La masía, un Miró para Mrs. Hemingway
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La masía, un Miró para Mrs. Hemingway

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La masía, un Miró para Mrs. Hemingway

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En 1925, Ernest Hemingway regaló a su primera esposa, Hadley, un cuadro de Joan Miró. Se llamaba 'La masía' y mostraba las dependencias de servicio de la casa de verano de Miró en Mont-roig del Camp, Tarragona. Cuando el novelista abandonó a Hadley renunció a 'La masía', pero recuperó la tela en 1934, y ya nunca se separó de ella. A su muerte, el lienzo fue donado por su viuda, Mary Welsh, a la National Gallery de Washington DC. ¿Cómo fue la relación entre ambos artistas? ¿Por qué se sentía tan atraído Hemingway por el cuadro? ¿Qué importancia tuvo para Miró 'La masía' o la casa que lo inspiró? ¿Qué otros pintores interesaron a Hemingway? A éstas y a otras muchas preguntas trata de responder este libro, que también describe el largo periplo del cuadro, desde Mont-roig a Barcelona, pasando por París, Chicago, Florida o La Habana, hasta su destino definitivo en los Estados Unidos.

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Información

Edición
1
Categoría
Literatura
SEGUNDA PARTE
1926-1983
«LA MASÍA» EN LA COLECCIÓN PARTICULAR DE HEMINGWAY
EL CUADRO, LA CASA Y MONT-ROIG EN LOS AÑOS DE MADUREZ DE MIRÓ Y DE HEMINGWAY
25. ULTIMOS DÍAS TRISTES CON HADLEY
«La masía» había marcado un punto de inflexión en la obra de Miró, una búsqueda de nuevos horizontes, sin concesiones a las miradas atrás. Para Hemingway y Hadley, su compra y posterior traslado al dormitorio del apartamento de Notre-Dame-des-Champs fue como una última nota de color y poesía a una época inolvidable para ambos. Los siguientes doce meses, los últimos que pasarían juntos, fueron un extraño y prolongado mal sueño, la crónica de una farsa de la que nadie iba a salir indemne.
Octubre empezó bien. La edición americana de In Our Time había sido publicada en Nueva York por Boni and Liveright. Herbert Gorman escribió en una reseña que Hemingway iba «al meollo de la cuestión con una desnudez inmisericorde»1. Algunas semanas después, el escritor recibió una carta de su padre y otra de su madre. El viejo doctor afirmaba haber oído grandes elogios a propósito de In Our Time y estar orgulloso de él. No obstante, añadía: «Confío en que veas y describas una mayor humanidad, de otro tipo, en el futuro. Busca el optimismo, la alegría, el entusiasmo y lo espiritual… Recuerda que Dios nos exige a cada uno de nosotros la responsabilidad de dar lo mejor de nosotros mismos». Su madre, por su parte, le enviaba recortes de las críticas publicadas sobre el libro de relatos, y le informaba en términos entusiastas sobre su incipiente carrera como pintora2. Hacía algún tiempo que Grace había recibido lecciones de una artista de Chicago, y ya había escrito a Hemingway en alguna ocasión, pidiéndole que la informara sobre la escena artística de París. En otoño de 1924, en compañía de su esposo, decidió ir a Florida a pintar algunos paisajes, y en St. Petersburg animó al viejo doctor a hacer inversiones inmobiliarias. Ed hipotecó la casa de Oak Park, y una vez más se endeudó por encima de sus posibilidades. Grace estaba entusiasmada, pero la salud del viejo doctor empezó a deteriorarse rápidamente.
La única crítica desfavorable a In Our Time había procedido de Herschel Brickell, que en el New York Evening Post lamentaba que no consistiera en más que apuntes o esbozos. Brickell señalaba una sola excepción: «My Old Man» sí podía considerarse un verdadero relato, que ni el propio Sherwood Anderson podría haber superado3. Hemingway encajó mal el comentario y decidió hacer una parodia de la última novela de Anderson, Dark Laughter. En tan sólo una semana terminó The Torrents of Spring, que envió inmediatamente a Boni and Liveright. Hadley opinaba que era una idea detestable y le desaconsejó que publicara un libro cuyo único objetivo era arremeter contra un escritor que siempre se había portado tan bien con ellos.
