesto que reproduce algún fragmento de la obra (La Sagra, 1836: 326-327), y De la Démocratique en Amérique, cuya primera parte vio la luz en enero de 1835, y que muy probablemente pudo también leer el escritor español.
El mismo La Sagra realiza parte de su viaje acompañado de Michel Chevalier, pensador sansimoniano con quien recorre el río Hudson, que también había sido enviado por el ministro de interior francés, Adolphe Thiers, a Estados Unidos, en este caso con el propósito de analizar los avances en la industria y la economía norteamericana. Sin embargo, el punto de partida del viaje de La Sagra es diferente al de Tocqueville y condiciona claramente la actitud de los viajeros ante lo que ven. Tocqueville declara: “Confieso que en América he visto más que América: he buscado una imagen de la democracia en sí, de sus inclinaciones, de su carácter, de sus prejuicios, de sus pasiones; he querido conocerla aunque solo fuese por saber, cuando menos, qué debemos esperar o temer de ella” (Tocqueville, 2007: 44). Algo de ello hay en la actitud de La Sagra al analizar desde un punto de vista comparatista la sociedad americana. Sin embargo, como se verá, el escritor español descubre la democracia americana en el curso de su viaje, lo cual explica la actitud fascinada del viajero.
Pero las páginas de Cinco meses en los Estados-Unidos no ofrecen únicamente datos, informes exhaustivos sobre las instituciones que visita o descripciones de monumentos y edificios. El volumen es algo más que un libro de viajes socioeconómico. Se revela también como una especie de viaje iniciático y no sólo porque transforma a La Sagra “de ‘naturalista’ en ‘filántropo’”, en palabras de Cambrón Infante (1998: 219), sino porque muestra al ilustrado al completo. Me refiero al La Sagra, que se manifiesta como hombre sensible, capaz de penetrar en el mecanismo entre las relaciones de madres y niños (La Sagra, 1836: 270-271) y que refiere su experiencia de lo sublime en las cataratas del Niágara:
Esta rara complicación de sonidos, el singular aspecto de los rayos de luz vacilante, que á veces penetraba para dejar percibir, de una manera indefinible, las aguas en su despeño; esta atmósfera tan fuertemente conmovida, bajo una bóveda formada por una ...