Con el envío de la nueva novela a su editor, Hemingway buscaba algo más que resarcirse de las comparaciones con su antiguo mentor. Pensaba que Liveright no había puesto a la venta suficientes copias de In Our Time, y que no sería capaz de lanzar adecuadamente una novela tan prometedora como Fiesta. En virtud del contrato que les unía, Liveright podía publicar los dos siguientes libros de Hemingway, pero perdería todos sus derechos si se negaba a aceptar cualquiera de ellos. Convencido de que su editor no se atrevería a divulgar una obra que denigraba a Anderson, el más importante de sus autores, Hemingway le envió el manuscrito acompañado de una carta escrita en términos apremiantes. Le pedía un adelanto de 500 dólares y una rápida respuesta, que debía enviarle a Schruns, la localidad de los Alpes austríacos donde pensaba pasar las navidades.
No todos los amigos de Hemingway habían sido tan críticos con su nuevo manuscrito como Hadley o Dos Passos. Scott Fitzgerald consideraba The Torrents of Spring «posiblemente la mejor novela cómica escrita por un americano»4, y Pauline Pfeiffer, una rica y sofisticada periodista americana que había conocido en París, también pensaba que merecía ser publicada. Cuatro años mayor que él (pero cinco más joven que Hadley), Pauline irrumpió en la vida de los Hemingway en 1925, cuando coincidió con ellos en el apartamento de Harold Loeb y Kitty Cannell. Hadley la recordaba como una mujer elegante y moderna, con un gusto impecable en el vestir5. A Hemingway también le impresionó por el abrigo de pieles que llevaba, a pesar de lo cual aquella primera noche le hizo mucho más caso a Virginia (Jinny), hermana de Pauline, con la que se había trasladado a París desde los Estados Unidos. Hemingway y Hadley vieron por segunda vez a Pauline en su propia casa. Las hermanas Pfeiffer les hicieron una visita al apartamento de Notre-Dame-des-Champs, y al parecer a Pauline le horrorizó el aspecto de Hemingway, que las recibió mal afeitado, estirado sobre la cama, leyendo. Sin embargo, superada la mala impresión que le había causado en un primer momento, empezó a ser una presencia cada vez más constante en la vida del escritor y de su esposa. Un día, mientras paseaba por la calle con un par de esquís a cuestas, se encontró a Kitty Cannell, y le dijo que el escritor y su esposa la habían invitado a pasar las navidades en Austria.
Pauline era hija de Paul Pfeiffer, un hombre con visión de futuro, que después de regentar una cadena de tiendas propiedad de su familia, decidió comprar 60.000 acres de tierra fértil en Piggott, Arkansas. Para las cosechas de algodón, maíz, trigo y brotes de soja llegó a contratar braceros en Iowa o Illinois, y en poco tiempo consiguió ser el propietario del banco de la localidad, además de construir una casa enorme para su familia. La casa de los Pfeiffer, rodeada de robles, estaba decorada con mobiliario alemán y obras de arte procedentes de galerías de Saint Louis. La madre de Pauline, Mary Downey, era una ferviente católica, y su esposo había convertido una de las habitaciones en capilla. Pauline estudió periodismo en Missouri. Trabajó algún tiempo para el Cleveland Star, se trasladó a Nueva York, y allí obtuvo trabajos para el Daily Telegraph y Vanity Fair, hasta que decidió irse a vivir a París, después de aceptar una oferta de la revista Vogue. En Nueva York se había prometido con un abogado responsable de los asuntos legales de la familia, pero el traslado a Europa le permitió poner en suspenso un matrimonio que no le convencía, y darse la oportunidad de conocer a hombres mucho más interesantes6.
Tan pronto como llegó a Schruns la tarde del 25 de diciembre de 1925, y mientras permaneció en Austria, colmó de atenciones a Hadley y a Bumby, como si fueran ellos los que hubieran motivado su visita. Hemingway acababa de reponerse de una laringitis y había retomado la revisión de Fiesta: The Sun Also Rises. Hacia el final de su vida, en el último capítulo de A Moveable Feast, recordaría: «se nos había infiltrado otra persona rica, utilizando el truco más viejo que existe. Una joven mujer soltera se convierte temporalmente en la mejor amiga de otra mujer joven casada, y sin saberlo, de manera inocente e incansable, se propone casarse con el marido…Todas las cosas realmente perversas surgen de una inocencia. Así que vives día a día, disfrutas de lo que tienes y no te preocupas. Mientes y lo odias y te destruye y cada día es más peligroso, pero vives al día, como en la guerra».
Pauline estaba todavía en el hotel Taube de Schruns cuando llegó un telegrama de Horace Liveright. No podía aceptar The Torrents of Spring pero esperaba con impaciencia la nueva novela. Hemingway decidió hacer un viaje a Nueva York y llevarle personalmente la parodia sobre Anderson a Max Perkins, editor de Scribners. Con casi total certeza, Hemingway y Pauline Pfeiffer consumaron su traición a Hadley en aquellas primeras semanas de 1926. Se vieron en París cuando él aún no había emprendido la travesía a Nueva York, y una vez más a su regreso de América, antes de que el novelista se reuniera de nuevo con Hadley, que lo esperaba impaciente y aburrida en Austria.
Para Hemingway, el viaje a Nueva York fue todo un éxito. En una ciudad cubierta por la nieve, Maxwell le ofreció un anticipo de 1.500 dólares sobre la sátira y su primera novela, además de un 15% de las ventas. «Hice lo que debía en Nueva York –recordaba en A Moveable Feast– y cuando volví a París debería haber cogido el primer tren que desde la Gare de l’Est me habría llevado a Austria. Pero en ese momento la mujer de la que me había enamorado estaba en París, y no cogí el primer tren, ni el segundo ni el tercero. Cuando vi a mi esposa de nuevo, de pie en el andén junto al montón de troncos cuando el tren llegó a la estación, habría preferido morir antes de haber amado a nadie más»7.
Los actos de la tragedia se iban sucediendo inexorablemente. De nuevo juntos en Schruns, esta vez sin Pauline, Hadley y Hemingway recibieron la visita de Dos Passos y de un matrimonio americano que habían conocido recientemente, Sara y Gerald Murphy. Los Murphy eran sin duda los amigos más adinerados que Hemingway había tenido hasta la fecha, el máximo exponente de esos personajes amenazadores, que en A Moveable Feast él llamaba sencillamente «los ricos». Scott Fitzgerald estaba tan deslumbrado por ellos que los usó como modelo para los personajes de Dick y Nicole Diver en Tender is the Night. Gerald Murphy había estudiado arquitectura en Yale y se había casado con Sara en 1916. En 1921 los dos se trasladaron con sus tres hijos a Francia, y allí dividían su tiempo entre un viejo apartamento en el Quai des Grands-Agustins y una mansión en Cap d’Antibes, un enclave de la Costa Azul que descubrieron antes que ningún otro expatriado. Gerald Murphy era un excelente artista, y aunque no completó más de una docena de cuadros entre 1921 y 1929, tanto Léger como Picasso lo consideraban el mejor pintor americano de su generación. Sus telas, que han sido comparadas a las de Stuart Davis, reproducían objetos cotidianos como cajas de cerillas, cuchillas de afeitar o plumas estilográficas, y podrían considerarse precursoras del pop-art8.
En Schruns, los Murphy y Dos Passos esquiaron de día, se regalaron con abundantes cenas por la noche y cubrieron de elogios a su anfitrión cuando éste accedió a leerles pasajes de su recién terminada novela. Años después, Hemingway escribiría con mucho resentimiento sobre aquellos días en los Alpes. Hadley recordaba que se odiaba a sí mismo por aceptar lisonjas de amigos, que detestaba cualquier falsedad o vanidad, y que todo ello le generaba un conflicto interior que a veces expresaba en forma de malicia9. «Bajo el embrujo de aquellos ricos –recordaba Hemingway en A Moveable Feast– fui tan estúpido y confiado como un perro de caza, dispuesto a seguir a cualquier hombre con una escopeta… Incluso leí en voz alta la parte de la novela que había reescrito… Cuando ellos decían ‘es genial, Ernest. De veras es genial. No tienes ni idea de lo que tienes ahí’ yo movía la cola de placer y abrazaba un concepto lúdico de la vida que tal vez me permitiera volver con algún palo atractivo, en lugar de preguntarme ‘si a estos bastardos les gusta, algo debe tener de malo’. Eso es lo que habría pensado de haberme comportado como un profesional»10.
En su autobiografía, Dos Passos recuerda aquellos días en Schruns como «La última temporada sin nubes» que Hemingway, Hadley y él pasaron en Europa: «Todo era fantásticamente barato. Nos alojamos en una encantadora hospedería con estufas de porcelana, llamada Taube… La gente se desvivía por agradar. Todo el mundo nos recibía con un ‘Grüss Gott’. Era como vivir en en una felicitación de Navidad al estilo antiguo… Comimos grandes cantidades de truchas, bebimos vino y cerveza y dormimos como marmotas bajo los grandes edredones de plumas»11.
Sin embargo, en A Moveable Feast, Hemingway se refiere a Dos Passos con resentimiento, como el pez piloto que condujo a los ricos hasta Schruns: «Los ricos tienen una especie de pez piloto que va por delante… Tiene un latente y largo tiempo reprimido amor por el dinero… Aquellos ricos lo querían y confiaban en él, porque era tímido y divertido». Hemingway daba a entender que los ricos aparecieron ese año tan persuadidos del potencial de su prometedora primera novela como del valor, ya sobradamente contrastado, de Picasso: «Un año antes nunca habrían venido. Entonces no había certeza. El trabajo era igual de bueno pero ninguna novela había sido escrita, así que no podían estar seguros. ¿Por qué debían estarlo? Picasso era seguro, lo había sido antes de que hubieran oído hablar de pintura. Estaban muy seguros de otro pintor. De muchos otros. Pero este año estaban seguros, tenían la palabra del pez piloto que también estaba allí»12.
De vuelta en París, la situación volvió a enrarecerse. Pauline y su hermana Jinny invitaron a Hadley a un viaje en coche por el valle del Loira. Al principio lo pasaron bien, comieron en buenos restaurantes, hicieron compras y visitaron los imponentes castillos, que Hadley no conocía. Pero muy pronto Pauline empezó a portarse mal, la contradecía constantemente o se sumía en largos lapsos de silencio. Por fin, Hadley se atrevió a preguntarle a Jinny si había algo entre Pauline y su esposo. La forma de contestar de la hermana confirmó sus temores, y cuando dieron el viaje por terminado, Hadley obligó a Hemingway a decirle si era verdad que la estaba engañando. Él reaccionó de forma airada. No negó nada, y en cambio la culpó de echarlo todo a perder por haberlo interrogado13. El 24 de abril envió a Nueva York el manuscrito terminado de su primera novela, que dedicó «a HADLEY y a JOHN HADLEY NICANOR», y en mayo se fue a ver corridas de toros a Madrid. Hadley, que no pudo acompañarlo porque Bumby estaba aquejado de una fuerte tos, decidió pasar unos días en la casa de los Murphy en Cap d’Antibes. Pensaba que el clima mediterráneo sería beneficioso para Bumby, pero la tos del niño no mejoraba, y ante la posibilidad de contagiar a los hijos de los Murphy, accedió a trasladarse a otra casa de Juan-les-Pins, que Scott y Zelda Fitzgerald habían dejado vacante. Cuando Hemingway volvió de Madrid se reunió con su familia en Juan-les-Pins, pero enseguida se mostró ansioso, harto de la apretada agenda social de los Murphy, incapaz de trabajar. En ningún momento dejó de enviar cartas a Pauline, y ésta decidió sumarse a la fiesta. Se instaló con los Hemingway en la casa cedida por los Fitzgerald, y también en el Hotel de la Pineda, donde pasaron los últimos días de las vacaciones. «Allí estábamos –recordaba Hadley– con tres bandejas para el desayuno, tres bicicletas o tres bañadores mojados en el tendedero»14.
La última escena de aquella comedia cruel se representó en Pamplona. En julio de 1926 tanto Pauline como los Murphy decidieron acompañar a los Hemingway a su cita anual con San Fermín. Terminadas las fiestas los Murphy regresaron a la Costa Azul, Pauline se marchó a París, y Ernest y Hadley continuaron su viaje por España, que les llevó a Madrid, Valencia y San Sebastián. Desde Valencia, en una carta a su amigo el pintor Mike Strater, Hemingway escribía que había cancelado el viaje que pensaba hacer con Hadley a los Estados Unidos el siguiente otoño y que su matrimonio se estaba desintegrando.
De vuelta en Francia, hicieron una nueva parada para visitar a los Murphy en Villa América, y anunciaron que se separaban. Al saber que había decidido dejar a Hadley, Gerald reaccionó de inmediato con la generosidad que le caracterizaba e invitó Hemingway a instalarse en un pequeño estudio que tenía alquilado en París, en la Rue Froidevaux.
Hadley y Hemingway cogieron un tren de regreso a París. El escritor evocó el triste viaje en un cuento titulado «A Canary for One», publicado en 1928. En el relato, una pareja comparte vagón con una mujer de edad avanzada, americana como ellos. Lleva consigo un canario que quiere transportar hasta Nueva York. Allí vive su hija, todavía enamorada de un suizo que ha conocido en Vevey. Convencida de que no hay mejores maridos que los estadounidenses, la mujer la ha obligado a romper la relación y regresar a América. El canario que lleva en el interior de una jaula es un regalo con el que pretende consolarla. Desde la ventanilla del tren el narrador ve palmeras y una casita de verano frente al mar, más tarde viñedos, después chimeneas a las afueras de Marsella y al oscurecer una casa en llamas, cuyos muebles, salvados del incendio, han sido desperdigados por campos adyacentes. Cuando el tren llega a París la pareja emprende el camino de salida de la estación, precedida por un empleado que lleva su equipaje. «Volvíamos a París –concluye el cuento– para fijar residencias separadas»15. Hemingway se instaló en el estudio que le había cedido Gerald Murphy, aunque empezó a pasar la mayor parte de su tiempo en el apartamento de Pauline.
Tal y como aparece retratada en A Moveable Feast, la relación de Hemingway con Hadley no conoce término medio. La primera época es idealizada. El amor, la complicidad absoluta y el entusiasmo ante la novedad pueden más que el hambre, el frío o las penurias económicas. La ruptura, por contra, es descrita por el narrador con inusitada crudeza, sin el menor atisbo de autoindulgencia o evasión de la responsabilidad. En 2009, Scribner lanzó al mercado una nueva versión de A Moveable Feast editada por Sean Hemingway, nieto del autor, y prologada por Patrick Hemingway, el único de los hijos del escritor vivo en ese momento. En la introducción, Sean recuerda que su abuelo murió antes de dar el libro por terminado y que el texto, publicado de forma póstuma, fue editado por Mary Welsh, cuarta esposa y viuda del novelista, en 1964. Con la manifiesta intención de reivindicar la figura de su abuela materna, Sean (cuyo padre fue el segundo de los hijos que Hemingway tuvo con Pauline) afirma que la primera versión de A Moveable Feast no reflejaba «el remordimiento que expresa Hemingway, la responsabilidad que asume ante la ruptura, o la ‘increíble felicidad’ que experimentó con Pauline». Mary Welsh había hecho, en opinión del responsable de la reedición, que el autor pareciera «una víctima inconsciente, cosa que evidentemente no era». «Por primera vez –añade Sean Hemingway– el lector de la presente edición tiene acceso al texto íntegro, tal y como Hemingway lo escribió».
Lejos de presentar una visión más equilibrada o amable de lo que ocurrió entre el escritor y Pauline Pfeiffer, los fragmentos añadidos al último capítulo del libro, rebautizado como «El pez piloto y los ricos», sólo amplifican la despiadada autocrítica que ya hacía su autor en la edición original. Cierto es que Hemingway escogía, en uno de los pasajes omitidos en la versión de 1964, los adjetivos «increíble» o «imborrable» para describir la felicidad que sintió junto a su segunda esposa. También que a renglón seguido el escritor añadía otros calificativos de signo radicalmente opuesto. De la lectura de este nuevo y ampliado testimonio de arrepentimiento, más confuso y repetitivo que el original, sale el lector desconsolado, más triste si cabe por Hadley, desengañado de cualquier ilusión de amor duradero. Los pasajes más duros forman parte del capítulo «The Pilot Fish and the Rich», que en la edición de 1964 tenía como título «There Is Never An End To Paris»: «querer realmente a dos mujeres a la vez, quererlas de verdad, es lo más destructivo y terrible que le puede pasar a un hombre cuando la que no está casada decide casarse... la increíble, desgarradora felicidad, el egoísmo y la traición de todo cuanto hicimos, me proporcionó tanta felicidad, tan imborrable y espantosa felicidad, que luego vino el remordimiento y el odio al pecado, no la contrición, sólo un remordimiento terrible»16.
26. LOS AÑOS DE LA RUE TOURLAQUE.
EL PADRE DE MIRÓ MUERE EN MONT-ROIG
Cuando Miró regresó a París a finales de enero de 1926, después de terminar en Mont-roig la serie de cuadros iniciada el verano anterior, la cantidad de obra producida, perteneciente a la serie de «pinturas o...

Índice

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. Dedicación
  6. Índice
  7. Agradecimientos
  8. Introducción
  9. PRIMERA PARTE, 1893-1925 GESTACIÓN Y VENTA DE «LA MASÍA». SIGNIFICADO DEL CUADRO, EL MAS MIRÓ Y MONT-ROIG EN LOS AÑOS PREVIOS A LA CONSAGRACIÓN DE MIRÓ Y DE HEMINGWAY
  10. SEGUNDA PARTE, 1925-1983 «LA MASÍA» EN LAS COLECCIONES PARTICULARES DE HADLEY, ERNEST Y MARY HEMINGWAY. EL MAS MIRÓ Y MONT-ROIG EN LOS AÑOS DE MADUREZ DE HEMINGWAY Y MIRÓ.
  11. Bibliografía consultada
  12. Apéndice de imágenes
  13. Contraportada